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7,1
1.469
9
24 de noviembre de 2010
24 de noviembre de 2010
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los más significativos valores que tenemos en este precioso planeta tierra, es la amistad. Esa que juega a prodigarse por el bien de otro, por su cercanía, y porque lo suyo nos duele o nos alegra como si fuera lo nuestro. Esa que, cuando lo ve necesario, es capaz de los mayores sacrificios que, entonces, ya no son tales, pues se sienten como dádivas amorosas que brotan del alma sin que pese para nada cualquier esfuerzo involucrado en ello. La amistad, complaciente y sin afanes de recompensa, es un aliento vital, un pilar que da sentido a la vida y llena de contento cada momento que se comparte.
Recuerdo, ahora, la vieja historia de aquel buen hombre que telefoneó un día a su amigo Carlos, diciéndole que quería verlo. Éste lo invita a su casa, y desde el instante en que su amigo llega, Carlos comienza a contarle mil cosas sobre sus éxitos laborales, sus aventuras, sus amores… y cuando va siendo la medianoche, el amigo se despide porque debe trabajar en la mañana. Mientras le observa subirse al auto, Carlos cae en cuenta de su enorme falta: “¡Santo Dios! –piensa-, Luis quería hablar conmigo y he sido yo el que ha hablado todo el tiempo de mis propias cosas”. Corre entonces hasta el coche de su amigo... y deteniéndolo, le dice: -"¡Luis, espera! No te dejé hablar, pero tú querías contarme algo". –"No te preocupes -dice Luis-, así estuvo bien… sólo quería decirte que me estoy muriendo”. Y al instante se alejó en su coche……………
<<EL TROMPETISTA>>, es por sobre todo, una historia sobre la amistad. Excelentemente complementada con temas de jazz y con canciones cuyas letras se conectan con los hechos, la narración es guiada a través de la vida de un niño sin padres, aquí llamado, Rick Martin, quien ha quedado a cargo de una hermana a la que sólo le interesa su propia vida. Su primera relación verdadera, se la ofrece un hombre de alma grande y calificado trompetista de jazz, conocido como Art Hazzard, quien no sólo le enseñará, sin cobro alguno, a manejar el instrumento, sino que le transmitirá los valores esenciales de la vida haciendo las veces de padre adoptivo. Después, llegarán a su camino, “Smoke” Willoughby, el famoso pianista que le seguirá por muchos senderos; y Jo Jordan, la dulce cantante que influirá significativamente en su éxito profesional.
Tres grandes amigos, hacen sostenible una existencia que ha constreñido su ser y su más grande fe en una trompeta que carga siempre bajo su brazo como si en ella le fuera la vida. Todos llevan la música en el alma, y por eso, Hazzard teme que, Rick, acabe como él “sin esposa, sin hijos y sin dinero en el banco, porque un pájaro con un ala puede volar un rato... pero luego caerá”. Palabras proféticas porque, quien siente muy hondo su arte, no lo profanará, ni hará con él lo que le ofrezcan, sino únicamente aquello que le permita sentirlo tan libre como el viento.
Dirigido por, Michael Curtiz, y escrito por, Carl Foreman y Edmund H. North, quienes se basaron en la novela de Dorothy Baker, es este un filme con palpitantes seres humanos; cálido, emotivo y lleno de significados, libremente inspirado en la vida del trompetista, “Bix” Beiderbecke, quien falleció a la temprana edad de 28 años.
Título para Latinoamérica: MÚSICA EN EL ALMA
Recuerdo, ahora, la vieja historia de aquel buen hombre que telefoneó un día a su amigo Carlos, diciéndole que quería verlo. Éste lo invita a su casa, y desde el instante en que su amigo llega, Carlos comienza a contarle mil cosas sobre sus éxitos laborales, sus aventuras, sus amores… y cuando va siendo la medianoche, el amigo se despide porque debe trabajar en la mañana. Mientras le observa subirse al auto, Carlos cae en cuenta de su enorme falta: “¡Santo Dios! –piensa-, Luis quería hablar conmigo y he sido yo el que ha hablado todo el tiempo de mis propias cosas”. Corre entonces hasta el coche de su amigo... y deteniéndolo, le dice: -"¡Luis, espera! No te dejé hablar, pero tú querías contarme algo". –"No te preocupes -dice Luis-, así estuvo bien… sólo quería decirte que me estoy muriendo”. Y al instante se alejó en su coche……………
<<EL TROMPETISTA>>, es por sobre todo, una historia sobre la amistad. Excelentemente complementada con temas de jazz y con canciones cuyas letras se conectan con los hechos, la narración es guiada a través de la vida de un niño sin padres, aquí llamado, Rick Martin, quien ha quedado a cargo de una hermana a la que sólo le interesa su propia vida. Su primera relación verdadera, se la ofrece un hombre de alma grande y calificado trompetista de jazz, conocido como Art Hazzard, quien no sólo le enseñará, sin cobro alguno, a manejar el instrumento, sino que le transmitirá los valores esenciales de la vida haciendo las veces de padre adoptivo. Después, llegarán a su camino, “Smoke” Willoughby, el famoso pianista que le seguirá por muchos senderos; y Jo Jordan, la dulce cantante que influirá significativamente en su éxito profesional.
Tres grandes amigos, hacen sostenible una existencia que ha constreñido su ser y su más grande fe en una trompeta que carga siempre bajo su brazo como si en ella le fuera la vida. Todos llevan la música en el alma, y por eso, Hazzard teme que, Rick, acabe como él “sin esposa, sin hijos y sin dinero en el banco, porque un pájaro con un ala puede volar un rato... pero luego caerá”. Palabras proféticas porque, quien siente muy hondo su arte, no lo profanará, ni hará con él lo que le ofrezcan, sino únicamente aquello que le permita sentirlo tan libre como el viento.
Dirigido por, Michael Curtiz, y escrito por, Carl Foreman y Edmund H. North, quienes se basaron en la novela de Dorothy Baker, es este un filme con palpitantes seres humanos; cálido, emotivo y lleno de significados, libremente inspirado en la vida del trompetista, “Bix” Beiderbecke, quien falleció a la temprana edad de 28 años.
Título para Latinoamérica: MÚSICA EN EL ALMA
10
26 de abril de 2009
26 de abril de 2009
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una absurda herencia del feudalismo, seguía latente en los Estados Unidos de Norteamérica del siglo XIX: Los hombres de una familia mataban a los de otra por una única razón... sus padres, sus abuelos, y sus bisabuelos… habían hecho lo mismo. El estigma lo heredaba cada nueva de-generación, y el que pudiera matar al otro, dejaba sembrada la venganza en aquellos que sobrevivieran. Eran los tiempos de una moral primitiva y burda de la que, felizmente, ya no se oye… ¿o sí?
Lo que vemos aquí, es la rivalidad que, los Canfield, sostienen con los McKay. La historia comienza, en 1810, cuando John McKay, recién casado y con un pequeño retoño, se ve obligado a enfrentarse con uno de los hijos de Joseph Canfield. Ambos mueren en el cruce de disparos, y entonces, huyendo de la maldición, la madre lleva a su hijo, Willie, a donde una tía en New York, la cual, a su muerte, se ocupará de criarlo hasta los 20 años cuando, hecho ya un hombre, recibe la noticia de que puede reclamar la herencia de su padre… que, él imagina, ¡será una enorme casona!
Antes de que haga el viaje de regreso a aquel agreste pueblo, la tía decide advertirle sobre la rivalidad del pasado… y justamente, en la diligencia que, Willie, ocupa, a su lado se acomoda Virginia Canfield, la hija de sus acérrimos enemigos… pero, él no lo sabe y por eso no tarda en ofrecerle sus galanteos y caballerosidad, creando así, con ella, un lazo de atracción mutua.
El viaje, se realiza en una novedosa diligencia de dos vagones (curioso anticipo de lo que sería el tren) impulsada, en vez de caballos, por una pequeña locomotora montada sobre los más singulares y surreales rieles. Esta, para mi gusto, es la más bella e ingeniosa secuencia de ferrocarril que haya visto en mi vida. Esos rieles que pasan por encima de todos los obstáculos que hay en el trayecto, ese desplazamiento manual de estos cuando un asno se cruza en el camino, en vez de mover al asno, ese túnel asentado sobre una mina de carbón que deja negros recuerdos… dan cuenta de una poesía y de una vena humorística, que llevaron al cine a las cumbres del arte por excelencia.
Seguidamente, se avendrá una serie de coincidencias que darán cuenta de que, ciertos destinos son ineludibles, porque, todo lo que sucede llevará al aparentemente indefenso, Willie, a entrar en la peligrosa 'cueva de los lobos' que andan ávidos de devorarlo.
El genial, Buster Keaton y su co-director, John G. Blystone, resuelven este filme con un enorme talento narrativo y con unos encantadores toques de tragicomedia surreal, que hacen que la película no decline, ¡ni por un segundo!, en su efectividad como gran clásico de la comedia.
Y aun surge una tercera y poderosa secuencia, la del río, donde Keaton, para salvar a la novia que pretendía salvarlo (su esposa en la vida real, Natalie Talmadge), dará prueba de su virtuosismo acrobático hasta llevarnos a una escena cumbre de enorme impacto... y de esas que permanecen grandes con el paso de los años.
Con, <<LA LEY DE LA HOSPITALIDAD>>, Buster Keaton, ha alcanzado la cima. ¡Bien que se merece la gloria!
Lo que vemos aquí, es la rivalidad que, los Canfield, sostienen con los McKay. La historia comienza, en 1810, cuando John McKay, recién casado y con un pequeño retoño, se ve obligado a enfrentarse con uno de los hijos de Joseph Canfield. Ambos mueren en el cruce de disparos, y entonces, huyendo de la maldición, la madre lleva a su hijo, Willie, a donde una tía en New York, la cual, a su muerte, se ocupará de criarlo hasta los 20 años cuando, hecho ya un hombre, recibe la noticia de que puede reclamar la herencia de su padre… que, él imagina, ¡será una enorme casona!
Antes de que haga el viaje de regreso a aquel agreste pueblo, la tía decide advertirle sobre la rivalidad del pasado… y justamente, en la diligencia que, Willie, ocupa, a su lado se acomoda Virginia Canfield, la hija de sus acérrimos enemigos… pero, él no lo sabe y por eso no tarda en ofrecerle sus galanteos y caballerosidad, creando así, con ella, un lazo de atracción mutua.
El viaje, se realiza en una novedosa diligencia de dos vagones (curioso anticipo de lo que sería el tren) impulsada, en vez de caballos, por una pequeña locomotora montada sobre los más singulares y surreales rieles. Esta, para mi gusto, es la más bella e ingeniosa secuencia de ferrocarril que haya visto en mi vida. Esos rieles que pasan por encima de todos los obstáculos que hay en el trayecto, ese desplazamiento manual de estos cuando un asno se cruza en el camino, en vez de mover al asno, ese túnel asentado sobre una mina de carbón que deja negros recuerdos… dan cuenta de una poesía y de una vena humorística, que llevaron al cine a las cumbres del arte por excelencia.
Seguidamente, se avendrá una serie de coincidencias que darán cuenta de que, ciertos destinos son ineludibles, porque, todo lo que sucede llevará al aparentemente indefenso, Willie, a entrar en la peligrosa 'cueva de los lobos' que andan ávidos de devorarlo.
El genial, Buster Keaton y su co-director, John G. Blystone, resuelven este filme con un enorme talento narrativo y con unos encantadores toques de tragicomedia surreal, que hacen que la película no decline, ¡ni por un segundo!, en su efectividad como gran clásico de la comedia.
Y aun surge una tercera y poderosa secuencia, la del río, donde Keaton, para salvar a la novia que pretendía salvarlo (su esposa en la vida real, Natalie Talmadge), dará prueba de su virtuosismo acrobático hasta llevarnos a una escena cumbre de enorme impacto... y de esas que permanecen grandes con el paso de los años.
Con, <<LA LEY DE LA HOSPITALIDAD>>, Buster Keaton, ha alcanzado la cima. ¡Bien que se merece la gloria!
6 de enero de 2009
6 de enero de 2009
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya sé que, después de ver esta película usted no lo va a creer... pero, sí señor, ¡el barón Münchausen existió! Su nombre completo era, Karl Hieronymous Barón de Münchhausen y fue un militar alemán que vivió en el siglo XVIII y participó en las campañas que, Federico el grande, adelantó con los rusos, sólo que, irónicamente, pocos recuerdan su carrera en la milicia, pero, en cambio, desbordando risas, fantasías y placeres, han trascendido los siglos y traspasado los cinco continentes sus narraciones orales pletóricas de creatividad y fantasía.
Recopiladas, en 1785, por Rudolf Erich Respe y, luego, reelaboradas por, Gotfried Bürger, las increíbles e insólitas narraciones de este singular personaje alemán, son un incomparable reto a la imaginación y la mejor tallada prueba de que son indispensables los sueños para mantener viva la esperanza y palpitante el corazón.
El singular Barón, hace añicos la lógica, desnuda sus sueños y se libera de atavismos en la magnitud inconmensurable de sus ilusiones. Desde entonces, todo lo imposible resulta posible; todos los anhelos se tornan palpables... y todo lo limitado extiende hasta el infinito sus dimensiones.
Estas locas y fascinantes aventuras, llevadas por tercera vez al cine (primero fue un alemán: Josef von Backy, en 1943, con el más alto éxito; y luego un checo: Karel Zeman, en 1961, y con poca trascendencia), tienen ahora, en versión del inglés, Terry Gilliam, la realización de un ideal. Éste, en un guion libre escrito en compañía de Charles McKeown, puso al barón en compañía de cuatro súper-amigos y de una aguerrida niña, y el resultado es una película colmada de excelente fantasía que, en sus divertidas aventuras se burla con estilo de los "poderosos" que apenas seducen con regalos; de los tipejos posesivos a quienes cada día les crecen los cuernos... y otros prototipos que tanto enferman a la sociedad.
John Neville, resulta deliciosamente altivo como el inigualable, Barón Múnchausen. Eric Idle (Berthold), es estupendo jugando a vaciar las arcas de quien, sin duda, ya sacudió a su pueblo. Oliver Reed, es el pobrísimo Vulcano que sólo tiene diamantes para mantener atada a su adorable e insatisfecha, Venus (Uma Thurman)... y Robin Williams, es el rey de la luna, a punto de perder la cabeza porque su reina, Ariadne, ansía que otro la corone.
<<LAS AVENTURAS DEL BARÓN MÜNCHAUSEN>>, es una de las películas fantásticas más divertidas y significativas de los últimos tiempos.
Recopiladas, en 1785, por Rudolf Erich Respe y, luego, reelaboradas por, Gotfried Bürger, las increíbles e insólitas narraciones de este singular personaje alemán, son un incomparable reto a la imaginación y la mejor tallada prueba de que son indispensables los sueños para mantener viva la esperanza y palpitante el corazón.
El singular Barón, hace añicos la lógica, desnuda sus sueños y se libera de atavismos en la magnitud inconmensurable de sus ilusiones. Desde entonces, todo lo imposible resulta posible; todos los anhelos se tornan palpables... y todo lo limitado extiende hasta el infinito sus dimensiones.
Estas locas y fascinantes aventuras, llevadas por tercera vez al cine (primero fue un alemán: Josef von Backy, en 1943, con el más alto éxito; y luego un checo: Karel Zeman, en 1961, y con poca trascendencia), tienen ahora, en versión del inglés, Terry Gilliam, la realización de un ideal. Éste, en un guion libre escrito en compañía de Charles McKeown, puso al barón en compañía de cuatro súper-amigos y de una aguerrida niña, y el resultado es una película colmada de excelente fantasía que, en sus divertidas aventuras se burla con estilo de los "poderosos" que apenas seducen con regalos; de los tipejos posesivos a quienes cada día les crecen los cuernos... y otros prototipos que tanto enferman a la sociedad.
John Neville, resulta deliciosamente altivo como el inigualable, Barón Múnchausen. Eric Idle (Berthold), es estupendo jugando a vaciar las arcas de quien, sin duda, ya sacudió a su pueblo. Oliver Reed, es el pobrísimo Vulcano que sólo tiene diamantes para mantener atada a su adorable e insatisfecha, Venus (Uma Thurman)... y Robin Williams, es el rey de la luna, a punto de perder la cabeza porque su reina, Ariadne, ansía que otro la corone.
<<LAS AVENTURAS DEL BARÓN MÜNCHAUSEN>>, es una de las películas fantásticas más divertidas y significativas de los últimos tiempos.

7,0
15.184
3
13 de diciembre de 2012
13 de diciembre de 2012
28 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por allá, por 1840, el Reino Unido (Sometido) de la Gran Bretaña, de fauces abiertas hacia cualquier país frágil donde hubiese importantes riquezas, estaba abonando terreno para apoderarse de una gran parte de la China imperial. Mordiendo la presa, hallábanse también los lobos alemanes, franceses, estadounidenses, japoneses, españoles, austríacos y rusos, pero, los ingleses eran los lobos más feroces y venían peleándose el negocio del opio, que el país prohibía, pero, que ellos estaban dispuestos a preservar para surtir al sudeste asiático que les venía dejando apreciables divisas. De otro lado, los sires se habían apoderado ya de Hong Kong y otras islas cercanas; habían forzado la apertura de puertos para que el comercio europeo entrara sin dificultades, y la fuerte influencia que venían logrando rusos, franceses y japoneses en especial, estaba poniendo en aprietos a la dinastía Qing, que comenzaba a temer que su nación les fuese arrebatada. El atraso tecnológico, cultural y económico de la China imperial, la estaba convirtiendo en un ratoncito para los lobos hambrientos.
Con profunda inconformidad, y hartos ya de los improcedentes intrusos, los chinos ven pasar, el para ellos, amargo siglo XIX… y justo cuando se inicia el nuevo siglo -exactamente en el año 1900-, un numeroso grupo de valientes e inconformes jóvenes que se ha venido reclutando secretamente desde algunos años atrás, y que se hace llamar, La Sociedad de los Puños Armoniosos (que, como es su costumbre, para no exaltarlos los invasores llaman peyorativamente, the boxers = los boxeadores), se lanza con toda su furia dispuestos a arrojar de su país a las grandes potencias... incluidos los políticos corruptos que se habían puesto a su servicio; los evangelizadores romanos que pretendían sacar a Buda para introducir el cristianismo... y hasta un sector del pueblo que se había sumado neciamente a sus colonizadoras pretensiones.
Estos hechos constituyen el eje central (no la trama) de, <<55 DÍAS EN PEKÍN>>, otro de esos filmes que, cada tanto, se hacen para tergiversar la historia y para limpiar el sucio pasado de los países imperialistas. El ejercicio es rotundo: Un grupo de actores de primera línea (Heston, Niven, Gardner…); un director renombrado (nada menos que Nicholas Ray, quien acababa de llenar las taquillas con "King of Kings”), y un equipo técnico sobresaliente, que incluye a, Dimitri Tiomkin, para apuntalar una emotiva banda sonora; unos notables diseñadores de sets; y en especial, un director de segunda unidad experto en escenas de acción llamado, Andrew Marton (recuerden la escena de cuadrigas de, “Ben Hur”). Con semejante despliegue, el plato queda gustosamente servido… y el público incauto agradece otra buena dosis de cine alienante y adormecedor, que manipula la historia y lo induce a creer que los malos han sido siempre los invadidos. Se cuenta que, Ray, peleó tanto con el productor, Samuel Bronston, por sus absurdas imposiciones argumentales (tergiversando a capricho el guion que firmaran, Philip Yordan y Bernard Gordon) que terminó sufriendo un infarto que lo llevó a abandonar el rodaje, el cual fue cedido al director, Guy Green.
Sólo resuenan en mis oídos las fehacientes palabras de la emperatriz, Tzu-Hsi: “Nada hay tan sagrado como la paz, ni existe mayor desastre que una guerra insensata”.
Con profunda inconformidad, y hartos ya de los improcedentes intrusos, los chinos ven pasar, el para ellos, amargo siglo XIX… y justo cuando se inicia el nuevo siglo -exactamente en el año 1900-, un numeroso grupo de valientes e inconformes jóvenes que se ha venido reclutando secretamente desde algunos años atrás, y que se hace llamar, La Sociedad de los Puños Armoniosos (que, como es su costumbre, para no exaltarlos los invasores llaman peyorativamente, the boxers = los boxeadores), se lanza con toda su furia dispuestos a arrojar de su país a las grandes potencias... incluidos los políticos corruptos que se habían puesto a su servicio; los evangelizadores romanos que pretendían sacar a Buda para introducir el cristianismo... y hasta un sector del pueblo que se había sumado neciamente a sus colonizadoras pretensiones.
Estos hechos constituyen el eje central (no la trama) de, <<55 DÍAS EN PEKÍN>>, otro de esos filmes que, cada tanto, se hacen para tergiversar la historia y para limpiar el sucio pasado de los países imperialistas. El ejercicio es rotundo: Un grupo de actores de primera línea (Heston, Niven, Gardner…); un director renombrado (nada menos que Nicholas Ray, quien acababa de llenar las taquillas con "King of Kings”), y un equipo técnico sobresaliente, que incluye a, Dimitri Tiomkin, para apuntalar una emotiva banda sonora; unos notables diseñadores de sets; y en especial, un director de segunda unidad experto en escenas de acción llamado, Andrew Marton (recuerden la escena de cuadrigas de, “Ben Hur”). Con semejante despliegue, el plato queda gustosamente servido… y el público incauto agradece otra buena dosis de cine alienante y adormecedor, que manipula la historia y lo induce a creer que los malos han sido siempre los invadidos. Se cuenta que, Ray, peleó tanto con el productor, Samuel Bronston, por sus absurdas imposiciones argumentales (tergiversando a capricho el guion que firmaran, Philip Yordan y Bernard Gordon) que terminó sufriendo un infarto que lo llevó a abandonar el rodaje, el cual fue cedido al director, Guy Green.
Sólo resuenan en mis oídos las fehacientes palabras de la emperatriz, Tzu-Hsi: “Nada hay tan sagrado como la paz, ni existe mayor desastre que una guerra insensata”.

7,0
2.499
10
21 de abril de 2009
21 de abril de 2009
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos en Indiana del Sur, año 1862, en plena Guerra Civil Estadounidense. Jess y Eliza Birdwell, son una pareja de cuáqueros que tienen tres hijos y viven en una comunidad que, aún, no ha sido alcanzada por el conflicto que aspira a la abolición de la esclavitud. Ellos mismos tienen un esclavo, Enoch, a quien se esmeran por tratar con la mayor dignidad y respeto. Su vida parece muy armónica y espiritual, dedicado, Jess, al trabajo de la tierra, mientras, Eliza, es ministra de una iglesia cuáquera.
Sus hijos son muy especiales: Jess Jr., el pequeño, vive en conflicto con la gansa Samantha, pues, cada que lo tiene a tiro se le aferra de los pantalones. Joshua, es un joven tranquilo que no niega sus dudas sobre la verdadera religiosidad; y Mattie, vive enamorada de un soldado de la Unión, Gard Jordan, el hijo de Sam, el risueño y malicioso amigo de su padre con quien compite en cada salida hacia la iglesia. Todo parece estar en armonía y en una cercana comunicación con Dios… pero, no tardaremos en darnos cuenta de que, ellos, no logran seguir los dictados de sus entrañas. La iglesia les ha quitado la alegría, la música, el baile, el vino… y hasta su lenguaje resulta distinto al del resto de la comunidad, pues, se ha vuelto solemne y rimbombante.
"Ese es el mandato de Dios", creen ellos al seguir las prédicas de los cuáqueros, y así, asumen las reglas con el mayor compromiso… pero, algo muy dentro clama por su libertad, y entonces comienzan a vivir con hipocresía. Hacen lo que no deben según las normas (y lo mantienen en reserva), pero, sienten en su corazón que, eso que no deben, lo ansían desde muy adentro de sus almas, pues, no hace daño a nadie (el piano, el baile, el beso...) y así, aquella religión, se va convirtiendo en una especie de máscara que aleja de la verdadera esencia mientras arrebata el derecho a la alegría y el placer.
Entonces llegará la más dura prueba. ¿Puede el hombre prescindir de todo acto de violencia a riesgo de los suyos y de su propia vida? ¿Tiene el ser humano derecho a defenderse, y a matar si es necesario, para defender su libertad y arrasar con la barbarie? ¿Se puede atacar la infamia y maltratar al que maltrata sin que signifique pecado?... Estas y otras preguntas surgirán en los corazones y en la mente de la familia Birdwell, y también en la de muchos otros de la comunidad en la que viven.
Partiendo de un magnífico guion de, Michael Wilson (adaptación de la novela de, Jessamyn West), el director William Wyler, consigue un filme de fuertes y poderosas reflexiones que nos aguzan la conciencia y nos ponen sobre aviso sobre muchas cosas que pueden llegar a suceder. Las preguntas son, entonces, el camino expedito para encontrar las respuestas... y esta historia va a inducirnos a que nos hagamos unas cuantas, ojalá en el momento oportuno.
Un pícaro y socarrón, Gary Cooper; una serena y encantadora, Dorothy McGuire; y un divertidísimo, Robert Middleton, encabezan un brillante reparto que nos ofrece un cuadro familiar y comunitario de inolvidables matices y encantadoras anécdotas.
<<LA GRAN PRUEBA>>, es una película inolvidable.
Título para Latinoamérica: LA GRAN TENTACIÓN
Sus hijos son muy especiales: Jess Jr., el pequeño, vive en conflicto con la gansa Samantha, pues, cada que lo tiene a tiro se le aferra de los pantalones. Joshua, es un joven tranquilo que no niega sus dudas sobre la verdadera religiosidad; y Mattie, vive enamorada de un soldado de la Unión, Gard Jordan, el hijo de Sam, el risueño y malicioso amigo de su padre con quien compite en cada salida hacia la iglesia. Todo parece estar en armonía y en una cercana comunicación con Dios… pero, no tardaremos en darnos cuenta de que, ellos, no logran seguir los dictados de sus entrañas. La iglesia les ha quitado la alegría, la música, el baile, el vino… y hasta su lenguaje resulta distinto al del resto de la comunidad, pues, se ha vuelto solemne y rimbombante.
"Ese es el mandato de Dios", creen ellos al seguir las prédicas de los cuáqueros, y así, asumen las reglas con el mayor compromiso… pero, algo muy dentro clama por su libertad, y entonces comienzan a vivir con hipocresía. Hacen lo que no deben según las normas (y lo mantienen en reserva), pero, sienten en su corazón que, eso que no deben, lo ansían desde muy adentro de sus almas, pues, no hace daño a nadie (el piano, el baile, el beso...) y así, aquella religión, se va convirtiendo en una especie de máscara que aleja de la verdadera esencia mientras arrebata el derecho a la alegría y el placer.
Entonces llegará la más dura prueba. ¿Puede el hombre prescindir de todo acto de violencia a riesgo de los suyos y de su propia vida? ¿Tiene el ser humano derecho a defenderse, y a matar si es necesario, para defender su libertad y arrasar con la barbarie? ¿Se puede atacar la infamia y maltratar al que maltrata sin que signifique pecado?... Estas y otras preguntas surgirán en los corazones y en la mente de la familia Birdwell, y también en la de muchos otros de la comunidad en la que viven.
Partiendo de un magnífico guion de, Michael Wilson (adaptación de la novela de, Jessamyn West), el director William Wyler, consigue un filme de fuertes y poderosas reflexiones que nos aguzan la conciencia y nos ponen sobre aviso sobre muchas cosas que pueden llegar a suceder. Las preguntas son, entonces, el camino expedito para encontrar las respuestas... y esta historia va a inducirnos a que nos hagamos unas cuantas, ojalá en el momento oportuno.
Un pícaro y socarrón, Gary Cooper; una serena y encantadora, Dorothy McGuire; y un divertidísimo, Robert Middleton, encabezan un brillante reparto que nos ofrece un cuadro familiar y comunitario de inolvidables matices y encantadoras anécdotas.
<<LA GRAN PRUEBA>>, es una película inolvidable.
Título para Latinoamérica: LA GRAN TENTACIÓN
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