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Críticas 241
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
30 de noviembre de 2017
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película perturbadora e incómoda, dirigida por Lynne Ramsay, quien también se encarga del guión basado en la novela de Jonathan Ames. Salvando las distancias, estamos ante una Taxi Driver revisitada, referencia ineludible que cualquier espectador evocará, con Joaquin Phoenix como nuevo Robert de Niro y Ekaterina Samsonov como la nueva Jodie Foster. La similitud con la película de Scorsese en éstos y otros detalles son innegables.

Ramsay atrapa al espectador desde el principio a base de crear una atmósfera oscura y angustiosa. Nos inunda de primerísimos planos que hace que nos aplastemos contra la butaca, abusa del plano fijo y tira del manual del cine negro con escenas reflejadas en los espejos, acciones en segundo plano y otras que no vemos pero escuchamos. La violencia, unas veces latente y otras explícita, es constante. El desasosiego nos cubre y hace que no paremos de cambiar de postura, ya que nunca terminamos de estar cómodos.

Joaquin Phoenix es el nazareno que lleva a cuestas la carroza de la película, absolutamente. Su interpretación descomunal, diría que más física que técnica, nos muestra un Joe taciturno, resignado, desencantado, repleto de cicatrices por dentro y por fuera. Un hombre cuya intimidatoria presencia física contrasta con su ausencia anímica. Como dice el título del film, está pero en realidad no está. En su interior ya murió hace muchos años, debido a las atrocidades que sufrió durante su infancia y nos son mostradas mediante impactantess flashbacks.

A pesar de que la película tiene poco de novedosa y los personajes y situaciones nos resultan conocidos, hay algo en ella que engancha. Hemos visto demasiados tipos con la personalidad rota, destrozados por la vida, que se desahogan violentamente contra los malos. Demasiadas adolescentes decididas a echarse a perder y demasiados salvadores. Demasiados conflictos entre padres, madres e hijos. Casi nada de lo que pasa en la película nos sorprende. Pero aunque no nos sorprenda lo que pasa, nos cautiva el modo en que suceden esas cosas. Por eso las películas son mucho más que contar una historia, es el modo en que se cuenta lo importante, más que la historia misma.

De la película te quedan escenas grabadas en la cabeza, más que la historia en sí. Hay una escena en la que John Dorman le está explicando a Joaquin Phoenix cual será su próxima misión, mientras éste está tumbado en un sofá con unos caramelos en la mano. Mientras Dorman le da detalles de lo que tiene que hacer y cuánto le van a pagar, Phoenix está pensando en los colores de los caramelos y lamentando que no haya verdes, que son los que le gustan. De pronto encuentra uno verde y hay un primerísimo plano de los dedos de Phoenix aplastando el caramelo verde. En ese momento Dorman termina de hablar, y ni nosotros ni Phoenix nos hemos enterado de lo que decía. Nos habíamos quedado atrapados en el detalle del caramelo. Pues con la película pasa lo mismo, algunas escenas nos atrapan de tal manera que pasan a ser más importantes que el todo al que pertenecen.

La linea argumental de la historia importa poco. El estilo está por encima del contenido. Es visualmente demoledora, y te quedas impactado por las escenas sin que te importe si pierdes el hilo de algo. Hay senadores por ahí, policías, corrupción y vicio, pero no importa para nada enterarte bien del entramado de la historia. Tampoco te quieres enterar mucho. Mejor no saberlo. Como Joe cuando se ponía la bolsa en la cabeza, lo que pasa fuera no cuenta.

Como dije antes, la película es incómoda y no es fácil digerirla. Se trata de un retrato del dolor, la personalización del sufrimiento. Es descarnada y creo que me impresionaron más las escenas de violencia que quedaban fuera de plano que las más explícitas. Y lo mejor es que a mí me pareció que todo eso no era gratuito, que había bastante lirismo en esa violencia, que lo brutal y lo poético podían ir de la mano, como la inolvidable escena en que un moribundo y su asesino están tumbados agarrados de la mano tarareando “I’ve never been to me”, que sonaba en la radio.

Me parece una película muy recomendable, siempre que no esperes una película familiar. Es dura, amarga e incómoda. Lynne Ramsay tiene un estilo definido y particular. No se si tiene querencia a los primerísimos planos o es que esta película lo requería, ya lo iré descubriendo en sus próximas obras. Pero en cualquier caso, a mí me ha parecido un film valiente, por momentos fascinante, y creo que dará que hablar, para bien.

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Maria by Callas
Documental
Francia2017
7,1
843
Documental, Intervenciones de: Maria Callas
8
31 de mayo de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película comienza con una entrevista realizada pocos años antes de su muerte. María Callas habla sobre la manera en que revolucionó la ópera pero también sobre sus remordimientos por no haber manejado bien su vida personal. Callas impidió a María llevar una vida normal. Es la historia de María Callas contada por ella misma.

Tom Wolf realiza este documental que se vertebra a través de una entrevista realizada a la Callas por David Frost en los años 70, en la que la cantante se muestra cercana y honesta. A partir de ahí, declaraciones tomadas de aquí y de allí, trozos de actuaciones y montones de imágenes de archivo perfectamente montadas. No es el típico documental vertebrado por una voz en off que te narra la historia, ni con entrevistas a personas que la conocieron. Ella habla sobre su vida, y lo vamos viendo con las imágenes de la época.

La cantante griega, auténtico mito operístico, vivió dos vidas: la de la Callas, de constantes éxitos, con la que tuvo el mundo a sus pies y con la que gozó del afecto del público, y la de María, totalmente insatisfactoria. Su vida profesional era idílica, pero su vida personal jamás se acercó siquiera a ser medianamente aceptable. A pesar de conquistar el mundo, la Callas fracasó en lo más importante, y no supo alcanzar la felicidad personal.

Tom Wolf recurre a tres elementos fundamentales para desarrollar su documental: por un lado, las entrevistas a María Callas (especialmente aquella de David Frost), por otro, las cartas de la diva leídas por la actriz Fanny Ardant (que hace de María Callas al leerlas con voz en off), y por último, las impresionantes escenas de las actuaciones de la cantante interpretando de manera prodigiosa varios temas operísticos que ponen el vello de punta. Yo, que no entiendo nada de ópera, me emocioné con su forma de cantar, así que me imagino que los entendidos se derretirán al escucharla.

Esta manera de narrar el documental por parte de Wolf fue una de las cosas que me cautivó de la película. Es un prodigio de montaje pero al mismo tiempo todo parece tan natural como estar viendo una grabación familiar en el salón de casa. El trabajo de recopilación de material y el espléndido montaje, junto con el magnetismo de la Callas, dan un resultado impecable y conforman un documental veraz, interesante y entretenido a la vez.

María Callas, encima del escenario, era una mujer de arrebatadora personalidad, un animal de escena que derrochaba talento interpretativo y le brindaba al público el don de su voz celestial y su inimitable presencia. Sin embargo, fuera de los focos, vestida de estar por casa, María era una mujer totalmente distinta. Insegura, vulnerable, desorientada, se sentía manipulada por los demás y se enamoró del hombre equivocado, Aristóteles Onassis, de quien fue amigo y amante muchos años, pero con quien nunca logró casarse.

El documental es visualmente potente y logra que empaticemos con una diva que siempre guardó mucha distancia con el público (como todas las divas). Nos muestra lo que se esconde detrás del glamour. Nos muestra escenas de la artista en su mayor esplendor, pero también nos enseña a la mujer de carne y hueso, con debilidades, defectos y miserias. Nos acerca al ser humano que siempre estuvo lejos de ser feliz.

Es un documental realmente placentero. Por un lado, es una gran película. Por otro, nos da la oportunidad de disfrutar de esas arias que nos dan respuesta inmediata a por qué se convirtió en la más grande. Se nota a la legua que Tom Wolf es un gran admirador de la diva, pues pone esfuerzo y cariño en su obra, y realiza el documental con devoción hacia la cantante pero también con mimo y respeto a la persona.

Tampoco se trata de una biografía exhaustiva. No hace un recorrido cronológico por su imparable carrera artística ni nos va contando detalladamente sus vicisitudes sentimentales. No se trata de una enciclopedia sobre la Callas. Es una mirada diferente. Es simplemente la historia de una mujer que no pudo ser madre y esposa, y tuvo que conformarse con ser diosa. Y es que a veces ser eterno no da la felicidad.

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15 de diciembre de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director rumano Cristian Mungiu, que hace unos años nos impresionó con “4 meses, 3 semanas y 2 días”, dirige esta película que retrata la sociedad rumana lastrada por la corrupción y el amiguismo, planteándonos continuos dilemas morales sobre si el fin justifica los medios a la hora de usar chanchullos bienintencionados, y de paso otros asuntos humanos como el llegar a los cincuenta años con una vida sin ilusiones o el modo en que algunos padres se obsesionan con proyectar su vida a través de sus hijos.

Romeo es un hombre respetado, con buenos contactos, pero es una persona en pleno derrumbe anímico. Cuando era joven se produjo la caída de Ceaucescu y la ilusión por la nueva democracia en Rumanía se sumaba a su ilusión personal en su recién estrenado matrimonio. Pero veintitantos años después, Rumanía es lo que él pensaba que sería y su matrimonio languidece. Se ha echado una amante, Sandra (Malina Manovici), pero no abandona su casa por no hacer infeliz a su hija Eliza, que es lo que más le importa en el mundo.

Su obsesión es que su hija no cometa los errores que cometió él. Por eso quiere que se vaya a Inglaterra y empiece una vida nueva con todas las posibilidades, no quiere que su hija se quede a vivir en Rumanía, ni que se vaya a vivir con su novio siendo tan jóvenes. El ya ha perdido la ilusión, y sólo le queda la esperanza de que a ella no le ocurra lo mismo.

Mungiu nos refleja una Rumanía gris, adocenada, desesperanzada. Nadie parece ser feliz. Todos los personajes de la película parecen seres resignados, vencidos, como si vivir fuese un duro ejercicio para todos ellos, incluídos los más jóvenes.

El director rumano vuelve a ofrecernos una película sencilla y veraz, creando una atmósfera y una puesta en escena que aumentan la sensación de naturalidad, que aún se acrecienta más con largos planos secuencia. El guión es bueno y la trama deja muchos cabos sueltos creo que de manera intencionada. Como es habitual en Mungiu, se abstiene de juzgar y juega limpio con el espectador, que debe asumir que no todos los interrogantes planteados van a tener respuesta.

El pasado siempre está presente en la película, aunque de un modo difuso. No sabemos que el matrimonio de Romeo y Magda está muerto hasta que vemos al médico retozando con su amante. La mujer de Romeo está permanentemente triste y parece muy débil pero no sabemos cómo ha llegado hasta ahí. La amante tiene un hijo pequeño y tampoco sabemos nada del padre del niño. Las situaciones aparecen sin más, son como son, poco parece importar cómo han llegado los personajes hasta las situaciones presentes. Sabemos que el pasado ha tenido que ser duro para todos, como para la sociedad rumana, pero no nos lo explican, quizá porque eso no es lo que hay que mirar.

Donde sí pone el foco Mungiu es en el sempiterno nepotismo que padece la sociedad rumana (y yo creo que muchas otras también). Todo se consigue a base de favores que unos hacen a otros a través de otros. Si conoces a alguien importante puedes conseguir aprobar un examen o tener preferencia para que te hagan un trasplante. Y luego debes corresponder al favor, claro. Así funcionan las cosas en tantos sitios… El viejo adagio español de “quien tiene padrinos, se bautiza”.

No se hacen largas las dos horas de metraje, ya que uno se siente intrigado y es fácil entrar en la película a pesar de la agobiante situación que se nos muestra con ese hombre dispuesto a remover la Tierra con tal de ayudar a su hija, quien a su vez no quiere ser ayudada. Ahora bien, si eres de los que les gusta que todo quede resuelto y te expliquen las cosas, saldrás del cine cabreado.

Indudablemente, la película no llega al nivel de “4 meses, 3 semanas y 2 días”, pero no queda lejos. Es sobria, turbia y rezuma desencanto. A pesar de lo discutible de sus múltiples tramas inexplicadas, no me dejó insatisfecho en absoluto. Es una película honda que confirma a Mungiu como uno de los directores europeos más relevantes del momento.

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9 de julio de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anna Muylaert, directora brasileña completamente desconocida para mi, firma este largometraje sencillo pero impecable, que dice mucho en favor de su creadora puesto que no tiene apenas resquicio por donde hacerle una mala crítica. Abusando un poco al principio del plano fijo, Muylaert va tejiendo lentamente, con escenas llenas de profundidad, una película que crece ante nuestros ojos sin aparentes pretensiones, con ritmo pausado, y con una naturalidad que hace que a veces nos olvidemos de que estamos viendo una película y nos transportemos realmente a la casa en que se desarrollan los acontecimientos.

Val se separó de su marido y su hija, y hace diez años que no la ve. Durante este tiempo, se ha dedicado en cuerpo y alma a atender a sus señoritos, especialmente al joven Fabinho, a quien ha criado como si fuera su propio hijo. Es un problema sentimental para Val, ya que ha criado a un hijo que no es suyo, mientras su hija se criaba sin ella.

Muylaert aborda el tema con mucho tacto y naturalidad, y nos hace sentir lo que pasa por dentro de Val, con esa maternidad compartida entre lo vivido y lo no vivido, entre haber sido la madre de quien no es tu hijo, y no haber atendido personalmente a quien sí lo es. Para ello se sirve del magnífico trabajo de la protagonista, Regina Casé, que dota de absoluta credibilidad a su personaje y consigue que la película funcione en todo momento.

La directora plantea el problema de las clases sociales, que aún existe en países como Brasil. Y lo hace del modo más difícil, con toda naturalidad. Lo fácil habría sido utilizar un lenguaje grandilocuente, hacer que los señoritos sean muy malos y traten fatal a los sirvientes, posicionando al público, pero no. Los señoritos tratan muy bien a Val, (todo lo piden por favor, siempre gracias, “eres como de la familia”, etc.) pero en los pequeños detalles es en donde se puede apreciar la tremenda distancia que en realidad ponen entre ellos y la criada. Especialmente por parte de Bárbara, la señora de la casa, que también termina mostrando ciertos celos de la relación que mantiene Val con su hijo Fabinho, que parece querer más a la criada que a su propia madre.

Como pequeña crítica (ya digo que es muy difícil encontrar puntos flojos en esta película), diría que me pareció que los personajes masculinos están un tanto maltratados y poco desarrollados en la historia. Tanto el señor de la casa, Don Carlos, como el hijo, Fabinho, son personajes infelices, muy débiles, inseguros, pero no terminamos de conocerlos, más allá de tener la certeza de estar sometidos a la voluntad de las mujeres de la película.

La película cuenta además con el atractivo añadido de saber tocar temas dramáticos con un punto de sentido del humor que hace que el espectador no sepa realmente a qué carta quedarse, de modo que estás en alerta porque sabes que puede pasar algo malo, pero te das cuenta de que tienes una sonrisa en la boca.

El foco se pone en las relaciones. El contraste que se produce cuando en una casa hay una serie de normas, unas costumbres, y aparece de repente una persona nueva que tiene otras normas, otras costumbres. La dificultad para adaptarte a unas normas ajenas. La dificultad para aceptar a un extraño dentro de tu entorno. La relación entre una madre y una hija que se reencuentran sin apenas conocerse. El papel que termina jugando Val, presionada por un lado por la casa a la que lleva tanto tiempo sirviendo con devoción y por otro por la hija que tiene unas ideas totalmente opuestas. La amenaza que supone para la estabilidad de un entorno la irrupción de alguien ajeno a ese entorno.

“Una segunda madre” es una agradable sorpresa. Pequeña, cotidiana, sin alardes, capaz de mantener el equilibro entre el drama y la comedia, que va creciendo de un modo imparable, y continúa haciéndolo después de verla. Tengo suerte con las películas brasileñas, casi todas me sorprenden para bien.

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20 de octubre de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Realtos salvajes” consta de seis episodios diferentes, totalmente independientes unos de otros. Lo único que es une, es que sus protagonistas pierden el control en algún momento y sufren arrebatos de ira y violencia.

En el primero, el pasajero de un avión (Darío Grandinetti) se da cuenta de que todos los pasajeros tienen algo en común. En el segundo, una camarera (Julieta Zylberberg) reconoce a un cliente, el hombre que le destrozó la vida a su familia. En el tercero, un conductor (Leonardo Sbaraglia) que circula por una carretera poco transitada se pica por adelantar a otro coche. En el cuarto, un ingeniero (Ricardo Darín) empieza a perder la paciencia cuando le lleva el coche la grúa, al tiempo que su mujer se quiere separar y pierde el trabajo. En el quinto, un hombre rico (Oscar Martínez) intenta evitar que su hijo vaya a la cárcel por un atropello, y se encuentra con que su abogado y todas las partes implicadas quieren sacar tajada. En el sexto, la boda entre Romina (Erica Rivas) y su novio, da un giro inesperado cuando ella descubre que él le ha sido infiel.

Es una película de bastante buen nivel y además muy comercial. Creo que gustará por igual a todo tipo de público. Repleta de referencias cinematográficas (“Cuentos asombrosos”, “El diablo sobre ruedas”, “Un día de furia”, etc.) cuenta con una baza a su favor: los espectadores, de toda condición, se sentirán identificados con las situaciones que se exponen, por lo que les resultará fácil implicarse en la película.

No es perfecta, no es una obra maestra, pero es tremendamente disfrutable. Se trata de un film muy entretenido, divertido, sarcástico y muy cercano. Pero podría haber sido mejor, sospecho. Quizá le falta algo de mala leche, creo que podría ser más violenta y retorcida. Su humor negro tiene mucho de humor y poco de negro. Me da la sensación de que la película habría ganado aún más si su director (Damián Szifrón) se hubiera atrevido a dar un par de pasos más hacia lo salvaje.

Pero es innegable que la película funciona. Szifrón logra algo que no es sencillo: ensamblar seis episodios que no tienen conexión entre sí, de diferentes duraciones y contenidos, y lograr un todo sólido de gran nivel. Las dos horas de cine se disfrutan sin paliativos y uno sale del cine satisfecho con lo que ha visto.

Lógicamente, no todas las historias son igual de buenas. Es inevitable hacer un ejercicio comparativo. En ese sentido, yo considero que la tercera es la mejor, y la segunda la más floja. La primera está muy bien como aperitivo. La cuarta sería de las mejores si no fuera por el final, innecesariamente edulcorado, que le quita muchos puntos. La quinta y sexta son excelentes, aunque la última quizá se alarga en exceso y por momentos parece que el director no sabe cómo terminarla, pero está bien resuelta.

Pero todas ellas tienen su interés, aunque su calidad sea desigual. Todas te atrapan por su forma narrativa, por su concisión y porque el espectador se siente identificado con muchos de los personajes y situaciones que aparecen. Además, Szifrón sabe ponerte en tensión con las partes dramáticas para, a continuación, desarmarte y sacarte una carcajada.

Técnicamente, la película es intachable. Buena fotografía (excepcional en la tercera historia), buena música, y sobre todo muy destacable el montaje, que es para mí el punto fuerte del film en el aspecto técnico.

“Relatos salvajes” llama a la puerta que tenemos muy dentro en la naturaleza del ser humano, esa puerta en la que se esconde la violencia. Los celos amorosos, la injusticia, el abuso, los conductores, el tráfico, la deshumanización de la administración pública, los abogados… hay muchas cosas que hacen sonar el timbre de esa puerta de la violencia que ninguno queremos abrir, pero que está ahí oculta en la personalidad de todos. Nos identificamos con las escenas, pero al estar revestidas de toques de humor se evita que nos hagan sentir mal.

Muy buenas todas las interpretaciones, sin excepción. Desde los más conocidos (Sbarablia está fantástico) a los que eran desconocidos para mí. Todos están a un nivel muy alto y dan verosimilitud a las escenas. Otro gran acierto de Szifrón, lograr este nivel interpretativo con tantos actores como aparecen.

Película recomendable para todos los públicos. La violencia y el humor nos une a todos.

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