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Críticas 256
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
29 de marzo de 2009
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer acercamiento de Wise al mundo del cuadrilátero (más tarde repetiría con "Marcado por el Odio") y que sin duda filma uno de los retratos más fieles y conseguidos de este fascinante y la vez tan cruel deporte. El boxeo: malvado, inmundo, corrupto, oscuro, sangriento. Así es como lo describe el genial director americano; pero también dejando un hueco a las personas, a las historias de nobleza y amor que se erigen fuertes como en cada ámbito de la vida.

Desarrollada en una secuencia temporal real, entre las nueve y cinco minutos de la noche a pasadas las diez y cuarto, en Paradise City tiene lugar una velada pugilística que va a servir a Wise para filmar el último combate de Bill Stoker Thompson (Robert Ryan), un veterano púgil de treinta y cinco años que, además de enfrentarse a su despedida del ring, tiene que lidiar con un amaño urdido por un peligroso gángster, su manager y su entrenador. Mientras Bill también ve como su inseparable mujer Julie (Audrey Totter) empieza a derrumbarse, cansada ya del tortuoso camino de sufrimientos y penalidades que ambos han padecido durante tanto tiempo. El papel de Ryan es genial. Tanto en lo físico como en lo artístico. Ayudado por su antigua condición de boxeador en la vida real, muestra un crudeza visual en su rostro, miradas y movimientos escalofriante y no le cuesta el menor trabajo hacerse con la cámara de Wise y completar una de las interpretaciónes más brillantes se su carrera.

Pero el film va más allá. Si bien este primerizo Wise cae en algunos errores narrativos, lo compensa muy mucho con un producto que brilla en todas las demás facetas. La ambientación es pletórica. Los blancos y negros puros mezclados con esos tonos blanquecinos que aparecen durante todo el metraje otorgan una visualidad que hace las delicias del espectador. El combate, en tiempo real, es filmado como muy pocos otros en la historia del cine: los ángulos, el sudor, las miradas de Ryan, la respuesta de su rival Nelson (excelente también Hal Baylor), la brutalidad de los intercambios...y todo ello aderezado por un público que ve el duelo cada uno a su manera y a cual más extravagante e inquietante. El combate es, como debe de ser, la cima de la cinta. Por cierto si véis "Toro Salvaje" a lo mejor el combate os recuerda a algo...

Sin embargo Wise no espera a llejar al ring para empezar a hacer cine, para comenzar su obra de arte. Ya antes se mete en las tripas de este mundo, en sus vestuarios donde podemos ver como van desfilando ante la cámara jóvenes y veteranos, perdedores y ganadores, hombres con ilusiones y hombres en el ocaso, y no solo de sus vidas deportivas. Para completar este magnífico elenco de personajes hacer mención a Julie, a la que Wise da el sitio que corresponde en esta historia y siendo la única que vive, que espera vivir una vida fuera de tanta violencia. Pero eso sí, con Bill a su lado. El paseo que da por Paradise City "perseguida" por ese mundo que tanto odia es imborrable.

Y ese final....
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Bill - Julie, gané esta noche. Gané.
Juie - Sí, ganaste hoy, Bill. ambos ganamos hoy. Ambos ganamos hoy.

...mientras, el rostro de Ryan golpeado, mullido, reventado...pide un sitio en el olimpo de séptimo arte
8 de octubre de 2010
27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
En plena época dorada de los grandes estudios, un alemán de gran agudeza irónica abanderó con enorme personalidad el tan denigrado a veces género melodramático. Sus comienzos sin embargo no estuvieron aquí: proveniente de la industria cinematográfica alemana UFA (Lang, Wilder, Preminger…), donde comenzó como guionista, su desembarco en Hollywood le condujo a grabar policiacos y musicales para la United Artist, y eventualmente para la Columbia y la Universal. “Lured”, “Sleep, My Love” o la curiosa “Shockproof” son notables muestras de cine negro realizadas a finales de los cuarenta por el director de origen nórdico.

Pero es a principios de los cincuenta cuando, y tras aceptar el género impuesto por la famosa productora Ross Hunter, Sirk comienza a adentrase en el terreno melodramático. Y lo hace con esta “Magnificent Obsession” un film que adelantaría numerosos aspectos que desarrollaría con brillantez durante toda una década: películas con una fuerza febril enorme, con continuos ejercicios de estilo tanto en las formas como en el fondo o con referencias sexuales mordaces y una crítica social siempre presente en la recámara. Auténticas, como he leído por ahí, fotonovelas en color con un estilo hasta el día de hoy inimitable. Porque seguramente hay muchas producciones, sobre todo televisivas, de familias pudientes con innumerables conflictos e idénticos planteamientos, pero la diferencia es la misma que encontraríamos entre un trozo de sushi y un buen plato de jamón de bellota.

Puede que sea porque fue la primera en rodar pero a día de hoy ”Magnifient Obesssion” me parece bastante inferior a “Escrito Sobre el Viento”, “Imitación a la Vida” o “Solo el Cielo lo Sabe”. El salto generacional entre una de sus parejas preferidas (Wyman y Hudson) se me hace insalvable en esta historia de casualidades y causalidades, donde una vida continua porque otra debe desaparecer. Todo resulta como más forzado en un transcurrir de los acontecimientos que deja en evidencia la novela de Lloyd C. Douglas. Esto por otra parte viene a confirmar lo que muchos críticos siempre han pensado de Sirk: un director con una obra excelente basada en lamentables materiales literarios.

Truffaut, claudicando de nuevo, dijo de Sirk que hacía “cine que no se avergüenza de serlo…claridad, fantasía, virtuosismo” para llegar a la conclusión de que “es el autor más desconocido de todo el cine americano”. Sí, autor, de melodramas de gusto exquisito y cuya fuerza y technicolor son todo un ejemplo de cine de calidad, de cine comprometido.
8 de febrero de 2010
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchos tipos de soledad, sin duda. Pero soy de los que creo firmemente que existe una manifestación de este sentimiento que supera en desamparo y en tristeza a todas las demás. Y no, no es la soledad del corredor de fondo. Es la soledad del incomprendido. Ése que se embarca en una cruzada justa y solidaria pero que no es entendido en ningún momento, ni por los individuos que le rodean ni por la sociedad en la que vive. Los casos a lo largo de la historia han sido numerosos y sonados. Ahí están personajes como Sócrates, Galileo o Vicente Ferrer. Hombres en su tiempo ninguneados y que padecieron una soledad terrible, la peor de ellas.

Pues este es el tema principal alrededor del cual gira este espléndido film de Rossellini. Además, vuelve a adelantarse nuevamente a su época para reflejar una situación que sigue estando presente en nuestros días. Sino coja usted y váyase a pasar unas noches con la gente que duerme en la calle o dé sus poquitos ahorros a alguien que verdaderamente lo necesite. Seguramente, desde su madre hasta el último de sus conocidos, lo tildarán de loco en vez de héroe. Pues esto le pasa a Irene Girard (Ingrid Bergman), una mujer de buena posición, golpeada durísimamente por la vida y que encuentra en ayudar a la gente más necesitada redención y alivio a sus miserias como persona.

Y es allí, entre la verdadera realidad de la pobreza y de la marginalidad humana, donde experimentará sensaciones que la harán recuperar su integridad personal aunque el precio que va a pagar es alto, muy alto. Será repudiada consecutivamente por todo aquello que se acercó a ella para servirle de sostén: su familia, sus amigos, el capitalismo, el comunismo, la Iglesia…la abandonarán en pos de conservar una forma de vida que, como ellos mismos dicen, “han de proteger a toda costa”. La bofetada sin mano de Roberto a todos “estos” es ejemplar y merecida. Malditos ellos, con sus intereses y sus ideales pero siempre lejos del verdadero amor al prójimo. Sin embargo, Irene se entregará sin ninguna vacilación a esta causa y servirá de ejemplo a un espectador al que Rossellini obliga a tomar conciencia. Vale esta cinta más que un millón de religiones y de ideologías juntas.

Lo demás es una cámara enamorada locamente de una Bergman guapísima y un director comprometido con su sociedad y con las que vendrían después, como la nuestra. Porque “Europa 51” continua el espíritu de todas sus anteriores obras maestras; tiene algo de “Alemania, Anno Zero”, también de “Stromboli” o de “Francesco, Giullare de Dio”. Películas que se ensamblan unas con otras para dar forma a un legado humanista que no ha tenido igual en la historia del cine. Y es que ya lo dijo Bertolucci: “No podemos vivir sin Rosselllini, Fabrizio”. Y digo yo que es verdad; que una vez conocido y asimilado nuestra vida no sería la misma sin su cine. ¿Alguno da más?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Mi escena favorita:

cuando Irene y George se reencuentran en el hospital mientras su hijo Michele parece recuperado. Entonces hablan angustiados sobre el porqué de esa penosa situación que ha desembocado en el intento de suicidio de Michele. Irene dice entonces: "Tenemos que cambiar nuestra manera de vivir, George". En ese momento aparece la enfermera y anuncia la muerte de Michele. Otra vez, de nuevo, Irene y George, la sociedad, llegan tarde. Otro niño se ha perdido. Y esta vez no es víctima del nazismo, como Edmund ("Germannia, Anno Zero"), sino víctima de nuestro mundo occidental. Terrible Roberto. Fantástico.
26 de febrero de 2010
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres films bastaron para que Carol Reed ganara el reconocimiento internacional a su cine: “Odd Man Out”, “The Falling Idol” y “The Third Man”. En ellas el director londinense demostró una habilidad innata y pocas veces vista para manejar el suspense y la intriga. Habilidad por otra parte que ya demostró a comienzos de los cuarenta con la magnífica “Night Train to Munich” y que auguraba lo que ya muchos críticos de las Islas habían apuntado tras haber seguido su notable carrera, desde sus comienzos en el teatro como director de escena a su posterior salto al cine a mediados de los años treinta.

Y es que tras el relativo fracaso de la cinta que prosiguió a “The Third Man”, “Outcast of the Islands” (1952), Reed decidió volver al terreno donde mejor se manejaba y con el que había obtenido la gloria absoluta. Además, decidió contar con su actor preferido, James Mason, para filmar esta historia de espías en la Berlín ya dividida de después de la Segunda Guerra Mundial. En esta ocasión, Mason interpreta a Ivo Kern un personaje extraño que trafica con personas desde la Berlín Oriental para pasarlas a la zona Occidental. Con Ivo se encontrará Susanne Mallison (Clair Bloom), una chica londinense que llega a Berlín a visitar a su hermano Martin Mallison (Geoffrey Toone), un oficial del ejército británico, y a su esposa Bettina Mallison (Hildegard Knef). Será a través de ésta como Susanne conocerá a Ivo y ambos darán comienzo a una relación que tendrá que sortear los peligros y problemas de una Berlín separada en dos bloques.

Hay dos aspectos que Reed trata con una generosa delicadeza. Uno, es la fisonomía de la capital alemana tras el conflicto. Ya desde las primeras escenas, la llegada de Susanne a casa de su hermano, se advierte un entorno posbélico muy acentuado a medio camino entre lo ruinoso y lo fantasmagórico. El énfasis que Reed da al contexto le sirve para desarrollar su capacidad de dirigir los hechos hacia una incertidumbre continua que mantiene siempre ocupada la atención del espectador. Otro, es el excelente trato que el cineasta hace de la pareja protagonista. Ya no solo por la evolución y posterior desarrollo de esa relación en “tiempos difíciles” sino por como es capaz de dirigir a Mason y Bloom, tan diferentes en edad como en registros, obteniendo de ellos magníficos trabajos y una compenetración magnífica.

“The Man Between”, un film que pasa desapercibido en la brillante filmografía del tercer hombre pero que cuenta con numerosos elementos característicos de un director que hizo del cine de suspense algo grande. Si disfrutan con Hitch y les siguen seduciendo como siempre las historias de espías y Guerra Fría aquí tienen otra cita. No les defraudará.
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spoiler:
Mi escena favorita:

son varias y todas tienen que ver con la aparición del chico que mantiene siempre informado a Ivo y que va con su bicicleta de aquí para allá en medio de las ruinas de Berlín y de sus calles nevadas. Evidentemente no he podido dejar de pensar: “otro que se ha inspirado en Edmund”, pero la verdad es que las imágenes que logra Reed con el chico de por medio están muy conseguidas y reúnen aspectos de mucha calidad.
18 de enero de 2010
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El acercamiento de Dassin al drama carcelario se produce en “Brute Force”, un film vigoroso tanto en su forma como en su contenido. En su forma porque presenta un estilo novedoso donde la vida de los protagonistas no se ciñe solo a lo que sucede dentro los muros. Así, los anhelos y amoríos que han dejado fuera aparecen en unos flashbacks bastante efectivos, consiguiendo dar respiro y mitigar el agobio ambiental que siempre aparece en estas cintas y que, mal tratado, suele suponer un lastre. Para ello Dassin cuenta con una terna de actrices fenomenal, guapísimas, como son Yvonne De Carlo, Ann Blyth y Ella Raines y que ayudan tanto a los reclusos como al espectador a hacer más llevadero ese auténtico suplicio: la estancia en la Westgate Penitenciary.

Y luego está el contenido. Del gran cineasta americano no se puede esperar otra cosa que no sea compromiso y honestidad en cada uno de sus trabajos. Y aquí ocurre nuevamente. Además cuenta con el guión de Richard Brooks con lo que la buena construcción narrativa está asegurada. Sin llegar a profundizar en los comportamientos y actitudes psicológicas derivadas de las circustancias, el film proporciona una mirada pesimista sobre unos hombres en una situación límite, acorralados y con escasas esperanzas de reinserción. La presencia del capitán Munsey (Hume Cronyn) como jefe de carceleros, un tirano déspota y violento, convierte la estancia de los reclusos en un infierno y hace de la fuga la única salida. Maravillosamente interpretado por Cronyn, el personaje sirve para centrar la crítica de Dassin al sistema (primeros dardos que no pasarían inadvertidos para el ínclito McCarthy) y para posicionar al público a lado de los presos. Unos presos con una faceta humana muy enfatizada y que encabeza Joe Collins un turbio personaje interpretado por el joven Lancaster que actúa en perfecta sintonía con su director, de una manera contenida pero sumamente convincente.

Con unas cuantas secuencias memorables, como las del descubrimiento y ajusticiamiento de algún soplón o la de los métodos atroces del capitán Munsey, y la participación de un secundario de lujo como Charles Bickfort, Dassin completa su historia carcelaria donde, con su habitual cuidado de las imágenes y su poderosa fuerza discursiva, lanza un mensaje claro y rotundo: ¡just force, brute force!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Quisiera hacer mención a tres puntos importantes:

- uno es lo relativo a los flashbacks. Si bien pueden parecer inapropiados y rompedores de ese ritmo y de esa atmósfera angustiosa que tiene el film durante buena parte, si creo que lo hacen más humano a los ojos del espectador al poner en antecedentes a cada uno de los reclusos. Por lo visto no fueron del agrado en un principio del propio Dassin, obligado por la productora a su inclusión, aunque me parece que el resultado final es bueno dando, ya digo, ese toque de originalidad que la distingue de otros films de referencia de la época.

- la figura de capitán Munsey y su actuación encuadrada en el fascismo más absoluto. Esa tortura en camiseta de tirantes, con la música de Wagner y con el enfoque final de su retrato en la pared, recuerda al más feroz de los comandantes de la SS o de la Gestapo. Inolvidable papel y enorme actuación.

- la violencia. Siempre presente. Desde la tortura, pasando por las muertes de ambos chivatos (aplastado y ejecutado, respectivamente), la revuelta, el suicidio o ese final donde casi mueren todos (faltaba solo el doctor) evidencian a “Brute Force”, sin duda, como una historia de violencia.
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