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Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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22 de diciembre de 2020 Sé el primero en valorar esta crítica
Glu está bien rodada, y bien interpretada, y tiene buenas intenciones, y una amazona bellísima que se lleva unos primeros planos turbadores.
Pero Glu falla allí por donde se resienten muchas producciones actuales que se debaten frente a frente con el guion.
Para dejar clavado al espectador en el sofá tienen que complicar hasta lo indecible la trama, y acaban por no saber ni como resolverla. Solución immediata y más fácil: dejar pistas inverosímiles y absurdas por donde hilvanar la historia.

Florecitas que antes pisaste en un tubo de escape
Pequeños collares que se caen en el momento oportuno.
Visualizaciones casuales.
Cámaras de video... las omnipresentes y salvíficas cámaras de grabación que siempre estan allí donde se necesitan.
etc...etc...

Si tu no eres capaz, el destino te lo facilita.

Glu es agradable. Se envuelve en diversos celofanes que encierran un apetitoso caramelo..
si no eres muy exigente con el guion.
3 de octubre de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
A pesar del despliegue de buenas intenciones que se pueden intuir en esta producción, de la búsqueda de una historia de pretensiones impactantes, de una fotografía y una puesta en escena de cierta suntuosidad y hasta com muestras de exotismo, la verdad es que el regusto final es bien poco excitante.

Sí, demasiados tópicos lastran la película: cámaras lentas para incidir sobre el dramatismo, la consabida historia de amor para dar la estocada final antes del The end, algunos puntos demasiado manidos, algunos diálogos muy poco trabajados. Las cosas pasan porque sí, y así debes asumirlo. Intuiciones, cafés y amor filial a espuertas, sin explicaciones ni fundamentos. Se busca emocionar sin currarse el guion.

Basado en hechos reales. Igual se pensaba el Crowe que con este dato ya tenía la mitad de la emotividad de la película solucionado. Pero no. Falta algo, y me temo que lo que falta es estilo, clase, sabiduría en los tiempos y en la manija de la dirección. Se nota un esfuerzo artificial por emocionar. De aquella emoción grandilocuente que un buen director sabe medir y pesar para que no salte por las costuras y se quede el traje en pura vistosidad sin elegancia.

Huesos y agua. Alguna conexión debe haber entre ellos. Pero no se nos explica.
22 de septiembre de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
Las políticas de inmigración del mundo occidental no van a parar de crear dramas humanos conmovedores.
Las personas se ven atrapadas en tragedias sisíficas de las que es difícil salir. Cada día hay ejemplos en la prensa, cada día miles de personas se ven envueltas en crueles laberintos que en el peor de los casos cuestan la vida: el precio más caro, el único que no se puede saldar.

El cine está obligado a reflejar este inframundo tan escasamente glamuroso. Y lo ha hecho, es justo admitirlo, en más de una valiosa ocasión. Esta producción es una buena muestra. Y lo hace con una sensibilidad nada morbosa ni afectada de patetismo. No hay muertes, ni delitos, ni una sola muestra de violencia, ni nadie a quien culpar de nada, si exceptuamos la burocracia formalmente ciega. El valor de los papeles se vuelve primordial. Y ello, es verdad, da unas connotaciones más reales a la historia.

Y luego está el contrapunto de la música con el que el director quiere ofrecer un sucedáneo de esperanza. La música se convierte en significado. La música puede dar sentido a la vida. La música es el fondo sobre el que se desenvuelve el drama de los personajes. La música de percusión mueve los dedos de Jenkins que le agarrotaba el piano.

Richard Jenkins es el dueño de la película. El alma mater. Con su cara desvalida y su aspecto de perdedor existencial llena el metraje de veracidad. El crea el problema y se vacía para intentar solucionarlo. Fracasa.
Pero su fracaso le deja donde está. Peor lo tienen los que son deportados a los mundos crueles de los que han intentado escapar y que arrastran en su caída a la gente que los quiere.

Película emotiva, con alma, con mensaje, reivindicativa de lo que, hoy por hoy, parece un pozo sin fondo, perdido entre las fronteras que la legalidad traza con espinos.
11 de septiembre de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
El ultimo cazador ofrece lo que promete, y todo ello, con una gran sensibilidad y con una dignidad exquisita.
Quien busque alto dramatismo ficcionado desde los delirios del suspense, a los que nos tiene acostumbrado el estilo americano, que no entre en este paradisiaco, pero ya violado, paisaje del Yukon canadiense.

Hasta los interpretes son las mismas personas que protagonizan los hechos. O sea que no habría actuación en si mismo, aunque obviamente se entra en el juego de la ficción en el momento de la grabación y en la hora de pautar el orden de los acontecimientos. La esencia de la docu-película pretende ser veraz a toda costa.
Gente que no sabe vivir fuera de la naturaleza, que solo entiende la vida sumergido en ella, y que por tanto son los que mejor la sienten y respetan.

Los últimos tramperos canadienses y el paisaje donde habitan. Grandilocuentes escenas, no podia ser de otra manera. En cierta medida, el escenario es el gran protagonista. Por dentro, como pequeños insectos, se mueven los animales, entre los que se encuentra el ser humano.

Es una película naturalista y ecológica y hasta antropológica; es un documental vivo del que, si se presta atención, se pueden tomar notas de una sabiduría ancestral que quizás ya no tienen utilidad en el mundo moderno, pero que alimenta el alma con sus conocimientos atávicos. Como la de que los lobos odian a los perros porque son esclavos de los hombres, pero que nunca atacan al ser humano. Como la de que las pieles de tejón no se pagan bien, pero que son animales mas fáciles de cazar. Como el que no hay que temer a los osos mientras uno tenga perros alrededor...

Pequeños trazos de tensión argumental sobre los cuales, el director, nunca se ceba: el encuentro con el oso, la caída con los caballos en el rio, la caída del trineo en el rio congelado y más tarde en el barranco. Puntos que intentan demostrar que no todo es paradisiaco en la lucha por convivir con la naturaleza. El frio, los continuos peligros de congelación en invierno. Todo sin afección postiza añadida. Son unos de los peajes que se han de pagar por ser libre "de verdad".

Canciones de Leonard Cohen en momentos precisos y conmovedores.
No sé que más se puede pedir. Preciosa y didáctica.
17 de octubre de 2016
6 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya! Ya! Lo entiendo. La gran superproducción, la gran obra de mil recursos gráficos y impactantes escenas, mil peligros y mil monstruos y mil aventuras cada cual más emocionante.

Y yo pregunto, y detrás, qué?

Es una pregunta fácil de responder: detrás, nada. Un juego de niños de una simplicidad maniquea alucinante. El bien contra el mal, sin matices, sin florituras, al grano, a la epidermis. Emoción vacía.

Si solo te interesan las imágenes, es tu película. Si necesitas algo más, olvídala, que como me pasó a mi, te irás al lavabo a leer un buen libro mientras tus amigos siguen disfrutando de un espectáculo de barroquismo delirante.
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