¿Casualidades o causalidades? Las preguntas hechas encontrarán sus respuestas preestablecidas. ¿El cine debería provocar emociones impuestas solapadamente con una historia? Ahora, el que espera una historia bien construida, donde no aparezcan hechos "plantados" a los efectos de definir el devenir de la obra, deberá irremediablemente observarla con un dejo de malicia. Sin embargo, también se pueden hallar logros: el plantel de actores indios que dan mucha vida a las actuaciones, cierto uso del color, y el reconocimiento al director Boyle por el esfuerzo de filmar en un país tan lejano.

Enemigos alguna vez, ahora deberán soportarse y convivir tras la tragedia. Lisiados ambos, cuando sanos, aburridos y con una vida triste y carente de objetivos. Ya se sabe, ante la mala, mejor cara (y mejor humor). Con secuencias repletas de sarcasmo y cinismo del que vale, esta película será disfrutada por aquellos que sepan reírse de sus propias tragedias y estupideces. Seguramente los que crean que la vida es la búsqueda de la perfección y que la locura y la idiotez es propia de los subnormales, pues aquí la pasarán como piedras. Humor negro y corrosivo. Original, con secuencias inolvidables que nos harán reír por fuera y por dentro. Si quieres burlarte del mundo y de ti mismo, llévate Aaltra. Si eres un empresario de Wall Street, un miembro de la fuerza o un intendente del montón, alquila un blockbuster. Pido perdón por el prejuicio antedicho.

Provocativa, misteriosa, sorprendente, divertida, entretenida, dramática, romántica, emocionante, moderna, humana, social. Con actores poco conocidos, pero que lucen actoralmente. Allí está Marianne Faithfull enamorándonos nuevamente. Con una historia original, donde la palma de una mano y los sentidos cobran una gran importancia. El fantasma de Buñuel ronda esta película y a su director, sospecho. Un aplauso y que se filmen más de ellas.

Una película de vampiros. No, no sólo eso. Detrás de los básicos y repetidos lugares comunes que atañen a esta casta de renegados inmemoriales, anida un muestrario de una realidad mundanal palpable y cierta. La discriminación y el intolerable ataque al que siente y actúa diferente, la tediosa, malidicente y mediocre vida del que representa la normalidad; la maldad enquistada en las personas, la falta de solidaridad y amor del mundo en general. En el centro, dos seres especialísimos y originales en su esencia. Tales profundas imágenes se presentan en el film. Aunque lo más palpable de la obra se refiere a una profunda y bellísima tristeza que conmueve nuestras recónditas fibras sensibles, sutilmente transmitida por sus personajes principales (aunque se trate de preadolescentes), en su música e incluso en la manera de filmar de su director: los recurrentes fuera de foco previos a las situaciones por venir le otorgan a las imágenes un estadío de misterio, magia y melancolía bien relevantes. Tomas Alfredson filma con parsimonia y sapiencia cinéfila, moviendo, colocando la cámara en su justa medida, encuadrando los hermosos paisajes nevados y naturales suecos con absoluta delicadeza y amplitud. "Déjame entrar" es, además, dueña de un gran final. Desde el frío llega un cine que moviliza el espíritu. Llega el calor y el amor que estimula los sentidos.