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Críticas ordenadas por utilidad
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6,3
15.573
3
23 de noviembre de 2012
23 de noviembre de 2012
74 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
La escena inicial de Holy Motors muestra una sala de cine llena hasta el tope en la que los espectadores parecen estar muertos, absortos, en un letargo, con los párpados caídos y ausentes por lo que la película que está siendo proyectada frente a ellos, una película antiquísima a blanco y negro en la que un hombre desnudo de cuerpo atlético hace distintas demostraciones de su musculatura, la están dando porque sí ya que nadie la ve. Un hombre deja su cama y en una pared empapelada encuentra una puerta secreta que abre y da a ese cine de los espectadores duermientes: por uno de los pasillos se ve a un bebé desnudo que al parecer está dando sus primeros pasos, a este le sigue un perro negro. No es tan difícil encontrarle un significado a esto: Leos Carax, arrogantemente, se ve a sí mismo como el artista revolucionario y transformador del séptimo arte que con este largometraje nos sacudirá y hará despertar de esa hibernación en la que nos tiene sumidos el cine comercial y sus creadores. ¡Tarán! Yo esto lo veo primero como un atrevimiento, pero luego me doy cuenta de que este fulano lo que hace es insultar la inteligencia del público y dar por hecho que es poco menos que un cretino, el insulto se extiende también a sus colegas directores y a sus obras. Esta es la declaración de principios que desfachatadamente hace este bufón al inicio de su película: el público que va al cine es un idiota. Luego viene el desarrollo de esta obra que promete revitalizar nuestros sentidos: un tipo feo como gárgola se sube a una limosina y emprende un viaje –esto se parece mucho a Cosmopolis de Don DeLillo que Cronenberg llevara al cine de manera pésima– frente a su asiento tiene un espejo rodeado de focos como los que hay en los camerinos de los teatros (la vida como un teatro, mira, qué novedoso, somos actores en nuestra propia obra), esta es la segunda metáfora, el viaje en limosina es la vida misma que nos conduce por distintos rumbos, a veces perdemos nuestra identidad a falta de un director de escena, de una guía que es Dios, y no queda de otra que voltear al pasado o hacernos recordar quiénes somos en realidad, monitorearnos constantemente para no perdernos en el viaje, en la representación, en la vida. Pero qué nos dijo Leos Carax al principio, ¿recuerdan? Que él es el director, el que nos guiará en el camino oscuro hasta hacernos recuperar la visión, ahora caigo. ¡Este tipo es un megalómano que se cree Dios! Muy triste por todos aquellos que le llaman a esta eyaculación de Carax el reposicionamiento del cine como arte cuando no es más que una colección de cortos inconexos en los que utiliza el recurso de la metáfora visual hasta la saciedad y provocar el, irónicamente, letargo. Una película rara o que implica el uso de interpretación de símbolos y metáforas no la hace necesariamente mejor o peor que una cinta comercial como digamos Some like it hot o El Padrino o cualquiera de Chaplin o, bueno, más actuales como Toy Story 3 que alguien se lo haga saber a Carax, s'il vous plaît. Ahora bien ni es tan original la idea surrealista del tal Carax puesto que ya existen obras que tratan de explicarnos al ser humano, la vida y la muerte manejando un lenguaje difícil, por llamarlo de alguna manera, plagado de abstracciones, como El Sanatorio de la Clepsidra de Wojciech Has, ni tampoco es suya esa forma de narrar tan desparpajada y azarosa, de hecho es una copia de la usada por Buñuel en El Fantasma de la Libertad. Bueno hasta el final seguro lo sacó de los Transformers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Si le pongo 3 estrellas a esta obra malísima, pretenciosa y aburrida que además ha insultado mi intelecto descaradamente es por ese momento luminoso en el que se homenajea, a través de Edith Scob, a Les Yeux Sans Visage de Georges Franju cuando deja su papel de chofer de la limosina para ir a casa y continuar con ese papel al que diera vida hace más de 50 años en la película de la que fue protagonista, haciendo aquí un guiño al hecho de que un actor nunca abandona su personaje puesto que en su persona ya hay una parte del mismo y viceversa. Un bonito detalle de este payaso llamado Leos Carax. Ah, y también por la escena del suicidio de Kylie Minogue, un paródico homenaje dramático al género de la comedia musical, creo que esta escena y en esa donde Edith Scob se pone la máscara, en las que el protagonista cara-de-gárgola curiosamente no aparece, son las que más me han gustado, de ahí en más esta Holy Motors es más pesada que una familia de elefantes.

7,1
69.911
3
5 de enero de 2013
5 de enero de 2013
102 de 153 usuarios han encontrado esta crítica útil
LO BUENO:
El aspecto visual de Life Of Pi es deslumbrante. El extremo cuidado y logros en los apartados de dirección de arte y fotografía son sobresalientes, y esto queda de manifiesto desde el minuto 1. Posteriormente, cuando es momento de la intervención de los efectos especiales éstos no desmerecen y el empleo del 3D es muy bueno como quizás en ninguna otra película se había visto a la fecha. La banda sonora de igual manera es excelente, de esas que consiguen unificar casi de manera mágica lo que está sucediendo en pantalla. Es decir, que a la parte técnica de Life Of Pi no se le objeta nada.
LO REGULAR:
La dirección. Las actuaciones. El ritmo.
LO MALO:
La historia y su mensaje.
El aspecto visual de Life Of Pi es deslumbrante. El extremo cuidado y logros en los apartados de dirección de arte y fotografía son sobresalientes, y esto queda de manifiesto desde el minuto 1. Posteriormente, cuando es momento de la intervención de los efectos especiales éstos no desmerecen y el empleo del 3D es muy bueno como quizás en ninguna otra película se había visto a la fecha. La banda sonora de igual manera es excelente, de esas que consiguen unificar casi de manera mágica lo que está sucediendo en pantalla. Es decir, que a la parte técnica de Life Of Pi no se le objeta nada.
LO REGULAR:
La dirección. Las actuaciones. El ritmo.
LO MALO:
La historia y su mensaje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Life Of Pi es una fábula en 3 actos que nos es contada –al mismo tiempo en la pantalla se le cuenta a un escritor que carece de ideas para una novela– a través de un flashback por su protagonista (¿un teólogo-genio-filósofo-animal whisperer a la Steve Irwin-indofrancocanadiense vegetariano?) cuando ya es adulto. La introducción a la vida de Pi es de una inverosimilitud que ni en la revista de casos insólitos se la comprarían; realismo mágico le llaman a esas escenas retrospectivas y explicativas en las que se pone a contar por qué se llama así (3.14159…) y por qué los animales y por qué profesa 3 religiones. El segundo acto desarrolla el naufragio que el poster promociona y en el que Pi pasa por penurias con mayor similitud a las que sufrió Tom Hanks en Náufrago que a las narradas en El viejo y el mar o en Moby Dick como muchos dicen, de hecho aquí podríamos equiparar la relación que Hanks mantuvo con el balón Wilson con el vínculo que se crea entre Pi y el tigre de bengala Richard Parker; desconociendo aún la vuelta de tuerca del acto final, el progreso de este segundo acto por momentos se vuelve tedioso, repetitivo y, de nuevo, no llega a convencernos de que es real (¿cadáveres de animales que desaparecen de un bote salvavidas sin dejar rastro, un manual de supervivencia donde dice cómo lidiar con carnívoros salvajes, una isla viviente que por las noches se alimenta de carne? Que esto se lo crea la mamá de Ang Lee, o de Yann Martel, si es que alguno tiene), pero bueno apela una vez más al realismo mágico, a las licencias que se permite la narrativa extraordinaria, eso quiero pensar. El tercer acto, en una confesión austera que se supone debería de conmovernos o impactarnos, nos revela que el astuto Pi nos ha tomado el pelo a todos, la fábula que nos ha contado es falsa y ni a Esopo se le hubiera ocurrido; las figuras de animales que Pi emplea en su relato son representaciones de los tripulantes que con él lograron subir al bote salvavidas cuando el barco en el que según viajaba a Canadá se hundió, en realidad lo que ocurrió en ese bote salvavidas es más parecido a lo que nos presentó Hitchcock en Lifeboat, la animalización, no literal como en la historia falsa narrada en base a metáforas expiatorias por Pi, sino la pérdida de la humanidad, la degradación y la bajeza, las constantes riñas entre los náufragos que terminaron de la peor manera y, quizás lo más penoso, el tener que alimentarse, como animales de carroña, del prójimo, de ahí que el lado animal de él mismo en su cuento fuera al que más temía, el tigre de bengala que al final fue el único sobreviviente. Se supone, porque ese fue el mensaje que yo recibí de Life Of Pi que la realidad es tan cruel, tan dolorosa e insoportable que para sobrellevarla el humano necesita crear y a la vez creer en un mundo aparte y superior a las situaciones cotidianas, asirse de algo místico, que de antemano sabe que es ficticio, pero que le sirve a sí mismo para abstraerse de su realidad angustiante. Si me equivoco, que alguien me corrija o me haga abrir los ojos, pero yo creo que lo que esta película hace, con la mano en la cintura, es dar por hecho que todas las religiones, los credos, se sustentan en el engaño. Sea lo que sea, haya entendido lo que haya entendido, la sensación final tras haber visto Life Of Pi es la de que fuimos engañados. Como si fuéramos ese pequeño niño, Giousè, al que para que no descubriera que estaba en un campo de concentración nazi su padre, Guido, inventó juegos y le hizo creer que en base a puntos él sería el ganador de un tanque en La vita è bella de Roberto Benigni, pero en este caso, como sí lo hacemos en la película italiana, no entendemos el propósito del engaño de Pi, ¿dónde está esa historia en Life Of Pi de la que tantos hablan y que dicen que les ha cambiado la vida?

5,1
4.743
7
8 de enero de 2013
8 de enero de 2013
53 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
No entiendo la animadversión de la crítica hacia The Paperboy. Quizás sea por su atrevimiento al mezclar por lo menos 4 géneros reconocibles en su trama (la coming-of-age movie, el thriller noir de detectives, la comedia negra sexualizada y ese estilo de película que como The Help o The Long Walk Home iban de la denuncia contra el racismo) lo que contribuye a que no haya una clara definición de cuál es el propósito de la historia, sólo hasta los últimos minutos del melodrama conseguimos entender -luego de unas escenas de suspense que recuerdan y mucho a Cape Fear- , al menos en mi caso, que The Paperboy es un irónico, retorcido y grotesco alegato existencialista sobre la obsesión y la injusticia (¿de la vida?) que al final nos deja en un estado absoluto de indefensión. Es cierto que Lee Daniels no es el gran director que el cine esperaba, en Shadowboxer hizo un esfuerzo más loable que en esa suerte de tragedia bufa llamada Precious, sin embargo, de alguna manera, a pesar de su naturaleza pretenciosa, ha logrado que figuras respetables y reconocidas del medio participen en sus proyectos en papeles que rompen sus estereotipos ofreciendo interpretaciones realmente buenas (desde Helen Mirren pasando por Mo’Nique y en este caso Nicole Kidman). Quizás sea algo confuso, pero más o menos esta sería una sinopsis de The Paperboy: en un pueblo de Florida en los últimos años de la década de los 60s ocurre el crimen de un respetado sheriff (cuyos antecedentes no son muy respetables), por el crimen se culpa a Hillary (John Cusack) un tipo de aspecto y psique nauseabundos que es condenado a la silla eléctrica, de él se enamora ciegamente, aún sin conocerlo en persona, Charlotte (Nicole Kidman) una cuarentona sexual -que recuerda a Sylvia Miles (sobre todo por su bronceado e ímpetus y al procurar su imagen artificiosa de muñeca Barbie) en Heat de Morrissey- que tiene como hobby escribir cartas a encarcelados, Charlotte contacta a Ward (Matthew McConaughey) un reportero que tiene oscuras aficiones sexuales, para que revise el caso de Hillary a quien asegura que se le ha procesado injustamente; el hermano de Ward es Jack (Zac Efron) un veinteañero que gusta de andar por la vida en trusa y que se obsesiona con Charlotte, todo esto es narrado muchos años después de los hechos en los que se centra la trama por Anita (Macy Gray) la empleada doméstica negra en casa de Jack y Ward. La historia comienza a desarrollarse de manera peculiar, procurando sobre todo cuidar la estética de la época, con una banda sonora muy buena con temas de aquellos años y una fotografía que nos intenta trasladar en tiempo y espacio a esa Florida calurosa; en ningún momento las situaciones que cuenta ni su forma de hacerlo son planas –como Boyero dice-, al contrario, hay que estar al pendiente de la trama para captar las sutilezas y sobreentendidos. No sé, creo que si Almodóvar la hubiera realizado como desde hace tiempo se venía diciendo y sería su crossover al cine americano no se le estaría juzgando tan duramente como ahora sucede sobre todo por el respeto internacional que se le tiene como director, porque esta historia The Paperboy posee muchos momentos… digamos, sórdidos, que perturban, almodovarianos. The Paperboy está lejos de ser la mejor película pero tampoco es como se dice “una película que no debió de haber existido nunca”.

7,4
4.923
6
15 de diciembre de 2012
15 de diciembre de 2012
49 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es inevitable no pensar en Todd Haynes (Far From Heaven), Almodóvar (La Ley del Deseo) o Fassbinder (Ali Fear Eats The Soul), especialistas en filmar melodramas exacerbados herederos todos del trágico por excelencia, Douglas Sirk (All That Heaven Allows), durante el visionado de Laurence Anyways. Xavier Dolan narra en su tercer largometraje un cuento sobre la imposibilidad del amor como pareja, imposible por los inflexibles estándares de la sociedad pero también por el daño que se causan a sí mismos sus miembros mientras se fuerzan a permanecer juntos en una situación así: un maestro de literatura y escritor vive una vida de ensueño con su pareja, una asistente de director de cine, todo parece ir de maravilla para ambos hacia 1989 hasta que inesperadamente a él le resulta imposible seguir pretendiendo que todo está bien consigo mismo cuando siempre ha sentido que su auténtico yo es el de una mujer. Luego de la revelación sobreviene una serie incontable de momentos tópicos en la película: escenas donde hay rechazo por parte de todos ante la elección de ella de seguir al lado de su hombre-mujer, escenas de frustración y donde el mundo se les viene encima a ambos, escenas donde deciden alejarse por el bien propio, escenas donde se sienten miserables el uno sin el otro, etc. Lo mejor de Laurence Anyways es que Xavier Dolan ha conseguido que sus películas sean identificables con su marca de casa: una cautivadora estética hipster-ochentera-vintage-arty-pop que es llena de colorido, bonita, en la que presenta detalles surrealistas y momentos elaborados con gran plasticidad para el deleite sensorial del espectador. Sin embargo, hay que decirlo, lo peor es que el engolosinamiento de Dolan al crear esos momentos estéticos es su propio enemigo ya que muchas veces lo hace desviarse del camino inicial que es contar la historia lo que impide vincularnos, encontrar el pathos: ¿en serio necesitaba de casi 3 horas para contarnos una historia que en 1 hora y media hubiese quedado más que correcta?, es que la historia abarca 10 años en la relación de los protagonistas desde finales de los ochenta hasta inicios del nuevo milenio y esto lo justifica, probablemente, y, sí, son muy buenos esos momentos que en realidad parecen videoclips y caracterizan las películas de Dolan en los que acompañados de música pop a todo volumen hay eventos en cámara lenta, o esos detalles surrealistas (una mariposa emergiendo de la boca del protagonista como señal de que ha emergido del capullo su verdadero yo), pero seamos serios le hace falta mucha edición, síntesis, a esta Laurence Anyways tanta que por momentos mueve al bostezo o a revisar la hora en el reloj de pulso. Es innegable el mérito que tiene Xavier Dolan, el tan llamado enfant terrible canadiense –el otro es Jacob Tierney, que por cierto aquí hace una breve aparición–, quien a su corta edad ya ha realizado 3 largometrajes interesantes (los 2 anteriores son mejores que este) en los que ha dado esbozos de su propia, refescante y peculiar, voz autoral, pero del mismo modo hay que ver que aún se encuentra en vías de hallar la medida justa en su visión como director para que no interfiera su estética, su lenguaje cinematográfico con lo que nos quiere contar. Ah... y quien diga que esta es la mejor interpretación de Melvil Poupaud seguramente no ha visto la devastadora Le Temps Qui Reste de François Ozon.

7,6
118.635
2
4 de enero de 2011
4 de enero de 2011
116 de 208 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vez que vi Black Swan lo hice a solas, de noche y con frío, con el fin de crear la atmósfera perfecta y la disposición de coincidir con tantas críticas que la han elogiado y considerado de lo mejor del 2010. El arranque promete que atestiguaré un film oscuro entre los oscuros y donde el mundo habrá de girar a gusto de la protagonista -algo que no se ve muy seguido en el cine comercial- pero conforme transcurre esta "¿vorágine?" comienza a decepcionar al no desvelar ningún momento de desconcierto ni de sorpresa cuando busca causarlos a toda costa a través de golpes de impacto, de una estética delicada, pero ridícula, y de una historia que suena a algo que ya habíamos visto anteriormente, sí, porque en cada paso dado por Nina (Natalie Portman) -no los de baile, que los da muy bien- se predice, al menos se intuye, sin hacer un esfuerzo grande, lo que vendrá en la siguiente escena. Y esto qué nos dice, que el guión es pésimo y plagado de tópicos, por ejemplo: el antiquísimo leitmotiv del doppelgänger que viene, a ratos para asustar, a ratos no se sabe para qué; la plétora de personajes arquetípicos del mundo del espectáculo (la aspirante, la que no asimila su retiro, el que controla quien llega y quien se va) y los que lo rodean (la madre frustrada, los tipos del bar que lo miran como un zoológico), el conflicto psicológico-sexual de Nina que se extiende y se extiende y se extiende, el añadido de un escena de sexo polémica -incomparable a la de Mulholland Drive- y el culminar en "algo" que desde los primeros minutos ya se veía venir. Los errores en Black Swan son varios: tratar una anécdota muy estúpida con mucha seriedad; que los realizadores vean al espectador como a un ser inferior y no pensante y se empeñen en ayudarlo, llevarlo de la mano para que no se pierda; el no plantearle un reto como si lo han hecho Buñuel, Antonioni, Godard, Polanski, Lynch, Bergman, Cronenberg, Altman, Egoyan, Haneke y otros más en sus obras. La imaginación es puesta tras las rejas en Black Swan, los alcances psíquicos de la protagonista son ceñidos de manera castrante para que el comedor de palomitas compulsivo no pierda el hilo de lo que está viendo. Un film sin libertad creativa, artística, en el que todo se va acomodando rigurosamente y supeditándose no al desequilibrio mental de Nina sino al pretencioso afán de manipular al espectador vil, descaradamente de los guionistas, de Aronofsky. Sí, la capacidad de Portman para la danza es sobresaliente y cumple al reflejar la degradación psíquica de Nina, pero lo mismo hizo Annette Bening dando todo de sí para interpretar la fragilidad mental de Deirdre Burroughs y de cualquier manera no logró salvar a la malísima Running With Scissors de Ryan Murphy. No hay que cegarse ni querer ver cisnes donde sólo hay gansos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El gesto que pone Natalie Portman convertida en cisne negro, los ojos desorbitados, me sacó una carcajada como sólo lo han hecho las parodias que he visto en Saturday Night Live, es más, el baile que ejecuta y las caras que pone parecen de un sketch del mismo programa.
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