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Críticas de Chris Jiménez
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Críticas 2.193
Críticas ordenadas por utilidad
5
20 de marzo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quien le da por coleccionar sellos antiguos, otros prefieren las maquetas de la 2.ª Guerra Mundial, y a otros, sin embargo, les da por las plantas exóticas...
Pero resulta que hay aficiones mucho más extrañas y escalofriantes como las del asesino de esta película, al que le gusta coleccionar miembros humanos. Para gustos los colores, suelen decir, ¿no?

Esta historia de crímenes sin resolver y falsas identidades se inicia de la manera más clásica y manida: justo cuando un psicópata entra en una confitería para cargarse al dueño a cuchillazo limpio. Pero lo más interesante, o terrorífico, si se prefiere, es que el autor del asesinato se ha llevado como recuerdo la oreja de la víctima...oreja que ha acabado dentro del frigorífico de Tracy Grant, una joven que perdió a su marido Abe tiempo atrás en un accidente de moto.
No obstante, ese será sólo el primero de muchos homicidios cometidos de forma brutal por la misma persona, lo que está volviendo loco al detective Michael, pues se halla frente a un caso que ve imposible de resolver y que se empieza a complicar gravemente cuando el cuerpo de Abe es sustraído del cementerio y los miembros mutilados de las víctimas aparecen en casa de Tracy. La clave, sin duda, está en la mujer, ya que entre ella y el asesino parece existir una importante conexión; Michael comenzará una investigación a contrarreloj para salvar a Tracy, antes de que ésta se convierta en el próximo objetivo del psicópata.

El sr. Lamberto Bava no estaba pasando precisamente por su mejor momento a finales de los '80 al comprobar que su carrera en el cine iba cuesta abajo sin remedio alguno, así que decidió acomodarse en el modesto mundillo de las producciones televisivas; tras "Crímenes en Portada" el italiano se ocupó de una serie de mediometrajes para la pequeña pantalla producidos por su compañero de fatigas Dario Argento y, poco después, abordó junto a Dardano Sacchetti un proyecto de cuatro películas (de las cuales ni una se salva de la quema, para qué mentir) para la cadena privada Reteitalia.
Ya a principios de la década de los '90, Bava cambió de aires y le dio por dirigir una miniserie de fantasía y aventuras, "Fantaghirò", con un nivel de violencia reducido para poder ser emitido para todos los públicos. Quizá fuera por el éxito que estaban acumulando los "thrillers" americanos sobre asesinos en serie en aquel momento, gracias a la muy influyente "El Silencio de los Corderos", o porque se enteró de que Argento iba a irse a EE.UU. a filmar un guión que llevaba "Trauma" por título, el caso es que el director hizo un parón en "Fantaghirò" para regresar al cine que tantos réditos y seguidores le había dado en la década anterior: el "giallo".

Efectivamente, "Puzzle Mortal" no es otra cosa para Lamberto Bava que una vuelta a sus raíces en toda regla, y aunque parezca mentira, no tiene nada que ver con aquellos "thrillers" que realizó a comienzos de los '80, como "Morirás a Medianoche" y "Cuchillos en la Oscuridad", más esperpénticos y autoparódicos; con este film el director pretende aproximarse al aspecto más crudo y serio del cual hacía gala "Macabro", de donde podemos sacar algunas semejanzas, sin abandonar su gusto por lo extraño, lo rocambolesco y lo ultraviolento, por supuesto, en eso que rinde tributo al cine de su padre y al de Hitchcock, e incluso se toma tiempo para homenajearse a sí mismo.
El italiano consigue entretener durante la escasa hora y media que dura el metraje y el argumento y el desarrollo de la acción se apoya en la clásica persecución entre policía y asesino en serie, un enrevesado argumento lleno de trampas que van encontrando solución fácil previsiblemente y a veces de la manera menos lógica (como manda la tradición). También se nota que Bava intenta darle un aire americano a la película, heredado de los "thrillers" de la época y encarnado sobre todo en ese estereotipado personaje del perspicaz, huraño y sarcástico detective; pese a todo, y tras un comienzo y nudo bastante buenos, el desenlace se revela demasiado mediocre, precipitado e incomprensible...un sonoro traspiés que Bava tendría haber manejado con más cuidado.

A las órdenes del veterano tenemos a esa explosiva Joanna Pacula (a la que algunos habrán visto en "Señalado por la Muerte") y al carismático Tomas Arana, que ya había colaborado previamente con él en "El Maestro del Terror". No se quedan a la zaga unos correctos François Montagut, Erika Blanc y Gianni Garko.
"Puzzle Mortal", a pesar de sus fallos, estaría entre lo mejorcito del italiano después de "Macabro" y "Demonios", y además posee una secuencia inolvidable: el asesino acuchillando a la profesora frente a los alumnos...je, a ver qué director americano se atreve a hacer eso. Una buena señal de que el sentido del humor de Lamberto Bava permanece tan retorcido y macabro como siempre.
Chris Jiménez
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7
7 de marzo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me dejó...no sé, con una sonrisa de incredulidad, sin palabras. Sinceramente.
Kevin Smith ha traspasado otra barrera y, tras la espectacular "Red State", le pega otra vuelta de tuerca a su cine y se mete en el "psychothriller" de una manera muy, pero que muy original.

Si cuando descubrí "Mallrats" y "Clerks" hubiese visto "Tusk" habría dudado de que el mismo director era el responsable de una y otras, sin embargo ahora es algo que veo lógico. Yo no considero esto como una "pataleta pseudointelectual", como algunos de aquí piensan...simplemente Smith ha querido desmarcarse de su cine y probar otro distinto, y creo, sinceramente, que el amigo no lo hace nada mal.
Por supuesto se queda por debajo de la anterior (que fue una sorpresa de agárrate y no te menees), pero la propuesta y el riesgo de hacer algo así es digno de respeto. La verdad es que es muy interesante el tipo de proyecto en el que se embarca Smith. Un joven llamado Wallace Bryton es secuestrado, un desgraciado fanfarrón que hace "podcasts", que trata mal a su novia, que no tiene ningún escrúpulo y que se cruza con alguien que le va hacer ver el lado más horroroso del alma humana.

"Tusk" empieza como una comedia negra con mucho hierro, pero en cuanto nos metemos en la mansión del personaje de Howe, magistralmente encarnado por Michael Parks (joder, que bueno es el cabrón), el desasosiego, la claustrofobia, el terror en estado puro se apoderan del ambiente y la trama, eso sí, sin abandonar el ácido humor, ya que Howe, que secuestra al protagonista, lo que pretende no es otra cosa que transformarle en una morsa a base de horripilantes cirugías (sí, en serio).
Así, Smith trata con un suspense inusual y con una comedia de lo más maligna una historia en plan parodia que parece sacada de una novela de Stephen King o quizá un film de terror de la escuela de Cronenberg, Craven o Hooper, cuya trama a veces puede recordar al "Seductor" de Siegel, con unos diálogos muy "tarantinianos", un estilo crudo y transgresor similar al de Miike, Eli Roth, y una vena disparatada no alejada de las idas de olla de Rodríguez o Edgar Wright.

Se reúnen todas esas influencias y el hombre de New Jersey se rodea de unos buenos actores, donde hay que nombrar la buena labor de Justin Long, Haley J. Osment (¿este el chico de "El Sexto Sentido"?), Genesis Rodríguez y un irreconocible (bueno, ya estamos acostumbrados) Johnny Depp, quien para mí es el que hace el personaje más interesante después de Parks (aquí por fin vemos al Depp de "Miedo y Asco en Las Vegas" y no al que sale en esas gilipolleces de películas como "Alicia en el País de las Maravillas" o "Sombras Tenebrosas"...en fin).
Volviendo al tema, "Tusk", con gran arriesgo, combina ese zafio humor con una violencia extrema y un horror que pone los pelos de punta. Seguramente algo descompensado, pero no como para echarnos las manos a la cabeza. Eso sí, el último cuarto de hora es un majadería total (y lo que le resta toda la credibilidad en la que se sustentaba el film hasta ese momento), cuando vemos a Parks poniéndose también otro disfraz y peleando contra Long a placaje limpio para luego ser atravesado por los colmillos de éste (sí, he dicho bien) al ritmo de la animada "Tusk", de los Fleetwood Mac, muy apropiada para el momento. Eso y el final, homenaje a "Zombies Party" (los que la hayan visto sabrán por qué), es, sin duda, una paja que se hizo el sr. Smith, y salió lo que salió, así de claro.

De todas formas como experimento no está mal, y como película de horror tampoco; lo que me sorprende es que este hombre haya apostado por algo así, pero bueno, eso es lo que tiene que hacer un director de cine: arriesgar.
Me estremecí cuando Howe empieza a cantar eso de "la arañita diminuta salió de la charca de agua...". Qué gran Michael Parks, ese hombre consigue poner los pelos de punta tal forma que merece figurar en el Top 10 de los psicópatas.
Chris Jiménez
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8
22 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La habitación está iluminada por un rojo intenso. La prostituta corre asustada a esconderse detrás de la cama. De pie, en la entrada, está Peter Egermann, poco a poco penetrando en el cuarto. La cámara enfoca el rostro de la mujer durante 25 segundos y de repente unas manos la agarran y tiran de ella, estrangulándola en última instancia.
Sin lugar a dudas asistimos a una de las más escalofriantes secuencias jamás rodadas por el maestro Ingmar Bergman.

Tras haberse producido el brutal asesinato vamos atrás en el tiempo y nos disponemos a entrar en la vida de un matrimonio, Peter y Katarina Egermann, un matrimonio que se encamina a su autodestrucción por culpa de la indiferencia, las vacías emociones, las infidelidades, las mentiras, las inseguridades, la falta de confianza y de verdaderos sentimientos. Entre "flashbacks" y "flashforwards" somos testigos de cómo se radiografía la crisis de una pareja paralizada por su propio malestar, en la cual se ha instalado una distancia infranqueable sin posibilidad de arreglo, mientras que los distintos conocidos y familiares de Peter dudan y se sienten dolidos con respecto al crimen que se ha perpetrado.
Un inspector va recolectando información psicológica del asesino y así conocemos el mundo en el que éste habitaba: un mundo frío y sórdido, dominado por la hipocresía, la insatisfacción, el odio, la tediosa rutina y en el que un arrebato emocional "se considera casi como una obscenidad y un atentado a las buenas costumbres". Factores que han conducido inevitablemente al estallido de violencia de Peter y al posterior homicidio de la joven "Ka".

62 años contaba el sr. Ingmar Bergman cuando se dispuso a abordar la que sería la penúltima obra, cinematográficamente hablando, de una extensa filmografía iniciada en 1.946 con el melodrama "Crisis" y que otorgaría algunos de los títulos más emblemáticos al cine, como "Fresas Salvajes", "El Manantial de la Doncella", "Gritos y Susurros" y muchos más, una filmografía reflejo del universo íntimo y alimentado por una profunda inquietud existencial que ha trasladado este sueco a la pantalla y que envuelve obras maestras de una intensidad tanto más excepcional por cuanto porta en ella cuestiones fundamentales que todo ser humano se plantea algún día, como pocos cineastas habrían tenido el valor de hacer.
Instituciones, obsesiones, motivos y figuras de estilo que determinan el marco físico/metafísico en el horizonte de unos cincuenta largometrajes realizados. "De la Vida de las Marionetas" se rueda en Alemania (Bergman aún está fuera por el problema de los impuestos) e introduce al director en la década de los '80, quien decide brindarnos un profundo análisis de aquellos personajes secundarios que hacían acto de presencia en "Secretos de un Matrimonio": una pareja, Peter y Katarina, que exhibe su odio en público durante una cena, los cuales estaban interpretados por Jan Malmsjö y Bibi Andersson.

La película escudriña nuevamente en el universo tan personal de Bergman (repitiéndose patrones ya vistos en otros trabajos), ese en el que tantas veces se nos han desnudado matrimonios cuyos pesares les colocaba un paso más cerca de la ruptura; es un recurrente para este hombre, presa de una erotomanía galopante que le llevó a casarse con seis mujeres y relacionarse con otras muchas. El realizador prosigue con la línea trazada en su cine a partir de la década de los '70, revelándose en él de manera más violenta, agresiva y áspera, la misma que alcanzó su culmen con "Gritos y Susurros". No obstante, con "De la Vida de las Marionetas" va un poco más allá.
Se construye un drama con sus miras puestas en el horror de la cotidianidad y centrándose en el paulatino resquebrajamiento de una pareja en crisis, que se halla estancada en un infierno sin salida donde el contacto repugna, las palabras son como espinas y las miradas se proyectan calculadoras y carentes de emoción. La clave es el pesimismo; el sexo, la psicología, los sueños, la familia, los miedos, las emociones, la amistad, la sociedad, todo esto se analiza para poder extraer lo más abyecto y corrupto de cada elemento, confluyendo en la misma atmósfera hostilidad y sordidez, morbo y frialdad, violencia y delicadeza, compasión y crueldad, en un extraño equilibrio que seguramente no alcanzaría la misma perfección en otras ocasiones.

La noción de angustia y malestar es perpetuamente interrogada por los personajes, como locura devoradora, ilusión irreductible, cara a cara entre el deseo y la muerte, prueba última de la verdad. Mientras tanto se realiza un estudio anacrónico del método "hitchcockiano" alrededor de un escabroso crimen cometido, que se nos presenta a modo de falso documental y fragmentado en un puzzle visual, algo que otorga un tono de crudo realismo, que hemos de juntar en tanto en cuanto más información se nos da de los protagonistas.
En este apartado no encontramos a los actores predilectos del sueco, aunque esto lo cubre la solvencia de un soberbio reparto en el que destacan Robert Atzorn, Christine Buchegger, Martin Benrath, Lola Müthel, Walter Schmidinger, maravilloso en el papel de Tim, el amigo homosexual, y por supuesto una Rita Russek magistral dando vida a "Ka", desencadenante de la furia de Peter cuyo final será evidentemente trágico.

Desde la impactante escena inicial ya se puede intuir la tónica predominante de la película. Se trata de la evocación de una agonía: deslumbrante como un fuego último, rojo como la sangre, y posteriormente negro como la muerte y blanco como el olvido.
"De la Vida de las Marionetas" pasa por ser de los films más viscerales, demoledores, explícitos, ácidos, sobrecogedores y desagradables de Bergman. No se ubica en la nómina de sus obras maestras, sin embargo posee una fuerza tan arrolladora que merecería considerarse seriamente.
Chris Jiménez
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8
19 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En efecto, porque así es como se sirve la venganza, y en Japón también se predica con el ejemplo.
Dicho refrán toma su máxima expresión en esta moderna película nipona que, pese a mis bajas expectativas iniciales, ha sido todo un hallazgo para mí.

Los acontecimientos de esta historia dan comienzo cuando la joven Asuza se lanza desde la azotea de uno de los edificios del instituto Tokumeikan, frente a sus profesores y compañeros, donde se halla el misterioso Shigeo. Algunos días más tarde, unos chicos penetran alegremente en el mismo centro cubriéndose las caras con unas extrañas máscaras que tienen forma de flor, obligando a cuatro maestros que se habían quedado a trabajar allí a participar en un juego: resolver un puzzle en 30 minutos o una de las profesoras será brutalmente torturada y asesinada.
Ese espantoso acto únicamente significará el principio de una serie de sucesos que sumirá a todos en el terror y la confusión, reanudando el psicópata de la máscara, el artífice, sus desafíos y juegos mientras más personas son asesinadas del modo más salvaje...pero lo más interesante es que una razón bien comprensible se esconde tras los homicidios, una razón donde toman parte la venganza, la justicia y la podrida moralidad humana. Asuza, que falló en su intento de suicidio, el cual fue el desencadenante principal, está a punto de descubrirlo.

Yusuke Yamada es conocido en tierras niponas por sus relatos y novelas de terror para adolescentes con significativas cargas morales, siendo aquella en que se basa el film una de las mejores. Habiéndose llevado otras novelas del escritor a la gran pantalla y con la gran cantidad de "thrillers" situados en ambientes escolares que se estrenan en Japón recientemente, la ocasión fue la idónea para adaptar "Puzzle". El casi recién iniciado director Eisuke Naito, responsable de un par de proyectos de bajo presupuesto enmarcados en el "j-horror" sin repercusión alguna, como la mediocre "The Crone", parte de una antología llevada a cabo por los productores de "The Ring", escribió el guión junto a Makoto Sasaki para llevar a cines la novela de Yamada.
Como he dicho antes, mis expectativas eran bastante bajas, sobre todo porque creí que iba a ver la típica cinta de terror japonesa de estudiantes y colegialas con los típicos personajes de estas historias, pero bien que me equivoqué cuando, apenas pasados cinco minutos, una chica se tira de cabeza desde lo alto de un edificio. Un comienzo suave, sí señor, y hecho para dejar boquiabierto...bien, pues eso no es nada comparado, pero nada nada, a lo que viene después.

Y es que Naito, demostrando una gran destreza como director pese a no tener una gran carrera a sus espaldas, nos mete de cabeza y sin anestesia en un brutal, oscuro y vertiginoso "thriller" que coge por sorpresa todo el tiempo por sus giros de guión. La estructura de la trama se muestra fragmentada y va todo el rato hacia delante y atrás, de ahí el doble sentido del título, presentándonos un pueblo tranquilo donde brilla el Sol y todo está lleno de color pero que encierra en sus hogares secretos espeluznantes (de esos que le gustan a Lynch). Cuando estos secretos son desvelados también vamos conociendo a los personajes y sumergiéndonos en una intrincada historia donde se exponen problemas tan actuales como el maltrato, la pederastia, el abuso escolar y sexual y la cual trata un tema básico: todo ser humano puede ser un monstruo, vil, retorcido y carente de ética.
Un detalle interesante es que, al igual que el americano solía hacer en sus films, Naito compara al hombre con el animal (obsérvese la escena en donde Asuza y Shigeo miran fijamente a la iguana comiéndose el ratón). En "Puzzle" se demuestra que esto es una gran verdad (y es que aquí no se salva ni el apuntador); todos los personajes, ya sean por un motivo u otro, se transforman en instrumentos de ira y venganza y se olvidan de que existen códigos morales. Por lo tanto podemos ver a Shigeo de primeras como un puto psicópata, pero luego, cuando conocemos sus intenciones y su proceder pues como que ya no queda tan claro.

Es un reto que nos propone la película: ¿quién es la víctima y quién el culpable pese a las apariencias? Buscadlo, porque os sorprenderéis cuando las cosas se tergiversen. Aparte de saber imprimirle un buen ritmo, el director posee talento para ponernos el estómago del revés con el uso de una violencia gráfica extrema y con esa atmósfera tan llena de extrañeza que pulula por toda la película, amén de ese humor negrísimo que la vuelve más siniestra si cabe, lo que en más de una ocasión puede traernos recuerdos del estilo de Sion Sono o de Takashi Miike...de hecho, me extraña que esta historia no la pillara Miike para dirigirla, con lo que le gustan a él estas movidas.
Los actores están al límite, todos y cada uno de ellos. La joven intérprete y modelo Kaho Indo sorprende en el papel de Asuza al igual que Shuhei Nomura, Ryuzo Tanaka, Kazuya Takahashi y la pobre Kokone Sasaki, quien encarna a la profesora Yasuda y que tuvo que soportar lo que no está escrito en la escena de la tortura.

¿Qué más se puede decir? Un "thriller" brutal, desconcertante, sórdido, hecho para cortarnos la respiración. Nunca sabes qué va a ocurrir (el final no te lo esperas), y eso hoy en día es difícil de ver en el cine.
Veremos con el tiempo, pero por ahora podemos decir que Eisuke Naito ha firmado su obra maestra.
Chris Jiménez
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8
12 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Steve Judd y Gil Westrum, dos veteranos que ya han visto de todo, que ya se han enfrentado con la peor calaña imaginable, que ya han cabalgo muchas millas a lo largo y ancho de los vastos territorios que el salvaje Oeste ofrece, se aproximan decididos a lo que puede ser una muerte más que segura.
Pero allá se encaminan como valientes contra tres jóvenes cobardes, en lo que promete ser uno de los duelos cara a cara más memorables del "western".

Howard Hawks, John Sturges, Anthony Mann, John Ford. Nombres que significaron mucho para el que fue el género por excelencia de la industria americana. Nombres de realizadores que ayudaron a asentar las bases y definir las pautas de un estilo que durante los años '60 ya empezaba a caminar hacia su ocaso entrando en una crisis de la que muy pocos serían capaz de sacarle. Era la época del crepúsculo, anunciada muy amargamente por Ford en "El Hombre que Mató a Liberty Valance", estrenada, para más inri, el mismo año que la que nos ocupa.
Un joven de 35 años llamado Sam Peckinpah ya se empezaba a hacer un nombre tras haber trabajado como guionista y director en varias series de televisión, de culto para los aficionados al género, como "Flecha Rota", "El Hombre del Rifle" o "La Ley del Revólver". Aparte de eso, capitaneó como creador "The Westerner" para la NBC, con Brian Keith como protagonista, una serie que tuvo mala suerte con las audiencias, pues los programadores la enfrentaron en horario infantil con "Los Picapiedra" (¿pero a quién coño se le ocurre?).

Sea como fuere, aquella corta experiencia le llevó a la que fue su primera película, "Compañeros Mortales", donde no le dejaron encargarse ni del guión ni del montaje final, lo que acarreó tener serias disputas con los productores y un muy discreto paso por la taquilla, aun contando con Maureen O'Hara de protagonista. Gracias a que el productor Richard Lyons disfrutó con "The Westerner", ofreció a Peckinpah la oportunidad de dirigir el guión de otro "western", quien aceptó, trabajando mucho para reescribirlo incluyendo referencias autobiográficas (el personaje que interpreta Joel McCrea está basado en su padre David).
De este modo, aunque no figurara como uno de los guionistas, dio vida a una de esas magníficas obras del género. En ella nos encontramos a Judd, un veterano contratado para custodiar un cargamento de oro desde un pueblo minero asentado en la sierra hasta California, lo que parece ser una tarea complicada, pues varios hombres han muerto en esos terrenos en su intento de transportar el dinero. En otro tiempo habría aceptado solo, pero ahora, a comienzos del siglo XX, se ve mayor y necesita ayuda, y sólo se le ocurre pedírsela a su antiguo compañero Westrum, quien accederá llevando consigo al joven Longtree, aunque sus planes no sean proteger el oro, sino otros bien distintos.

Durante toda la historia nos cruzaremos con un importante dilema moral entre los protagonistas. Uno de ellos sólo quiere permanecer honrado, honesto y morir como un hombre decente; para el otro, sin embargo, la ética y la dignidad no importan absolutamente nada si no se tiene una buena cantidad de dinero cerca, pues el dinero influye en el respeto y el porvenir. Ideas que pondrán en conflicto a dos amigos que siempre habían permanecido fieles el uno al otro, ideas que han estado muy presentes en el cine de Peckinpah.
Esa es la clave de "Duelo en la Alta Sierra", cuyos primeros minutos, y tras un plano de apertura con el paisaje natural de montañas como protagonista que recuerda a los inicios de los films de Mann, nos muestran una ciudad tomada por guardias urbanos con casco y porra, coches atravesando las calles y hasta un camello venciendo en una carrera al animal icónico por excelencia del género, el caballo. Es decir, el director nos brinda un arranque que es todo un homenaje al "western", pero al mismo tiempo un preámbulo del ocaso del mismo. Sin duda lo es también la condición de los protagonistas, dos hombres a quienes todos tildan de carcamales y son llamados "abuelos" por una juventud maleducada e indisciplinada; así, Peckinpah crea un enfrentamiento entre la estoica generación del pasado y la actual, más rebelde y lista para tomar el mando (no se nota que son los '60, no).

No pueden estar más claras las intenciones del director. Mucho antes de llegar Leone, este poeta con alma de guerrero indio, usando su cámara como un puñado de papel de lija, desnudó el mundo del "western" que tan grandilocuente e ingenuo se veía en las obras de Ford y Hawks, adornándolo de amargura, cinismo, violencia descarnada, esporádicas dosis de humor negro y un sentimiento fatalista que sólo se puede describir como descorazonador. Un buen ejemplo es esa escena en la que vemos al padre de Elsa rezando ante la tumba de su mujer mientras vemos por el fondo a los tres hombres partiendo a por el cargamento de oro.
A la cabeza tenemos dos icónicas figuras como Joel McCrea y Randolph Scott, éste en la que sería su última actuación tras una longeva carrera cinematográfica, junto a unos eficientes Ron Starr, Mariette Harley, James Drury, Warren Oates y L.Q. Jones, quienes, por muy jóvenes que sean, no eclipsan ni por un momento al veterano dúo.

En mi opinión, "Duelo en la Alta Sierra" no alcanza el apelativo de obra maestra que sí se lleva la apocalíptica "Grupo Salvaje", pero de todas formas puede ser recordada como uno de los "westerns" más brillantes, de poderosa influencia para gente como Leone, Eastwood, Siegel, Michael Winner, Walter Hill o el más posterior Quentin Tarantino, que en más de una ocasión lo ha admitido.
Sí, una de las mejores películas del Oeste...y todo sin dispararse una sola bala hasta que llega ese primer duelo entre el trío protagonista y los hermanos Hammond en la montaña.
Chris Jiménez
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