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9
15 de mayo de 2009
15 de mayo de 2009
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Scola más inspirado, más genuino y el que marcó la senda de un gran cineasta y una enorme carrera nacen aquí, en "C'eravamo tanto amati", un recorrido maravilloso a través de treinta años de la historia de Italia. Un viaje enriquecedor e inolvidable en el que, como siempre, Scola plantea infinidad de cuestiones que son tratadas de una manera humana y nostálgica. Trato sin duda influenciado por ese neorrealismo italiano que bajó la cámara a los "infiernos" y mostró con veracidad la vida que acompañaba a un pueblo que se movía entre trapos y miserias. Homenaje sincero a Di Sicca y a una generación de directores (Antonioni, Rosselini, Fellini, Visconti) que escribieron letras de oro en la historia del cine. Con estos ingredientes sumados a una estupenda utilización de las técnicas cinematográficas Scola firma su obra de arte.
Gianni, Antonio y Nicola son los tres protagonistas de esta historia. Una historia que comienza en los albores de la SGM donde los tres camaradas, convertidos en idealistas luchadores partisanos, pelean hombro con hombro contra la Wehrmacht. Jóvenes, amigos y repletos de vida, contemplan en primera persona el nacimiento de la República y la reconstrucción de un país hundido tras los estragos de la guerra. A ellos se suma Luciana, bella y esplendorosa, cuyos amoríos con los tres protagonistas acentuan el romanticismo final que desprende Scola. Esta primera parte, en blanco y negro, define a unos personajes que terminan muy alejados de sus planteamientos iniciales. Nicola, abandona su familia y se convierte en un cinéfilo idealista que pierde sus años en una lucha tan infructuosa como poco agradecida. Gianni se convierte en un abogado burgués, casado con una aristócrata, y metido de lleno en las mafias inmobiliarias que maneja la familia de su mujer. Condición esta ocultada a sus amigos y que se convierte en en la gran decepción de su vida y en la gran tragedia de la cinta. Mientras Antonio, conformista y estancado, se alimenta de sus encuentros con Luciana, un amor que le fue quitado y del que no se podrá desprender.
Encauzados pues en caminos diferentes, los encuentros y desencuentros a través de los años sirven perfectamente a Scola para desgranar esta historia de ideales perdidos en un mar que devora los años y hunde viejas ilusiones. Tragedia desesperanzadora esta, pero que Scola camufla perfectamente con un positivismo contagioso en lo que es y ha sido la principal virtud del director. Así cambia de registro y llena de colores la pantalla para regalarnos innumerables momentos emotivos sorteando de nuevo y con acierto el tremendo fondo oscuro propio de cualquier fatalidad existencial. Y esta lo es, sin duda.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
Gianni, Antonio y Nicola son los tres protagonistas de esta historia. Una historia que comienza en los albores de la SGM donde los tres camaradas, convertidos en idealistas luchadores partisanos, pelean hombro con hombro contra la Wehrmacht. Jóvenes, amigos y repletos de vida, contemplan en primera persona el nacimiento de la República y la reconstrucción de un país hundido tras los estragos de la guerra. A ellos se suma Luciana, bella y esplendorosa, cuyos amoríos con los tres protagonistas acentuan el romanticismo final que desprende Scola. Esta primera parte, en blanco y negro, define a unos personajes que terminan muy alejados de sus planteamientos iniciales. Nicola, abandona su familia y se convierte en un cinéfilo idealista que pierde sus años en una lucha tan infructuosa como poco agradecida. Gianni se convierte en un abogado burgués, casado con una aristócrata, y metido de lleno en las mafias inmobiliarias que maneja la familia de su mujer. Condición esta ocultada a sus amigos y que se convierte en en la gran decepción de su vida y en la gran tragedia de la cinta. Mientras Antonio, conformista y estancado, se alimenta de sus encuentros con Luciana, un amor que le fue quitado y del que no se podrá desprender.
Encauzados pues en caminos diferentes, los encuentros y desencuentros a través de los años sirven perfectamente a Scola para desgranar esta historia de ideales perdidos en un mar que devora los años y hunde viejas ilusiones. Tragedia desesperanzadora esta, pero que Scola camufla perfectamente con un positivismo contagioso en lo que es y ha sido la principal virtud del director. Así cambia de registro y llena de colores la pantalla para regalarnos innumerables momentos emotivos sorteando de nuevo y con acierto el tremendo fondo oscuro propio de cualquier fatalidad existencial. Y esta lo es, sin duda.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Vittorio Gassman (Gianni) y Nino Manfredi (Antonio) completan unas actuaciones memorables. Mientras Stefano Satta Flores (Nicola) y Luciana (Stefania Sandrelli) dan vida a dos personajes de tremendo recorrido con unos tintes tragicómicos realmente conseguidos. La música, excepcional. La "ciudad eterna" como paisaje, maravilloso. Fellini y Mastroiani filmando una de las escenas de "La Dolce Vita" son un claro ejemplo de los momentos emocionantes que nos aguardan sentados frente a la pantalla. Con la sensación de haber presenciado una obra irrepetible termina este, convertido con los años, clásico del cine italiano y pieza cumbre de la filmografía de un director con letras mayúsculas, ETTORE SCOLA.
Miniserie

7,4
515
8
27 de mayo de 2010
27 de mayo de 2010
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿Y cómo que nunca he oído hablar de esto?”, “¿y cuándo se hizo?”,”¿y quién la hizo?”” ¿y es muy complicado hacerse con ella?”... “Lonesome Dove” es una de esas producciones televisivas difíciles de descubrir, que parece que viven en el absoluto anonimato, lejos del bullicio y de cualquier reconocimiento que se salga de su época; no se menciona en ningún sitio, no aparece en ninguna lista, no es la miniserie favorita de nadie. Sin embargo, les puedo asegurar que el western con el que se van a encontrar es inolvidable, épico y a la altura de muy pocos.
Además, también tiene otro hándicap: su apertura. Tal vez, a mí me ocurrió, “Lonesome Dove” parezca algo confusa en su planteamiento inicial, disipándose en la presentación de tantos personajes que hacen que el espectador no acabe de ubicarse. A este sospechoso comienzo no termina de ayudar el final del primer capítulo que deja la sensación de ser un producto menor, con grandes nombres, pero con poco fondo. Entonces uno, que siempre es receloso de juzgar estos formatos a primera vista, busca un poco de motivación en lo que rodeó y dio origen a esta producción para conseguir el mismo interés que cuando se sentó a verla tras leer, por ejemplo, el maravilloso reparto.
Y la encontré, vaya que si la encontré: basado en la novela del mismo nombre de Larry McMurtry y que ganó con ella el Premio Pulitzer de 1985 y ganadora de varios premios EMI en 1989. Y así comencé el segundo capítulo, no terminando todavía de dar gracias a mi decisión. Así, el relato va tomando una fuerza considerable, sobre todo sustentado en los personajes de Augustus 'Gus' McCrae (Robert Duvall) y Woodrow F. Call (Tommy Lee Jones), dos antiguos rangers metidos a cowboys, que trazan una relación de amistad única, de las imperecederas, y que suscitan la envidia de cualquier hombre. Luego, alrededor de ambos, aparecen mujeres magníficas (guapísima Diane Lane), historias de amor asombrosas, tipos carismáticos, paisajes increíbles, y en definitiva, todo lo que puede hacer de un western una aventura genial.
Con un último capítulo emocionante, con una música logradísima (me recordó muchísimo a la que hizo John Barry en mi querida “Bailando con Lobos”) y con unas actuaciones soberbias (apoyadas en unos diálogos certeros e ingeniosos), “Lonesome Dove” acaba dejando un sabor de boca inmejorable en un espectador que se levantará orgulloso de su silla después de haber contemplado esta historia sobre la amistad, el amor, el honor y, sobre todo, el espíritu de aventura.
Además, también tiene otro hándicap: su apertura. Tal vez, a mí me ocurrió, “Lonesome Dove” parezca algo confusa en su planteamiento inicial, disipándose en la presentación de tantos personajes que hacen que el espectador no acabe de ubicarse. A este sospechoso comienzo no termina de ayudar el final del primer capítulo que deja la sensación de ser un producto menor, con grandes nombres, pero con poco fondo. Entonces uno, que siempre es receloso de juzgar estos formatos a primera vista, busca un poco de motivación en lo que rodeó y dio origen a esta producción para conseguir el mismo interés que cuando se sentó a verla tras leer, por ejemplo, el maravilloso reparto.
Y la encontré, vaya que si la encontré: basado en la novela del mismo nombre de Larry McMurtry y que ganó con ella el Premio Pulitzer de 1985 y ganadora de varios premios EMI en 1989. Y así comencé el segundo capítulo, no terminando todavía de dar gracias a mi decisión. Así, el relato va tomando una fuerza considerable, sobre todo sustentado en los personajes de Augustus 'Gus' McCrae (Robert Duvall) y Woodrow F. Call (Tommy Lee Jones), dos antiguos rangers metidos a cowboys, que trazan una relación de amistad única, de las imperecederas, y que suscitan la envidia de cualquier hombre. Luego, alrededor de ambos, aparecen mujeres magníficas (guapísima Diane Lane), historias de amor asombrosas, tipos carismáticos, paisajes increíbles, y en definitiva, todo lo que puede hacer de un western una aventura genial.
Con un último capítulo emocionante, con una música logradísima (me recordó muchísimo a la que hizo John Barry en mi querida “Bailando con Lobos”) y con unas actuaciones soberbias (apoyadas en unos diálogos certeros e ingeniosos), “Lonesome Dove” acaba dejando un sabor de boca inmejorable en un espectador que se levantará orgulloso de su silla después de haber contemplado esta historia sobre la amistad, el amor, el honor y, sobre todo, el espíritu de aventura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Mi escena favorita:
“qué bien lo hemos pasado Woodrow”. Las palabras finales de Gus a su amigo, resumen la vida de dos hombres inseparables, amigos, honestos y fieles. Ante todo fieles el uno al otro. La muerte de Gus en esa habitación en un pueblucho de la recóndita Montana, sus palabras finales, sus deseos antes de morir, solo pueden ser de un hombre que ha tenido una vida repleta, llena de aventura y emociones, y que, además, la ha podido compartir con el mejor de sus amigos.
“qué bien lo hemos pasado Woodrow”. Las palabras finales de Gus a su amigo, resumen la vida de dos hombres inseparables, amigos, honestos y fieles. Ante todo fieles el uno al otro. La muerte de Gus en esa habitación en un pueblucho de la recóndita Montana, sus palabras finales, sus deseos antes de morir, solo pueden ser de un hombre que ha tenido una vida repleta, llena de aventura y emociones, y que, además, la ha podido compartir con el mejor de sus amigos.

7,4
803
8
5 de septiembre de 2009
5 de septiembre de 2009
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás injustamente olvidada, “El Techo” supone la continuación de una manera de hacer cine que hizo de la pareja De Sica-Zavattini la más importante en la historia del cine italiano. Soy consciente que hacer afirmaciones de este tipo es siempre arriesgado y a veces subjetivo. Pero ante hechos tan claros y poco discutibles es de justicia colocar a estos dos genios en el sitio que les corresponde. Y los hechos anteriores a esta cinta son claros: “El Limpiabotas”, “Ladrón de Bicicletas”, “Milagro en Milán” y “Umberto D”. Antecedentes que colocan, como ya hemos dicho, en un lugar menos preferente a este trabajo. Cuestión de tiempo, háganme caso. Creo que si se hubiera grabado diez años antes “El Techo” sería tan o más conocida que las anteriormente mencionadas.
El film es otra historia humana más, tratada y creada como tal. Esta vez en Roma. Allí, y en los años duros de la posguerra, Luisa y Natale son una joven pareja que se han casado pero que no disponen de medios para comprar o alquilar una vivienda donde poder formar una familia. Hartos de la situación vejatoria que supone el vivir con la familia de Natale, deambulan por Roma con la intención de buscar un trozo de terreno donde edificar su casa. Casa por llamarla de alguna manera, pero que supone su única oportunidad de no dormir en la calle. Para ello cuentan con la ayuda de los compañeros de trabajo de Natale (albañil) y con la condescendencia de las autoridades que una vez construido el tugurio poco o nada quieren saber del asunto. Evidentemente los actores son no profesionales y guiados por la mano excepcional de De Sica, con mucha experiencia en este tipo de trabajos, firman unas actuaciones soberbias, llenas de conexión y veracidad. Mejor ella que él pero ambos a la altura, sin duda.
Por otra parte se vuelven a apreciar los rasgos más importantes del mejor neorrealismo: esa vitalidad y energía de la cámara del cineasta se entremezcla perfectamente con ese romanticismo desgarrador que se nos presenta en el guión de Zavattini. Así el resultado vuelve a ser otra vez el mismo: una crónica veraz y fiel de las miserias humanas, pero contada de una manera cercana, cálida y que por momentos se acerca a lo emocionante. Este era el cine que triunfó una década antes y así es el cine que nos vuelven a mostrar en este trabajo. De ahí mi queja por el olvido al que se ha sometido a esta cinta. Con un neorrealismo más elaborado, el film pone en juego algo más: la solución a esa nauseabunda realidad que es capaz de dejar sin vivienda o sin comida a las personas. Además, se hace especial hincapié en la solidaridad que deben tener las gentes humildes entre ellas y se apuesta por un regusto no tan amargo al que estábamos acostumbrados anteriormente.
(Sigue sin “spoilers”)
El film es otra historia humana más, tratada y creada como tal. Esta vez en Roma. Allí, y en los años duros de la posguerra, Luisa y Natale son una joven pareja que se han casado pero que no disponen de medios para comprar o alquilar una vivienda donde poder formar una familia. Hartos de la situación vejatoria que supone el vivir con la familia de Natale, deambulan por Roma con la intención de buscar un trozo de terreno donde edificar su casa. Casa por llamarla de alguna manera, pero que supone su única oportunidad de no dormir en la calle. Para ello cuentan con la ayuda de los compañeros de trabajo de Natale (albañil) y con la condescendencia de las autoridades que una vez construido el tugurio poco o nada quieren saber del asunto. Evidentemente los actores son no profesionales y guiados por la mano excepcional de De Sica, con mucha experiencia en este tipo de trabajos, firman unas actuaciones soberbias, llenas de conexión y veracidad. Mejor ella que él pero ambos a la altura, sin duda.
Por otra parte se vuelven a apreciar los rasgos más importantes del mejor neorrealismo: esa vitalidad y energía de la cámara del cineasta se entremezcla perfectamente con ese romanticismo desgarrador que se nos presenta en el guión de Zavattini. Así el resultado vuelve a ser otra vez el mismo: una crónica veraz y fiel de las miserias humanas, pero contada de una manera cercana, cálida y que por momentos se acerca a lo emocionante. Este era el cine que triunfó una década antes y así es el cine que nos vuelven a mostrar en este trabajo. De ahí mi queja por el olvido al que se ha sometido a esta cinta. Con un neorrealismo más elaborado, el film pone en juego algo más: la solución a esa nauseabunda realidad que es capaz de dejar sin vivienda o sin comida a las personas. Además, se hace especial hincapié en la solidaridad que deben tener las gentes humildes entre ellas y se apuesta por un regusto no tan amargo al que estábamos acostumbrados anteriormente.
(Sigue sin “spoilers”)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No tan alejada hoy en día de nuestras problemáticas (la de los jóvenes sobre todo), “El Techo” muestra su vigencia actual y reclama un sitio al lado de las grandes cumbres de su género. Con mucho positivismo final y con la bondad humana por bandera, les puedo asegurar que harían mal en perdérsela y completar esa filmografía tan fantástica e inolvidable que nos regalaron la pareja De Sica-Zavattini.
8
18 de enero de 2008
18 de enero de 2008
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se remontan mis primeros conocimientos televisivos a esta gran serie española de principios de los noventa que junta en su reparto a unos cuantos de los mejores actores españoles de la historia. Y es que reunir en una misma serie a José Luis López Vázquez, Fernando Fernán Gómez, Francisco Rabal, Agustín González o Manuel Alexandre no es sino una delicia. Con ciertos tintes de serie televisivo-teatral, es capaz de trasladarnos a la edad de oro de nuestra literatura. Ese Patio de Monipodio, esos Rinconetes y Cortadillos de la España moderna que se juntan en un bar donde llevan a cabo tropelías, engaños, desbarajustes y otros menesteres, propios de personajes ya digo, sacados de lo más profundo de nuestra literatura de oro. Diálogos divertidos y a veces geniales, personajes entrañables y frases inolvidables hacen de esta una de las mejores, y sin embargo no tan valoradas, series de la historia de nuestra televisión. Inolvidable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Podríais dejar de recordar a ese Comisario (esto si es un Comisario) gritando: "¡¡¡Gutiérrez!!!"?. Lo dicho, inolvidable y para siempre en nuestra memoria.

7,5
1.276
9
15 de octubre de 2010
15 de octubre de 2010
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué gran actor es Fred MacMurray, qué sobriedad y qué empaque a la hora de interpretar a Clifford Groves, ese empresario juguetero bonachón, dócil y algo desdichado…y Barbara, qué aparición más fantástica dando vida a Norma Vale, la única mujer que puede acabar con la pesadilla existencial en la que está sumido Cliff…y cómo no hablar de Douglas, qué manera de mandar a paseo el modelo ideal de familia americana con su niña bailarina y su típico american boy como hijos ejemplares. Además, el tipo llenaba las salas con estos films; todos iban a ver sus historias soñando ser Rock, Barbara o Jane, sin saber que en el fondo Douglas torpedeaba el sueño al que casi todos aspiraban.
Pero quiero hablar de blanco y negro y de Joan Bennett. Ambos fueron motivo de ciertos lamentos posteriores del director; del blanco y negro porque a él le hubiera gustado rodar en color, como un año antes en “All that Heaven Allows”, para conseguir esa fuerza visual que tan bien manejaba. Supongo que las exigencias del estudio, la Universal, y los deseos de la productora, Ross Hunter, tuvieron algo que ver. Esto obligó a Sirk a rememorar sus trabajos en el cine negro y a concentrarse más exhaustivamente en la composición de planos, en el juego de luces o la aparición de elementos visuales que impactaran, o al menos lo intentaran, de la misma manera que lo hacía el Technicolor.
La otra queja era Joan Bennett, sobre su papel secundario y que, según él, podía haber tenido más relevancia, más pulso. Pero yo voy a discrepar con él y, por lo que leo por aquí, con alguno más. Creo en Bennett, mucho, y en su grandiosidad a la hora de interpretar el papel de Marion, la perfecta esposa en el perfecto matrimonio. Y es que ella ya sabía lo que era interpretar ese rol con maestría. Sino véanla unos años antes en “The Reckless Moment” de Max Opüls, donde ya da vida a una gran señora que hace todo para salvaguardar su familia. Está bien, aquí no lucha, pero porque tiene la batalla ganada desde el principio. Desde su clase, desde su posición privilegiada, ella deja clara una cosa: “todo lo que yo tengo, mi casa, mi hogar, mi marido, mis hijos…sería deseado por cualquier otra mujer”, y desde esa superioridad moral ella juega, vive y gana (los ojos de envidia de Norma cuando está en casa de los Groves son esclarecedores). Cierto es que dicha actitud es en parte debida a la propia idiosincrasia de su marido, aunque supongo que esto también es mérito de ella y de muchos años de convivencia.
De esta manera dos mujeres, a la altura una de la otra, se enfrentan en silencio. Dos grandes actrices y dos grandes personajes que no dejan de hacer lo correcto en cada momento. De Barbara ni hablar, magnífica. Bennett, sin duda, a la altura. El gran perjudicado, como siempre en estos lances, el hombre que queda en medio y que ve como, de una manera u otra, sus sueños de juventud son cortados de raíz y escapan volando mientras advierte que el único lugar de libertad es el aire fresco de su jardín.
Pero quiero hablar de blanco y negro y de Joan Bennett. Ambos fueron motivo de ciertos lamentos posteriores del director; del blanco y negro porque a él le hubiera gustado rodar en color, como un año antes en “All that Heaven Allows”, para conseguir esa fuerza visual que tan bien manejaba. Supongo que las exigencias del estudio, la Universal, y los deseos de la productora, Ross Hunter, tuvieron algo que ver. Esto obligó a Sirk a rememorar sus trabajos en el cine negro y a concentrarse más exhaustivamente en la composición de planos, en el juego de luces o la aparición de elementos visuales que impactaran, o al menos lo intentaran, de la misma manera que lo hacía el Technicolor.
La otra queja era Joan Bennett, sobre su papel secundario y que, según él, podía haber tenido más relevancia, más pulso. Pero yo voy a discrepar con él y, por lo que leo por aquí, con alguno más. Creo en Bennett, mucho, y en su grandiosidad a la hora de interpretar el papel de Marion, la perfecta esposa en el perfecto matrimonio. Y es que ella ya sabía lo que era interpretar ese rol con maestría. Sino véanla unos años antes en “The Reckless Moment” de Max Opüls, donde ya da vida a una gran señora que hace todo para salvaguardar su familia. Está bien, aquí no lucha, pero porque tiene la batalla ganada desde el principio. Desde su clase, desde su posición privilegiada, ella deja clara una cosa: “todo lo que yo tengo, mi casa, mi hogar, mi marido, mis hijos…sería deseado por cualquier otra mujer”, y desde esa superioridad moral ella juega, vive y gana (los ojos de envidia de Norma cuando está en casa de los Groves son esclarecedores). Cierto es que dicha actitud es en parte debida a la propia idiosincrasia de su marido, aunque supongo que esto también es mérito de ella y de muchos años de convivencia.
De esta manera dos mujeres, a la altura una de la otra, se enfrentan en silencio. Dos grandes actrices y dos grandes personajes que no dejan de hacer lo correcto en cada momento. De Barbara ni hablar, magnífica. Bennett, sin duda, a la altura. El gran perjudicado, como siempre en estos lances, el hombre que queda en medio y que ve como, de una manera u otra, sus sueños de juventud son cortados de raíz y escapan volando mientras advierte que el único lugar de libertad es el aire fresco de su jardín.
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