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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de agosto de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue entre febrero de 1837 y abril de 1839 que, el escritor Charles Dickens (1812-1870), publicó por entregas su novela “Oliver Twist” en la revista mensual Bentley’s Miscellany, y el éxito fue tal que no tardarían en aparecer sus ediciones en libro y su traducción a decenas de idiomas. Oliver fue el primer niño protagonista en una historia que refleja sin reserva alguna los graves problemas de la sociedad (en este caso inglesa), donde su altiva bandera lucía raída por las infamias que se cometían a diario entre (y contra) las clases populares.

En la recreación de su magnífica película, “¡OLIVER!”, el director Carol Reed, nos da detalles muy precisos que determinan los vicios y desigualdades de una época que parece eternizarse en el tiempo como algo irresoluble. El marcado contraste entre la clase privilegiada -con sus magníficas edificaciones, sus calles limpias y sus relajantes ambientes- y la clase olvidada con sus mercados ajenos a toda asepsia, sus edificios sucios y resquebrajados diseñados de cualquier manera y en un claro hacinamiento. Después, esos obesos y glotones directivos de un orfanato, que mientras comen ellos un suculento banquete, dan una sopa miserable que no alcanza ni para quitar el hambre a los niños huérfanos y mendicantes que allí han sido llevados, según cuentas no por un acto de generosidad sino para que las ciudades no luzcan muy empañadas ante la vista de los “respetables”. Y otro notable detalle, es el del magistrado alcohólico que bebe en plena sesión y que, cuando dicta sentencia, le interesa menos si ha sido justo o no, que saber que ha terminado la tarea.

Abandono, iniquidad, explotación, y otras tendencias de descomposición humana tan arraigadas, que ¡casi dos siglos después!, continúan vigentes y a todas sus anchas, aún entre las llamadas grandes sociedades (grandes por cantidad no por cualidad).

Oliver es un niño nacido en un orfanato, cuya madre muere tras su nacimiento y el padre fue otro irresponsable de los que alzan vuelo en cuanto se enteran de que un compromiso se les viene al paso. Así, el niño termina quedando huérfano y recibiendo las miserias del Estado primero… y luego, por haberse atrevido a pedir un poco más de alimento, vendido como aprendiz –por techo y comida- en una casa de funerales de tercera categoría... hasta que escapa a Londres donde conocerá primero a Dodger el tramposo y luego a Fagin, el explotador de niños, cabecilla de un negocio de carteristas que administra como un “buen” empresario.

Reed logra una puesta en escena de gran altura, con un diseño artístico de perfecta remembranza; unos tonos de luz de absoluta precisión; números musicales muy complejos, magníficamente coreografiados y mejor editados; las canciones, concatenadas con la historia, resultan bastante agradables (menciono aquí que No deberían admitirse copias que no traigan las canciones subtituladas) y con un puñado de estupendas interpretaciones, el filme nada en aguas muy seguras logrando una versión bastante satisfactoria de la inmortal obra literaria.

Ron Moody, magnífico como el ambiguo Fagin, el hombre que a pesar de su descarrío también tiene su corazoncito; estupendo Oliver Reed, el intolerante y explosivo Bill Sikes; encantadora Shani Wallis, la controvertida Nancy, capaz de algunas maldades pero incapaz de hacer daño a un niño. Y Hugh Griffith, y Jack Wild… y hasta Mark Lester, con esa ingenuidad que nos llega al alma, logran un conjunto actoral inolvidable, y de esta manera, la película se constituye en pleno, como otra importante adaptación de la obra del gran Dickens, que llegó a ser justamente galardonada con cinco premios Oscar y dos Globos de oro.
Luis Guillermo Cardona
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9
26 de mayo de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No obstante el éxito de crítica obtenido con su primera película, “Applause”, la regular acogida que le diera el público llevó a que, el director Rouben Mamoulian, tuviera que aguardar un año entero antes de poder hacer un segundo filme. Se hallaba de nuevo en los escenarios teatrales, cuando la Paramount le llamó para ofrecerle un contrato por cinco años. En busca de una buena historia para empezar, por fin Mamoulian se encontró con su amigo, el escritor Dashiell Hammett, y éste le enseñó una historia de gánsteres de corte romántico que, al leerla, el director sintió enseguida que podría convertirla en una película bastante original. Se le ocurrieron símbolos que luego veríamos plasmados: El tanque de cerveza que se agita, asociado a un sombrero con las iniciales R. Z. -ya visto antes- flotando en el agua para sugerir un negocio turbio; el uso de una sombra gigantesca -como presencia del mal- en otro caso de asesinato; dos gatos de porcelana -negro y blanco- como metáfora de un particular diálogo…).

También sintió, Mamoulian, que su película podía hacerla con un toque familiar, quizás para alertar a los jóvenes acerca de los peligros del gansterismo, y por eso todas las muertes ocurrirán fuera de campo, dejando una historia limpia donde lo relevante son las relaciones interpersonales a las que nutre con una sensata psicología y una fuerte emocionalidad, además de lo harto significativa que resulta la manera como la pareja protagonista lucha para preservar sus vidas.

Gary Cooper, es simplemente Kid, un joven muy habilidoso en el tiro al blanco que trabaja dentro de una feria y quien parece tener muy claro que no le interesan para nada los trabajos sucios. Sylvia Sidney es Nan Cooley -la hijastra de un inescrupuloso miembro del clan de traficantes de cerveza-, quien quiere que, Kid, utilice lo que sabe hacer al servicio de sus amigotes, para que salga de pobre y así puedan casarse.

Mamoulian, consigue una edición muy fluida; la música es hábilmente empleada según el tono de cada escena; la cámara se muestra recursiva consiguiendo experimentar con sonidos de orden subjetivo; la iluminación se vale muy bien de algunos recursos expresionistas, y en general, el filme luce con el pulso preciso de un director de ideas muy claras e innovadoras, que suele apuntarle a esa magnífica cima que llaman arte.

<<LAS CALLES DE LA CIUDAD>>, pone también en alto ese valor inmenso llamado dignidad. Permite que quien la tenga la extravíe… que quien la extravió consiga recuperarla... y deja bien sentado que, quien vive mal se augura un triste final. Pero, para el ser humano que tiene el valor de volver a la luz, quizás el gran premio sea la invaluable libertad.

¡Pobres de aquellos que pueden regalar una pulsera, ropa fina, un auto… y toda suerte de cosas materiales, pero cuando se espera que den de su ser, carecen de respeto, integridad, amor sincero y fidelidad... y así, nunca, nunca jamás podrán ser felices!
Luis Guillermo Cardona
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6
21 de abril de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las novelas (y las películas) que exaltan “lo generosos que son algunos ricos”, suelen ser muy exitosas. A la gente de las clases altas, les encanta porque les tranquiliza al creer que están rodeados de gente noble y buena… aunque ellos mismos no lo sean tanto. Y la gente humilde se siente por estas obras atraída, porque les complace seguir creyendo que hay ricos con conciencia, encantadores y generosos, y eso alimenta su esperanza de que, quizás un día, alguno de ellos se compadezca de su miseria… o se sienta atraído por sus encantos.

Jean Webster (seudónimo de Alice Jane Chandler Webster, 1876-1916) fue una valiosísima newyorkina de lejano parentesco con Mark Twain, cuya bisabuela, abuela y madre, le enseñaron a luchar por los derechos de la mujer, por la igualdad racial y la justicia social… y todo esto cuenta de manera profunda en sus novelas, con las que hacía su aporte a la cultura norteamericana y a la reconciliación entre los seres humanos.

Desde su primera novela, “Cuando Patty fue al colegio” (1903), hasta la última, “Mi querido enemigo” (1915), la señora Webster se mostró muy crítica de su sociedad y defendió a las mujeres contra toda injusticia que se cerniera sobre ellas. Fue, en 1912, que escribió “Papaíto piernas largas” y en esta (como en su última novela) retoma aquella época en que fuera miembro de la Asociación Estatal de Ayuda Caritativa con la que apoyó a los niños huérfanos e hizo cuanto le fue posible para que tuvieran un hogar.

La novela cuenta la historia de Jerusha “Judy” Abbott, una adolescente huérfana y pobre que se crió en un orfanato, y ahora estudia Literatura en la universidad gracias a un padrino anónimo, quien solo le pide a cambio que le escriba asiduamente, aunque él nunca responderá sus cartas. Al no conocerlo, a Judy se le ocurre llamarlo Daddy-long-legs (Papaíto piernas largas) y con este nombre encabeza sus numerosas misivas.

La atractiva novela preserva la esperanza en el hombre, aboga por la protección de los niños, y reconcilia a pobres y a ricos en la esperanza de un mundo mejor. Cuando la obra de Jean Webster se convirtió en un éxito de librerías, los productores de cine se interesaron en ella… y en 1919, con Mary Pickford y Mahlon Hamilton, se rodó la primera versión cinematográfica con gran acogida del público. Se hizo un remake en 1930, con Janet Gaynor y Warner Baxter. Y en 1935, se realizó una tercera versión, cambiado el título a “Curly Top” y con Shirley Temple como eje central.

Pero el filón seguía mostrando brillo… y en esas épocas (como en casi todas) en que escasea el talento, a Hollywood se le ocurrió que la vieja novela podía volver a ser rentable, y convertida en musical, se le encargó a Jean Negulesco. Y la historia escrita por Phoebe y Henry Ephron, se transformó en un recurso para ostentar los lujos y la bondad de las clases altas, y la historia de aquella joven quedó tan minimizada, que la esencia de la novela desaparece casi por completo.

Magníficos escenarios, un lujoso vestuario y un ambiente musical que te hace escapar de la ominosa realidad, nos proporciona “el efecto del opio”... y "PAPÁ PIERNAS LARGAS" se convierte en uno de los mayores éxitos comerciales del director, y por supuesto de Fred Astaire, quien junto a Leslie Caron (la francesita inmortalizada en “Lili”) nos ofrecerá unos bailes con la magia y el encanto a que nos tuvo acostumbrados. Pero, como solía ocurrir, también aquí Astaire es el protagonista absoluto.

Título para Latinoamérica: “LA FRANCESITA APASIONADA”
Luis Guillermo Cardona
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10
15 de enero de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Erin Brockovich, no ha tenido una vida llena de caramelo: Hasta ahora no tuvo acceso a muchos estudios; ha fracasado en dos relaciones de pareja; las ha visto negras para sostener a sus tres hijos… y ahora, un auto la ha atropellado, la ha dejado temporalmente incapacitada, y el fallo de los jueces la pone a cargar con otra pesada deuda.

Pero, ¡quién lo creyera!, ésta ha sido la perfecta escuela de la vida para una mujer que ya está preparada para ejercer con entereza, conciencia de clase y profesionalismo lo que sigue en su vida, y con lo cual habrá de reivindicar a varios cientos de familias afectadas en su salud e integridad por la falta de escrúpulos de las grandes industrias.

Me encanta lo de profesionalismo, porque en nuestra enclenque y manipuladora sociedad, profesional es el que tiene un título (¡esto lo defienden las universidades, sobre todo privadas, para poder sostener su negocio!) y, Erin Brockovich, volverá a demostrar, como en los viejos tiempos, que profesional es el que ejerce con Vocación, Eficacia y Ética una labor cualquiera, ya sea que el conocimiento lo haya adquirido de forma empírica, autodidacta o ingresando a una institución de educación superior.

Es ya la tercera vez que veo esta película, y el carácter resuelto, desabrochado y profundamente comprometido de Erin Brockovich, me llega al alma... sobre todo en una sociedad, como la nuestra, donde las mujeres con carácter siguen siendo bastante escasas. Erin, ha experimentado la carencia, el abuso, el irrespeto… y cuando el conocimiento se tiene de primera mano, te solidarizas enseguida con aquellos que sufren lo mismo, bien distinto a aquellos que consiguieron graduarse, pero que han vivido siempre en una protectora burbuja. Por ésto, no hay arrogancia cuando ante la doctora Theresa -la asistente de Carl Potter-, Erin demuestra que guarda en la memoria, de la A a la Z, los datos más relevantes de cada una de las 401 familias a las que ha entrevistado.

Con una historia relativamente sencilla, escrita según hechos reales por Susannah Grant, el director Steven Soderbergh, ha logrado con, <<ERIN BROCKOVICH>>, un exquisito tratado acerca del Carácter, que, en el atractivo cuerpo de una magnífica, Julia Roberts -que además desborda entusiasmo y vitalidad-, alcanza aquí las cuotas más altas como descripción de la clase de mujer que, con urgencia, necesita el mundo.

El resto: Que una empresa como la PG & E contamina, con cromo 6 hexavalente, las aguas que beben los cientos de habitantes de sus alrededores… Que no les importa si la gente sufre problemas respiratorios, enfermedades de la piel o cáncer… Que están dispuestos a amenazar a quien se meta en sus asuntos… es cosa de cada día. Porque ya es un hecho: Para poder hacerse a grandes fortunas, lo más frecuente es tirar la dignidad a una letrina y estar dispuesto a poner los sucios pies encima de mucha gente. ¡Jamás se podrá ser feliz! Pero se obtendrá mucho dinero, eso sí.

Para todas la mujeres, <<ERIN BROCKOVICH>>, es una lección imprescindible. Aquí está la clase de persona que, Tú, podrías y deberías ser.
Luis Guillermo Cardona
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8
27 de junio de 2013
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los jóvenes, de cualquier generación, nunca consiguen tener una vida aparte. Para bien (y para mal) están sujetos al mundo de los adultos, los cuales cuando son padres, juegan a su sostenimiento económico, a darles una educación acorde con la experiencia alcanzada… y a veces, a amargar sus días cuando, anclados en su momento histórico, confrontan y despotrican de todo lo que los chicos asumen como su estilo generacional; y de otro lado, los adultos estarán siempre en busca de los jóvenes, algunos, para defender sus derechos, para mejorar su calidad de vida, y ayudarles a comprender la existencia. Pero, muchos más, les buscarán para explotarlos, para sacar beneficios egoístas, o quizás, para recuperar un poco de olvidada ternura o de sexo denegado, aunque para ello tengan que pagarles.

Aikó (Akiko en el caprichoso sistema de traslación japonés-romance), es una bella joven estudiante de sociología, convertida en “relacionista” para pagarse sus estudios, y en este sensible filme del director iraní, Abbas Kiarostami, los adultos serán el eje central de su existencia.

El primer adulto, es quien le consigue sus nuevas relaciones, mientras hace las veces de consejero para alejarla de su celoso novio. El segundo adulto, es su abuela, la dulce mujer que viene a Tokio con ansias de verla, quizás porque presiente que su nieta no anda por buen camino (con ella se dará una de las más conmovedoras secuencias que podemos ver en, <<COMO ALGUIEN ENAMORADO>>). El conductor del taxi que la lleva a su nuevo compromiso, será el tercer adulto que entre en su vida y actuará de forma respetuosa y condescendiente, guardándose cualquier pensamiento solamente para él; y finalmente, el cuarto adulto será el profesor Watanabe, escritor y traductor, viudo y con una nieta. Es a él a quien la chica servirá para aflorar su adormecido romanticismo, su capacidad de dar afecto, y su incontenible deseo de volver a sentirse joven y como un ser enamorado (like someone in love).

Kiarostami, delinea su filme con sutileza, logrando que todo resulte sugerido y que, el espectador, se vea empujado a sacar sus propias conclusiones. Hasta el abrupto final, sólo veremos a seres humanos que buscan recibir y dar afecto… y la última respuesta nos tomará por sorpresa, sin lograr acogerla por más comprensible que resulte, porque la anécdota se desenvolvía sin juicios, aunque un temor oculto venía tomando forma desde la escena en la universidad.

Por enésima vez, Kiarostami corrobora que, la búsqueda que le interesa es más interna que exterior, aunque no deja de conjugar el mundo que va y viene en torno de cada ser humano. También, en ese tono casi documental, característico de la totalidad de su obra, el director nos hace volver a creer que la humanidad es una sola y que los corazones sienten lo mismo aquí que en Constantinopla.

En lo que a mí respecta, la sensibilidad de, Rin Takanashi (Aikó), se me ha metido bien hondo en el corazón y, Tadashi Okuno, como el profesor Takashi Watanabe, me hace sentir que no es nada fácil juzgar las debilidades humanas.
Luis Guillermo Cardona
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