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Mongolia Mongolia · Escala de Richter
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Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
4
31 de octubre de 2012
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La que publicitan como una película de terror, no lo es. Excision si acaso es una comedia negrísima, que critica corrosivamente a una sociedad enferma que aparenta no estarlo, y que contiene ciertos tintes de thriller. Al igual que en Carrie, Black Swan y The Loved Ones la historia nos sumerge en la mente perturbada de una adolescente con problemas de adaptación: el físico de Pauline (afeado artificialmente haciéndola parecer una cavernícola con el rostro lleno de pústulas) sirve para reflejar la deformidad de su propia psique. Alienada por su inadecuación con respecto al estándar impuesto por la sociedad, Pauline vive con una familia arquetípica y que raya en la caricatura –de hecho toda la película lo hace– su némesis es a su vez su madre (Traci Lords, irónicamente) que va de una combinación entre Bree Van De Kamp de Desperate Housewives con la fanática religiosa Margaret White, madre de Carrie, que siempre busca mantener la imagen de perfección sin importarle que se cimente en la podredumbre. Y bueno, esta mommie dearest al darse cuenta de que su primogénita no está para nada cuerda decide que reciba ayuda del consejero espiritual (¿John Waters?) antes que de un especialista en la psique certificado y la lleva también a un baile de presentación, a pesar de su edad que excede la de los otros, a fin de que encaje y resuelva su problema de inadaptación. Como si una sátira surrealista de Todd Solondz fuera aquí nadie presta atención a la conducta mórbida y autodestructiva de esta adolescente sarcástica, grosera, guarra y sádica, mucho menos se detienen a pensar si este comportamiento pudiese llegar a tener consecuencias fatales, básicamente esta es la médula de la historia y la observación crítica que hace Richard Bates Jr. lo cual recuerda a We Need To Talk About Kevin. Entonces la película va tomando forma siguiendo un patrón que se vuelve repetitivo y aburrido: escenas oníricas (sueños en los que Pauline se ve como otro yo cuasi perfecto donde libera sus deseos sexuales y por convertirse en cirujana así como sus miedos, la mejor parte de la película pero a la que menos se presta atención) escenas reales (la cotidianidad en su familia y escuela donde lidia con personas que no la comprenden exceptuando su hermana menor quien necesita un trasplante de pulmón) y escenas confesionales (un diálogo con Dios como los que tenía Bess –otra loca– en Breaking The Waves de Lars Von Trier). Y así estos 3 elementos más varias escenas que involucran menstruación, un feto, los entresijos de un pájaro, más varios cameos autorreferenciales* y un final glorioso transcurre Excision la historia de Pauline una fea que además de todo está loca y nadie se da cuenta, o no quiere darse cuenta, de ello.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Los cameos son lo más acertado en Excision aquí van los 3 que más me gustaron:

1) Mr. Claybaugh es Matthew Gray Gubler quien en la serie Criminal Minds da vida a un especialista en descifrar mentes de desquiciados asesinos en serie y aquí no tiene la menor idea de los alcances de su alumna.

2) Mr. Cooper es Malcolm McDowell el hiperviolento Alex DeLarge de A Clockwork Orange.

3) Principal Campbell es Ray Wise el Leland Palmer de la serie Twin Peaks quien tenía un alterego criminal, que veía como una proyección de sí mismo al igual que aquí hace Pauline en sus sueños, llamado Bob y con el que asesinó a su propia hija, Laura.
16 de septiembre de 2013
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un par de hombres dispares que se dedican a marcar con líneas amarillas un camino ya hecho, pero que parece ser interminable de recorrer. Un diálogo soporífero de varios días en el que el contraste entre ambos hombres, brothers-in-law, va haciéndose menos marcado cuando comienzan a compenetrarse por medio de las confesiones que sobre sus vidas se hacen el uno al otro. Con ecos al absurdo de Beckett y mucho de la Gerry de Gus Van Sant (una de las películas más aburridas de la historia si no se le ve en el mood adecuado), Prince Avalanche no es más que una pieza de escaso contenido, que no divierte en un solo minuto, con una fotografía bonita, con un Paul Rudd sin gracia y que, sobre todo, sirve para demostrar que Emile Hirsch es una estrella que poco a poco se ha ido apagando en el firmamento cinematográfico (haciendo cosas como The Darkest Hour y Venuto Al Mondo o en ese papel de relleno que interpretó en Savages de Oliver Stone) luego de su magistral interpretación en Into The Wild. Ah, se supone que la película es una metáfora para entender que no es lo mismo "to be alone" que "to be lonely".
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spoiler:
¿El fantasma de la mujer a la que se le incendió la casa en el bosque viene a cuenta de qué?
15 de septiembre de 2016
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película vacía. Fue el primer comentario tras haber visto The Neon Demon: llena de luces de colores, de música electrónica agradable y caras bonitas. Pero, a fin de cuentas, una película sin nada, vacía. 7 días después las cosas han cambiado, en la cabeza sigue dando vueltas esa escena final que aún no he podido digerir y esto me ha obligado a verla por segunda ocasión. La interpretación ahora es que lo más probable es que la película haya sido concebida así para dar la apariencia de vacuidad que hay no sólo en las pasarelas y en las vidas de aquellos que viven para y por la moda (donde la belleza y el reconocimiento son efímeros), escenario en el que se desenvuelve la historia, pero bien pudo haber utilizado cualquier otro ámbito para contar la historia del cachorro enfrentándose a la hostilidad de los lobos veteranos con el fin de encajar en la manada; bueno, a lo que iba: lo que se nos cuenta en The Neon Demon, al interior de este microcosmos lleno de glitter y de la mejor iluminación para disimular imperfecciones, no es más que la degradación del ser humano, una metáfora para representar la actualidad del más cruel de los mundos y la mejor forma para sobrevivir en él.

Al inicio, luego de una breve lluvia de escarcha sobre un fondo azul, vemos a Jesse tumbada en un sofá, degollada y formando un charco de sangre rojo oscuro en el suelo, como recién salida del baile de graduación de Carrie o como una muñeca de porcelana rota, la toma se abre –remembranza del final de la Montaña Sagrada de Jodorowsky– para descubrir que la muerte es simulación y está posando para un fotógrafo. La vida de alguien siendo observada bajo cualquier tipo de lente que esté enfocando directa, exclusivamente a ese alguien desvirtúa su realidad, puesto que la realidad se vuelve ahora en perspectiva del que observa, ese ojo es una amenaza que tarde o temprano hará cambiar el comportamiento de lo observado que ya no es sujeto sino un objeto manipulado (maniquí, títere) al antojo de aquel que está detrás de la lente, de ahí la importancia de elegir a quién se le permite estar detrás de la cámara, de ahí la navaja cortando el ojo en la primera película de Buñuel.
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Jesse es una forastera de dieciséis años, huyendo quizás de un pasado terrible que no se desvela jamás en la historia, paga la habitación de un motel en Los Ángeles adonde pareciera que han ido a parar sólo almas en pena –en alguno de los otros cuartos bien pudiera estar tomando una ducha Marion Crane la fugitiva de Psycho– y que de administrador tiene a un desaseado tipo sin escrúpulos; su único refugio es Dean, un joven que cuando ya avanzados en la trama a Jesse le toca decidir entre el diseñador de modas que la ve como “a diamond in a sea of glass” o él quien admite que su belleza interior es su mayor virtud, lo abandona a su suerte sin decir agua va y sin importarle romper su corazón. Otra aparente aliada es Ruby –la maquillista cuyo oficio, y no por casualidad, además de hacer desaparecer las marcas de desvelo en chicas guapas, consiste en intentar dotar de vida el cutis de cadáveres en la funeraria– quien al ver a Jesse por primera vez la contempla como quien ha visto entre fulgores celestiales una aparición mariana, o quien tras aplicarle el rubor hace las veces de Pigmalión cincelando a su Galatea, o algo así. Tras una breve y primera conversación Ruby se lleva a Jesse a una fiesta donde en un baño kubrickiano, parecido en lo fantasmagórico al del hotel Overlook de The Shining, se encuentran con 2 top models que a los 21 ya están casi en las postrimerías de sus carreras. Frívolas y hostiles, serpientes con piernas largas, Gigi y Sarah junto a Ruby formarán la triada de harpías que a lo largo de la película perseguirán como sombras –como las de las garras de Nosferatu en la película muda de Murnau–, el recorrido que ha decidido iniciar Jesse para conseguir fama y fortuna a través del único don nato que posee, su belleza. The Neon Demon no es una película de terror y por más que se diga que tiene mucho de Suspiria de Argento, si acaso le roba el juego de luces de colores. Tiene más parecido con The Master de P.T. Anderson, que obliga al espectador a involucrarse con la trama para así crear sus propias conjeturas, con Maps To The Stars de Cronenberg al hacer ambas de manera osada una crítica rapaz y grotesca a medios en los que el éxito deviene fracaso de la noche a la mañana y donde imperan la miseria humana y el vampirismo; pero es quizás el surrealismo de Lynch en Mulholland Drive la semilla de la que brotó The Neon Demon: y, es que si a ambas historias (aunque laberínticas y llenas de simbología como el puma en la cama de Jesse que le impide entrar a su habitación que remite un poco a los osos negros de El Ángel Exterminador de Buñuel) se las quiere, por así decirlo, desglosar en un principio, un nudo y un final estos son muy fáciles de reconocer ya que las dos películas nos cuentan la llegada de una chica inocente a Los Ángeles que decide entrar de lleno al juego de Hollywood y, finalmente, cuando ya despegada del suelo por la fama y la soberbia (subida en el trampolín más alto de una piscina sin agua), sufre la estrepitosa caída. En pocas palabras The Neon Demon (así como Mulholland Drive) a través de la vida de Jesse (o de Betty) nos cuenta algo así como qué hubiera pasado si Jesucristo hubiera cedido ante las tentaciones del Demonio (en este caso el Demonio pareciera que son versiones de la misma mujer aunque con distintas fisonomías) y cómo esto (perder su identidad) le llevó a su propia ruina. Jesse y el demonio Neón. Pero, bueno, esta es sólo una interpretación más, habrá que verla por tercera vez hasta que el final, ese final, esa mirada azul deje de ser una obsesión.
3 de junio de 2013
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quise ver esta película cuando me enteré que era tan buena que se mereció que el cine gringo le hiciera su propia versión: We are what we are. En la patética secuencia inicial Somos lo que hay nos deja en claro de lo que tratará toda la historia, la miseria humana: un tipo de aspecto indigente deambula por los pasillos de un mall y súbitamente cae, vomita una sustancia negra y muere, cuando los empleados de limpieza del lugar se percatan lo recogen cual escombro y proceden a limpiar del piso las huellas de su deceso: secuencia que pretende al mismo tiempo impactar (cosa que no logra), hacer una crítica a la deshumanización -y corrupción- de la sociedad actual y rendir homenaje al final de Los Olvidados de Buñuel, y, de hecho, esta es la aburrida rutina del guión de esta película. Las intenciones de la película no son buenas, al contrario, nos quiere aleccionar, reitera hasta el hartazgo en decir que la sociedad y el sistema mexicanos están mal sin proponer nada. Si usted buscaba una película de terror sobre el canibalismo se equivocó de película: esta es la historia de una familia que vive en la parte más cutre del DF que actúa y habla como si estuvieran representando de manera pésima (actuaciones acartonadas, anacrónicas) una obra teatral en la que abundan diálogos infantiles al grado de que nos hace pensar que quien lo haya escrito tuviera una extraña fascinación o encontrara placer al repetir la palabra puta, y el dizque elemento fuera de lo cotidiano es que los miembros de esta familia comen carne humana para cumplir con un "ritual". La madre es una histérica que está más loca que una cabra y que parece que las únicas palabras que se sabe son puta, idiota, estúpidos. Los hijos... es como si este director al hacer el casting para hallar a los tres hijos publicara este anuncio: se solicita al peor alumno de actuación de su generación, un adolescente más o menos feo y sin experiencia para que pronuncie groserías y ponga cara de malo a veces, de serio otras tantas y casi siempre de retrasado mental frente a la cámara durante mucho rato. Esta peliculita es una ridiculez aburrida que prometía demasiado y no cumple absolutamente nada por culpa de un director pretencioso que se halla anquilosado en un cine setentero mexicano de arrabal y con tintes ripstenianos (más de una vez la historia remite al Castillo de la pureza o a Principio y Fin, sin llegarle a los talones a ninguna de las 2). Somos lo que hay debería llamarse somos la basura que a un director de cine muy mediocre se le ocurrió. A pesar de incluir en su trama un exceso de temas sórdidos que moverían al morbo (incesto, homosexualidad, canibalismo, corrupción) no logra sembrar nada en el espectador. Hay notas periodísticas reales sobre actos de canibalismo el triple de veces más terroríficas que este soporífero intento de película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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lo mejor: la escena donde rescata a los personajes de la funeraria de Cronos de Guillermo del Toro como elemento de humor negro y los policías que no se toman en serio lo que está sucediendo y contrapuntean el pobrísimo desempeño actoral de los "dizque" caníbales.

lo peor: la ridícula escena en la que la hija llega con su ropa de indígena de la selva lacandona y sus pelos despeinados diciendo: "vengo del centro comercial, me dijeron que ahí se murió un señor, era mi papá" jajajaja entonces ni reclaman el cuerpo, ni hacen nada más que preocuparse por conseguir alguien a quien comerse para continuar con su "ritual"... ¿en serio el guionista cree que esto es verosímil? de pena ajena los diálogos (tu hermano y tú eran un taco, tu hermana era la salsa) y el proceder de las acciones (ir a dejar como si nada el cuerpo de una prostituta hecha pedazos en el sitio donde están todas reunidas) en este mediocre guión de esta mediocre película que increíblemente llegó a Cannes quién sabe por qué injustificada razón. Hacia el último tramo la película se vuelve un deschistado thriller policiaco que incluye hasta una venganza de las prostitutas jajajaja ni en las películas del Santo se atreverían a semejante payasada.
18 de julio de 2012 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es increíble, triste como una interesante colección de relatos, que en ocasiones parece una suerte de novela ya que hay puntos en los que estos conectan, al ser trasladada a la pantalla grande pierde toda la fuerza que en papel llega a mantener. The Informers el libro de Bret Easton Ellis, autor polémico, denostado por su American Psycho pero que se reivindicara en Lunar Park su autobiografía apócrifa donde descubre que el sádico multihomicida Patrick Bateman de su afamada novela tiene mucho de su propio padre y de él mismo, y quien, aunque pudiese llegar a dudarse, participa en la manufactura del propio guión de este film, nos habla de la idiosincrasia de la élite californiana a principios de la década de los ochentas del siglo pasado: seres decadentes, hedonistas, frívolos, carentes de valores, hastiados, sin brújula, nihilistas, cuya única búsqueda en la vida es conseguir el placer por medio de drogas y sexo o teniendo los artículos más a la moda en su poder. Al contrario que en la película, el libro comienza con un relato algo soso y conforme avanza se vuelve cada vez más adictivo e incita, irremediablemente, a continuar con su lectura; The Informers la película tiene un inicio voluptuoso que asienta las bases de la película: la actitud egoísta, superficial y el desinterés por el prójimo de todos los personajes; en un momento, el clímax, esta escena introductoria se vuelve sorpresiva y ya, es todo, porque a partir de ahí el largometraje presenta una secuencia ininterrumpida de situaciones vacías que van alejando poco a poco la atención del espectador hasta llegar al punto de que ese sórdido y apático mundo retratado en pantalla en el que habita ese puñado de personajes a los que les pasan cosas tristes que ellos mismos se han buscado deja de interesar. Es imposible dejar de comparar The Informers con cintas corales que entrelazan historias, desde Nashville pasando por Magnolia y Amores Perros, pero es quizás con Short Cuts de Robert Altman con la que en mayor medida podría llegar a equipararse ya que ambas tienen su origen en una colección de relatos descarnados y bien posicionados dentro del marco de la literatura posmoderna (Short Cuts se basa en textos de Raymond Carver) y debido a que ambas aspiran a ser hiperrealistas, captar los momentos cotidianos y volverlos cinematográficos, trascendentales y por lo mismo ejemplos de arte, pero mientras que en la cinta de Altman esto es logrado de manera magistral, en esta, tal vez por problemas de un mal desarrollo de historias, por una mala edición, una dirección de actores pésima en la que hay sobreactuaciones (Kim Basinger y Billy Bob Thornton en una discusión marital de lo más patosa; Brad Renfro, obeso y en su aparición póstuma, tartamudeando a cada instante, con un nerviosismo exacerbado y molesto, de lo peor en su breve carrera, repitiendo casi calcando al mismo personaje que hiciera en Bully de Larry Clark, me sorprende que digan muchas críticas que es lo mejor de la película) y momentos de inverosimilitud (un joven prostituto, yonki que de la noche a la mañana ya es director de videos para MTV) no consigue más que volverla un ejemplo de cómo se puede llegar a destruir un buen material literario, que pone ojo crítico sobre todo al inicio de una década, a un sistema social devaluado y a un sector de la población: los ricachones angelinos en los ochentas. Lo realmente molesto y que vuelve mala a The Informers es que algunas de las historias ni siquiera tienen un final propiamente dicho sino que sencillamente se van diluyendo o son cortadas y sólo para comenzar o continuar con otra y la manera terrible en que casi con calzador se intenta ligar una historia con otra.
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