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6
27 de septiembre de 2010
27 de septiembre de 2010
17 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Avalada por el premio de los Cines Europeos entregado en el pasado Cannes, Le quattro volte venía precedida, además, por loas de la más diversa índole y procedentes de respetables bien variopintos. Desde críticos macroencefálicos a prepúberes fanáticas de la nouvelle vague, todos acordaban que el film-documental de Frammartino era uno de los hitazos de la temporada: fabuloso documental etnográfico de la zona calabresa, profundo y complejo estudio sobre la condición humana o emocionante y extremadamente poética mirada sobre la naturaleza, la primera película del joven Michellangelo intentaba, segun sus propias palabras en la rueda de prensa dada en el Festival, "captar el alma que une a las cosas". Nada más y nada menos.
Y, si bien Le quattro volte pone en materia un formato observacional que proporciona una mirada que se quiere depurada, el resultado está muy lejos de parecerse a lo que, en los últimos tiempos, viene siendo lo mejor del documental contemporáneo. Porque, sí, no es lo mismo ficción que documental, perogrulladas aparte (me perdonen Godard y Ackerman). Así, el film de Frammartino se plantea como largos planos secuencia que responden al dispositivo realista, en los que se intenta, sin excesivo éxito, conseguir aquello del pedazo de tiempo en estado puro, como decía Zunzunegui sobre Ozu. El formalismo del film acaba por inducir un soponcio irreversible, que sólo algunos momentos animales logran desentumecer. Pero, para alguien que ve La2 después de comer, la planificación dramática de las escenas de las cabras en las habitaciones o el perro retirando un tocón que sujeta un vehículo que caerá hasta chocar con las maderas del establo, aunque conseguidas, no dejan de ser puestas en escena con mamíferos, o mejor, una ficción, precisamente sin alma, con animales.
Y, si bien Le quattro volte pone en materia un formato observacional que proporciona una mirada que se quiere depurada, el resultado está muy lejos de parecerse a lo que, en los últimos tiempos, viene siendo lo mejor del documental contemporáneo. Porque, sí, no es lo mismo ficción que documental, perogrulladas aparte (me perdonen Godard y Ackerman). Así, el film de Frammartino se plantea como largos planos secuencia que responden al dispositivo realista, en los que se intenta, sin excesivo éxito, conseguir aquello del pedazo de tiempo en estado puro, como decía Zunzunegui sobre Ozu. El formalismo del film acaba por inducir un soponcio irreversible, que sólo algunos momentos animales logran desentumecer. Pero, para alguien que ve La2 después de comer, la planificación dramática de las escenas de las cabras en las habitaciones o el perro retirando un tocón que sujeta un vehículo que caerá hasta chocar con las maderas del establo, aunque conseguidas, no dejan de ser puestas en escena con mamíferos, o mejor, una ficción, precisamente sin alma, con animales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El oxímoron que plantea Le quattro volte se hace insuperable a lo largo del film. Alejándose del objetivo de registrar una zona y sus habitantes, para lo que Frammartino visitó durante dos años la Calabria persiguiendo localizaciones, este pseudo-documento acaba por ser una parodia, planificada, del mundo natural, que no logra reproducir (al menos, no tanto como cualquier documento de la citada cadena a la citada hora). El pastor no muere, esa es "la verdad". La muerte que vemos es, pues, absolutamente falsa. En verdad se podría decir que ningún animal fue maltratado en la realización de esta película, pero si ponemos "usado" como participio, la cosa es distinta. O si cambiamos "realización" por "visión".
Allende la no tan sesuda reflexión, que acontece como metáforas a veces bellas, Le quattro volte no funciona como registro de la actividad de pastoreo (lugar que ocuparía dignamente el film de Christophe Farnarier, "El somni" (08)) ni como excelso poema visual (en lo cual, en términos italianizantes, Frammartino no se acerca a los logros de Francesco Piavoli, por ejemplo). Y, aunque consigue algunas secuencias interesantes, su pose afectadamente formalista y falsariamente anti-semiótica acaban por convertir el film de Frammartino en una inmisericorde contradicción: la misma sensación de saber que Félix Rodriguez de la Fuente podía realizar sus peliculitas en un set de rodaje, después de deshacer el nudo que ataba al animal a la pata de una mesa.
Allende la no tan sesuda reflexión, que acontece como metáforas a veces bellas, Le quattro volte no funciona como registro de la actividad de pastoreo (lugar que ocuparía dignamente el film de Christophe Farnarier, "El somni" (08)) ni como excelso poema visual (en lo cual, en términos italianizantes, Frammartino no se acerca a los logros de Francesco Piavoli, por ejemplo). Y, aunque consigue algunas secuencias interesantes, su pose afectadamente formalista y falsariamente anti-semiótica acaban por convertir el film de Frammartino en una inmisericorde contradicción: la misma sensación de saber que Félix Rodriguez de la Fuente podía realizar sus peliculitas en un set de rodaje, después de deshacer el nudo que ataba al animal a la pata de una mesa.

6,1
25.339
1
1 de abril de 2010
1 de abril de 2010
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La filmografía de Peter Jackson se ha caracterizado, ya desde sus orígenes, por un devaneo continuo entre los géneros, ir y venir entre el gore y la comedia de sus primeras piezas clásicas de la Generación VHS como Mal gusto (87) o Tu madre se ha comido a mi perro (92), paso del drama fantasioso a la épica fantástica entre Criaturas celestiales (94) y la trilogía de El Señor de los anillos (01-04), o mero palimpsesto friki, King Kong (05), sin poseer en ningún caso algo así como una impronta o una firma. La obra de Jackson se mueve como pez en el agua en el magma indiferente de la industria, es la despersonalización encarnada.
Su nueva película The lovely bones, basada en el best-seller de ficción de Alice Sebold Desde mi cielo, es en este sentido un paradigma de la obra y la (no) idiosincrasia de Jackson. Ambientada en 1973, la época de Nixon, el LSD y los asesinos en serie, la historia que se nos narra es la del asesinato de una niña de nombre Salmon (Susie Q, interpretada por Saoirse Ronan) a manos de un conspicuo asesino de lolitas, Mr. Harvey (Stanley Tucci). Lo que caracteriza la narración es que es la propia víctima quien nos la cuenta: es la voz en off de una muerta de 14 años, como una joven Silvia Plath de ultratumba, la que hace las veces de voz omnisciente, y nos abre y nos cierra el relato. La historia que la niña muerta nos cuenta es primeramente un pavoroso cuento de hadas sobre una familia feliz y una joven que quiere que la den su primer beso. Pero, de repente, la película da un saltito y se convierte en un thriller sobre un psicópata al que le gustan las jovencitas, y que acaba con la protagonista. Esto no es un spoiler, pues es algo anunciado desde el comienzo en las marquesinas de los autobuses. Principio de inverosimilitud que funcionaba como truco en El sexto sentido (99) de M. Night Shyamalan o en Donnie Darko (01) de R. Kelly, o como presencia alegórica en Sin Fin (85) de Kieslowski o en El cielo sobre Berlin (87) de Wenders, aquí el que los muertos hablen es el pretexto para una difusión formal y narrativa que no obtiene cauce en todo el metraje. Así, el vaivén nos lleva de la comedia de princesas al terror teen y de ahí al cielo desde donde nos habla la pequeña y difunta niña Salmon: entonces el movimiento browniano de las imágenes nos enloquece, pasamos de un anuncio de agua mineral Lanjarón a otro de Endesa o Iberdrola, con extensos valles reverdecidos y un cielo claro y lapislázuli, de una escena Ausonia nos trasladamos a un escenario DKNY en un pequeño planeta como el de “El principito”, todo ello es el cielo en el que habita la niña Susi Q, desde donde observa a su familia (sus padres, interpretados por Mark Wahlberg y Rachel Weisz, su abuela, una beoda Susan Sarandon) y a su propio asesino.
Su nueva película The lovely bones, basada en el best-seller de ficción de Alice Sebold Desde mi cielo, es en este sentido un paradigma de la obra y la (no) idiosincrasia de Jackson. Ambientada en 1973, la época de Nixon, el LSD y los asesinos en serie, la historia que se nos narra es la del asesinato de una niña de nombre Salmon (Susie Q, interpretada por Saoirse Ronan) a manos de un conspicuo asesino de lolitas, Mr. Harvey (Stanley Tucci). Lo que caracteriza la narración es que es la propia víctima quien nos la cuenta: es la voz en off de una muerta de 14 años, como una joven Silvia Plath de ultratumba, la que hace las veces de voz omnisciente, y nos abre y nos cierra el relato. La historia que la niña muerta nos cuenta es primeramente un pavoroso cuento de hadas sobre una familia feliz y una joven que quiere que la den su primer beso. Pero, de repente, la película da un saltito y se convierte en un thriller sobre un psicópata al que le gustan las jovencitas, y que acaba con la protagonista. Esto no es un spoiler, pues es algo anunciado desde el comienzo en las marquesinas de los autobuses. Principio de inverosimilitud que funcionaba como truco en El sexto sentido (99) de M. Night Shyamalan o en Donnie Darko (01) de R. Kelly, o como presencia alegórica en Sin Fin (85) de Kieslowski o en El cielo sobre Berlin (87) de Wenders, aquí el que los muertos hablen es el pretexto para una difusión formal y narrativa que no obtiene cauce en todo el metraje. Así, el vaivén nos lleva de la comedia de princesas al terror teen y de ahí al cielo desde donde nos habla la pequeña y difunta niña Salmon: entonces el movimiento browniano de las imágenes nos enloquece, pasamos de un anuncio de agua mineral Lanjarón a otro de Endesa o Iberdrola, con extensos valles reverdecidos y un cielo claro y lapislázuli, de una escena Ausonia nos trasladamos a un escenario DKNY en un pequeño planeta como el de “El principito”, todo ello es el cielo en el que habita la niña Susi Q, desde donde observa a su familia (sus padres, interpretados por Mark Wahlberg y Rachel Weisz, su abuela, una beoda Susan Sarandon) y a su propio asesino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Toda esta paranoia visual que Jackson desata asemeja el film, menos al Zodiac (07) de Fincher (con el que guarda relación en la época, en la historia de un asesinato no solucionado) que a la ominosa La fuente de la vida (06) de Aronofsky, con la que comparte una estética publicitaria y un buenismo New Age más allá de la vida. Pues, finalmente, la niña muerta acaba por desearnos “una larga y feliz vida”, después de irse a su cielo de niñas muertas y asesinadas, todas diciendo lo precioso y bonito que es, en un último anuncio (ya, al final y por ende, vergonzosamente acompañado de la versión de Song to the siren de This Mortal Coil, sobre un tema de Cocteau Twins que ellos mismos recogían del grandísimo y desconocido Tim Buckley, padre de Jeff): “¡Muérase! ¡El cielo es maravilloso!”, parecen publicitar. En el marasmo de este imaginario celeste, el filme pierde el norte y el sinsentido de un Michel Gondry sin manos ni artesanía queda como una postal naif, un holograma dentro de un bollycao. Film-anuncio por el que uno se pasea como por un supermercado, el mismo en el que en The lovely bones se anuncia la saga de El señor de los anillos de Tolkien, donde los dos niños se darían el primer beso. Film-anuncio que no desentonará, en absoluto, con los segmentos publicitarios que Antena 3 o La Sexta le endosarán cuando compren los derechos.
En el número de Cahiers du Cinema.España de diciembre (nº29), Ignasi Guardans, director general del ICAA, declara que quiere “que se haga más cine para niños”. Es de suponer que Jackson (y también su amigo Guillermo del Toro) sea uno de sus directores predilectos. Su último proyecto, junto con Spielberg, es rodar las aventuras de Tintin. Del Toro, por su lado, está con “El hobbit”, de Tolkien, que el propio Jackson le ha cedido. Sabemos lo que nos espera: que nos traten como niños.
En el número de Cahiers du Cinema.España de diciembre (nº29), Ignasi Guardans, director general del ICAA, declara que quiere “que se haga más cine para niños”. Es de suponer que Jackson (y también su amigo Guillermo del Toro) sea uno de sus directores predilectos. Su último proyecto, junto con Spielberg, es rodar las aventuras de Tintin. Del Toro, por su lado, está con “El hobbit”, de Tolkien, que el propio Jackson le ha cedido. Sabemos lo que nos espera: que nos traten como niños.

7,4
53.033
8
1 de abril de 2010
1 de abril de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eastwood es el único superviviente de lo que algunos llaman lo clásico. Señero y honorable superviviente (o “supermoriente”, como le gustaba decir a Valente), la filmografía de Clint ha cultivado y cosechado todos los géneros cinematográficos, dejando en muchos casos la tierra yerma. Clint, de la mano de Sam Peckimpah, se encargó de la extinción del western, y entonces ya sólo se hicieron crepúsculos o parodias. El paso del tiempo, décadas, le ha instalado (como “el último clásico” de Quim Casas) allende las figuras fraternales de Scorsese, Coppolla o el difunto Altman, también postreros clásicos pero ya embebidos en una modernidad fílmica que había perdido, a saber, el tempo de la ilusión para convertirse en una “realidad” casi pornográfica. O naive, como en Spielberg (cuya gran producción bélica, “Salvar al soldado Ryan” (“La lista” no era precisamente de guerra) pasará a los anales, al menos la primera media hora, como la mejor secuencia de guerra jamás contada. El resto, pasará por otros anales.) Las películas de Eastwood, en cambio, y con los años más y más (grandísimas son Infierno de cobardes, Sin perdón, Mystic River), nos las quedamos en el regazo, como un vetusto y muelle felino al que clavamos los índices, atusándolas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Cartas desde Iwo Jima, con un espléndido guión firmado por Iris Yamashita y que germina en redor de un flashback en el que unos científicos modernos hallan las cartas perdidas en la isla, que abre y cierra la película, y otros más pequeños de cada uno de los personajes que las escriben (el General Kuribayashi y el joven panadero Saigo), presenta una bellísima historia de humanidad en tiempos de guerra. La infausta cara de la primera parte (“Banderas de nuestros padres”, la visión desde el bando norteamericano que invade la solitaria isla) pinta “gris sobre gris”, como gustaba decir el filósofo, y recoge en una isla flotante a un grupo de personajes perdidos por la patria y a los que “el suicidio es lo único que les queda” (y no son pocos los que se ven en el filme.) El retrato ideológico de la película (pues Clint siempre se preocupa de contar fetén las historias, pero se preocupa más de contar algo con ellas) nos muestra a unos japoneses sacrificados por su imperio impepinablemente, “hasta el último hombre”. La única forma de vivir, o morir, es hacerlo con honor: éste es el tema básico del cine de Eastwood (aquí también como Peckimpah: poder volver a casa justificado.) Pero no honor hacia algo sublime como la patria, sino honor por uno mismo y lo(s) suyo(s): su cubo de mierda, recogiendo el momento, sí, totalmente sublime, en que Saigo (tú, yo y Clint) descubre a los recién llegados americanos, como un Leviatán sobre el océano (¡qué fotografía!, si te despistás, por momentos crees estar viendo al mismísimo Kurosawa) y del susto se le cae el cubo de mierda (su alma), al suelo. Totalmente maravillosa, las “Cartas” demuestran que Eastwood existe (gracias a Él), que es el último hombre. Honorable y orgulloso, así puede sentirse. De fondo, cantan los niños de Nagano: ¡oh, isla orgullosa!

4,6
11.387
1
19 de octubre de 2010
19 de octubre de 2010
28 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El autor hace una parábola (...) serbia de Milosevic donde la realidad (...) y la barbarie se dan la mano (...) guerra fratricida que se traduce en imágenes de una violencia (...) sólo vista en el gore más extremoso. (...) las formas que utiliza Spasojevic son más bien las de un film de Chuck Norris que las de una de Michael Haneke (...) finalmente el bombardeo grotesco (...) parafernalia snuff y demás brutalidades que el autor nos brinda (...) no funcionan en absoluto como crítica política sino como divertimento para los seguidores del género (...) deberían ir más al psicoanalista y menos a las salas de cine. (...) Y, desde luego, no coger nunca una cámara."
Javier Lacaña (Diario El Pis)
"(...) El tipo -ancho de espaldas, calvo y con gafas de sol Oakley- atiende un parto, recibe al recién nacido en los brazos y le mete el nardo -fuera de campo-. (...) Un sinfín de secuencias cada cual más bochornosa y falsa (...) si esperabas ver realidad (...) hermenéutica de las nuevas imágenes (...) pobres, de la era internet (...) encontrarás un insulto al gusto, a la inteligencia y (...) cine en general. (...) Lo pornográfico no son las imágenes, sino la propia mente del autor. (...) una visita a tupornotv vale más (...) y además te puedes hacer una (...) no como aquí."
tocamelas (filmininity)
" Genial. (...) Flipo con la escena esa en la que el tío (...) da por el culo a su hijo mientras su hermano hace lo propio con su cuñada (...) y el otro que lo ha organizado todo grita (...) "Esto es cine, esto es cine!!!" (...) el culo del niño sangrando, el tipo coge y le revienta la cabeza contra el suelo (...) "esto es cine!!!", sigue gritando (...) el inventor del "New Porn". (...) Un nuevo género ha nacido. Hay que celebrarlo. (...) Y yo lo flipo."
deforestación (filminfinity)
"Si las formas se adecuasen al mensaje, estaríamos hablando de un fim con cierto interés (...) en la onda de la filmografía estudiada por Roman Gubern en "La mirada pornográfica". (...) Sin embargo, nos topamos con una feroz salvajada que hará las delicias de los freakies adictos al sadismo y al onanismo privado (...) y parecerá netamente asquerosa a cualquiera que sepa vislumbrar que, entre sus imágenes no hay ni pizca de verdad."
Charlie El Lesbiano (en su blog)
"Haga una frase anagrámica (usando todas y cada una de las letras, sin que sobre ninguna) con el título de la película de marras:
A) Si lo consigue y se echa unas jajas, seguramente disfrute de la barrabasada y pueda llegar a tener una erección con el visionado y sus "logradas escenas".
B) No lo consigue. Bien, usted sabe algo de ortografía y, además, seguramente piense que la película es un truñardo y que cualquiera que disfrute con ella es, además de un inculto, un puto asqueroso y un enfermo.
(Solución al anagrama: "Sirban mi lefa".)"
Maldito Petardo (FA)
Javier Lacaña (Diario El Pis)
"(...) El tipo -ancho de espaldas, calvo y con gafas de sol Oakley- atiende un parto, recibe al recién nacido en los brazos y le mete el nardo -fuera de campo-. (...) Un sinfín de secuencias cada cual más bochornosa y falsa (...) si esperabas ver realidad (...) hermenéutica de las nuevas imágenes (...) pobres, de la era internet (...) encontrarás un insulto al gusto, a la inteligencia y (...) cine en general. (...) Lo pornográfico no son las imágenes, sino la propia mente del autor. (...) una visita a tupornotv vale más (...) y además te puedes hacer una (...) no como aquí."
tocamelas (filmininity)
" Genial. (...) Flipo con la escena esa en la que el tío (...) da por el culo a su hijo mientras su hermano hace lo propio con su cuñada (...) y el otro que lo ha organizado todo grita (...) "Esto es cine, esto es cine!!!" (...) el culo del niño sangrando, el tipo coge y le revienta la cabeza contra el suelo (...) "esto es cine!!!", sigue gritando (...) el inventor del "New Porn". (...) Un nuevo género ha nacido. Hay que celebrarlo. (...) Y yo lo flipo."
deforestación (filminfinity)
"Si las formas se adecuasen al mensaje, estaríamos hablando de un fim con cierto interés (...) en la onda de la filmografía estudiada por Roman Gubern en "La mirada pornográfica". (...) Sin embargo, nos topamos con una feroz salvajada que hará las delicias de los freakies adictos al sadismo y al onanismo privado (...) y parecerá netamente asquerosa a cualquiera que sepa vislumbrar que, entre sus imágenes no hay ni pizca de verdad."
Charlie El Lesbiano (en su blog)
"Haga una frase anagrámica (usando todas y cada una de las letras, sin que sobre ninguna) con el título de la película de marras:
A) Si lo consigue y se echa unas jajas, seguramente disfrute de la barrabasada y pueda llegar a tener una erección con el visionado y sus "logradas escenas".
B) No lo consigue. Bien, usted sabe algo de ortografía y, además, seguramente piense que la película es un truñardo y que cualquiera que disfrute con ella es, además de un inculto, un puto asqueroso y un enfermo.
(Solución al anagrama: "Sirban mi lefa".)"
Maldito Petardo (FA)

6,2
27.855
9
26 de abril de 2010
26 de abril de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Finalmente, el desierto deja de ser especular al hacerse real e irrepresentable. Sólo reproducible, la cuestión es por qué es el propio Hombre-espectador el que desea el desierto, interior y exterior, como decía Reich que las propias masas habían deseado el fascismo. Ocurre que el deseo nunca es engañado: se alimenta de las mentiras. Como el Camello, grávido de ellas, o el León, que las profiere y provoca, el Cine ha acabado por ser justamente lo contrario: un engaño deseado. Aún pudiera quedarnos la esperanza, quizá sólo experimental, quizá fútil, de un Niño y su Cine: celebrar la muerte del cineasta y el nacimiento del pensador, como dice Carlos Losilla escribiendo sobre Godard en Cahiers du Cinema. España 33. Niño o loco que inventa, como quien sueña, su propia gramática, al que uno y uno no le dan dos. Niño que atraviesa su propio desierto y logra desembarazarse de sus monstruos, como el pequeño Max en Donde viven los monstruos (09), de Spike Jonze. Cine que atraviesa el suyo, abandonando los monstruos de la Representación y la Razón, naciendo a una nueva mirada más allá de tales Escila y Caribdis. O eso, o, como al protagonista de 29 Palms, “apretar los dientes, cerrar los ojos”, que nos den por el culo, y que dejen nuestro cadáver extendido en el desierto, en el centro mismo de Urstatt.
Fin de El desierto crece: cambio climático (y cinematográfico) en la modernidad, la tardomodernidad, la posmodernidad y la requetemodernidad.
(en 11 capítulos con Índice)
… y pobre de aquel que guarde desiertos en su interior.
F. Nietzsche
Fin de El desierto crece: cambio climático (y cinematográfico) en la modernidad, la tardomodernidad, la posmodernidad y la requetemodernidad.
(en 11 capítulos con Índice)
… y pobre de aquel que guarde desiertos en su interior.
F. Nietzsche
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