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Críticas ordenadas por utilidad
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6,1
18.399
5
30 de diciembre de 2014
30 de diciembre de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces se da el caso de que hay una historia y unos implicados en ella que hacen presagiar una gran película, pero luego la cosa no se acaba de rematar. Los personajes de grandes ojos de los cuadros de Margaret Keane pueden hacernos pensar en esos atormentados personajes de Tim Burton, así que nadie más indicado que él para dirigir. El guión lo firman Scott Alexander y Larry Karaszewski, especializados en biopics de personajes bizarros, que ya colaboraron con Burton en "Ed Wood" (posiblemente la obra maestra de su director) y están detrás de otros no menos celebrados como "El escándalo de Larry Flynt" o "Man on the moon". Y luego dos actores de capacidad demostrada, como son Amy Adams y Christoph Waltz, para dar vida a los protagonistas. ¿Pero qué es lo que queda al final? Pues una película no demasiado satisfactoria.
Cuando uno ve "Big Eyes" sabe que es de Tim Burton porque así lo indican los créditos, pero no porque se note la mano de su director tras la cámara. La acción se desarrolla en la soleada California y tiene el colorismo propio (con la colaboración del director de fotografía Bruno Delbonnel, habitual del cine de Jean-Pierre Jeunet) de las ambientaciones de los años 50 y 60, así que no cabe esperar rastro de oscuridades. Esa luminosidad visual no es un defecto en sí misma, como sí lo es la falta de claroscuros con la que se definen los personajes. Vemos que Walter Keane es un negado para el arte que sin embargo tiene el don de ganarse a los demás con su verborrea, mientras que Margaret es más retraída, de valores tradicionales y cree que una mujer debe ser fiel y obediente a su esposo, aunque eso la limite. Pero todo ello está retratado con escasos matices, donde buenos y malos lo son de forma demasiado simple, que puede servir si aceptamos "Big Eyes" como un cuento moral de fácil digestión. Un cuento que deja muchas ideas en el aire sin ser exploradas con una profundidad que le habría venido mucho mejor al resultado final.
Una de esas ideas es el juego que propone Burton, voluntaria o involuntariamente, con la figura del crítico furibundo hacia la obra de los Keane. El siempre estupendo Terence Stamp encarna a un personaje que detesta el éxito de esos cuadros de niños de ojos grandes por considerarlos kitsch y pueriles, una crítica que algunos han hecho al cine del propio Burton, casi siempre bien recibido por el público como lo son los cuadros de los protagonistas. Uno de los pocos puntos de fuga de una película que solo parece hacer notar la presencia de sus artífices en su tramo final, cuando empieza la reclamación de la autoría de los cuadros y que da lugar a escenas como la del juicio, que rompen algo con el fácil academicismo del resto del metraje.
En cuanto a los actores, Amy Adams cumple sin grandes alardes con un personaje que podría haber dado mucho más de sí y Christoph Waltz no acaba de dar con la tecla del suyo, que en algunos momentos incluso recuerda a los momentos más sobreactuados de su célebre Hans Landa de "Malditos bastardos". Todo ello para una película que se deja ver, que no aburre, pero que tampoco deja huella en lo que viene a ser un biopic al uso, con su arco narrativo de ascensión, caída y redención y letreritos antes de los créditos finales que nos cuentan que pasó con los protagonistas. Haciendo un símil pictórico, este cuadro es un Burton que podría ser obra de cualquier otro.
Cuando uno ve "Big Eyes" sabe que es de Tim Burton porque así lo indican los créditos, pero no porque se note la mano de su director tras la cámara. La acción se desarrolla en la soleada California y tiene el colorismo propio (con la colaboración del director de fotografía Bruno Delbonnel, habitual del cine de Jean-Pierre Jeunet) de las ambientaciones de los años 50 y 60, así que no cabe esperar rastro de oscuridades. Esa luminosidad visual no es un defecto en sí misma, como sí lo es la falta de claroscuros con la que se definen los personajes. Vemos que Walter Keane es un negado para el arte que sin embargo tiene el don de ganarse a los demás con su verborrea, mientras que Margaret es más retraída, de valores tradicionales y cree que una mujer debe ser fiel y obediente a su esposo, aunque eso la limite. Pero todo ello está retratado con escasos matices, donde buenos y malos lo son de forma demasiado simple, que puede servir si aceptamos "Big Eyes" como un cuento moral de fácil digestión. Un cuento que deja muchas ideas en el aire sin ser exploradas con una profundidad que le habría venido mucho mejor al resultado final.
Una de esas ideas es el juego que propone Burton, voluntaria o involuntariamente, con la figura del crítico furibundo hacia la obra de los Keane. El siempre estupendo Terence Stamp encarna a un personaje que detesta el éxito de esos cuadros de niños de ojos grandes por considerarlos kitsch y pueriles, una crítica que algunos han hecho al cine del propio Burton, casi siempre bien recibido por el público como lo son los cuadros de los protagonistas. Uno de los pocos puntos de fuga de una película que solo parece hacer notar la presencia de sus artífices en su tramo final, cuando empieza la reclamación de la autoría de los cuadros y que da lugar a escenas como la del juicio, que rompen algo con el fácil academicismo del resto del metraje.
En cuanto a los actores, Amy Adams cumple sin grandes alardes con un personaje que podría haber dado mucho más de sí y Christoph Waltz no acaba de dar con la tecla del suyo, que en algunos momentos incluso recuerda a los momentos más sobreactuados de su célebre Hans Landa de "Malditos bastardos". Todo ello para una película que se deja ver, que no aburre, pero que tampoco deja huella en lo que viene a ser un biopic al uso, con su arco narrativo de ascensión, caída y redención y letreritos antes de los créditos finales que nos cuentan que pasó con los protagonistas. Haciendo un símil pictórico, este cuadro es un Burton que podría ser obra de cualquier otro.
6
4 de octubre de 2011
4 de octubre de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nuevo filme del Tom Hanks director nos trae una historia sencilla, de tono agradable y optimismo a flor de piel, sobre como nunca es tarde para buscar nuevas oportunidades en la vida aunque esta nos haya dado algún que otro bofetón. Es un optimismo que llega a ser un tanto naïf, pero que en mi caso funcionó, consiguió transmitirme esa sensación de que la vida nos puede volver a dar una nueva oportunidad.
Quizá podía esperarse un poco más de Hanks en su regreso a la dirección, pero el actor y director prefiere buscar el lado amable de la historia que cuenta y centrarse en esos hechos que nos cambian la vida. En esas desgracias que acaban siendo beneficiosas por las oportunidades que facilitan, en como hay tantas veces que conoces a alguien que te hace ver las cosas de otra manera y te cambia.
En la labor actoral, Hanks cumple en su papel del optimista Crowne, aunque está lejos de sus mejores interpretaciones, mientras que Julia Roberts va un paso más allá de sus típicos papeles en comedias románticas y deja un buen sabor de boca como una profesora algo cínica. Los secundarios aportan su granito de arena, aunque no van más allá de los meros arquetipos.
Así pues, una cinta sobre la capacidad de sobreponerse a los golpes de la vida y la creencia de que siempre existen nuevas oportunidades. Una película que no gustará mucho a los que sólo ven el lado gris de las cosas, pero que consigue transmitir un optimismo contagioso.
Quizá podía esperarse un poco más de Hanks en su regreso a la dirección, pero el actor y director prefiere buscar el lado amable de la historia que cuenta y centrarse en esos hechos que nos cambian la vida. En esas desgracias que acaban siendo beneficiosas por las oportunidades que facilitan, en como hay tantas veces que conoces a alguien que te hace ver las cosas de otra manera y te cambia.
En la labor actoral, Hanks cumple en su papel del optimista Crowne, aunque está lejos de sus mejores interpretaciones, mientras que Julia Roberts va un paso más allá de sus típicos papeles en comedias románticas y deja un buen sabor de boca como una profesora algo cínica. Los secundarios aportan su granito de arena, aunque no van más allá de los meros arquetipos.
Así pues, una cinta sobre la capacidad de sobreponerse a los golpes de la vida y la creencia de que siempre existen nuevas oportunidades. Una película que no gustará mucho a los que sólo ven el lado gris de las cosas, pero que consigue transmitir un optimismo contagioso.

6,4
10.665
7
12 de marzo de 2014
12 de marzo de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película comienza con Isabelle perdiendo su virginidad con otro chico en una noche de verano en la playa, uno de esos típicos amores de vacaciones estivales que será el punto de partida en el despertar sexual de la joven. Poco después, ya terminado el verano y empezado el otoño comienza la andadura de Isabelle por el mundo de la prostitución, sin que sus padres ni sus compañeros de clase lleguen a sospechar lo más mínimo, a tenor de la seriedad de sus actos. A partir de ahí, Ozon nos muestra su peripecia a lo largo de varios meses, pespunteando sus andanzas con canciones de Françoise Hardy que hablan del amor adolescente, un amor que Isabelle no puede o no quiere sentir, siempre alejada de los chicos de su edad.
Isabelle habla poco y no es fácil saber lo que está pensando, si está alegre o triste y por eso es a través de su mirada cuando vemos si ella sufre o disfruta. Ozon no busca aleccionar y no hay grandes explicaciones sobre por qué Isabelle ejerce la prostitución, vista aquí como una de las clásicas derivaciones adolescentes para escapar de la realidad en esos años difíciles en los que se está construyendo la personalidad.
Ella no se droga, no se emborracha, no se vuelve anoréxica ni se automutila, su manera de negociar con el dolor y la incertidumbre de la edad es a través del sexo con desconocidos, de hombres mucho mayores que ella, alejados de su día a día. Porque como dice un poema de Rimbaud del que se habla en la película, la seriedad no existe a los 17 años. Un toque nacional para una película muy francesa, en la que también se le da un aura intelectual al sexo, visto en muchas otras películas del país vecino.
François Ozon entrega una película muy interesante, que en ningún momento busca caer en el melodrama ni el tremendismo y que nos hace sentirnos como mirones de la vida de Isabelle, ya insinuado en el plano inicial, en el que se observa a la joven en la playa a través de unos prismáticos. También ayuda la labor de Marine Vacth, una modelo que hace sus primeros pinitos como actriz y que tiene una de esas miradas soñadoras y melancólicas que explican mucho más sobre su dueña que cualquier palabra que pueda decir, algo perfecto para el personaje de Isabelle.
Isabelle habla poco y no es fácil saber lo que está pensando, si está alegre o triste y por eso es a través de su mirada cuando vemos si ella sufre o disfruta. Ozon no busca aleccionar y no hay grandes explicaciones sobre por qué Isabelle ejerce la prostitución, vista aquí como una de las clásicas derivaciones adolescentes para escapar de la realidad en esos años difíciles en los que se está construyendo la personalidad.
Ella no se droga, no se emborracha, no se vuelve anoréxica ni se automutila, su manera de negociar con el dolor y la incertidumbre de la edad es a través del sexo con desconocidos, de hombres mucho mayores que ella, alejados de su día a día. Porque como dice un poema de Rimbaud del que se habla en la película, la seriedad no existe a los 17 años. Un toque nacional para una película muy francesa, en la que también se le da un aura intelectual al sexo, visto en muchas otras películas del país vecino.
François Ozon entrega una película muy interesante, que en ningún momento busca caer en el melodrama ni el tremendismo y que nos hace sentirnos como mirones de la vida de Isabelle, ya insinuado en el plano inicial, en el que se observa a la joven en la playa a través de unos prismáticos. También ayuda la labor de Marine Vacth, una modelo que hace sus primeros pinitos como actriz y que tiene una de esas miradas soñadoras y melancólicas que explican mucho más sobre su dueña que cualquier palabra que pueda decir, algo perfecto para el personaje de Isabelle.

5,9
23.804
7
26 de febrero de 2013
26 de febrero de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película tiene una ambientación impecable, aunque su estilo se aproxima más a lo que haría Tarantino con una trama de este tipo que a una película de cine negro clásico con Humphrey Bogart o James Cagney. Aquí hay ralentizados para resaltar los tiroteos y los momentos de violencia y el director no se muestra tacaño con la sangre que se ve en pantalla, algo que deja claro en la primera secuencia del filme, en la que un sicario es partido en dos en primer plano. Todo ello aderezado con un cínico sentido del humor, como corresponde a una cinta protagonizada por un grupo de tipos duros.
El reparto está lleno de nombres interesantes y en este sentido no decepciona, destacando especialmente Josh Brolin haciendo gala de su habitual hieratismo con gran convicción y los papeles más secundarios de actores veteranos como Robert Patrick o Nick Nolte, que piden a gritos una mayor intervención. Algo similar sucede con Emma Stone y Ryan Gosling, cuya relación se construye en varias elipsis en las que el espectador se tiene que hacer la idea de lo que pasa entre medias con ellos, que pasan de flirtear a ser amantes entregados sin mucho preámbulo. Lo malo de las elipsis es que tan malo es explicar mucho como no contar nada y en el caso de ellos se echan en falta páginas de guión que desarrollen su relación.
El que más desentona es un Sean Penn, que aquí muestra su histrionismo más paródico y su Mickey Cohen es un poco villano de tebeo, con un rostro maquillado que lejos de dar un aspecto más amenazador le hace simplemente desagradable.
Una película bastante interesante y muy entretenida, que se sigue con interés y deja un buen sabor de boca. Merece la pena echarle un vistazo.
El reparto está lleno de nombres interesantes y en este sentido no decepciona, destacando especialmente Josh Brolin haciendo gala de su habitual hieratismo con gran convicción y los papeles más secundarios de actores veteranos como Robert Patrick o Nick Nolte, que piden a gritos una mayor intervención. Algo similar sucede con Emma Stone y Ryan Gosling, cuya relación se construye en varias elipsis en las que el espectador se tiene que hacer la idea de lo que pasa entre medias con ellos, que pasan de flirtear a ser amantes entregados sin mucho preámbulo. Lo malo de las elipsis es que tan malo es explicar mucho como no contar nada y en el caso de ellos se echan en falta páginas de guión que desarrollen su relación.
El que más desentona es un Sean Penn, que aquí muestra su histrionismo más paródico y su Mickey Cohen es un poco villano de tebeo, con un rostro maquillado que lejos de dar un aspecto más amenazador le hace simplemente desagradable.
Una película bastante interesante y muy entretenida, que se sigue con interés y deja un buen sabor de boca. Merece la pena echarle un vistazo.

6,8
19.887
7
31 de octubre de 2012
31 de octubre de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El filme es la nueva película del tandem formado por Jonathan Dayton y Valerie Faris, que en 2006 dieron el campanazo a nivel internacional con "Pequeña Miss Sunshine", un filme de vocación modesta que enamoró a público de todo el mundo con la historia de una familia que se conoce mejor a si misma en un viaje para participar en un concurso de belleza. Ahora nos muestran la peripecia de un escritor de vida mediocre que creará en la ficción a la mujer de sus sueños sin saber que ese personaje acabará tomando vida propia, apartándose de las características con las que él la creó.
Ruby es una chica dulce, algo alocada, que viste con ropa muy colorista, que sabe cocinar muy bien y enamora a quien la trata. Es la mujer que siempre ha deseado el taciturno Calvin, que aún no ha sido capaz de superar su anterior ruptura. Cuando ella se hace real todo parece fruto de un sueño, Calvin tiene a la mujer con las características que siempre había deseado. Pero en ocasiones los sueños se pueden convertir en pesadillas y suele ocurrir que los personajes que creamos en la ficción acaban ganando personalidd propia y evolucionan hasta límites que no podíamos imaginar.
La cinta de Dayton y Faris es una interesante reflexión sobre la creación literaria y sobre las relaciones de pareja. Sobre cómo nos hacemos una determinada idea de una persona y muchas veces esa imagen va cambiando con el paso del tiempo, cómo la gente evoluciona y lo que un día es blanco puede acabar convirtiéndose en negro. Sobre cómo a pesar de que queramos poseer a la persona que amamos, formando un único ser, no podemos evitar que se nos escape de las manos o que viva su propia vida.
A todo ello ayuda el guión de la actriz Zoe Kazan (nieta del mítico director de "Esplendor en la hierba" o "La ley del silencio"), que plantea estas cuestiones en una trama desarrollada a modo de fábula y se reserva el papel de la adorable Ruby, un papel que hubiera hecho las delicias de Zooey Deschanel, al moverse en unos parámetros similares a los que transita la protagonista de "500 días juntos" y "New girl". Kazan y Paul Dano (que en "Pequeña Miss Sunshine" era el adolescente que se negaba a hablar), dan vida con convicción a una curiosa pareja, unida por las letras. La película cuenta también con la breve aparición de Annette Bening y Antonio Banderas, como la madre del escritor y su amante, una aparición que quizá es de lo más prescindible de la película, que no aporta mucho a la historia principal.
De este modo nos hallamos ante un filme que ha sido muy poco publicitado por estos lares (yo me enteré de su estreno consultando en Filmaffinity) y que a buen seguro no llevará a mucha gente al cine, pero que tiene los ingredientes para convertirse en película de culto, de esas que van ganando popularidad por el boca-oreja. Merece la pena verla.
Ruby es una chica dulce, algo alocada, que viste con ropa muy colorista, que sabe cocinar muy bien y enamora a quien la trata. Es la mujer que siempre ha deseado el taciturno Calvin, que aún no ha sido capaz de superar su anterior ruptura. Cuando ella se hace real todo parece fruto de un sueño, Calvin tiene a la mujer con las características que siempre había deseado. Pero en ocasiones los sueños se pueden convertir en pesadillas y suele ocurrir que los personajes que creamos en la ficción acaban ganando personalidd propia y evolucionan hasta límites que no podíamos imaginar.
La cinta de Dayton y Faris es una interesante reflexión sobre la creación literaria y sobre las relaciones de pareja. Sobre cómo nos hacemos una determinada idea de una persona y muchas veces esa imagen va cambiando con el paso del tiempo, cómo la gente evoluciona y lo que un día es blanco puede acabar convirtiéndose en negro. Sobre cómo a pesar de que queramos poseer a la persona que amamos, formando un único ser, no podemos evitar que se nos escape de las manos o que viva su propia vida.
A todo ello ayuda el guión de la actriz Zoe Kazan (nieta del mítico director de "Esplendor en la hierba" o "La ley del silencio"), que plantea estas cuestiones en una trama desarrollada a modo de fábula y se reserva el papel de la adorable Ruby, un papel que hubiera hecho las delicias de Zooey Deschanel, al moverse en unos parámetros similares a los que transita la protagonista de "500 días juntos" y "New girl". Kazan y Paul Dano (que en "Pequeña Miss Sunshine" era el adolescente que se negaba a hablar), dan vida con convicción a una curiosa pareja, unida por las letras. La película cuenta también con la breve aparición de Annette Bening y Antonio Banderas, como la madre del escritor y su amante, una aparición que quizá es de lo más prescindible de la película, que no aporta mucho a la historia principal.
De este modo nos hallamos ante un filme que ha sido muy poco publicitado por estos lares (yo me enteré de su estreno consultando en Filmaffinity) y que a buen seguro no llevará a mucha gente al cine, pero que tiene los ingredientes para convertirse en película de culto, de esas que van ganando popularidad por el boca-oreja. Merece la pena verla.
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