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Críticas ordenadas por utilidad
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5,8
1.478
7
3 de agosto de 2013
3 de agosto de 2013
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renovar los mitos y los héroes pasando por su adolescencia no es algo que a nadie le sepa a nuevo, pero aquí nos encontramos con algo que de por sí sonaría, según, a blasfemia o atrevimiento feroz. Quien pasa por una revisión en una adolescencia actual no es ni más ni menos que Leon Trotsky. Consulte la wikipedia más cercana en caso de haber levantando una ceja al leer el nombre.
La forma ágil de reinventarse y hablar de la lucha de clases sin apenas despeinarse o tropezar, pasa por presentar a un joven que se cree la reencarnación misma de Leon Trotsky en la actualidad, con sus apenas diecisiete años. Bajo este pretexto se construye una más que entrañable comedia amarga disfrazada con túnica de parodia estudiantil. Pero en verdad la parodia, y este es el mérito de la película, es de nosotros mismos.
Sirve como reflexión temprana, pero nunca fuera del agua, la vigencia de la lucha obrera, aunque usando paralelismos reconocibles que no se nombran, se camuflan. Pero no por escondidos siguen siendo señalados. El discurso, pese a estar diluido entre el azúcar y el café, queda dicho. Y eso, en los tiempos que corren y callan, ya es decir mucho y es decir bien.
La película se desarrolla con agilidad y aunque le pesen ciertos momentos languidecidos, mantiene la cabeza alta. O el puño.
La forma ágil de reinventarse y hablar de la lucha de clases sin apenas despeinarse o tropezar, pasa por presentar a un joven que se cree la reencarnación misma de Leon Trotsky en la actualidad, con sus apenas diecisiete años. Bajo este pretexto se construye una más que entrañable comedia amarga disfrazada con túnica de parodia estudiantil. Pero en verdad la parodia, y este es el mérito de la película, es de nosotros mismos.
Sirve como reflexión temprana, pero nunca fuera del agua, la vigencia de la lucha obrera, aunque usando paralelismos reconocibles que no se nombran, se camuflan. Pero no por escondidos siguen siendo señalados. El discurso, pese a estar diluido entre el azúcar y el café, queda dicho. Y eso, en los tiempos que corren y callan, ya es decir mucho y es decir bien.
La película se desarrolla con agilidad y aunque le pesen ciertos momentos languidecidos, mantiene la cabeza alta. O el puño.
27 de julio de 2013
27 de julio de 2013
3 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es de un atrevimiento loable tratar de emular a un gran clásico como lo es Harakiri de Masaki Kobayashi. No por atrevido resulta útil o necesario, ni mucho menos deleitable.
Surgen las dudas sobre si un remake merece dos críticas separadas: una como película, y otro remake. Pero dado que he visto antes el clásico, ahora me es imposible escribir sobre esta película sin poner en papel cebolla la original encima.
Las diferencias destacan, aunque sutiles, pero firmes, y hacen que pese a seguir el mismo argumento, con los mismos personajes e incluso el mismo escenario, el resultado sea notablemente menor.
El principal problema de la película es que se basa es una obra maestra de la narración, así como en una historia que echaba por tierra mitos y leyendas. Takashi Miike no se ve capaz de afrontar la sutileza y dibuja con trazo negro y bien grueso aspectos que en el original apenas precisaban de un boceto para ser contundentes. La imagen puede ser muy evocadora, pero Miike se esfuerza en que lo sean aun más, si cabe, señalando al espectador con un puntero telescópico a donde debemos dirigir los sentimientos y la mirada.
Por otro lado, el original de Masaki Kobayashi desprestigiaba la rectitud del bushido y se reía de ella, pero ahora nos encontramos con el sacrificio llevado hasta el final, enmendado la vergüenza y cobardía que en la película original quedaban como manchas en la bandera insignia de las leyendas japonesas.
En esta nueva versión se dulcifica el tono y se perdona, con escenas añadidas, a todos los culpables, dejando que limpien el supuesto honor donde la versión original dejaba la podredumbre de la decadencia.
El resumen claro es que la película es como un disculpa de la original.
Surgen las dudas sobre si un remake merece dos críticas separadas: una como película, y otro remake. Pero dado que he visto antes el clásico, ahora me es imposible escribir sobre esta película sin poner en papel cebolla la original encima.
Las diferencias destacan, aunque sutiles, pero firmes, y hacen que pese a seguir el mismo argumento, con los mismos personajes e incluso el mismo escenario, el resultado sea notablemente menor.
El principal problema de la película es que se basa es una obra maestra de la narración, así como en una historia que echaba por tierra mitos y leyendas. Takashi Miike no se ve capaz de afrontar la sutileza y dibuja con trazo negro y bien grueso aspectos que en el original apenas precisaban de un boceto para ser contundentes. La imagen puede ser muy evocadora, pero Miike se esfuerza en que lo sean aun más, si cabe, señalando al espectador con un puntero telescópico a donde debemos dirigir los sentimientos y la mirada.
Por otro lado, el original de Masaki Kobayashi desprestigiaba la rectitud del bushido y se reía de ella, pero ahora nos encontramos con el sacrificio llevado hasta el final, enmendado la vergüenza y cobardía que en la película original quedaban como manchas en la bandera insignia de las leyendas japonesas.
En esta nueva versión se dulcifica el tono y se perdona, con escenas añadidas, a todos los culpables, dejando que limpien el supuesto honor donde la versión original dejaba la podredumbre de la decadencia.
El resumen claro es que la película es como un disculpa de la original.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En la versión original nadie ayuda al ronin a morir con dignidad cuando descubren que sólo llevaba encima armas de bambú. En esta nueva versión el señor y maestro de la clan ofrece su espada, pero se lo impiden.
Al final de la nueva versión de esta película se presentan los tres samurais que perdieron su coleta en combate y se ajustician ellos mismo. En la original estos secuaces quedan escondidos en sus casas y les mandan buscar para que sean obligados a practicarse el harakiri.
Hay más detalles similares, pero todos apuntan a la misma dirección: salvar de la quema el bushido.
Al final de la nueva versión de esta película se presentan los tres samurais que perdieron su coleta en combate y se ajustician ellos mismo. En la original estos secuaces quedan escondidos en sus casas y les mandan buscar para que sean obligados a practicarse el harakiri.
Hay más detalles similares, pero todos apuntan a la misma dirección: salvar de la quema el bushido.

6,6
10.532
9
13 de octubre de 2018
13 de octubre de 2018
1 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cámara es un gesto de la mirada en manos Noé. Es un espuma de niebla que se cuela y se retuerce, que flota por el aire y, a modo de espíritu burlón, ni participa ni interviene. La cámara de Gaspar Noé no es una cámara, es un personaje en la butaca; somos nosotros. Se caen las paredes del cine y todo es pantalla. Estás dentro y aunque todo lo que te rodea son puertas de emergencia, no puedes salir.
Le basta a Noé un fino hilo argumental para empezar una espiral que gira tan lentamente que cuando las curvas son imposibles y cerradas hace tiempo que no te has dado cuenta. Te deja bailando con sus protagonistas al son de un bebida maldita mientras todo se va derritiendo poco a poco, hasta que tú mismo eres parte de ese hundimiento. Se queda pequeño el aire que respirar y para cuando se alcanza el final de la película, sacas la cabeza por debajo del agua. Todo ha pasado, menos la cinta, que aún proyecta sus últimos minutos, ya desahogado y comprobando, como haría uno mismo, si las heridas eran reales.
"Clímax" es una experiencia, arte sin adulterar en la sala de cine como pocas veces se nos presenta y por tanto difícil de recomendar. Aunque siempre diré de ella que es una joya de película.En bruto. La joya y la película.
Le basta a Noé un fino hilo argumental para empezar una espiral que gira tan lentamente que cuando las curvas son imposibles y cerradas hace tiempo que no te has dado cuenta. Te deja bailando con sus protagonistas al son de un bebida maldita mientras todo se va derritiendo poco a poco, hasta que tú mismo eres parte de ese hundimiento. Se queda pequeño el aire que respirar y para cuando se alcanza el final de la película, sacas la cabeza por debajo del agua. Todo ha pasado, menos la cinta, que aún proyecta sus últimos minutos, ya desahogado y comprobando, como haría uno mismo, si las heridas eran reales.
"Clímax" es una experiencia, arte sin adulterar en la sala de cine como pocas veces se nos presenta y por tanto difícil de recomendar. Aunque siempre diré de ella que es una joya de película.En bruto. La joya y la película.

5,8
20.389
1
1 de enero de 2022
1 de enero de 2022
3 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si alguna vez alguien se ha preguntado qué ocurriría si queremos contar una historia de empoderamiento femenino desde un machismo del jurásico, no busquéis más, aquí tenéis vuestra respuesta.
Este película escenifica el blanqueamiento del capitalismo y del machismo más rancio a través de un white saviour ejemplificado en un señor mayor que se sabe todas las respuestas del trivial. El Señor (marca registrada) es por supuesto una fantasía masculina, un auténtico Mary Sue de los pies a la cabeza. De hecho no tiene ninguna personalidad, tan sólo responde al hombre perfecto desde un punto de vista machista. Justo en frente tiene a la mujer que lo necesita hasta para limpiarse la barbilla: la dueña de una compañía de éxito que al parecer es la persona más inútil del universo y necesita un padre perfecto para que la guíe como una marioneta porque al fin y al cabo "a mí no me preguntes, sólo soy una chica, jijijiji".
Predecible, olvidable, espantosa, machista, rancia y paternalista. Y en su contra: dura más de un minuto.
Este película escenifica el blanqueamiento del capitalismo y del machismo más rancio a través de un white saviour ejemplificado en un señor mayor que se sabe todas las respuestas del trivial. El Señor (marca registrada) es por supuesto una fantasía masculina, un auténtico Mary Sue de los pies a la cabeza. De hecho no tiene ninguna personalidad, tan sólo responde al hombre perfecto desde un punto de vista machista. Justo en frente tiene a la mujer que lo necesita hasta para limpiarse la barbilla: la dueña de una compañía de éxito que al parecer es la persona más inútil del universo y necesita un padre perfecto para que la guíe como una marioneta porque al fin y al cabo "a mí no me preguntes, sólo soy una chica, jijijiji".
Predecible, olvidable, espantosa, machista, rancia y paternalista. Y en su contra: dura más de un minuto.
5
21 de julio de 2013
21 de julio de 2013
0 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un mago sabe distraer la mirada del público hacia donde él quiere, y es entonces donde realiza el truco, invisible, que nos parece magia. De no ser así, ni truco, ni trampa, ni cartón, simplemente no creemos lo que pasa.
Esta nueva entrega del renacer de la saga Star Trek cuenta con un ejercicio de pirotecnia digno de ser repetido. Es un asombroso espectáculo a la vista, casi constante, y no deja un respiro a la retina. Pero, y a pesar de sus esfuerzos, la trampa se hace visible y caen cartas bajo la manga.
De poco sirve que las explosiones se sucedan cuando el argumento baila en la cuerda floja un pasodoble al ritmo de una banda sonora que nos dicta lo inmenso de la épica aventura que supuestamente nos narran. Y ese es el problema: le viene grande el formato que quieren darle a una historia que cojea y tropieza, que trata de ser el enfrentamiento último, la epopeya de un némesis jamás visto antes y se encuentra con un acartonado efecto de violencia sobre el verbo que es como rematan todas los problemas posibles.
Nos encontramos ante un enemigo sin par, casi indestructible y de una inteligencia claramente superior. Semejante personaje requiere un plan y en consecuencia, una actuación que honre la pose que lo define. Pero no es el caso. El plan que pretende llevar a cabo es sumamente confuso, incongruente en muchos aspectos, y sobre todo, la resolución abandona la lógica del planteamiento intelectual a la sangre con puños entra. Una pelea, otra más, para terminar con un enemigo que supuestamente merecía algo más que resolver una venganza tras otra.
Recordemos que la venganza es el fin que justifica los medios y por tanto no requiere explicaciones. En otras palabras: un recurso muy fácil.
Así pues, toda la película se basa en un concepto que no se cumple. Presentan al mayor enemigo de la saga de Star Trek (así lo definen) y termina siendo una pelea de lucha libre pero con mejor gusto en la ropa.
El resto es un mero sostén que entretiene pero que se olvida, que se mira, pero no se queda. Los personajes son planos y no requieren mayor profundidad que sus frases cliché de adolescente y acné; ni pido ni espero más de ellos. Las tramas secundarias son un tanto ridículas, pero no dejan de funcionar mientras sigan pedaleando. Se esfuerza, en resumen, en seguir vendiendo espectáculo como entretenimiento de un sábado noche que aun puede funcionar. Y esta vez lo consigue, pero menos, mucho menos que su antecesora.
Esta nueva entrega del renacer de la saga Star Trek cuenta con un ejercicio de pirotecnia digno de ser repetido. Es un asombroso espectáculo a la vista, casi constante, y no deja un respiro a la retina. Pero, y a pesar de sus esfuerzos, la trampa se hace visible y caen cartas bajo la manga.
De poco sirve que las explosiones se sucedan cuando el argumento baila en la cuerda floja un pasodoble al ritmo de una banda sonora que nos dicta lo inmenso de la épica aventura que supuestamente nos narran. Y ese es el problema: le viene grande el formato que quieren darle a una historia que cojea y tropieza, que trata de ser el enfrentamiento último, la epopeya de un némesis jamás visto antes y se encuentra con un acartonado efecto de violencia sobre el verbo que es como rematan todas los problemas posibles.
Nos encontramos ante un enemigo sin par, casi indestructible y de una inteligencia claramente superior. Semejante personaje requiere un plan y en consecuencia, una actuación que honre la pose que lo define. Pero no es el caso. El plan que pretende llevar a cabo es sumamente confuso, incongruente en muchos aspectos, y sobre todo, la resolución abandona la lógica del planteamiento intelectual a la sangre con puños entra. Una pelea, otra más, para terminar con un enemigo que supuestamente merecía algo más que resolver una venganza tras otra.
Recordemos que la venganza es el fin que justifica los medios y por tanto no requiere explicaciones. En otras palabras: un recurso muy fácil.
Así pues, toda la película se basa en un concepto que no se cumple. Presentan al mayor enemigo de la saga de Star Trek (así lo definen) y termina siendo una pelea de lucha libre pero con mejor gusto en la ropa.
El resto es un mero sostén que entretiene pero que se olvida, que se mira, pero no se queda. Los personajes son planos y no requieren mayor profundidad que sus frases cliché de adolescente y acné; ni pido ni espero más de ellos. Las tramas secundarias son un tanto ridículas, pero no dejan de funcionar mientras sigan pedaleando. Se esfuerza, en resumen, en seguir vendiendo espectáculo como entretenimiento de un sábado noche que aun puede funcionar. Y esta vez lo consigue, pero menos, mucho menos que su antecesora.
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