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Críticas 372
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de abril de 2011
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi cuatro años después de su estreno en el Festival de Venecia llega a las carteleras españolas la primera película realizada por el director italiano Andrea Molaioli (“Il gioiellino”, 2011), un estupendo trabajo de intriga policial y frustraciones internas que espero le sirva de base para poder iniciar el camino de una extensa filmografía. La historia, basada en la novela de Karin Fossum y adaptada por Sandro Petraglia (“Cuando naces… ya no puedes esconderte”, 2005) y Ludovica Rampoldi, se combina con una buena dirección que apuesta por un ritmo narrativo pausado, de voces casi susurrantes y acciones sin apenas sobresaltos, sabiendo fascinar y crear sorpresa desde su plácido tempo. Este hecho se complementa con la fotografía de Ramiro Civita (“Princesas”, 2005), que, desenvolviéndose con muy buena técnica sobre la maravilla de los paisajes ubicados en los alrededores de la ciudad de Udine (Laghi di Fusine, Moggio Udinese, Pontebba, Preone…), no cae en el error de embelesarse con ellos, sabiendo transmitir la paz de su naturaleza y la increíble belleza del lugar sin abusar de este recurso, pues la fuerza del argumento de esta cinta, por sí sola, no necesita en demasía de muchos artificios estéticos.

La trama se sitúa en una pequeña y hermosa localidad rural de los alpes orientales italianos, en la que se investiga el crimen de una joven adolescente encontrada en la orilla del imponente lago del pueblo. El comisario Sanzio (Toni Servillo) dirige las pesquisas en compañía del inspector Lorenzo Siboldi (Fausto Maria Sciarappa) y de Alfredo (Nello Mascia). Los sospechosos van sucediéndose durante el transcurso de esta película, llena de detalles que la hacen novedosa y con el nivel suficiente como para considerarla un aporte distinto y original al género de la intriga contemporánea. Todo en ella huele a una extraña fábula, no sólo por el desarrollo del caso de homicidio, sino por las inquietudes que atormentan a sus protagonistas. Como ya le sucedió a Toni Servillo bajo las órdenes de Paolo Sorrentino en “Las consecuencias del amor” (2004), su personaje, del que poco se sabe en todo momento, destila misterio por todas partes, siendo además de un esmerado y huraño policía que sólo pretende resolver el rompecabezas al que se enfrenta, un hombre de apariencia gris y mirada triste, profundamente preocupado por su hija y su mujer.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El recién mencionado Servillo es, dentro de su categoría como máximo protagonista de esta grata historia, el actor más destacado de la misma. Sin duda es uno de los intérpretes más interesantes y sólidos del cine italiano de hoy, dando siempre espléndidos espectáculos con sus actuaciones. Todo lo hace bien: lo mismo puede gobernar Italia en “Il Divo” (2008), que estar inmerso en negocios relacionados con la Mafia en “Gomorra” (2008) o ser un experimentado y aplicado comisario de policía, como la cinta que aquí se recomienda. Resulta muy de agradecer que se haya escogido al magnífico Teho Teardo (“El amigo de la familia”, 2006) para realizar la banda sonora del film. Sus compases transportan a los protagonistas bajo la niebla que cubre el Laghi di Fusine a través de toda una serie de partituras que logran dibujar misterio, drama e ironía dentro de una indiscutible calidad y belleza, gracias a un fantástico trabajo del original y característico compositor italiano.

Molaioli ofrece, en su conjunto, un destacado largometraje de enigmáticas sensaciones, fresco, tranquilo y de envolvente atmósfera, sostenido además de por unas buenas interpretaciones y todo lo referente a su técnica, por una gran historia, bien contada, dirigida e ingeniosamente montada, pues no resulta sencillo saber crear una trama policial de estas circunstancias sin caer en lo previsible o lo reprochable, y además saber combinarla haciendo que encaje perfectamente con otras sub-tramas que poco o nada tienen que ver con lo que se investiga. Deja al cine italiano en muy buena posición. Su ajustada duración te deja con ganas de más.

Nota: ¿Por qué cambiaron en España el inmejorable título de “La ragazza del lago”? No sólo ha tenido que esperar una eternidad para poder llegar hasta nuestras salas, sino que cuando lo consigue, le estropean el nombre cambiándolo por otro que lo único que conseguirá es reducir el interés del público.
17 de abril de 2010
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida y agradable película protagonizada por su mismo director, en compañía del joven Yusuke Sekiguchi. Juntos se ponen en la piel de dos aventureros de almas opuestas que tras vivir toda una serie de despropósitos en clave de road-movie unen sus corazones para ofrecernos toda una serie de situaciones que cabalgan entre la ternura del chico y lo humorístico del desarrapado Kikujiro, interpretado por un buen Takeshi Kitano.

Para llegar a este tipo de desenlace, la historia se pone en los ojos del pequeño Masao (Sekiguchi), un chaval de nueve años que se ve atrapado por la soledad urbana del verano, que empuja a todas las familias del barrio a marcharse de vacaciones a otros lugares. Sin amigos y completamente aburrido se decide a realizar un viaje que se torna complicado y que tiene como misión el hecho de conocer a su madre, de la que no tiene noticias. Es demasiado joven para aventurarse en los peligros que le pueden deparar los kilómetros que debe recorrer hasta llegar a donde se propone, así que una amiga de su familia pone a disposición a su marido, Kikujiro (Kitano) para acompañarle. Toda una mala influencia para el joven japonés, que recibe con ácida aceptación a su peculiar compañero, que a pesar de tener un pasado criminal y ser un desalmado, resulta ser el cuádruple de irresponsable que el chiquillo, presentándose de manera cómica en multitud de pasajes de la película en los que sin duda conseguirá arrancar como poco, alguna sonrisa.

Una cinta de aura extraña y mensaje directo, que invita a disfrutar de la vida tomándola un poco menos en serio, navegando sus palabras por un mar atípico de gente tranquila que acaba posándose sobre la orilla de lo reconfortante. Takeshi desafía con su personaje una y otra vez al peligro sabiendo que no está demasiado expuesto al mismo al ser el que mueve los hilos de su propio títere.

El trabajo de los dos actores resulta convincente, combinando el atrevimiento y la desmesura de Takeshi con la prudencia y timidez del joven que encarna a Masao.

La música, del veterano Joe Hisaishi, que cuenta con más de un centenar de bandas sonoras a sus espaldas, se caracteriza por sus lógicas inclinaciones orientales, que hacen de la unión de sus notas un agradable conjunto musical que se escucha placenteramente cada vez que hace presencia.
11 de marzo de 2011
41 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la lluviosa noche del viernes 11 de Marzo de 2011, y me encuentro ante las puertas del panteón cinéfilo que Kinépolis tiene instalado en la Ciudad de la Imagen (Pozuelo de Alarcón, Madrid). Al entrar, la vista se detiene inevitablemente en los gigantescos ríos de personas que hacen cola para sacar sus entradas de “Torrente 4: Lethal Crisis”, que desembocarían en toda una serie de salas adaptadas para el visionado de la película, tanto en formato digital como en 3D. Al entrar a la sala 15, se respira un ambiente ameno, divertido, con un buen puñado de centenares de personas riendo, recordando las anteriores películas del policía más puerco de España y poniendo, al parecer, sus expectativas demasiado altas para esta cinta. Este hecho contrastaría con la reacción del público (lleno hasta la bandera) al aparecer los créditos finales: un contundente silencio que retrataba la decepción, indiferencia o estupor que ha causado la última de las entregas escritas, dirigidas y protagonizadas por Santiago Segura.

Personalmente, yo -fiel seguidor de esta saga- entré al recinto con mucha cautela, pues ni el numeroso reparto ni el medio tráiler que vi sobre el film, me abrieron demasiado el apetito “torrentiano”, algo que me sirvió para que el nivel de frustración fuese mucho menor que el de algunos entusiasmados asistentes. El personaje de Torrente, con todos los defectos o adjetivos que queramos dedicarle, ha sido siempre varios activos que no se han visto en esta nueva película. Ha sido la sorpresa de dar la nota en alguna parte, de parodiar -al extremo- situaciones que a muchos españoles nos hacen gracia, de rodearse de emblemáticos ayudantes (Javier Cámara, Gabino Diego, José Mota) y memorables villanos, de usar la acción sólo en casos “in extremis”, de darse la vuelta en un bar para pedir cambio al camarero y que una vieja se le adelante y le “robe” la especial de la tragaperras...

Ninguna de estas cosas se han podido repetir en esta hiper-promocionada película, que ha abusado sobremanera de las escenas de acción (peleas, persecuciones...) y una lista interminable de cameos, en detrimento de un guión que sólo ha dejado tras de sí una pobre estela de chascarrillos ya conocidos (“¿nos hacemos unas pajillas?”) y otros que pasan ante nuestros ojos sin pena ni gloria.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
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El particular ayudante de José Luís Torrente, que en esta nueva entrega tiene que resolver una misión especial que terminará por llevarle a prisión, es uno de los mayores despojos televisivos del panorama nacional: Kiko Rivera, más conocido como “Paquirrín”. Sin ser de los peores del reparto (prácticamente todo es sacado de programas del corazón: aquí quien realiza los cameos son, curiosamente, los actores profesionales, en lugar de las supuestas "estrellas" invitadas), abarca inmerecidamente un gran número de minutos que bien pudieran haber sido mejor aprovechados por Enrique Villén, un mejor utilizado Tony Leblanc (aquí no hace ni gracia) o un sinfín de personajes que podrían haber sido mejor dibujados. Pero en lugar de eso, Santiago Segura ha preferido que cada “famosete” aparezca en el metraje su minuto de rigor, diciendo una pequeña frase (o ni eso, como “el Dioni”, que solo valbucea) y acto seguido desapareciendo sin más. A grandes rasgos, esto es Torrente 4: un recorrido de escenas fatalmente interpretadas por famosos que tienen que soltar, sí o sí, su frase del guión, para dar paso al siguiente personaje sacado de “la escuela del tomate” (Kiko Matamoros, Belén Esteban, etc.) y, en medio de todo esto, Santiago Segura con su personaje de Torrente, que aunque a veces ría sin ganas y ofrezca una de sus versiones más “ligth”, es lo único divertido -por momentos- que podemos encontrar en la cinta. Otros actores, como Yon González, hacen pésimos papeles que no les pegan absolutamente nada.

Se ha echado mucho de menos, además de la esencia de las anteriores películas (la tercera, que hasta el momento era la más floja, es muchísimo mejor que esta), un guión más rico en todo, pues aquí los 'gags', de repetitivos, cansan. Por otra parte, está la estafa del “sobrecogedor 3D”. Efectivamente sobrecoge el hecho de tener que pagar dos o tres euros más por tu entrada, y encontrarte con que las únicas tres dimensiones que ves son precisamente las del precio, porque lo que es la película, un carajo 'karusenco': apenas se pueden notar sus efectos en los créditos principales y en alguna escena de acción.

Entretiene, y algunas veces hace gracia, pero poco más. Mucho deberá mejorar Santiago Segura si se encuentra con las ganas suficientes como para hacer una quinta entrega.
17 de abril de 2013
29 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Dónde está el límite de la credibilidad que pueden infundir las palabras de un niño? ¿Hasta dónde llega la confianza que se puede tener sobre tu mejor amigo cuando éste es acusado gravemente de un hecho deplorable, que incluso puede salpicarte? ¿Se puede confiar ciegamente en alguien que es señalado por todo el mundo? ¿Y si al hacerlo estamos cometiendo un error y cubriendo a alguien que ha cometido una atrocidad? ¿Es la sociedad tan cobarde que prefiere prejuzgar y condenar a alguien antes que concederle la presunción de inocencia, sólo por tener cuanto antes las espaldas bien cubiertas? ¿Puede el miedo inventarse realidades alternativas en nuestra mente? Son algunos de los interrogantes que nos plantea Thomas Vinterberg (“Celebración”, 1998) en “La caza”, una cinta de espinoso argumento construida con tanta seguridad e inteligencia que se permite el lujo de ser, más que una historia concreta, un abanico de varias, una disección de multitud de aspectos sobre nuestra psicología y la sociedad que, partiendo todos ellos del hilo central, se unifican para convertirse en una prudente llamada a la coherencia.

Aquí, Vinterberg nos habla de Lucas (Mads Mikkelsen), un afable profesor de parvulario que muestra una encantadora conexión con sus alumnos, trata de recuperar la buena relación con su hijo (de cuya madre se divorció) y se divierte con sus amigotes entre cervezas y apuestas idiotas. Nota el comienzo de una nueva vida en la que incluso hace presencia una mujer que le llama la atención, y todo va encarrilado sobre una estabilidad demolida por una mentira que pone todo en peligro, llevando al protagonista hasta la confusión y el agobio. Thomas Vinterberg, que coescribe el guión junto a Tobias Lindholm (“Kapringen”, 2012), va montando la historia de forma que ésta fluya con naturalidad y sin imposiciones, mostrando cada elemento con detalle desde escenas e interpretaciones exquisitas, sostenidas por muy buenos diálogos. Se evidencia lo bien labrado de un guión que también acierta al introducir varias líneas simpáticas que además de no chocar con la crudeza de un relato tan amargo como este, contribuyen a reforzar el realismo de lo narrado, todo ello navegando con soltura sobre las aguas de un tema tan delicado como incómodo.

“La caza” es una película dura, en continua evolución de calidad e interés a través de sus minutos, que transmite todas las sensaciones agobiantes de su personaje principal, excelentemente interpretado por Mads Mikkelsen (“Casino Royale“, 2006), dueño y señor de un reparto del que también deslumbra un fantástico Thomas Bo Larsen (“De største helte“, 1996) en el papel de Theo, seguido por la frescura que aporta Lars Ranthe (“Dirch“, 2011) como Bruun y la credibilidad que radia Susse Wold como la directora Grethe. La pequeña Annika Wedderkopp sabe retratar, con mucha naturalidad, la inocencia de una niña. Son interpretaciones que emocionan, fascinan y hacen llegar al espectador todo lo que sienten sus personajes, ya sea pronunciando sus diálogos o desde unas miradas penetrantes, repletas de una expresividad y reflejo de toda la historia que sostienen. He sentido impotencia por la injusta caza de brujas a la que se somete al personaje de Lucas, habiendo seguido la película con los ojos clavados en la pantalla, y más que interesándome, involucrándome directamente en la historia, pues todo aquí es tan auténtico y está tan bien reflejado que no es difícil sentir empatía por sus personajes y sufrir con sus vivencias. Y son más las emociones (dispares entre sí) que he podido revivir.

Pese a la buena crítica generalizada sobre esta cinta y lo bien que me habían hablado de ella, no llegué a la sala esperando encontrarme con tan grata sorpresa en forma de demoledora película, en la que todo (dirección, interpretaciones, apartado técnico, argumento) brilla pese al desgarro de una historia que angustia nuestro interior, que llega a nosotros envuelta de una atmósfera gris que dibuja frialdad, algo que puede palparse en los escenarios sobre los que fluye, en la desesperación de su protagonista y en la evolución, llena de matices, del resto de los personajes.
14 de diciembre de 2011
29 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maltratado por la cartelera española, que retrasó su estreno en multitud de ocasiones hasta que finalmente vio la luz pasados tres años de su lanzamiento e incluso cuando ya existían copias de DVD distribuidas en países como Rusia, Italia y Polonia, este entretenidísimo thriller de Antoine Fuqua (“Training Day (Día de entrenamiento)”, 2001) compone un enredo hilvanado con el acierto del que se ha pateado las calles de este género, ofreciendo un retrato cercano y directo sobre la corrupción policial, la delincuencia, la traición y la soledad, aunque no sin renunciar a ciertos estereotipos ya empleados otras veces en el cine para mostrar este tipo de recursos.

Fuqua ha sabido crear atmósfera, transformando las calles de Brooklyn en un submundo, un espacio cerrado y oscuro en el que reinan la desconfianza y el caos, principales protagonistas de una trama que dibuja el ambiente como un lugar que parece inmerso en el anarquismo. La fuerza de la película es mayor de la que parece, pues aún conociendo este servidor detalles muy relevantes de la trama antes de su visionado -por haber leído una sinopsis que ‘destripaba’ parte del final- la cinta ha sabido crear sorpresa y desviar continuamente el argumento por lugares inesperados.

El tapete sobre el que se juega esta partida de ajedrez que enfrenta a todos contra todos, son las calles del distrito que da nombre a esta cinta: Brooklyn. Allí, policías veteranos como Eddie (Richard Gere) sólo piensan en cómo se acerca el horizonte de su jubilación: en menos de una semana cambiará su placa y uniforme por una caña de pescar, aunque antes de eso deberá cumplir con la misión de formar en la patrulla a policías recientemente ingresados en el cuerpo. Tango (Don Cheadle) es otro agente que prefiere abrirse un atajo en el camino hacia el ascenso dentro de la policía, y para ello se enfrenta a la tensa tarea de convertirse en un agente encubierto, infiltrándose entre las bandas del que siempre ha sido su barrio y rodeado de quienes siempre le han considerado como un amigo.

El detective Sal (Ethan Hawke) saca a flote la cara más siniestra de la tarea policial y el agobio familiar: su necesidad de mudarse de domicilio por los problemas que la humedad de la misma causa a su mujer, enferma de asma y embarazada, le ‘obligan’ a encontrar en el camino de la corrupción, el robo y el crimen su vía de escape para reunir los dólares suficientes para conseguirlo.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
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Con todos los ingredientes puestos sobre la mesa, Fuqua sabe dar con la receta que cocina un thriller que interesa manteniendo su fuerza durante la mayor parte de la película (algún denso intermedio o algunos diálogos de menor interés impiden que el terreno esté libre de obstáculos), con un registro de personajes relevantes e imprevisibles que ofrecen en su conjunto el retrato de los enrevesados roles del thriller clásico, inmersos en encrucijadas de jugarse todo a una carta, invadidos por la desesperanza y, en muchas ocasiones, teniéndose a uno mismo como la única persona que domina nuestra conciencia.

En el reparto sorprende muy gratamente un Richard Gere (“Siempre a tu lado“, 2009) alejado de los melosos papeles a los que nos ha tenido acostumbrados durante mucho tiempo, marcándose una sólida interpretación que se convierte, a mi parecer, en la mejor de la cinta. Su expresión atormentada, mirada que parece estar siempre escondiendo algo y actitud distante caracterizan el rol que interpreta. Ethan Hawke (“Daybreakers“, 2009), más histriónico, se mete de lleno en su papel y deja ver las mejores perlas de su fuerza como actor en un papel acertadísimo. Menos apasionante pero igual de correcto resulta Don Cheadle (“Iron Man 2“, 2010), que va creciéndose por momentos y consigue cumplir, sobradamente, con su papel. La interpretación de Brían F. O’Byrne (“Bandits“, 2001) como compañero y conciencia del detective Sal es toda una sorpresa y un acierto. Su papel supera la corrección. Breve, pero decepcionante, resulta el papel de un irregular Wesley Snypes (“Blade“, 1998), perdido por momentos.

Las comparaciones son odiosas pero durante el visionado de esta película, me vino a la cabeza la fabulosa “Crash” (2004). Ese tipo de mundo oscuro que allí se retrataba parece haber resucitado aquí, convirtiéndose una ciudad cosmopolita y ajetreada en un lugar de aspecto incómodo, siniestro, caótico, casi apocalíptico. El compositor Marcelo Zarvos (“El buen pastor”, 2006) es el responsable de la banda sonora, creando partituras melancólicas pero muy sobrias, que sin alzarse con un protagonismo excesivo saben dar cuerpo y personalidad a esta interesantísima película de muy agradecido visionado.
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