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Críticas ordenadas por utilidad
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6,7
24.314
5
19 de enero de 2008
19 de enero de 2008
48 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reunión de un gran elenco de estrellas bajo la dirección del director Gary Fleder con el único y principal objetivo de posicionarse ante uno de los grandes debates que hoy en día hay en los Estados Unidos: armas sí o armas no. Y las estrellas de Hollywood dicen que no. Y poco más. Porque cinematográficamente la película no da para mucho más. Como en toda película donde haya un jurado de por medio es inevitable la comparación con la mejor película de este género que se haya rodado, Doce Hombres Sin Piedad. Y es que comparando, porque en el cine hay que comparar, se puede observar que a esta película le falta emoción, deliberación, relación entre las doce personas que forman un jurado, ahondar en sus personalidades y pensamientos, etc. Y le sobra lucimiento de sus estrellas. Y le sobra los intentos de resaltar de su director. Y además es muy larga. Y muy confusa en su comienzo con lo que cuesta mucho coger el hilo de la película. En conclusión, un producto comercial para acallar las conciencias de las estrellas de Hollywood ante uno de los problemas más importantes en los Estados Unidos. Para esto manifiéstense, no hagan una película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Entre uno de los fallos de la película me llamó la atención uno de sobremanera. El intento de trasladar a la pantalla un juicio con todos sus flecos y detalles, llama la atención el video que la defensa pone al jurado antes de retirarse a deliberar (deliberación que ocupa cinco minutos de cientoveinte que dura la cinta) en donde se puede observar un video familiar del cumpleaños de la hija de la víctima. Gran prueba esta. En fin, también se podía haber titulado Coacción a un Jurado...¿o esa ya existe?.

7,4
2.619
8
7 de marzo de 2010
7 de marzo de 2010
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alcanza Rossellini en “Paisá” su cine más circunstancial. Aquel que no tenía una planificación clara y que era esclavo de las propias situaciones que se les planteaban a los personajes. Unos personajes, por otro lado, que transitan sobre la inmediatez de los acontecimientos presentados de una manera tan espontánea como real. Y es que Rossellini es más que nunca narrador, cronista con su cámara de la liberación de Italia. Pero narrador en todos los aspectos; en la introducción de todos los episodios o, y más importante, en la forma de utilizar sus imágenes, sus planos. Estos, generalmente medios y generales, harán converger en uno la mirada de director y espectador haciendo que éste último se integre completamente en la propia narración y se convierta un “testigo presencial” de excepción. Una vez llegados a esta simbiosis, el film se transforma automáticamente en la exposición verídica y objetiva a la que Rossellini, sin duda, quería llegar.
Intención buscada y nacida solo de la cabeza de un genio. Basta solo con conocer como Rossellini llegó a ese convento y descubrió a esos mojes, con su sencillez y con su ingenuidad, para incluirlos en un episodio maravilloso y que anticipa claramente a “Francesco, Giullare di Dio”. O como utilizó a un regimiento de soldados americanos estacionados cerca de Roma, incluido su material, sus carros blindados o incluso un grupo de soldados alemanes que tenían como prisioneros. Aspectos afortunados, espontáneos o una mezcla de ambos pero que transforman el film en algo único e irrepetible. También en este sentido volver a destacar el contexto bélico natural donde se rueda, con imágenes de la Roma liberada, de la huída de las tropas alemanas, la presencia de una Florencia desconocida y fantasmagórica o el desembarco de las tropas anglo-americanas en Sicilia.
La evolución de los episodios es clara y nuevamente intencionada, adquiriendo más dramatismo conforme estos van avanzando. En especial los dos últimos, que se reivindican como los de más calidad y que obligan al espectador a tomar conciencia de los hechos presentados, tal y como haría en “Roma, Cittá Aperta” o “Germania Anno Zero” las dos otras obras maestras que completan la trilogía de la guerra de Rossellini. Un Roberto que con estas tres películas regala una visión objetiva como pocas del desarrollo de la Gran Guerra y de los posteriores estragos que causó en territorio europeo. “Paisá”, otra muestra de modernidad que, como sus dos hermanas gemelas, se hace completamente necesaria e imprescindible.
Intención buscada y nacida solo de la cabeza de un genio. Basta solo con conocer como Rossellini llegó a ese convento y descubrió a esos mojes, con su sencillez y con su ingenuidad, para incluirlos en un episodio maravilloso y que anticipa claramente a “Francesco, Giullare di Dio”. O como utilizó a un regimiento de soldados americanos estacionados cerca de Roma, incluido su material, sus carros blindados o incluso un grupo de soldados alemanes que tenían como prisioneros. Aspectos afortunados, espontáneos o una mezcla de ambos pero que transforman el film en algo único e irrepetible. También en este sentido volver a destacar el contexto bélico natural donde se rueda, con imágenes de la Roma liberada, de la huída de las tropas alemanas, la presencia de una Florencia desconocida y fantasmagórica o el desembarco de las tropas anglo-americanas en Sicilia.
La evolución de los episodios es clara y nuevamente intencionada, adquiriendo más dramatismo conforme estos van avanzando. En especial los dos últimos, que se reivindican como los de más calidad y que obligan al espectador a tomar conciencia de los hechos presentados, tal y como haría en “Roma, Cittá Aperta” o “Germania Anno Zero” las dos otras obras maestras que completan la trilogía de la guerra de Rossellini. Un Roberto que con estas tres películas regala una visión objetiva como pocas del desarrollo de la Gran Guerra y de los posteriores estragos que causó en territorio europeo. “Paisá”, otra muestra de modernidad que, como sus dos hermanas gemelas, se hace completamente necesaria e imprescindible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Mi escena favorita:
volviendo al tema de los mojes que aparecen en uno de los episodios no puedo dejar de reproducir la respuesta que dio Roberto cuando le preguntaron acerca de ese tono cómico que logró y que está representado magníficamente en la figura de fray Raffaele y que completan una serie de escenas, quizás no las más memorables, pero sí con mucho las más entrañables. Sino lean:
“Porque estos frailes, que se interpretaban así mismos, eran así. No sé si se acuerdan de uno que entra en la cocina, levanta la tapa del puchero y dice: “¡Ah, que buen olor!”. Era fray Raffaele, que era viejísimo y ya no entendía nada. Le dije que entrara en la cocina, se inclinara a oler y dijera la frase. “¿Ha comprendido?” “Sí, señor”, me contestó. Entonces, metió la cabeza en la cacerola, toda la nariz, de forma que tuve que sentarme en el suelo y tirar de él para que no se quemara. Tal era su ingenuidad. Fellini era entonces mi ayudante y daba instrucciones para que los monjes fueran entrando en una celda donde estaba yo con la cámara. Cuando le tocó entrar a fray Raffaele, le cedió el paso a Fellini, porque no quería pasar antes que el ayudante de dirección. Llegué a hacer una comedia de forma totalmente natural. Lo mismo ocurrió en “Francesco, Giullare di Dio”, donde todos los frailes eran auténticos, a excepción naturalmente de Fabrizi, que hacia el papel de tirano, y de aquel fraile muy viejo, Giovani il Semplice, que está siempre con Ginepro.”
volviendo al tema de los mojes que aparecen en uno de los episodios no puedo dejar de reproducir la respuesta que dio Roberto cuando le preguntaron acerca de ese tono cómico que logró y que está representado magníficamente en la figura de fray Raffaele y que completan una serie de escenas, quizás no las más memorables, pero sí con mucho las más entrañables. Sino lean:
“Porque estos frailes, que se interpretaban así mismos, eran así. No sé si se acuerdan de uno que entra en la cocina, levanta la tapa del puchero y dice: “¡Ah, que buen olor!”. Era fray Raffaele, que era viejísimo y ya no entendía nada. Le dije que entrara en la cocina, se inclinara a oler y dijera la frase. “¿Ha comprendido?” “Sí, señor”, me contestó. Entonces, metió la cabeza en la cacerola, toda la nariz, de forma que tuve que sentarme en el suelo y tirar de él para que no se quemara. Tal era su ingenuidad. Fellini era entonces mi ayudante y daba instrucciones para que los monjes fueran entrando en una celda donde estaba yo con la cámara. Cuando le tocó entrar a fray Raffaele, le cedió el paso a Fellini, porque no quería pasar antes que el ayudante de dirección. Llegué a hacer una comedia de forma totalmente natural. Lo mismo ocurrió en “Francesco, Giullare di Dio”, donde todos los frailes eran auténticos, a excepción naturalmente de Fabrizi, que hacia el papel de tirano, y de aquel fraile muy viejo, Giovani il Semplice, que está siempre con Ginepro.”

7,4
1.659
8
18 de mayo de 2009
18 de mayo de 2009
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amelio recurre a su experiencia vital para hacer uno de los más fieles retratos de la inmigración de los últimos años. El calabrés de origen, trasladado a Argentina con su padre y abuelo siendo niño, escribe y dirige un guión situado en la Albania post-comunista para contar fielmente un drama marcado por las paradojas y los simbolismos. Ambos recursos, utilizados maravillosamente por Amelio incluso en el título, reflejarán perfectamente el espíritu de una historia: la de la última gran ola de emigrados dentro de las fronteras europeas.
Porque Albania a principios de los noventa era un caos. El caos de un país que salía de un comunismo devastador para meterse en un capitalismo feroz sin saber muy bien ni el cómo ni el porqué. La pobreza absoluta que reinaba en ese rincón del sudeste europeo provocó un gran flujo de ciudadanos albaneses en dirección a la soñada Italia, instaurada ya en la sociedad del "bienestar". Y de esta situación parte Amelio: dos estafadores italianos, Fiore (Michele Placido) y su secuaz Gino (Enrico Lo Verso), viajan a Albania para crear una supuesta fábrica de zapatos con la que obtener una ayuda gubernamental y una vez con ella salir corriendo del país con "la pasta" en el bolsillo. Solo necesitarán un testaferro que buscarán para colocar como director y redondear la pretendida estafa. Y en esta guisa encuentran al candidato perfecto: Michele (Carmelo de Mazzarelli) un antiguo preso político, mayor y desdichado, de raices italianas y de quien Gino se encargará de cuidar y "enseñarle a firmar". Sin embargo Michele se escapa, obligando a Gino a sumergirse en una búsqueda y un posterior viaje que terminará convirtiéndolo en un "emigrante sucio, hambriento y sin pasaporte" más de los que sueñan con llegar a la tierra prometida.
Personajes fuertes, característicos y auténticos los que crea Amelio. Gino, representante de esa xenofobia criticada con fuerza por el director y encarnado perfectamente por un hipnotizante Enrico Lo Verso, sufre en su propia carne el drama aunque cierto es que Amelio no le dejará redimirse ni en la última escena de la cinta (espectacular imagen e intrigante actitud). Sufrirá y verá impotente como baja a los infiernos, pero nunca comprenderá ni aceptará la miseria albanesa que le rodea y siempre se desmarcará de ella representando perfectamente una mentalidad occidental que mira con desprecio a quien llega sin mirar antes de donde viene. Amelio plasma sin fisuras y medio siglo después la historia vivida por su familia y por un país que muy poco tiempo atrás también "aprendía" otros idiomas en pos de una vida mejor.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
Porque Albania a principios de los noventa era un caos. El caos de un país que salía de un comunismo devastador para meterse en un capitalismo feroz sin saber muy bien ni el cómo ni el porqué. La pobreza absoluta que reinaba en ese rincón del sudeste europeo provocó un gran flujo de ciudadanos albaneses en dirección a la soñada Italia, instaurada ya en la sociedad del "bienestar". Y de esta situación parte Amelio: dos estafadores italianos, Fiore (Michele Placido) y su secuaz Gino (Enrico Lo Verso), viajan a Albania para crear una supuesta fábrica de zapatos con la que obtener una ayuda gubernamental y una vez con ella salir corriendo del país con "la pasta" en el bolsillo. Solo necesitarán un testaferro que buscarán para colocar como director y redondear la pretendida estafa. Y en esta guisa encuentran al candidato perfecto: Michele (Carmelo de Mazzarelli) un antiguo preso político, mayor y desdichado, de raices italianas y de quien Gino se encargará de cuidar y "enseñarle a firmar". Sin embargo Michele se escapa, obligando a Gino a sumergirse en una búsqueda y un posterior viaje que terminará convirtiéndolo en un "emigrante sucio, hambriento y sin pasaporte" más de los que sueñan con llegar a la tierra prometida.
Personajes fuertes, característicos y auténticos los que crea Amelio. Gino, representante de esa xenofobia criticada con fuerza por el director y encarnado perfectamente por un hipnotizante Enrico Lo Verso, sufre en su propia carne el drama aunque cierto es que Amelio no le dejará redimirse ni en la última escena de la cinta (espectacular imagen e intrigante actitud). Sufrirá y verá impotente como baja a los infiernos, pero nunca comprenderá ni aceptará la miseria albanesa que le rodea y siempre se desmarcará de ella representando perfectamente una mentalidad occidental que mira con desprecio a quien llega sin mirar antes de donde viene. Amelio plasma sin fisuras y medio siglo después la historia vivida por su familia y por un país que muy poco tiempo atrás también "aprendía" otros idiomas en pos de una vida mejor.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Mientras Michele es el fiel reflejo de lo que se intenta transmitir. Protagonizado por Carmelo Di Mazzarelli, un albañil al que Amelio encontró en la calle y eligió para el papel, encarna al viejo luchador que dejó su vida en Sicilia 40 años atrás para ir a la guerra y que, después de tantos años de prisión y trabajos forzados, pretende recuperar su vida como si el tiempo hubiera estado detenido. Con él Amelio manda un mensaje claro: italianos no olvidéis quienes sois. Identidad y simbolismo en un personaje irrepetible.
Película grabada sin aditivos y con una perfecta utilización de la música, resume claramente la realidad del fenómeno social de la inmigración, pero que contiene varios aspectos que hacen de esta la película más personal del buen director italiano. Con claras referencias a su vida, a su desaparecido padre, a sus experiencias y a sus fobias, haríamos mal en encuadrar esta cinta en un pueblo italiano que, si bien es protagonista absoluto de la círitica final más feroz, no deja de ser un ejemplo de lo que todos los pueblos han vivido antes o después en primera persona: la búsqueda de un nuevo sitio donde trabajar un futuro lejos de la pobreza o la injusticia.
Película grabada sin aditivos y con una perfecta utilización de la música, resume claramente la realidad del fenómeno social de la inmigración, pero que contiene varios aspectos que hacen de esta la película más personal del buen director italiano. Con claras referencias a su vida, a su desaparecido padre, a sus experiencias y a sus fobias, haríamos mal en encuadrar esta cinta en un pueblo italiano que, si bien es protagonista absoluto de la círitica final más feroz, no deja de ser un ejemplo de lo que todos los pueblos han vivido antes o después en primera persona: la búsqueda de un nuevo sitio donde trabajar un futuro lejos de la pobreza o la injusticia.

5,3
2.160
6
5 de marzo de 2009
5 de marzo de 2009
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guionista, productor y director televisivo David Hollander debuta en la gran pantalla con una cinta que se caracteriza principalmente por la cantidad de temas de difícil tratamiento que plantea y que pone en juego. Lo hace además alrededor de dos actores de muy diferentes generaciones cosa que en algún momento de la cinta, sobre todo al principio, suscita alguna que otra duda.
La venganza, la adapatación a la sociedad de chicos con dificultades físicas y mentales y con una infancia complicada, las relaciones entre personas de muy diferente edad, la validez de ciertos mecanismos de funcionamiento del sistema jurídico, la superación de pérdidas irreparables de una forma violenta, la presencia de las armas de fuego en la vida diaria de los americanos...todas estas disyuntivas, y alguna más, pululan alrededor del encuentro de Linda y Walter. Sin embargo todo empìeza a funcionar cuando una excelente Pfeiffer y un notable Kutcher se combinan. En este momento Hollander centra su cámara, sus sonidos en una relación que personalmente creo que deprende un halo de encanto y que alcanza su cima cuando Linda toma las riendas del asunto momento para el cual, de una manera u otra, todos queremos ser Walter.
Así que superado ese momento inicial denso de la cinta donde Hollander prentende ahondar en tanto y además al mismo tiempo, la película se ve bastante bien y se termina disfrutando del encuentro de esas dos personas tan marcadas por unos acontecimientos fatales y que juntas consiguen superar esa fragilidad e inseguridad en la que se habían establecido sus vidas. Lo mejor: el final y los siempre increibles ojos azules de Michelle Pfeiffer.
La venganza, la adapatación a la sociedad de chicos con dificultades físicas y mentales y con una infancia complicada, las relaciones entre personas de muy diferente edad, la validez de ciertos mecanismos de funcionamiento del sistema jurídico, la superación de pérdidas irreparables de una forma violenta, la presencia de las armas de fuego en la vida diaria de los americanos...todas estas disyuntivas, y alguna más, pululan alrededor del encuentro de Linda y Walter. Sin embargo todo empìeza a funcionar cuando una excelente Pfeiffer y un notable Kutcher se combinan. En este momento Hollander centra su cámara, sus sonidos en una relación que personalmente creo que deprende un halo de encanto y que alcanza su cima cuando Linda toma las riendas del asunto momento para el cual, de una manera u otra, todos queremos ser Walter.
Así que superado ese momento inicial denso de la cinta donde Hollander prentende ahondar en tanto y además al mismo tiempo, la película se ve bastante bien y se termina disfrutando del encuentro de esas dos personas tan marcadas por unos acontecimientos fatales y que juntas consiguen superar esa fragilidad e inseguridad en la que se habían establecido sus vidas. Lo mejor: el final y los siempre increibles ojos azules de Michelle Pfeiffer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me ha gustado el final. Es un final creible y que termina representando perfectamente el espíritu de Linda y mostrando lo que le esperará a partir de ese momento. Desde la ventana contempla la felicidad que le aguarda al fin al haber conseguido mantener al Walter a su lado. Sin embargo, y encendiéndose ese cigarrillo (lo hace en cada momento difícil que se le presenta en la película) se sume en una melancolía y una pena que le acompañará el resto de días de cárcel que le quedan a su hijo.
4 de marzo de 2008
4 de marzo de 2008
44 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera aventura americana de la directora danesa Susanne Bier con una película que rebosa drama por todos sus poros. Bien contada y con un buen ritmo narrativo, recurre en el comienzo de la cinta a flashbacks para introducir al espectador en la historia. Protagonistas golpeados duramente por la vida y reflexiones sobre la superación de momentos difíciles completan un guión en cierto modo atractivo.
Pero la película es Benicio del Toro. Superior a todo el resto de aspectos del film Benicio se arriesga con un papel que, y a estas alturas de su carrera, no deja de ser un reto artístico. Y es un reto porque el traslado ante la cámara del comportamiento y sensaciones de un heroinómano no es nada fácil. Y no siempre sale bien. Hay muchos ejemplos. Sin embargo para Benicio supone otra afirmación más a lo gran actor que es. Su interpretación es magnífica. Su caractarización también. Sus pausas en sus palabras, la profundidad de su mirada, sus gestos faciales y corporales reflejan exactamante el papel que desempeña. Mientras Halle Berry se limita a casi repetir sus actuación en Monster Ball quedando muy por debajo de su compañero en cada instante. Nada nuevo.
Drama, esperanza, recaida, aceptación y recuperación, por este orden, se suceden en en una historia dura, por momentos sensiblera y con una Benicio del Toro que destaca por encima de cualquier cosa. Bravo Benicio.
Pero la película es Benicio del Toro. Superior a todo el resto de aspectos del film Benicio se arriesga con un papel que, y a estas alturas de su carrera, no deja de ser un reto artístico. Y es un reto porque el traslado ante la cámara del comportamiento y sensaciones de un heroinómano no es nada fácil. Y no siempre sale bien. Hay muchos ejemplos. Sin embargo para Benicio supone otra afirmación más a lo gran actor que es. Su interpretación es magnífica. Su caractarización también. Sus pausas en sus palabras, la profundidad de su mirada, sus gestos faciales y corporales reflejan exactamante el papel que desempeña. Mientras Halle Berry se limita a casi repetir sus actuación en Monster Ball quedando muy por debajo de su compañero en cada instante. Nada nuevo.
Drama, esperanza, recaida, aceptación y recuperación, por este orden, se suceden en en una historia dura, por momentos sensiblera y con una Benicio del Toro que destaca por encima de cualquier cosa. Bravo Benicio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y no solo artísticamente me ha encantado Benicio. Su personaje me atrae. Porque es un tipo leal y honesto. Con mala suerte, sí. Pero él no coge los 60 dólares. Ni pretende ser el sustituto de nadie. El momento de debilidad con los cubiertos, el intentar robarlos, lo suple con creces llenando el tremendo vacío en las vidas de esa familia. Y me indigné mucho cuando Audrey Burke (Halle Berry) lo hecha de su casa sin un motivo cierto y volviéndole hacer recaer.
Jerry es un gran premio para una mujer que golpeada por la fatalidad no es capaz, casi en ningún momento de la película, de superar la muerte de su esposo. Miles de gracias Jerry (de parte de Audrey).
Jerry es un gran premio para una mujer que golpeada por la fatalidad no es capaz, casi en ningún momento de la película, de superar la muerte de su esposo. Miles de gracias Jerry (de parte de Audrey).
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