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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
17 de febrero de 2012 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encandilado por mi Iñarritu amor al séptimo arte, me acerqué a ver The Artist el mismo día de su Eastwood. Debo confesarlo, estoy Pattonlogicamente afectado, pero no Quentin curarme.

Salí con mi auto de casa, Los chicos del Barrio me saludaron como cada noche. Su afición por el Smoke es casi una enfermedad casi tan incurable como la Mia Farrow.

Paso a buscar a mi Novia Cadáver, ella sale a la puerta con su vestido de Terciopelo Azul. La lengua desenrolla de mi boca como La Mascara y pienso: “Guag! ella esta mas buena que Jessica Rabbit” Me da El Beso de la Mujer Araña y emprendemos el Viaje a las Estrellas.

En el camino Paramount en una estación de servicio a Corman unas golosinas. Gastón Pauls le esta haciendo el Toco Mocho a la cajera, Darín lo mira mientras se come un Pancho Villa.

Continuamos Cameron rumbo a nuestro destino, no sin antes saludar a tres amigos que siempre paran por allí. Me Ivory a fumar unas pitadas con ellos, dudo un instante, que mi novia Spielberg en el auto, yo no puedo resistir los encantos de esos Buenos Muchachos. “Sino le gusta que se tome un Taxi Driver. Porque yo soy un Toro Salvaje"

Regreso al Futuro con mi amada, ella me da una bofetada y se enoja. Le recito unos poemas de Romeo y Julieta y volvemos a estar Shakespeare Enamorado.

Conduciendo a Miss Daisy durante 20 Minutos de Amor con Amadeus en mi estéreo sonando comienzan a caer sapos del cielo y sin importarnos continuamos Cantando bajo la Lluvia, porque amamos la Vida es Bella y esa Delgada Línea Roja a la que llamamos El Séptimo Sello.

Continua en el spoiler sin revelar
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Doblo con fuerza en una esquina, el Altman derrapa, parece que nos daremos contra el Sunset Boulevard, es el epílogo de esta Historia sin Fin, hasta que una maniobra de mis Días de Trueno, me permiten continuar en La Carretera.

“El susto me ha quitado el Hitchcock” le comento a Mi Chica, y ella Melies la cabeza con un gesto de reprobación “Eres un Cabeza Borradora” me acusa.

Novel Vague enojados no nos dirigimos la Pasolini, las Luces de la Ciudad amarillean nuestros endurecidos rostros. La Gente como Uno, suele estar 9 Semanas y Media soportando el Sin Perdón. Finalmente reconozco mi Renoir y le tomo La Mano que mece la Cuna. Ella me corrige y como una Todo sobre Mi madre, me dice “Eres un Bebe de Rosemary”. Nos besamos como cuando Erice dos jóvenes Rebelde sin Causa durante un largo Ratatouille

Embriagados de Amor arribamos, no sin antes esquivar a la policía que con un Arma Letal me persiguió durante varias manzanas. “Atrápame si puedes” les grite mientras mi media Naranja Mecánica tomaba el volante y yo sacaba mi pálido Cocteau por la ventanilla. “Es que soy un Corazón Salvaje” le confesé entre arrumacos y Ripley que nos provocaba ese Lang porro de buena yerba con sabor a Peperina. “Puede llegar el Apocalipsis Now, que nada me importa más que estar Una Hora Contigo”.

Bajamos del Attenborough, tome la llave Woody Allen para trabar el volante. Caminamos unos metros y recordé que había Oliveira mi galera en el asiento de atrás. Me Amenabar la bufanda blanca, estiré las mangas de mi saco y lustré una vez mas mis Bresson zapatos de Chabrol. Caminamos con nuestro elegante estilo mientras la Campanella de mi llavero resonaba. Tú bailabas el Charton Heston como ninguna. Tus Ojos Negros se fundieron en los míos. La Lumiere de la marquesina brillaba, entramos a ver The Artist, entramos a ver CINE.
9 de marzo de 2009 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si reemplazáramos a Brad Pitt por Harrison Ford, uno protagonista de Seven, el otro de la ya clásica Blade Runner, el resultado visual (aclaro este aspecto) seria exactamente el mismo. Ambos personajes sombríos, y la ciudad en la que habitan, mucho mas sombría aun, copiosamente lluviosa, gris, insensible, sucia y violenta, componen una perfecta simbolización llevadas a cabo tanto por David Fincher como por Ridley Scott 13 años antes, que refleja nebulosamente el decaimiento moral de sus habitantes, como el mundo se derrumba a pedazos y todo aquello que debería funcionar con normalidad y armoniosamente se encuentra corrompido y al borde del colapso total. De hecho hasta técnicamente Seven es oscura, pues por medio de una práctica denominada bleach bypass, a través de la cual el brillo del filme se vincula dependiendo de la oscuridad, imágenes opacas e incremento de calidad tonal, adquiere esa fotografía tan turbia y grisácea. Pero sin dudas el rasgo negro mas representativo y que merece ser subrayado en esta exquisita, tan perfectamente calibrada y funcional obra de Fincher, es la personalidad de cada uno de los intérpretes que la componen quienes personificando en su carne misma cada uno de los distintos pecados que conducen, según la indispensable obra de Dante Alighieri “La Divina Comedia”, al sufrimiento eterno en el averno, se pasean con una naturalidad y prestancia por las putrefactas aguas de un guión delicioso, sublime, provisto de una banda sonora magnética ( su punto mas alto es la escena de la biblioteca con la 3era sinfonía de Bach de fondo), y mas allá de su desarrollo sin fisuras, delineado por un desenlace digno del mausoleo de las escenas mas escalofriantes e impactantes de la historia cinematográfica, en la que el detective Mills (una de las pocas interpretaciones notables de Pitt) se debate, se enfrenta en la arena misma de su ser (¡y lo demuestra!) en la decisión mas difícil de su vida entera. Con frases para la antología, asesinatos que parecen predicar la palabra de un pastor absolutamente desquiciado, asqueado por un mundo que se desploma delante de sus narices en las fauces de la apatía y la mediocridad, y la intermediación exacta, sobria pero profunda, llena de fantasmas y vértices lóbregos que parece esconder y aferrar bajo su largo sobretodo, del inoxidable Morgan Freeman, Seven ha ganado un lugar entre los grandes de los grandes e imposible, tal como así lo pretendía, será olvidar la obra espeluznante del autoproclamado “Mesías” Juan Perez.
Mas que se7en, un TEN very, very big, and long life forever.
6 de febrero de 2009 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Último Samurai pertenece a una especie poco habitual dentro de la cinematografía contemporánea, pues es de esas películas que con un desarrollo clásico, extremadamente hollywodiano y perteneciente al prototipo que ha marcado a fondo a los grandes éxitos de taquilla provenientes de California: El héroe derrumbado por un pasado que lo condena, totalmente abatido y al borde de la autodestrucción quien encuentra una nueva razón de vida apoyado en una insólita compañía (en este caso en una sociedad entera: los Samurai) que le mostrara nuevos sentidos en una existencia que carecía de ellos para posteriormente resurgir de las cenizas y oponerse a aquellos que los llevaron a aflorar lo mas oscuro de su ser. Hasta ahí podríamos afirmar sin equivocarnos que la cinta de Edward Zwick cumple a rajatabla con el paradigma planteado. Pero es su seductora mística lo que la convierte en algo diferente dentro de la mediocridad esbozada. Su música, su vestuario, las locaciones de sus paisajes, y sobre todo, la poderosa, sobria, justa, en fin, mágica actuación de Ken Watanabe, en el rol del líder rebelde Katsumoto, explicitando en una interpretación digna del oscar los conflictos internos de un hombre que se debate en la misma arena de su ser sobre cumplir su legendario mandato de servir a su eterno señor, el emperador del Japón, reencarnación misma de Dios según la creencia oriental, u oponerse a aquellos burócratas que representan la palabra misma del mítico líder del imperio del sol naciente y buscan una modernización/civilización de una nación hasta allí "salvaje" debiendo para esto eliminar a los legendarios Samurai que con sus viejas costumbres y disciplinadas tradiciones amenazan con derrumbar los ambiciosos anhelos de prosperidad de dichos funcionarios. Amor, cultura, tradición, acción, drama, y entre medio de ellos el honor como arma fundamental para la victoria. Exagerada, si. Sensacionalista, también. De confección extremadamente clásica, sin dudas. Pero que más da, si esta tan bien hecha como El Último Samurai lo demuestra durante sus 150 minutos.
Permiso Concedido. A Admirarla.
20 de febrero de 2009 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguien dijo alguna vez que la historia universal, la de los hombres y sus acontecimientos no debía ser estudiada, contemplada con una cronología lineal, recta, uniforme, sino como un flujo de hechos y personajes circular, cíclico, por ende repetitivo. Lo que ayer sucedió mañana se repetirá, no en sus idénticos actores ni locaciones, ni siquiera en sus mismos contextos mundiales sociales y culturales, pero si en su concepto, en su esencia. Es así que lo que 60 años atrás fue persecución, paranoia e instalación del temor, una limitación de las libertades individuales y de la libre profesión de culto o creencias, como lo denunció estoicamente Edward Murlong, interpretado deliciosamente sobrio por David Strathairn, 500 inviernos antes en el continente europeo fue una caza de brujas contra las mujeres que por el banal indicio de rumores, comentarios y chimentos eran acusadas y ejecutadas en la cruel hoguera de participar en extrañas reuniones y practicar el uso de actividades paranormales, con el solo fin de restringir un esbozo de liberalismo femenino y continuar con una indiscriminada sumisión que las obligaba a agachar la cabeza ante el maltrato del hombre y la aceptación de crueles normas y reglas que la colocaban en un escalafon inferior en la creación. Aunque hoy la hipócrita opinión pública la conciba como practicas medievales, una demostración de una sociedad irracional y bárbara que quedo en el pasado, el control de las masas y de los individuos a la vez hoy continua su efectiva labor. Luego del 9/11 millones de personas fueron y son monitoreadas a través de la internet y las fotos satelitales con el fin de develar aquellos que planean en los distintos países de occidente organizar ataques terroristas. Esto, en su punto justo no seria una mala medida, pero tal como en la década de los 50 dicho control atravesó las barreras de lo tolerable y todo aquel con rasgos árabes o vestimentas no convencionales, costumbres distintas y opiniones diferentes es considerado digno de revisión y claramente controlado, perseguido, acosado con el fin de someterlo a la irremediable asimilación y adaptación del individuo con la sociedad que lo rodea o su expulsión definitiva. De esta manera, la denuncia de Murrow, la cual útilmente restringió al paranoico y totalmente xenofóbico senador McCarthy, se vuelve contemporánea hoy día y aplicable a las prácticas de George W. Bush y Jean-Marie Lepan, entre otros, actuales figuras representativas de una elite que se sucede en sus tradiciones a lo largo de la historia y como siempre ha buscado controlar, sofocar los movimientos masivos e independientes de los estratos menores de la escala social. Lo mas triste es que se repitan los opresores pero no los idealistas, los buscadores de la verdad, los informantes de pura cepa, los apasionados de la igualdad, en fin los Edward Murrow, una especie en extinción por causa de su anunciada concentración de los medios en las pocas manos que los grupos corporativos representan.
10 de febrero de 2009 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando una sociedad se acostumbra a lo malo, a lo inusual, a lo ilegal, a lo erróneo y como contraefecto lo que antes era lógico, lo correspondiente, lo natural, lo moral se vuelve extraño, infrecuente, es cuando su futuro se torna oscuro, inciertamente negativo, negro. Cuando un amante del cine, o un simple espectador no se emociona ni se altera al enterarse de las matanzas en nombre de la droga, del dinero, del poder por el control de las bandas criminales, y hasta por la moda misma (si la alta costura!), quiere decir que la mierda de esa enferma sociedad también lo ha tapado. Esa es la principal denuncia que Garrone nos demuestra en esta obra maestra, que en si misma es una acusación entera, filmada a modo documental, pero con actuaciones magistrales, como la de los dos trastornados jóvenes que emulan al mítico "Tony Montana", Don Ciro, un cobrador de unos de los grupos de la Camorra que lucha por mantenerse con vida entre la constante balacera con la que debe convivir día a día, Pasqualle, un modisto explotado por su ambicioso socio que escondido tras el rotulo de "su salvador del mundo de la calle en su juventud" se alimenta del sacrificio de su segundo, y el resto de un reparto notable que de a momentos nos hacen creer que aquello que estamos observando es la realidad misma, cruda, insensible, vacía, mortal, repugnante.
La Muerte pasa de largo ante nuestros ojos que sin pestañar, sin lagrimear, sin reaccionar, contemplan cuan perdida esta la civilización de la que somos parte, cuantos caen y cuantos yacen buscando el poder, la riqueza eterna, cuantos sufren y viven amenazados, con miedo, sin paz en un mundo que sigue girando casi sin percibirlo…mientras Scarlett Johansson sonríe y se pasea por la alfombra roja.
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