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Críticas 377
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
9 de abril de 2011
378 de 433 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine se hace carne en el momento en que se enciende el proyector. Aunque carezca de sustancia material, hay ‘tacto’ en las figuras que lo pueblan, en sus elementos y edificios. Es una suma fascinante de invenciones de Morel.

La historia de ‘Incendies’ no es inverosímil. Entras en ella y vives cada plano desde el interior de su protagonista, de nombre hermosamente eufónico: Nawal Marwan.

‘Incendies’ no refleja lo histórico-real. No es un fragmento de la vida. Es bastante menos denuncia que canción.

Empieza con un tibio sabor ‘Apocalypse Now’: Lentitud, palmeras, Radiohead.

El matemático puro ofrece su discurso: bienvenidos al mundo de las soluciones imposibles –en la ciencia formal, ese mundo existe desde siempre. ¿Es lo mismo un problema que no admite solución que uno cuya solución es imposible? Al filo de esa disyuntiva transcurre todo el film.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Nawal ama a su primogénito. Lo ama sin condiciones. Y aborrece al violador, al padre de sus hijos. Así de simples son los hechos.

La falsa identidad 1 + 1 = 1 es expresión no muy afortunada de la dicotomía de sus sentimientos. Tampoco me convence la manera de rodar esa secuencia: Habla Chamseddine, el líder islamista / hay un corte (da la impresión de que la frase ha concluido) / aparecen los gemelos en su habitación de hotel / Simon pronuncia la falsa identidad / Jeanne comprende y grita / se oye en off el fin de la frase que desvela quién es en realidad Abou Tarek.

El recurso de la frase en suspenso es más efectista que efectivo. Baste comparar el llanto de Jeanne cuando llama a su hermano para contarle lo que ha descubierto –la violación reiterada de su madre– con el grito que se le escapa al saber quién es su padre. El llanto conmueve hasta a las piedras, el grito casi desentona. Y todo por la planificación de las escenas respectivas.

Hasta ahí, la forma de dosificar la información y de alternar los dos tiempos de la historia es excelente. El ritmo, el tono, la visita de la hija a las personas y lugares de la madre: todo encaja, bien medido y meditado.

Matemáticos, notarios, terroristas –curioso cóctel–. La luz del Islam en esta cinta es menos negra que la luz del Cristianismo, por algo el director es de ascendencia libanesa.

Los hijos del horror se educan en el paraíso canadiense. El hijo del amor se educa en la degradación, el odio y la violencia. La madre vive lo imposible. Sabe que, ante la verdad, lo verosímil carece de sentido. Finalmente, Nawal apuesta por la vida, también por el amor. Y no se puede obviar que muere en el intento.

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Gramática de cine
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TRANSICIÓN ENTRE DOS LÍNEAS TEMPORALES
Después del parto, los bebés han de ser transportados en cubos para ser arrojados a las aguas. Observad el diálogo entre las linternas y la oscuridad. El siguiente plano nos sitúa en el futuro –la hija, Jeanne, viaja en coche. Circula por un túnel. El túnel desemboca en un hermoso y amplio panorama. Sentimos un renacimiento. La idea está muy vista y es maravillosa.

ESPACIO FÍSICO
La sobriedad en cada plano de la celda. El espacio comprimido. Como en el Romance del prisionero, la huida es un cantar.

EXPLOSIÓN EMOCIONAL
El abrazo de los gemelos en la piscina 'amniótica' –el chapoteo.

IDEA VISUAL DE GUIÓN
Está en el título de las presentes líneas. Sencilla y eficaz. Igual que una incisión.

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La aritmética de los sentimientos que nos ofrece Villeneuve en ‘Incendies’ apunta a una ecuación que no se puede resolver, pero sucede en la pantalla.
7 de abril de 2007
363 de 428 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer samurai: Liderazgo-----------------------> Organizar los recursos con inteligencia.
Segundo samurai: Capacidad de aprendizaje--> Ser todo oídos.
Tercer samurai: Entusiasmo---------------------> Arriesgar sin dejar de lado la locura.
Cuarto samurai: Compañerismo----------------> Sumar, hacer equipo.
Quinto samurai: Respeto-------------------------> Ver la aptitud en los demás; ser parte del conjunto.
Sexto samurai: Humor----------------------------> Tener presencia de ánimo ante la adversidad.
Séptimo samurai: Excelencia técnica------------> Cultivar el fruto del trabajo y del talento.

Y todo ello está en la dirección de Kurosawa.

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Más de tres horas de entretenimiento profundo y bien contado.

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Lo mejor: La tragedia diminuta, terrible y cotidiana que acecha a cada ser humano, desde los campesinos hasta los guerreros samuráis. No da la sensación de que haya figurantes. Todos los personajes tienen alma.

Lo peor: La afición de los actores japoneses por el grito desmedido.
2 de enero de 2013
346 de 395 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Maestro, La Causa, El Libro I, El Libro II… Así de simple es la retórica de la secta fundada por Lancaster Dodd, el pope retratado en esta cinta. Un desfile de mayúsculas enmarcadas en una sonrisa Profident. Philip Seymour Hoffman borda el personaje, con su presencia a un tiempo encantadora y repulsiva, y, sobre todo, usando los recursos de una voz excepcional.

Joaquin Phoenix, por su parte, da vida a Freddie Quell. Se zambulle tan de lleno en su papel que cuesta distinguir si lo que vemos es persona o personaje. Más que interpretar a Freddie, es Freddie. Sentimos sus angustias y ansiedades a golpe de primeros planos brillantes e invasivos.

Paul Thomas Anderson aborda el espinoso tema de las neo-religiones. Aunque no llega a mencionarse expresamente la Cienciología, es un secreto a voces que Lancaster Dodd se inspira en L. Ron Hubbard. Inquieta (pero no llega a sorprender) que un hombre con tal temperamento haya sido el guía de una institución con miras espirituales.

Hay quien sostiene que el director se muestra equidistante y objetivo, pero para mí resulta obvia su mirada acusadora: Dodd pierde los papeles a menudo y se nos muestra como un charlatán de inspiración irregular. Sus terapias rituales recuerdan, por lo disparatado, a la psicomagia de Alejandro Jodorowsky. Ambos ensalzan la risa –en eso coincidimos– pero no sé si hacen gala de tan buen humor como predican. Desde luego, parece que se toman a sí mismos muy en serio.

Formalmente, abundan los planos cenitales, pausados, virtuosos, tan acordes con el estilo solemne del cine de Paul Thomas Anderson. La presentación de Freddie Quell es excelente: un trozo humano de carne roto por la guerra, obsesionado por el sexo y alienado, cuya tópica vía de escape es la bebida. Perdido, derrotado, se encuentra con Lancaster Dodd. Advierto en la construcción de ambos personajes una simbiosis más allá de la relación entre discípulo y maestro, como si Freddie fuera el álter ego desatado e indomable de Lancaster. La comunión entre los dos es mucho más profunda que la que existe, por ejemplo, entre Lancaster y su hijo natural. En cualquier caso, con ese par de monstruos en escena, el drama está servido.

Freddie elabora (y consume) un cóctel explosivo (da la impresión de que improvisa la mezcla cada vez, igual que Dodd cuando plantea preguntas y ejercicios de psicoterapia) y se dedica a hacer fotografías en un centro comercial. En cierto momento, al disponerse a retratar a un típico burgués, le acerca más y más los focos, hasta casi achicharrarlo. La cosa acaba en bronca, por supuesto. Pero lo que me interesa de la escena, es que lo que hace Freddie con su cliente se asemeja a lo que hace P. T. Anderson con el propio Freddie. La cámara carece de pudor y lo arrincona de forma compulsiva. Nos enseña, muy de cerca, su alma desquiciada.

Freddie, además, retrata a Dodd. No sólo lo fotografía: él mismo es un espejo sucio delante del Maestro. Este juego de retratos y reflejos me parece esencial en la película. Más allá del contexto –la secta–, la clave está en el intercambio de miradas entre los dos protagonistas, que configuran un personaje doble excepcional: Dodd y Freddie se desnudan mutuamente.

Los secundarios cumplen –Laura Dern y Amy Adams lucen con especial intensidad. La fotografía raya a gran altura. La narración avanza con medida parsimonia. Todo está cuidado hasta en el mínimo detalle. Dos escenas paralelas subrayan el camino circular de Freddie en la película: el primer interrogatorio que le hace Lancaster Dodd en el barco (ahí, el gurú desborda de carisma). Y la parodia de esa misma escena, en la que es Freddie quien repite las preguntas a un ligue ocasional. Las enseñanzas del Maestro han pasado de ser promesa curativa a mero juego erótico-festivo. Alcohol y sexo, antes y después de su periplo por La Causa. ¿Acaso hay redención?

PTA domina los recursos de su estilo. 'The Master' tiene calidad. Pero su cine no acaba de llegarme. La cinta pierde fuelle y fuerza a medida que avanza el recorrido. Nos atrapa, de entrada, con la estampa de Quell y el drama de su psique devastada. Logra interesarnos con los pormenores de su relación con el líder de la secta. Pero, poco a poco, la historia deja de importarme. Al terminar, me siento frío, tan frío como ese soberbio plano del recinto inglés en que Lancaster Dodd recibe a Freddie. La inmensidad oscura de la sala aleja a Freddie del Maestro. Y yo me alejo de su cine.



[Texto publicado en cinemaadhoc.info]
3 de agosto de 2009
307 de 326 usuarios han encontrado esta crítica útil
La esencia del cine no está en el movimiento. [Teatro, danza]

La esencia del cine tampoco está en la imagen. [Pintura, fotografía]

La esencia del cine no es verbal. [Literatura]

La esencia del cine no se encuentra en el sonido. [Música]

[Arquitectura y escultura] ocupan el mismo espacio que lo material. El espacio cinematográfico se sitúa al otro lado, más allá de la pantalla. Por ello el cine es ilusión.

El ir y venir o la fijeza del encuadre dentro del plano son determinantes para el cine. Su uso da lugar a múltiples estilos.

Podríamos decir que lo esencial del cine está en la mezcla alquímica de todos estos elementos: sonido, imagen, espacio virtual, palabra y movimiento. Crisol de artes, no arte independiente.

Sin embargo, la esencia del cine es el montaje. La duración exacta de los planos, su ordenación precisa. El corte y la tijera. El dónde y cuándo se colocan los efectos de sonido, la música, el silencio.

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En ‘La Jetée’ cada foto aparece un tiempo limitado. No todas duran igualmente. Su ordenación es rigurosa y necesaria. Hay montaje. Es cine en una forma efímera y preciosa.

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¿Puede una imagen única cifrar la vida entera?
¿Un punto podría contener toda la línea?

Si lo que se pretende es abolir el tiempo, no queda más remedio que aceptarlo.

Para captar toda la vida y convertirla en un instante es obligado comprimir el tiempo, llevarlo al punto cero. Atraparlo en una nada en la que quepan los eones.

Para congelar el tiempo, la película tiene que filmar la imagen detenida.

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La Jetée pretende atrapar el instante, cada instante. Está escrita y concebida en un presente complejo y absoluto: el presente psicológico de su protagonista, cuya consciencia, a pesar de los saltos temporales, es lineal. La voz del narrador se haya fuera del espacio de la cinta. El presente dura, literalmente, nada. Tal sucesión de nadas es lo único que existe. Un recuerdo no es pasado. Ni un anhelo es porvenir. Son evocación presente e instantánea del ayer o del futuro.

La realidad del personaje es aniquiladora: estuvo allí… mañana.
21 de diciembre de 2006
323 de 368 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo es posible sacarle semejante partido a un puñado de actores semiprofesionales, a un cuartucho carcelario, a la iluminación y a los modestos efectos de sonido? Un guión sencillo y sobrio, magistral. Una historia envolvente, plagada de agujeros milagrosos: el suelo, las puertas, el túnel y la alcantarilla. Una leve pátina Bressoniana (¡el sonido, el sonido!, no siempre bien sincronizado pero, qué diablos, funciona como una puñalada en un paisaje expresionista), un microcosmos sin fisuras ni asperezas, aunque plagado de aristas. La cinta, purísima y perfecta, tan severa y elegante como un teorema. La tensión, inacabable y prodigiosa. En fin, yo aún no he conseguido sacarme de las uñas los restos de cemento. Pauvre Gaspard!

Quiso Platón estampar, en el frontón de la Academia, una advertencia: "No entre nadie que no sepa geometría". Sospecho que en la sala, detrás del peristilo, se proyectaba sin descanso esta película.
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