Bong Joon-ho es uno de los mejores directores de cine del mundo, y eso se nota en cada aspecto formal de Mickey 17. Nadie planea movimientos de cámara como él, nadie escenifica ideas ni plantea escenas con un subtexto tan obvio como complejo. ¡Y qué bien está todo el reparto! Entendieron perfectamente el tono y verlos jugar es un gozo. Sin embargo, aunque he disfrutado un montón esta película (principalmente porque conecto mucho con su sátira ácida contra el capitalismo rampante, la colonización y los líderes mundiales patéticos e imbéciles que nos van a avocar al desastre), no puedo evitar pensar que no termina de rematar casi nada de lo que plantea.

No voy a decir nada nuevo que no hayáis oído ya: tiene demasiadas subtramas infra-desarrolladas, personajes interesantes en los que no se profundiza suficiente para una duración tan extendida, un torpe tercer acto incapaz de atar los cabos sueltos porque todavía tiene que terminar ciertos planteamientos narrativos; y todo esto da lugar a una estructura desequilibrada, cosa que no me importaría si otros aspectos lo compensaran.
Hay recursos, sin embargo, como la voz en off sobreexplicativa o los personajes subrayando temáticas que ya estaban claras, que de nuevo, no me estropearían nada la experiencia si estuvieran aislados, pero en esta obra se acumulan junto a los demás y me dejan un sabor algo amargo, el de una buena peli que pudo haber sido de 10.

No obstante, me flipa que Bong esté haciendo lo que le sale de las pelotas, que el éxito internacional de Parasite no haya callado un ápice su voz autoral y que quiera seguir embarcándose en proyectos así, tan únicos pero tan fieles a lo que él lleva haciendo toda su carrera.
A pesar de todo, también hay mucho corazón en Mickey 17, hay imágenes y secuencias llenas de amor que me rompieron, hay mala baba pero también optimismo, buen hacer y reflexiones para la posteridad.

Me alegro mucho de haber visto Mickey 17 y de que exista, aunque me parezca "imperfecta".