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6,6
227
8
11 de marzo de 2011
11 de marzo de 2011
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es esta una adaptación de Los papeles de Aspern, de Henry James, dirigida por un actor "de carácter", no muy popular pero que intervino en títulos notables a lo largo de su carrera. Martin Gabel era el psicoanalista maltratado por Billy Wilder (que tenía una cierta mayúscula aversión por esta profesión desde que, se dice, Freud le negara una entrevista) de Primera Plana, pero también intervino en películas de Hitchcock (era el jefe indignado pero fascinado por Marnie al principio de la genial película), Henry Hathaway (14 Horas), Richard Brooks (Deadline USA) o Mankiewicz (El día de los tramposos).
Recomiendo una crítica de internet sobre esta obra:
http://www.pasadizo.com/index.php/component/peliculas/?view=peliculas&id=1794&type=critica
No tengo nada personal que añadir a lo que dice este artículo, pero quería dejar la referencia porque me extraña que no haya críticas en Filmaffinity sobre Viviendo el pasado y que, cuando escribo esto, sólo 16 personas parezcan haberla visto (bueno, votado). La película merece mucho más; es una adaptación de James con una atmósfera de misterio muy notable, unos actores estupendos y una puesta en escena más que competente. El principal inconveniente, en mi caso, fue la versión; la pusieron en Intereconomía (una cadena muy sesgada políticamente, pero en cuyo honor hay que decir que tiene una de las mejores programaciones cinematográficas, aunque sólo sea por atreverse por títulos clásicos, que deben ser baratos, y porque, también es verdad, la competencia al respecto es paupérrima), en una versión mal doblada, con una música excesivamente alta y unos diálogos que costaba mucho seguir y a veces eran ininteligibles.
Obra única de su director, por cierto. Muchas carreras más largas no tienen un eslabón de esta envergadura.
Más que recomendable: un título a reivindicar.
Recomiendo una crítica de internet sobre esta obra:
http://www.pasadizo.com/index.php/component/peliculas/?view=peliculas&id=1794&type=critica
No tengo nada personal que añadir a lo que dice este artículo, pero quería dejar la referencia porque me extraña que no haya críticas en Filmaffinity sobre Viviendo el pasado y que, cuando escribo esto, sólo 16 personas parezcan haberla visto (bueno, votado). La película merece mucho más; es una adaptación de James con una atmósfera de misterio muy notable, unos actores estupendos y una puesta en escena más que competente. El principal inconveniente, en mi caso, fue la versión; la pusieron en Intereconomía (una cadena muy sesgada políticamente, pero en cuyo honor hay que decir que tiene una de las mejores programaciones cinematográficas, aunque sólo sea por atreverse por títulos clásicos, que deben ser baratos, y porque, también es verdad, la competencia al respecto es paupérrima), en una versión mal doblada, con una música excesivamente alta y unos diálogos que costaba mucho seguir y a veces eran ininteligibles.
Obra única de su director, por cierto. Muchas carreras más largas no tienen un eslabón de esta envergadura.
Más que recomendable: un título a reivindicar.

7,1
7.802
9
17 de enero de 2007
17 de enero de 2007
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta que una película que toca un tema tan sensible no sea ningún panfleto en un sentido o en otro. Desde luego, no es una película anti-abortista, pero tampoco lo es pro-abortista, porque realemente el tema es otro. Creo que lo que le interesaba a Mike Leigh, que considero un director demasiado inteligente como para hacer un film de tesis, es lo fácil que es salirse de los límites de lo legal sin apenas ser consciente de ello, o también cómo el mundo personal de alguien con todas las buenas intenciones del mundo, se puede derrumbar de la forma más estrepitosa cuando la sociedad señala como deleznable una actividad en cuya gravedad (más o menos supuesta) nunca se había pensado realmente. Vera Drake practica abortos para ayudar a chicas que no pueden afrontar cargar con un niño, sin considerar realmente las consecuencias legales de dicha actividad... Me encanta ver en la película como abogados o policías no estigmatizan a la protagonista, sino que hasta hasta la tratan con tacto, pero sin embargo la maquinaria legal sigue un curso implacable... Creo que en pocas películas (o libros) he sentido tan palpable la sensación de que, por encima de las personas, de los individuos, existen algo invisible pero a veces mucho más real que ellas mismas: las normas más o menos explícitas, no sólo legales, que las limitan y determinan socialmente. No sé si esto suena un poco fuerte o abstracto, pero la virtud de la película es que se vive como algo muy concreto. O a mi me lo parece.
9
25 de abril de 2011
25 de abril de 2011
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como Un paseo bajo el sol o El extraño amor de Martha Ivers, Al filo de la oscuridad es fruto de la colaboración entre el ya por entonces prestigioso guionista Robert Rossen (por entonces sólo guionista; su debut como director no llegaría hasta 1947) y el director Lewis Milestone. Es una película de estudio, no lo que luego se llamaría una "obra de autor", y sin embargo está totalmente marcada por la personalidad de estos dos notables creadores.
Dirigida en 1943, en plena guerra mundial, es una obra valiente (aunque seguramente planeada ya después de la entrada de Estados Unidos en la contienda -diciembre de 1941-) que plantea la necesidad de tomar partido contra el nazismo, describiendo para ello la épica de la rebelión contra la ocupación alemana de un pequeño pueblo pesquero de Noruega. Rossen, anti-nazi convencido hasta cuando adaptaba a Jack London en El lobo de mar (1941), parece tan interesado en la lucha de los rebeldes decididos, como en el drama de los delatores o en la toma de partido de los indecisos. Aunque, quizás por encima de todo ello, su interés se dirige no sólo a la denuncia, sino a la descripción y comprensión de los mecanismos de poder del terror, que alimentando todo lo más vil que hay en la naturaleza humana, lleva a considerar como simples medios la violencia y la humillación, formas establecidas de conseguir el sometimiento a no se sabe muy bien qué ideal exacerbado de autoridad. Una brutalidad llevada al límite cuando, además, se puede llevar a cabo desde la total impunidad. La humillación en el nazismo no era un caso particular o la excepción de algún esbirro, sino una solución sistemática.
Dirigida en 1943, en plena guerra mundial, es una obra valiente (aunque seguramente planeada ya después de la entrada de Estados Unidos en la contienda -diciembre de 1941-) que plantea la necesidad de tomar partido contra el nazismo, describiendo para ello la épica de la rebelión contra la ocupación alemana de un pequeño pueblo pesquero de Noruega. Rossen, anti-nazi convencido hasta cuando adaptaba a Jack London en El lobo de mar (1941), parece tan interesado en la lucha de los rebeldes decididos, como en el drama de los delatores o en la toma de partido de los indecisos. Aunque, quizás por encima de todo ello, su interés se dirige no sólo a la denuncia, sino a la descripción y comprensión de los mecanismos de poder del terror, que alimentando todo lo más vil que hay en la naturaleza humana, lleva a considerar como simples medios la violencia y la humillación, formas establecidas de conseguir el sometimiento a no se sabe muy bien qué ideal exacerbado de autoridad. Una brutalidad llevada al límite cuando, además, se puede llevar a cabo desde la total impunidad. La humillación en el nazismo no era un caso particular o la excepción de algún esbirro, sino una solución sistemática.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sin fáciles heroísmos, un notable mérito de la película es que saber retratar las humillaciones cotidianas y el malestar que alimenta la rebelión contra el opresor. Incluso en el retrato de los nazis caben personajes con humanidad, aunque ahí domine claramente rechazo visceral. Una de las subtramas más originales describe la atracción entre un oficial nazi y una de las rebeldes, la posadera ("me recuerdas tanto a mi mujer"), interpretada por Judith Anderson; durante la revuelta final, el nazi muere a manos de ella. Como dice uno de los personajes, era, esa sí, una época de blancos y negros, sin sitio para las medias tintas (y sin embargo hay algo oscuro en esa muerte, como si más allá de la ejecución de un enemigo, se tratara de una especie de venganza por haberse dejado seducir por él, por haber sido débil ante el opresor; como si su atracción por un enemigo fuera una claudicación y una traición a su padre, víctima del invasor; más aún, como si ello supusiera el reconocimiento de un atractivo implícito en "la bestia").
A destacar la labor del estupendo elenco de actores secundarios.
A destacar la labor del estupendo elenco de actores secundarios.

7,1
3.280
8
21 de septiembre de 2011
21 de septiembre de 2011
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se suele decir que la novela siempre es mejor que la película que resulta de ella, pero hay notables excepciones. Un tópico a la altura de este, es recordar Psicosis como ejemplo de película muy superior a su referente literario; algo, por otra parte, no por tópico menos cierto. El espía que surgió del frío podría ser otro ejemplo de, al menos, una adaptación a la altura de la novela que le sirve de base.
Martin Ritt no sólo es el director, sino también el productor de esta adaptación, y es un hecho relevante. Dentro la filmografía del director, es uno de los títulos con mayor implicación personal, y además de un retrato bastante sórdido del "inframundo" del espionaje durante la guerra fría, es una crítica abierta a la hipocresía de las "cloacas del estado" en las naciones llamadas democráticas y liberales. Los dardos son mucho más certeros y envenenados hacia el propio bando; por otro lado es la única opción: elaborar un discurso para destacar las miserias del bando contrario tiene mucho de manipulación política. Por otro lado, Ritt, aunque siempre cercano a la izquierda norteamericana, nunca perteneció al partido comunista.
Sobre esta posición política de Ritt, una de las escenas más reveladoras, se da en la primera cena entre Richard Burton y Claire Bloom. Están sentados a la mesa y en determinado momento en que ella saca a colación la cuestión política, su militancia comunista (mostrando un cartel reivindicando el desarme nuclear -aunque, dicho sea de paso, el partido comunista en general, y en concreto el de la URSS, no fuera precisamente un ejemplo de esa reivindicación en concreto-), se pone en pie, buscando algo en una caja. Ello obliga a cambiar los encuadres; a partir de ese momento, el descreído y cínico Leamas aparece en picado, la activista Nan en contrapicado. Ritt, aquí pero no sólo aquí, y como otros directores clásicos como Robert Rossen, demuestra su afición por los encuadres simbólicos, y no parece en absoluto una mala opción.
Martin Ritt no sólo es el director, sino también el productor de esta adaptación, y es un hecho relevante. Dentro la filmografía del director, es uno de los títulos con mayor implicación personal, y además de un retrato bastante sórdido del "inframundo" del espionaje durante la guerra fría, es una crítica abierta a la hipocresía de las "cloacas del estado" en las naciones llamadas democráticas y liberales. Los dardos son mucho más certeros y envenenados hacia el propio bando; por otro lado es la única opción: elaborar un discurso para destacar las miserias del bando contrario tiene mucho de manipulación política. Por otro lado, Ritt, aunque siempre cercano a la izquierda norteamericana, nunca perteneció al partido comunista.
Sobre esta posición política de Ritt, una de las escenas más reveladoras, se da en la primera cena entre Richard Burton y Claire Bloom. Están sentados a la mesa y en determinado momento en que ella saca a colación la cuestión política, su militancia comunista (mostrando un cartel reivindicando el desarme nuclear -aunque, dicho sea de paso, el partido comunista en general, y en concreto el de la URSS, no fuera precisamente un ejemplo de esa reivindicación en concreto-), se pone en pie, buscando algo en una caja. Ello obliga a cambiar los encuadres; a partir de ese momento, el descreído y cínico Leamas aparece en picado, la activista Nan en contrapicado. Ritt, aquí pero no sólo aquí, y como otros directores clásicos como Robert Rossen, demuestra su afición por los encuadres simbólicos, y no parece en absoluto una mala opción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Más sobre la postura de Ritt sobre su historia: "En ocasiones hacemos cosas ruines, cosas muy ruines realmente. Pero no podemos ser menos ruines que ellos por el hecho de que la política de nuestro gobierno sea tolerante, ¿verdad?", hace decir a Control, la "cabeza pensante" de la "inteligencia" británica; pero es una frase no compartida por el director, sino puesta en boca de un personaje caracterizado por su bajeza moral. La idea al respecto que recoge la película es bastante menos benévola. El que un sistema predique tolerancia no significa que se mueva por ella. Cuando se toma el camino de la ruindad los valores se olvidan pronto; a la ruindad se le toma afición. Lo que sí demuestra ser el mal, en el desenlace de la historia, es de un inteligencia sublime; y uno tiende a pensar que la realidad, incluida la de los espías, es bastante más chapucera (el ardid de Control es demasiado sutil, demasiado increíble como plan a tan largo plazo). "El espía..." es un buen drama, pero igual no es tan realista como pretende.
Rodada en un blanco y negro espectacular, El espía que surgió del frío es una película pesimista y romántica (en el mejor sentido), atenta a la dirección de actores (todos ellos estupendos; Ritt empezó en el teatro, tiene experiencia como actor, y algunas cosas se notan para bien) y que concluye con una secuencia, fiel al libro, tan sobria como sobrecogedora. Un final emocionante y acorde con el tono triste pero distanciado del resto de la obra.
Rodada en un blanco y negro espectacular, El espía que surgió del frío es una película pesimista y romántica (en el mejor sentido), atenta a la dirección de actores (todos ellos estupendos; Ritt empezó en el teatro, tiene experiencia como actor, y algunas cosas se notan para bien) y que concluye con una secuencia, fiel al libro, tan sobria como sobrecogedora. Un final emocionante y acorde con el tono triste pero distanciado del resto de la obra.

7,2
67.396
4
4 de enero de 2009
4 de enero de 2009
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una película de certezas, no de ambigüedades. De buenos y malos. Muchas películas de Clint Eastwood adolecen de un maniqueísmo parecido, pero no recuerdo ninguna donde sea tan evidente como aquí; quizás por tratar el tema que trata: no hay ningún sentido del humor que pueda compensarlo.
Cuando el personaje de John Malkovich le cuenta la sufridísima Angelina Jolie las brutalidades de la policía de Los Ángeles, no resultan suficientes sus palabras y su denuncia, Eastwood se ve en la obligación de hacer insertos, flashes de las tropelías que cometen, para hacer objetivas las denuncias subjetivas del personaje. Las palabras no son suficientes, no es la más o menos justificada denuncia de un personaje. El director se ve obligado a subrayar que lo que cuenta es La Verdad. Sólo hay una versión posible de los hechos, la de los buenos de la historia.
Me gusta la primera hora de la película, el planteamiento de la historia. Luego la película ser termina, pero el director no se da cuenta, y la alarga innecesariamente con juicios, venganzas de ciudadanos ofendidos, demostraciones de dolor melodramáticas... La heroica madre hasta es salvada en el último momento de un electroshock, como en un serial. En ella apenas hay una sombra, todo son luces, pundonor, lucha... Sólo su actitud ante el niño que quieren endosarle tiene algún matiz de egoísmo (hay una buena escena, con la madre explicándole su actitud al niño, con él siempre dándole la espalda, tendido en la cama), pero ya el director se encargará de presentarlo como un niño malcriado, un niño del bando de los malos, no del de los buenos (hacia quienes sí cabe la denuncia).
Cuando el personaje de John Malkovich le cuenta la sufridísima Angelina Jolie las brutalidades de la policía de Los Ángeles, no resultan suficientes sus palabras y su denuncia, Eastwood se ve en la obligación de hacer insertos, flashes de las tropelías que cometen, para hacer objetivas las denuncias subjetivas del personaje. Las palabras no son suficientes, no es la más o menos justificada denuncia de un personaje. El director se ve obligado a subrayar que lo que cuenta es La Verdad. Sólo hay una versión posible de los hechos, la de los buenos de la historia.
Me gusta la primera hora de la película, el planteamiento de la historia. Luego la película ser termina, pero el director no se da cuenta, y la alarga innecesariamente con juicios, venganzas de ciudadanos ofendidos, demostraciones de dolor melodramáticas... La heroica madre hasta es salvada en el último momento de un electroshock, como en un serial. En ella apenas hay una sombra, todo son luces, pundonor, lucha... Sólo su actitud ante el niño que quieren endosarle tiene algún matiz de egoísmo (hay una buena escena, con la madre explicándole su actitud al niño, con él siempre dándole la espalda, tendido en la cama), pero ya el director se encargará de presentarlo como un niño malcriado, un niño del bando de los malos, no del de los buenos (hacia quienes sí cabe la denuncia).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Yo no estoy a favor de la pena de muerte, así que supongo que esta es una opinión subjetiva, pero la ejecución del asesino de niños me parece de lo más tremendo que haya filmado Clint Eastwood a lo largo de su carrera. El protagonista de Ejecución inminente se salvaba porque era un inocente injustamente condenado. La opinión del director está clara cuando el acusado es culpable. Es como el reverso de A sangre fría o Pena de muerte; aquí el detallismo de la escena no demuestra ninguna denuncia por los métodos, sino que se ofrece como una justa compensación a los familiares de las víctimas, y por extensión, al sentimiento de venganza de los espectadores.
Eastwood, eso sí, está en su derecho a defender su opinión al respecto. Pero la secuencia da escalofríos. Además, hay que reconocer que sigue demostrando que sabe contar una historia.
Eastwood, eso sí, está en su derecho a defender su opinión al respecto. Pero la secuencia da escalofríos. Además, hay que reconocer que sigue demostrando que sabe contar una historia.
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