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Críticas ordenadas por utilidad
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2
23 de marzo de 2020
23 de marzo de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué peligroso es ser rompedor. Vienes, entras, das un portazo ensordecedor y te vas. Y te olvidan. Se envejece más cuando fuiste una estrella del rock. Las canas parecen más blancas y las arrugas más profundas. Y esto es lo que le pasa a nuestro querido gato caliente.
Nos encontramos con unos dibujos animados en un entorno neoyorkino, hippy y apocalíptico cuya única actividad es colocarse, emborracharse y sobre todo, disfrutar de la gustosa sicalipsis. No pierden el tiempo esta batería de personajes (¿trasuntos de la generación beat?) en su búsqueda desenfrenada por los placeres de la carne. Y no se cortan, porque la cosa va de ser rompedor, sea como sea y al precio que sea, aunque este sea la obsolescencia programada.
No quiero ahondar en la llaga, el producto final es muy malo: nula estructura, continuidad, guión o cualquier atisbo de montar lo que entendemos por una película. En lugar de eso, asistimos a una sucesión de escenas disparatadas sin ninguna solución de continuidad. Y por cierto, ¿qué sabemos de la personalidad y psicología de nuestro dear horny cat? Nada, es tan plano como su animada estructura ósea.
Nos encontramos con unos dibujos animados en un entorno neoyorkino, hippy y apocalíptico cuya única actividad es colocarse, emborracharse y sobre todo, disfrutar de la gustosa sicalipsis. No pierden el tiempo esta batería de personajes (¿trasuntos de la generación beat?) en su búsqueda desenfrenada por los placeres de la carne. Y no se cortan, porque la cosa va de ser rompedor, sea como sea y al precio que sea, aunque este sea la obsolescencia programada.
No quiero ahondar en la llaga, el producto final es muy malo: nula estructura, continuidad, guión o cualquier atisbo de montar lo que entendemos por una película. En lugar de eso, asistimos a una sucesión de escenas disparatadas sin ninguna solución de continuidad. Y por cierto, ¿qué sabemos de la personalidad y psicología de nuestro dear horny cat? Nada, es tan plano como su animada estructura ósea.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A destacar tres escenas, de lo poco que merece la pena:
Cuando las conejitas se quieren camelar al negro.
El momento en que Fritz reparte existencialismo entre las conejas.
La muerte del amigo de Fritz salpimentada con las imágenes de una partida de billar.
Cuando las conejitas se quieren camelar al negro.
El momento en que Fritz reparte existencialismo entre las conejas.
La muerte del amigo de Fritz salpimentada con las imágenes de una partida de billar.

6,6
8.293
6
20 de marzo de 2020
20 de marzo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Breves apuntes sobre "El calamar y la ballena" ,sí, con la traducción al castellano se pierde parte del sentido de la película.
Empezaré por vomitar todo, y es mucho, lo que no acaba de funcionar en la película:
Promete más de lo que da. Y, ¿otra vez en Brooklyn? Ya vale Woody, más allá de ese perímetro también hay vida. Y qué decir de los personajes meramente funcionales: amigo (¡ejem!), novia (¡ejem!). Y de su escasísima duración que impide el correcto devenir dramático. ¡Y qué cortita va técnicamente! Por no hablar de unos giros impropios de un director que no sea unineuronal: ¿De verdad tras el divorcio los hijos van a preguntar por el maldito gato? Yo, que no vivo en Brooklyn creo que no, pero vaya usted a saber. De la escena del niño dipsómano mejor ni hablamos...
¡Y como me molesta ese intento por captar la vida en sí misma! . Así solo se crea un cine artificial. Pretender aprehender la vida y solo la vida únicamente logra falsearla y cubrirla bajo la pátina del disimulo y del engaño. "Cinema verité" en ficción no, por todos lo santos. A ello contribuye el montaje tan abrupto y cortante, "necesario" para esa captación de vida. A nivel narrativo nos encontramos con la típica cinta independiente americana. Todo se desmorona: el matrimonio de los padres, la vida de los chavales, las relaciones de los padres con los chavales, de los chavales con las chavalas. Todo se va al traste. Porque es una cinta que narra el tránsito, la fuga, y por tanto, la inestabilidad consustancial que ello acarrea, y si le añadimos rupturas y adolescencias la cosa no parece mejorar. Indie americano de los noventa, vamos.
¡Y qué filistea es la película! Critica la figura del padre-déspota-intelectual pero da la sensación de que no se cree su propia crítica. Véase el resto de filmografía del director: perpetuas citas y referencias que oscilan entre la obviedad y el coolturetismo americano. Todos son americanos, si no franceses, con Godard y Eustache a la cabeza. A excepción de Kafka, santo patrón de los niños mimados incomprendidos y posmodernos. La película, por supuesto, está producida por Wes Anderson. También podría estar detrás de ella Linklater o algún otro ex-hipster meta-atlántico. Y se nota, claro que se nota. Ese tufillo a neoyorkino posher gafapastil.
¿Y las ballenas? ¿Qué tendrán las ballenas? ¡Por el amor de Dios! No creo que todos sean unos fanáticos de Moby Dick. Hay mucho Zelig por ahí suelto. Muy fuerte debe ser ese sentimiento telúrico que deben desprender: prisión y e isla oceánica, viaje silencioso y terror blanco. La ballena: siempre vieja, siempre oculta, siempre arcana. Secreta. Silenciosa. Sola. No, ya vale. No todos somo Jonás ni Ahab, y esta historia se desarrolla en Brooklyn, no en Nantucket. Dinosaurio marino, tus metáforas son demasiado profundas como para exponerlas a la banalidad de la mirada embobada del creador de Facebook.
Hala, ya me he quedado tranquilo. Este es el tipo de critica que me gusta. Destrozando sin piedad la obra de cualquier neófito que quiera pasar su trabajo de fin de carrera como...
Empezaré por vomitar todo, y es mucho, lo que no acaba de funcionar en la película:
Promete más de lo que da. Y, ¿otra vez en Brooklyn? Ya vale Woody, más allá de ese perímetro también hay vida. Y qué decir de los personajes meramente funcionales: amigo (¡ejem!), novia (¡ejem!). Y de su escasísima duración que impide el correcto devenir dramático. ¡Y qué cortita va técnicamente! Por no hablar de unos giros impropios de un director que no sea unineuronal: ¿De verdad tras el divorcio los hijos van a preguntar por el maldito gato? Yo, que no vivo en Brooklyn creo que no, pero vaya usted a saber. De la escena del niño dipsómano mejor ni hablamos...
¡Y como me molesta ese intento por captar la vida en sí misma! . Así solo se crea un cine artificial. Pretender aprehender la vida y solo la vida únicamente logra falsearla y cubrirla bajo la pátina del disimulo y del engaño. "Cinema verité" en ficción no, por todos lo santos. A ello contribuye el montaje tan abrupto y cortante, "necesario" para esa captación de vida. A nivel narrativo nos encontramos con la típica cinta independiente americana. Todo se desmorona: el matrimonio de los padres, la vida de los chavales, las relaciones de los padres con los chavales, de los chavales con las chavalas. Todo se va al traste. Porque es una cinta que narra el tránsito, la fuga, y por tanto, la inestabilidad consustancial que ello acarrea, y si le añadimos rupturas y adolescencias la cosa no parece mejorar. Indie americano de los noventa, vamos.
¡Y qué filistea es la película! Critica la figura del padre-déspota-intelectual pero da la sensación de que no se cree su propia crítica. Véase el resto de filmografía del director: perpetuas citas y referencias que oscilan entre la obviedad y el coolturetismo americano. Todos son americanos, si no franceses, con Godard y Eustache a la cabeza. A excepción de Kafka, santo patrón de los niños mimados incomprendidos y posmodernos. La película, por supuesto, está producida por Wes Anderson. También podría estar detrás de ella Linklater o algún otro ex-hipster meta-atlántico. Y se nota, claro que se nota. Ese tufillo a neoyorkino posher gafapastil.
¿Y las ballenas? ¿Qué tendrán las ballenas? ¡Por el amor de Dios! No creo que todos sean unos fanáticos de Moby Dick. Hay mucho Zelig por ahí suelto. Muy fuerte debe ser ese sentimiento telúrico que deben desprender: prisión y e isla oceánica, viaje silencioso y terror blanco. La ballena: siempre vieja, siempre oculta, siempre arcana. Secreta. Silenciosa. Sola. No, ya vale. No todos somo Jonás ni Ahab, y esta historia se desarrolla en Brooklyn, no en Nantucket. Dinosaurio marino, tus metáforas son demasiado profundas como para exponerlas a la banalidad de la mirada embobada del creador de Facebook.
Hala, ya me he quedado tranquilo. Este es el tipo de critica que me gusta. Destrozando sin piedad la obra de cualquier neófito que quiera pasar su trabajo de fin de carrera como...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
-¿Y por qué le pones un 6 si tan mala te ha parecido?
Por el tratamiento de dos temas que, a mi modo de ver, se hallan bien descritos y reflejados en la narración de los acontecimientos; a saber:
Matar al padre, así de crudo, así de claro. Todos los individuos de esa familia viven bajo la atenta mirada del jefe del clan, la ansiedad de la influencia es palpable en cada línea de diálogo: El niño pequeño al entrenador de tenis: ¿eres un filisteo? (¡Porque mi padre les odia!) El chico mayor al padre: ¿Debo experimentar más? (Porque haré lo que me digas, sea lo que sea). Todos se hallan bajo su radio de acción e influencia. Se ha labrado la fama del intelectual de la familia y no va a permitir ninguna fisura en esa estable capa de autoridad. La película trata de las diferentes formas que tienen los restantes miembros de la familia de liberarse de su yugo: la mujer, mediante el éxito profesional y posterior divorcio (-Cambiaste el final como te dije? -No), el niño, mediante conductas salvajes impropias para su edad, y el mayor, mediante elecciones éticas que determinarán su propia vida (-Hijo, llama a la rubia, se parece a Monica Witti de joven) ¿A quien llama? A la morena; así se mata al pater familias. Así se empieza a tener un criterio, una brújula que ya no es compartida, así se empieza a tener, en definitiva, una vida elegida y asumida como propia.
El enfoque que se le da a la sexualidad. Los personajes la viven con suma naturalidad, en ningún momento esconden sus impulsos más voraces. Y esta alcanza a todas las edades: desde el niño que comienza a experimentar y a descubrir, como a unos padres que, más allá de su paternidad, no se comportan como amebas andantes. Y desean, y ambicionan, y tropiezan y continúan su viaje sentimental con la esperanza de que su vida pueda ser mejor, o al menos, diferente.
Por cierto, ¿de verdad nadie se pispó de que la canción era de Pink Floyd?
Por el tratamiento de dos temas que, a mi modo de ver, se hallan bien descritos y reflejados en la narración de los acontecimientos; a saber:
Matar al padre, así de crudo, así de claro. Todos los individuos de esa familia viven bajo la atenta mirada del jefe del clan, la ansiedad de la influencia es palpable en cada línea de diálogo: El niño pequeño al entrenador de tenis: ¿eres un filisteo? (¡Porque mi padre les odia!) El chico mayor al padre: ¿Debo experimentar más? (Porque haré lo que me digas, sea lo que sea). Todos se hallan bajo su radio de acción e influencia. Se ha labrado la fama del intelectual de la familia y no va a permitir ninguna fisura en esa estable capa de autoridad. La película trata de las diferentes formas que tienen los restantes miembros de la familia de liberarse de su yugo: la mujer, mediante el éxito profesional y posterior divorcio (-Cambiaste el final como te dije? -No), el niño, mediante conductas salvajes impropias para su edad, y el mayor, mediante elecciones éticas que determinarán su propia vida (-Hijo, llama a la rubia, se parece a Monica Witti de joven) ¿A quien llama? A la morena; así se mata al pater familias. Así se empieza a tener un criterio, una brújula que ya no es compartida, así se empieza a tener, en definitiva, una vida elegida y asumida como propia.
El enfoque que se le da a la sexualidad. Los personajes la viven con suma naturalidad, en ningún momento esconden sus impulsos más voraces. Y esta alcanza a todas las edades: desde el niño que comienza a experimentar y a descubrir, como a unos padres que, más allá de su paternidad, no se comportan como amebas andantes. Y desean, y ambicionan, y tropiezan y continúan su viaje sentimental con la esperanza de que su vida pueda ser mejor, o al menos, diferente.
Por cierto, ¿de verdad nadie se pispó de que la canción era de Pink Floyd?
30 de diciembre de 2017
30 de diciembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Diversos sketches van conformando paulatinamente un hilo narrativo en el que observamos las "maravillas" de la sociedad del bienestar. Progreso, ¿a dónde? Libertad, ¿para hacer qué? ¿Fraternidad? Ven y mira:
Hombres grises en despachos grises de ciudades aún más grises. Rostros de cera, mímica egipcia y diálogos (monólogos camuflados) absurdos. La película desarrolla el concepto del trivialismo, reflejando así las pequeñas miserias de esta mísera gente. ¿Merece la pena narrar semejante miseria moral? Claro, aunque sólo sea a modo de escarmiento.
Nadie se salva de la quema: políticos, economistas, funcionarios, esposas, vagabundos, enfermeras, militares, eclesiásticos, turistas. La incomunicación es más patética que en los relatos de Askildsen, los hombres grises dan más miedo que descritos en "Momo" y la deshumanización es mucho más desoladora y oscura que las humorísticas distopías de Jaques Tati. ¿Dónde están los resquicios de grandeza? ¿En qué lugar podremos hallar la salvación? Andersson parece apuntar a la mirada, a una nueva óptica basada en la ingenuidad que nos proporcione un motor para el cambio. ¡Y qué bien les va a aquellos que se inauguran el mundo con su nuevo mirar! El sensible taxista se asfixia por la mundanidad circundante, el "loco" poeta es enclaustrado en un psiquiátrico y a la niña se la sacrifica en pos de los más elevados valores de las más grandes gentes de la más alta sociedad (i.e., la mierda mierdea, y hiede). Lo único que nos queda son los espíritus del mundo. Debemos redimir a los olvidados, a los sufrientes, a los humillados y ofendidos. ¡Como le hubiera gustado a Benjamin esta lectura de la película! Los muertos se levantan y piden piedad, recuerdo y redención en una escena magnífica que recuerda a otro final de película inmenso: "Yo acuso" de Abel Gance.
En cuanto al apartado técnico, merece especial mención la composición pictórica de los planos, la teatralidad de una actuaciones, espontáneas al mismo tiempo, y la profundidad de campo que permite la confluencia de dos acciones al mismo tiempo (generalmente dadas en el primer y tercer plano).
Tal y como se ha ideado y estructurado la película pocos fallos la podemos achacar. Cada escena es un micro-ensayo acerca de la sociedad del bienestar, pero quizá por eso mismo da la sensación de que si bien se ha cuidado el retrato global de la sociedad aquí ridiculizada y el tono preciso para ello, el hilo narrativo puede resultar demasiado leve. Se echa en falta una mayor relación entre los personajes y entre las mismas tramas para así trabar una película cuyas partes estuvieran más interrelacionadas para así lograr una película más compacta.
A pesar de que como digo, fuera otra la idea principal de la película: La extrema individualidad y fragmentación/descomposición de personas, escenas y discursos...
Hombres grises en despachos grises de ciudades aún más grises. Rostros de cera, mímica egipcia y diálogos (monólogos camuflados) absurdos. La película desarrolla el concepto del trivialismo, reflejando así las pequeñas miserias de esta mísera gente. ¿Merece la pena narrar semejante miseria moral? Claro, aunque sólo sea a modo de escarmiento.
Nadie se salva de la quema: políticos, economistas, funcionarios, esposas, vagabundos, enfermeras, militares, eclesiásticos, turistas. La incomunicación es más patética que en los relatos de Askildsen, los hombres grises dan más miedo que descritos en "Momo" y la deshumanización es mucho más desoladora y oscura que las humorísticas distopías de Jaques Tati. ¿Dónde están los resquicios de grandeza? ¿En qué lugar podremos hallar la salvación? Andersson parece apuntar a la mirada, a una nueva óptica basada en la ingenuidad que nos proporcione un motor para el cambio. ¡Y qué bien les va a aquellos que se inauguran el mundo con su nuevo mirar! El sensible taxista se asfixia por la mundanidad circundante, el "loco" poeta es enclaustrado en un psiquiátrico y a la niña se la sacrifica en pos de los más elevados valores de las más grandes gentes de la más alta sociedad (i.e., la mierda mierdea, y hiede). Lo único que nos queda son los espíritus del mundo. Debemos redimir a los olvidados, a los sufrientes, a los humillados y ofendidos. ¡Como le hubiera gustado a Benjamin esta lectura de la película! Los muertos se levantan y piden piedad, recuerdo y redención en una escena magnífica que recuerda a otro final de película inmenso: "Yo acuso" de Abel Gance.
En cuanto al apartado técnico, merece especial mención la composición pictórica de los planos, la teatralidad de una actuaciones, espontáneas al mismo tiempo, y la profundidad de campo que permite la confluencia de dos acciones al mismo tiempo (generalmente dadas en el primer y tercer plano).
Tal y como se ha ideado y estructurado la película pocos fallos la podemos achacar. Cada escena es un micro-ensayo acerca de la sociedad del bienestar, pero quizá por eso mismo da la sensación de que si bien se ha cuidado el retrato global de la sociedad aquí ridiculizada y el tono preciso para ello, el hilo narrativo puede resultar demasiado leve. Se echa en falta una mayor relación entre los personajes y entre las mismas tramas para así trabar una película cuyas partes estuvieran más interrelacionadas para así lograr una película más compacta.
A pesar de que como digo, fuera otra la idea principal de la película: La extrema individualidad y fragmentación/descomposición de personas, escenas y discursos...
24 de diciembre de 2017
24 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Exquisita factura y delicada fotografía en una película que alarga -quizá demasiado- la nouvelle de aquel santo bebedor llamado Joseph Roth. Aquí se dan cita la mística del clochard y del flâneur con la irresistible musicalidad del vino, auténtica bendición y perdición del protagonista, magníficamente interpretado por el replicante Rutger Hauer.
"Bebo porque cuando bebo pasan cosas" decía Fitgerald, y vaya si pasan aquí. Los laberintos se bifurcan incesantemente y lo que parecía una promesa fácil de liquidar, termina siendo el propio leit motiv de la película. Los meandros y los vericuetos de la vida impiden llegar a nuestro protagonista a su destino y es así como se dispersa en esa París dispuesta a desorientar al más decidido.
¡Y qué París tenemos aquí! En escasas ocasiones hemos presenciado los cafés, los salones de bailes, los hoteles, los restaurantes, los escaparates (los interiores desbordan en belleza a cualquier exterior) como los que se nos presentan en esta sobrerrepresentada ciudad, pero que aquí, una vez más, nos vuelve a sorprender. Todo se encuentra bajo la pátina del tiempo, es decir, de la nostalgia. Esos espejos, esos mármoles, ¡esas copas!, ¡esa luz! junto con la amplitud de los escenarios (el grueso de la cinta lo componen planos generales) nos permiten soñar con unos espacios de fantasía en un tiempo que nunca más disfrutaremos. Y aunque resuenan ecos de 'Érase una vez en américa' y de 'El último tango en París', 'La leyenda del santo bebedor' sabe encontrar un lugar propio gracias al buen hacer de su director. Y todo ello sin hablar de una estupenda utilización del flashback que en nada entorpece el ritmo de la narración.
Pero la película también tiene algún punto flojo que con un montaje menos autoindulgente podría haberse evitado. El director, en su intentos de captar el tiempo inmóvil de la espera y de la conciencia castigada, se recrea en exceso el algunos momentos en los que la cadencia se torna mera parsimonia -la penúltima escena es de todo punto excesiva en lo tocante a su duración-. Por otro lado, si bien entiendo la narración como un viaje del alma por las nebulosas de la ciudad/alcohol, no hubiera estado de más un mayor esfuerzo en un guión excesivamente dependiente de las miradas perdidas, locas y borrachas del protagonista.
Me gustaría terminar con un poema que podría haber escrito perfectamente nuestro santo bebedor, alguien marcado por el día jueves en que nació, por la soledad, la lluvia y los caminos:
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
"Bebo porque cuando bebo pasan cosas" decía Fitgerald, y vaya si pasan aquí. Los laberintos se bifurcan incesantemente y lo que parecía una promesa fácil de liquidar, termina siendo el propio leit motiv de la película. Los meandros y los vericuetos de la vida impiden llegar a nuestro protagonista a su destino y es así como se dispersa en esa París dispuesta a desorientar al más decidido.
¡Y qué París tenemos aquí! En escasas ocasiones hemos presenciado los cafés, los salones de bailes, los hoteles, los restaurantes, los escaparates (los interiores desbordan en belleza a cualquier exterior) como los que se nos presentan en esta sobrerrepresentada ciudad, pero que aquí, una vez más, nos vuelve a sorprender. Todo se encuentra bajo la pátina del tiempo, es decir, de la nostalgia. Esos espejos, esos mármoles, ¡esas copas!, ¡esa luz! junto con la amplitud de los escenarios (el grueso de la cinta lo componen planos generales) nos permiten soñar con unos espacios de fantasía en un tiempo que nunca más disfrutaremos. Y aunque resuenan ecos de 'Érase una vez en américa' y de 'El último tango en París', 'La leyenda del santo bebedor' sabe encontrar un lugar propio gracias al buen hacer de su director. Y todo ello sin hablar de una estupenda utilización del flashback que en nada entorpece el ritmo de la narración.
Pero la película también tiene algún punto flojo que con un montaje menos autoindulgente podría haberse evitado. El director, en su intentos de captar el tiempo inmóvil de la espera y de la conciencia castigada, se recrea en exceso el algunos momentos en los que la cadencia se torna mera parsimonia -la penúltima escena es de todo punto excesiva en lo tocante a su duración-. Por otro lado, si bien entiendo la narración como un viaje del alma por las nebulosas de la ciudad/alcohol, no hubiera estado de más un mayor esfuerzo en un guión excesivamente dependiente de las miradas perdidas, locas y borrachas del protagonista.
Me gustaría terminar con un poema que podría haber escrito perfectamente nuestro santo bebedor, alguien marcado por el día jueves en que nació, por la soledad, la lluvia y los caminos:
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

7,5
10.676
4
19 de marzo de 2017
19 de marzo de 2017
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que no me transmite ninguna emoción, en la que a lo largo de su metraje (hora y media -y se me hace larga-) pego unos buenos bostezos y que sé que su recuerdo se borrará con facilidad de las obras que pasan así por mi vida, sin pena ni gloria. He de reconocer que la a animación no es mi género favorito. Pero es que esta película en concreto...
Es altamente mejorable (tiene lagunas, puntos muertos y sinsentidos/absurdos/deus ex maquinas a tutti). Pero claro ¡es animación! ¡es un cuento! ¡es una película dirigida al público infantil! No sé yo... Lo que sí sé es que cuando veo las películas de Pixar no siento que tenga que estar haciendo una constantemente concesiones en favor de la película a través de la suspensión de la facultad del juicio.
Lo mejor: el dibujo, a destacar el diseño de personajes y las representaciones de los lugares fantásticos .La ambientación irlandesa y su trasfondo de la mitología celta.
Lo peor: la historia es mejorable. No se profundiza en la psicología de los personajes. Carece de momentos épicos o memorables. Y sobre todo ¡no transmite pasión ni emoción!
Pues eso. Ni frío ni caliente, ni fú ni fá. Sin pena ni gloria.
Es altamente mejorable (tiene lagunas, puntos muertos y sinsentidos/absurdos/deus ex maquinas a tutti). Pero claro ¡es animación! ¡es un cuento! ¡es una película dirigida al público infantil! No sé yo... Lo que sí sé es que cuando veo las películas de Pixar no siento que tenga que estar haciendo una constantemente concesiones en favor de la película a través de la suspensión de la facultad del juicio.
Lo mejor: el dibujo, a destacar el diseño de personajes y las representaciones de los lugares fantásticos .La ambientación irlandesa y su trasfondo de la mitología celta.
Lo peor: la historia es mejorable. No se profundiza en la psicología de los personajes. Carece de momentos épicos o memorables. Y sobre todo ¡no transmite pasión ni emoción!
Pues eso. Ni frío ni caliente, ni fú ni fá. Sin pena ni gloria.
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