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España España · Valladolid
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Críticas 78
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
28 de octubre de 2021
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las masacres en los Balcanes siguen generando miradas en el interior del cine europeo. Son demasiadas las heridas que permanecen abiertas, como para obviar una tragedia de tales magnitudes. Es tal el número de víctimas directas e indirectas, que la memoria sigue fresca, y toda narración debe ser tomada en cuenta con el máximo de los respetos. Fueron tantas las atrocidades llevadas a cabo por Serbia y Montenegro, que únicamente cabe honrar a los fallecidos y a sus familiares, permitiéndoles el derecho de expresar su visión de los hechos y hacer memoria. Fundamentalmente porque los damnificados son en su mayoría víctimas jóvenes, entre los que se encuentran en la actualidad adolescentes huérfanos y viudas que, a día de hoy, siguen sin encontrar las fosas comunes de sus parejas y maridos. Un conflicto que rompió el futuro de demasiada gente, en el corazón de Europa, en una sociedad presuntamente civilizada.

Se comenta que ‘Hive’ (Colmena) es una película de claros tintes feministas. Mentira esto último. ‘Hive’ es una película que trata un momento puntual en la que una serie de personas, en su mayoría mujeres, se ven obligadas a coger los mandos ante la ausencia y mirar hacia delante en busca de un porvenir. Blerta Besholli, realizadora kosovar con estudios cinematográficos, dirige su primer largometraje sin demasiadas florituras pero repleto de eficacia y sensatez. Fahrije (Yllka Gashi) interpreta con gran fuerza a una de esas personas, que durante “la ausencia” de su marido se ocupa del núcleo familiar. Una familia de apicultores que observa que la producción de miel va a menos, y que cada vez los tarros se pagan peor dentro del mercado, produciendo dificultades para llegar a final de mes dignamente; haciendo frente al cuidado de sus hijos y el abuelo, enfermo y postrado en silla de ruedas. El marido ausente había construido con su sierra todas las colmenas del negocio y, Fahrije, tras una serie de cavilaciones con otras viudas de la región, decide dar un salto empresarial, vender la sierra eléctrica, y dedicarse a la producción de ajvar en conserva; un guiso tradicional fabricado a base de pimiento y berenjena.

Ellas, a modo de abejas obreras, ponen en funcionamiento su colmena particular. Se lanzan manos a la obra al negocio, y tras la aprobación del gerente de una cadena de supermercados comienza la producción del néctar. Tarea difícil dificultada por algunos de los zánganos del pueblo, que ven con malos ojos una iniciativa beneficiosa para toda la comunidad. Con los primeros ingresos, Fahrije, saca el permiso de conducir que facilita la distribución de ajvar. Pronto comienza el sabotaje para hacer fracasar la empresa.

Blerta Besholli culmina así un trabajo de casi diez años. Se mueve entre la ficción y el documental con soltura, dando visibilidad a un hecho real. Tanto la directora como su intérprete se trasladaron para conocer a la verdadera Fahrije, con la que gracias a su relato se hizo posible la consecución del film. Primeros planos abundantes de una Fahrije herida pero sobrepuesta a la adversidad. Momentos oníricos durante el sueño en los que se materializa su marido sumergido en el agua y ve desvanecer poco a poco toda posibilidad de reencuentro. Una fotografía naturalista y puramente funcional que se complementa con una discreta banda sonora, que entra en contados momentos del film. Planos que se sostienen en el tiempo y que se atreven a mirar a los ojos de su(s) protagonistas. Una historia de supervivencia en circunstancias adversas.


La realidad supera a cualquier ficción y las picaduras tardarán en sanar. Pero cuando se comprueba que una calamidad provoca un espíritu de superación sólo cabe sentir orgullo. Orgullo de aquellos que se levantan. De aquellos que siguen alimentando a sus hijos, y que con el paso de los años son esos hijos los que trabajan y siguen sustentando la colmena. Son esos ejemplos los que hacen reflexionar sobre un mundo más justo, pese a que las heridas de la guerra nunca jamás lleguen a cicatrizar. Cine necesario y directo que homenajea a todos los que no volverán, y sobre todo, en este caso concreto, a aquellas “abejas” que no cesaron de confeccionar celdillas. En nombre y por el bien de todos.


Publicado originalmente en: https://cinemiamor.wordpress.com/2021/10/28/66-seminci-viviendo-entre-celdillas-hive-blerta-basholli-2021/
27 de agosto de 2012
2 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No, no me ha gustado. Aquí, si dices que no te gusta, la legión "hype" de los mercenarios te fusila ipso facto.

No me gusta y no voy a dar razones. Las mismas razones que llevan a otros a plantarla un diez, argumentando que es cojonuda porque:

—Da lo que promete y punto.
—Solo quiero ver una película de hostias.
—Todo vale, que esto es como el Spaghetti Western.


Lo que hay que oír joder. Paso de dar razones a los que no razonan, oyen pero no escuchan.
Demasiado que se lleva un 4.
4 de mayo de 2022
5 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llegada del verano. Los niños juegan en el coche abandonado en la orilla del pantano, mientras los mayores preparan la cosecha de melocotones anual. Niños ajenos a problemas de mayores; Iris, Pau y Pere, juguetean con viajes imaginarios. Mariona y Roger dividen su tiempo entre una infancia que se acaba y una adolescencia que busca su hueco en el incierto futuro. Cosas de adolescentes que parten su tiempo entre las inevitables inquietudes y los campos de Alcarràs.

Quimet y Dolors, padres de cinco hijos, conversan acaloradamente con el abuelo. Un abuelo que no entiende bien esta época de papeles y burocracia. Legajos traspapelados o inexistentes que solo conocieron la palabra de honor. Rencillas familiares que someten a sus propietarios en medio de duras jornadas, trueques a la sombra de la higuera que calmaba el hambre en tiempos de guerra. Vastos campos de melocotoneros generosos que esperan la llegada de los temporeros para la recogida de la jugosa fruta.

Una excavadora que se lleva el coche de los sueños. Una pala que arranca a los niños de la tierra. Camiones, muy chulos a ojos de los pequeños, que transportan cultivos de nueva generación tan de boga aunque, no por ello de menor utilidad en estos días. Invasiones con árboles no compatibles acompañadas por parrilladas de longanizas al ocaso. Canciones de otros tiempos que brotan de las gargantas más curtidas y se transmiten de generación en generación. Plagas que se combaten cuando llegan otras, sin importar el mañana y el qué sucederá. Los niños que siguen con juegos infantiles dentro de trincheras, al compás de un sollozo amargo en tierra firme y fértil. Lagrimas saladas que no sirven para regar.

A Carla Simón le atraen los veranos. Ya sean de 1993 ó 2022. El periodo estival se manifiesta con llegadas y salidas. La cámara se cuela entre los actores sin que apenas ellos se enteren. No son demasiadas las palabras que esbozan los labios que las pronuncian, no son necesarias para entender su forma de actuar y el porvenir. Luz de color árida que amenaza con caducar un modo de vida. El abuelo sentado en el borde de la cama con la mirada fijada en un punto indeterminado, cuando un rayo de luz acuchilla el encuadre de una estancia silenciosa. Tímida partitura que se escabulle cual conejo entre melocotonero.

Vidas que no conocen otros modos de vivir, vidas a punto de terminar, vidas que se siegan; existencia insólita de seres mutilados. Carla Simón nos lo muestra. Como si el siguiente verano fuese a ser igual. Agricultores sin esperanza luchando igualmente por una vida justa.

El verano se termina. Los últimos melocotones almibarados se envasan a mano, artesanalmente, en extinción. La cámara asciende y flota. Nos muestra la casa amada. Comienza la nueva estación. El año que viene será distinto. Carla Simón nos golpea, no deja claro donde termina la ficción y empieza el documental; ni falta que hace. El espectador es mucho más inteligente.



Publicado originalmente en: https://cinemiamor.wordpress.com/2022/05/04/tierra-firme-casa-amada-alcarras-2022-carla-simon/
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