No termino de creérmelo. Hacía tiempo (desde “Alatriste”, posiblemente) que no encontraba una película española que me sorprendiese pero igual que cuando una españolada es un truño lo digo, cuando me toca la fibra también lo digo: “Lo mejor de mí” es un auténtico hito en el cine español porque a) no contiene temática política ni de la Guerra Civil y b) se puede entender lo que dicen los protagonistas al hablar. Bromas aparte, lo cierto es que los actores (tanto aquellos a los que se ha doblado por aquello de ser una producción catalana como los castellanoparlantes) cumplen decente e inteligiblemente y si hay escenas en las que ponen caras y poses ridículas la culpa no es suya, sino del director o de los guionistas que les obligaron.

En cuanto a la temática, pues no siendo una historia denuncia con desalmados fachas de derecha contra heroicos antifascistas de izquierda, sólo podía tratarse de un drama social o personal… y, en este sentido, no han escatimado en sufrimientos. Parece mentira lo eternos que pueden hacerse ochenta simples minutos cuando los personajes no dejan de vivir penuria tras penuria hasta el drama final. La historia puede pretender parecer verídica pero no lo es: es un falso refrito de diferentes formas de tragedia presentados como algo normal, cotidiano, un “le puede pasar a usted”… pero tan hábilmente hilvanado y rodado que (casi) pasa por inspirada en hechos reales.

No es una mala película, es directa, próxima y consigue que nos metamos en las vidas de los protagonistas, pero tiene un ritmo tan leeeeeeento que ni volvería a verla ni se la recomendaría a mi peor enemigo. Puede gustar a aquellos que se entretengan con historias cotidianas porque vivirán en tiempo cuasi-real un drama humano (o más de uno) pero aburrirá a los que piensen que al cine se va a vivir espectáculos y que para pasarlo mal se puede quedar uno en casa a pensar en sus propios problemas (¿quién no tiene un pariente enfermo o que lo haya pasado mal tras una separación?).

"21 BlackJack" es la recreación cinematográfica (es decir, adornada) de una historia conocida por todos: la de un profesor universitario de los años 70 que perfeccionó un sistema de hacer trampas legales a un juego de cartas americano que se parece sospechosamente a las siete y media de toda la vida. Cualquiera que haya visto "C.S.I" o algunos de los treinta documentales que ha emitido el History Channel sobre le tema sabrá de qué va la movida, lo que no ha sido obstáculo para llevarla una vez más al cine y hacer una película sin pretensiones, de esas que Kevin Spacey hace sin demasiado esfuerzo cuando tiene alguna letra que pagar.

Obviamente, la historia original ha sido revisada, actualizada y coloreada con bellas adolescenetes, tramas de superación personal, enamoramientos juveniles y lo que haga falta. No sabría decir si ha sido para no hacer el mismo documental de siempre o para ampliar el espectro de posibles espectadores (ja ja, bueno, sí que lo sé), pero es mejor verla y que cada cual opine por sí mismo... Porque sin ser nada del otro mundo, la película es recomendable para pasar un rato distraído dejándose llevar por una cosa típica pero entretenida.

No tiene mucho sentido entrar a desgranar los aspectos de dirección y montaje porque son tan simples como coger la historia y contarla/venderla de la manera más comercialmente atractiva aunque ello suponga recurrir a las típicas trampas de videoclip: luces, chicas, música de los 40 Principales, planos-publireportaje a cámara lenta, flashes, lujo y neón. Correcto, aunque excesivamente recargado en ciertos momentos.

En cuanto a las interpretaciones no hace falta extenderse mucho: el único actor de verdad es Kevin Spacey (que borda un papel de esos que le gustan a la gente, aunque como ya hemos dicho, está aquí con intenciones manifiestamente recaudatorias), Morfeo Fishburn anda en horas bajas, el protagonista es cansino como él sólo (llega al ridículo cuando pone poses de niño maloso), Kate Bosworth es muy mona...

Es muy simple, pero muy entretenida y atractiva a la vista.

Con la cantidad de dinero que debe de tener Ibáñez, no me explico como deja que destrocen continuamente sus creaciones con dibujos animados o películas. Él dice que cuando vio esta película por primera vez, vio a sus Mortadelo y Filemón así que habrá que creerle. Yo, y es mi opinión personal, me quedo con los de los tebeos sobre todo después de ver la lamentable puesta en escena del Neng-Mortadelo, más preocupado de chupar cámara soltando sus chascarrillos personales que de intentar ser algo respetuoso con el personaje. El resto del reparto lo intenta... Pero no, no es lo mismo.

Muy flojita a pesar del esfuerzo de caracterización y de la estética. Los niños menores de tres años no entenderán nada pero se reirán con los golpazos. A los niños mayores de tres años acostumbrados a las películas de hoy, les parecerá una patochada y se les quedará pequeña. A los que hemos crecido leyendo el Mortadelo, pues depende... A mí personalmente me ha parecido un derroche de efectos visuales (algunos decentes, otros mediocres) sin sentido y sin la gracia que tenían los tebeos.

Con todo, es mucho mejor que la primera. Por lo menos han intentado hacer una trama de comic y ser fieles (subrayo lo de "intentado") al tebeo, no como lo que hizo ese ególatra enchufado de Fesser reinventado los personajes e intentando poner su firma a cada plano. ¿Soy el único que tiene la sensación de que cada escena de una película de Fesser es un grito de "miradme, que original soy y que estética tan particular tengo"?. En fin, dejo estas reflexiones para cuando reuna el valor suficiente de volver a ver alguna de sus genialidades y hacer la crítica.

Cuando parecía que ya estaba todo visto en materia de villanos (alienígenas, cocodrilos gigantes, muñecos de ventrílocuo, hormigas...) "El número 23" nos sorprende con que el malo de la peli es un (aparentemente) sencillo e inofensivo número. El 23, para ser más exactos. Dicho así suena a chiste o a que la película es una comedia, pero no: el guión es suficientemente paranoico como para la película termine resultando original en lugar de ridícula.

Bien dirigida, relativamente bien interpretada (¿cuánto habrá cobrado Rhona Mitra por cada uno de los 26 segundos en los que aparece?), engancha y es relativamente coherente. No hay sustos pero sí bastante suspense.

La película reune todos los tópicos del cine de suspense: un crimen con un claro sospechoso inicial; el sospechoso inicial deja de serlo en cuanto aparecen alternativas; el sospechoso incial vuelve a ser sospechoso; el amigo de la protagonista pasa a ser sospechoso; el amigo de la protagonista deja de ser sospechoso... Y todo con la sospecha de que ya está visto en otras películas. A pesar de todos los embrollos y sospechas, todo es muy previsible y facilón... Menos para el director que se debe de pensar que somos tontos porque nos hace un innecesario flashback final por si alguien no se ha enterado (o para rellenar 10 minutos, no lo tengo muy claro).

El final es previsible y sorprendente a la vez. No, no me he vuelto David Lynch. Lo que pasa es que a falta de 45 minutos (previsible) ya se ve venir que va a haber traca final y que el asesino es el que menos se espera (y consigue sorprender, es cierto). De hecho, tiene toda la pinta de ser de esas películas que primero hacen el final y luego definen las situaciones para llegar a él.

Entretenida, sin más.