No esperes acción o una trama compleja en esta película. De hecho, nunca se llega a saber cual es el “plan” que los protagonistas tenían preparado. Sin embargo, los diálogos y la soberbia actuación de los actores hacen que la película mantenga el interés y el ritmo en todo momento. Una duración muy contenida (no llega a la hora y veinte minutos) y un final que sorprende hacen el resto.

Además, en estos tiempos donde lo que sobra son historias y temas políticamente correctos, esta película resulta, como mínimo, provocadora. Uno sale del cine, o apaga la televisión si la ha visto en casa, con la necesidad de digerir un golpe inesperado, de reflexionar y de intercambiar opiniones sobre lo que acaba de ver. ¿Qué más se puede pedir?

Ser comandante de un campo de concentración nazi es compatible con ser un padre cariñoso que se preocupa por su familia y por sus hijos. Y se puede ser parte de la familia de ese comandante y disfrutar de la casa, del jardín, de la piscina, del servicio y de los paseos por los alrededores, ignorando lo que pasa al otro lado del muro.

Es un mensaje interesante para quién no lo haya reflexionado nunca. Y es posible que, aunque ya se han escrito libros y filmado películas sobre el tema, el asunto pueda dar una película más. Pero para que la película sea buena no basta con un mensaje interesante. Hacen falta además ritmo y un buen guion. La interpretación es buena, los personajes creíbles y la ambientación excelente. Pero la película se hace larga y bastante aburrida a ratos.

El tema no es precisamente original. Una familia inglesa aristocrática y muy rica convive en su gran mansión con algunos invitados. La familia es, como poco, peculiar, si no directamente disfuncional. Los invitados no lo son menos.
Dicho esto, el ritmo es bueno y la película no aburre en ningún momento. Las actuaciones y la fotografía también son buenas. Sobran las escenas sexuales que solamente buscan la provocación.

Tratar un tema interesante o importante no basta para hacer una buena película. Es más, estoy bastante cansado de películas cuyo mayor, y en ocasiones único, mérito es tratar temas “importantes” desde una perspectiva convenientemente aleccionadora y políticamente correcta. En mi opinión, el tratamiento de la historia del maestro es demasiado simple. En unas ocasiones busca de forma descarada la simpatía del espectador y en otras la lágrima fácil. Y la historia “actual” con la que se mezcla no aporta nada, salvo la ocasión de introducir otro tema políticamente recomendable: la memoria histórica y la exhumación de fosas comunes de la guerra civil. Se salva la actuación de Enric Auquer.