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Críticas 372
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
26 de febrero de 2010
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Teniendo en cuenta la potencia del cine norteamericano y dejando totalmente clara mi postura sobre el mismo, que no es otra que de admiración y respeto, estoy prácticamente seguro de que si la película que en esta crítica se da cita, "El cebo", hubiese sido una producción de los Estados Unidos, aparecería en más de una lista de esos clásicos que nadie debe perderse antes de morir. Por que está hecha con un estilo visual impecable, cuenta con una transición de escenas sobre las que según van avanzando los minutos, el interés sobre el argumento se ve aumentado. Por que su reparto hace unas interpretaciones bastante buenas y la sorpresa entre los personajes está asegurada garantizando al espectador una película elegante, agradable y con la tensión necesaria, y cuenta con múltiples peculiaridades que son las encargadas de culminar un ejercicio cinematográfico notable que en mi opinión si no llega a la excelencia es por un liviano y previsible tramo final que sin embargo es el idóneo para la trama. Pero la película es española y de un tal Ladislao Vajda (Marcelino, pan y vino, Un ángel pasó por Brooklyn), un realizador enterrado tanto dentro como fuera de las fronteras españolas y al cual, de manera injusta, no se le ha brindado el reconocimiento que se merece por la calidad de las obras que componen parte de su filmografía.

La historia de esta película comienza en el bosque de un pequeño pueblo suizo. Un vendedor ambulante lo atraviesa hasta tropezar con lo que resulta ser el cadáver de una niña ocultado entre la hojarasca. Horrorizado, corre hasta el pueblo para desde un bar llamar al comisario Matthäi y comunicarle tan terrible suceso. Pero la policía colocará al denunciante como primer sospechoso debido al encaje de una serie de pruebas que parecen inculparle por lo clamoroso de su relación. Mattäi, que se muestra escéptico respecto a la culpabilidad del vendedor ambulante, contempla el caso desde la barrera, pues ha perdido la autoridad sobre el mismo al dejar el cargo por otro de mayor responsabilidad fuera del departamento. El comisario que le sustituye se encarga pues de la investigación, aunque seguirá contando con su antecesor desde una clara muestra de respeto y admiración sobre el mismo. Las pesquisas llevan a los policías a detenerse ante un dibujo colgado en la pared del colegio en el que estudiaba la niña asesinada, que parece representar la identidad del asesino. Matthäi (Heinz Rühmann), disponiendo de esta pista como el corazón de la investigación, volverá a mostrar interés en el caso.

La música, de Bruno Canfora contribuye a elevar el nivel de tensión y misterio que el realizador de la cinta consigue crear en esta película que se convierte por derecho propio en una de las películas de intriga europeas más destacadas de los años de su producción. Los papeles más destacados no dan lugar a dudas, pues sólo hay dos grandes protagonistas en esta cinta, los representados por Heinz Rühmann y el imponente Gert Fröbe.
31 de marzo de 2010
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película con guión y dirección de Fernando León de Aranoa que no necesita servirse de recursos forzados para ofrecer situaciones tan dramáticas y realistas como las presentadas desde las escenas protagonizadas por Rai, Javi y Manu, tres adolescentes que además de compartir entre sí una sincera amistad, coinciden en el hecho de tener una situación familiar caótica y desesperanzada, sumida en el más profundo sentido de la humildad.

El argumento transcurre durante las vacaciones de verano de 1998, en algún barrio obrero y periférico madrileño del que no se especifica una localización concreta. Los tres adolescentes citados anteriormente vagan, para matar su aburrimiento, por un barrio que parece un laberinto sin salida, utilizando como metáfora de su reclusión urbana las rejas de la barandilla de una pasarela que cruza un tramo de la carretera de circunvalación M-40 sobre la que a veces pasan el rato, hablan, juegan, sueñan, ríen y se intentan impresionar entre ellos mismos mientras creen ser más lógicos que nadie, en esa edad por la que todos pasamos. Intercambian opiniones sobre hechos que en apariencia pueden resultar banales pero que en el fondo son la base de aquello que pretenden conseguir en sus vidas adultas.

Rai (Críspulo Cabezas) disfruta de la situación familiar más estable, pero la falta de control de la misma sobre el chaval fomentará que éste acabe relacionándose con un traficante de drogas de medio pelo, de esos que pasan por la calle luciendo un coche cutre tuneado y con la música a todo volumen, creyéndose los amos del mundo. Javi (Timy Benito) parece ser el menos fantasioso de los tres, pero igualmente acaba entrando en el juego de sus amigos, siempre nacido del aburrimiento y del no saber qué hacer. Vive con sus padres, su hermana Susi (Marieta Orozco) y su abuelo, que no se entera de nada gracias a su sordera. A Susi le apasiona bailar salsa y con ello consigue desprender una exquisita sensualidad que no tardará mucho en apoderarse de Rai, al compás de temas como “Devórame otra vez” de Lalo Rodríguez, que tanto y tan bien pegó en España en su momento. Manu (Eloi Yebra) es quizá el más centrado del pequeño grupo. Por ello empieza a trabajar como repartidor de pizzas, desplazándose en autobús para realizar los repartos, al no contar con la moto propia que le exigen en la pizzería. Vive con su padre, un hombre afable que delata desde su mirada una infinita tristeza que protagonizará algunas de las escenas más encantadoras de la cinta, intentando ser un buen padre desde un estado que se codea con la depresión.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Las vidas de estos tres amigos se fusionan hasta convertirse en una sola que trata de descubrir el mundo que le rodea mientras lo contempla con la indiferencia y la normalidad de aquel que está acostumbrado a vivir situaciones tan desoladoras como las que florecen en esta cinta, que desborda realismo abordando múltiples reflexiones sobre la amistad, las consecuencias de vivir en un barrio marginal, las situaciones familiares complicadas, la adolescencia, etc. Toda una disección urbana perfectamente interpretada por Críspulo Cabezas, Timy Benito y Eloi Yebra, que se igualan en lo que respecta a la calidad de sus trabajos. También destacan las pocas apariciones que realiza una convincente Marieta Orozco.

La música, muy variada y magistralmente escogida, cuenta con temas entre los que destacan la salsa de Lalo Rodríguez, hip-hop de HCD (“Hechos contra el decoro”) y hasta una preciosa canción árabe llamada Douha Alia, del argelino Mohamed Khelifati (más conocido como Cheb Mami) que se puede escuchar durante una de las escenas más bonitas y gráficas de la película, desarrollada en las entrañas de todo un emblema de la ciudad de Madrid: el Metro.
17 de noviembre de 2011
27 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
James Mangold (“El tren de las 3:10”, 2007) tenía un difícil reto ante sí. Llevar a la gran pantalla una proyección biográfica del inimitable Johnny Cash sin morir en el intento. No sólo consiguió superar la misión sino que además lo hizo con creces ofreciendo como resultado una interesantísima película que retrata los primeros años de vida del magistral cantante de country, gospel y rock & roll, seguidos de las dificultades que atravesó para abrirse camino en el difícil terreno de la música y analizando posteriormente su salto a la fama, objetivo que vino acompañado de grandes quebraderos de cabeza para Cash y todos los que le rodeaban. La elección de un maravilloso Joaquin Phoenix encarnando a Johnny supera las barreras de lo acertado para adentrase en las de lo magistral, logrando el actor puertorriqueño no sólo dar voz y vida a uno de los más grandes cantantes sino adentrándose además en su personaje con tanta pasión que la línea que divide el hecho de interpretar un papel se destruye para pasar así el actor a vivir un papel.

Y es que Phoenix (“La noche es nuestra“, 2007) parece estar metido dentro de la piel auténtica de Cash. De hecho, ambos artistas albergan ese estilo de vida que les sitúa ‘en la cuerda floja’, siendo brillantes en su profesión y polémicos en su vida privada, arrastrados por su alma hasta lugares sombríos y melancólicos. Phoenix tuvo que soportar muchas horas de clases para poder situar su voz al nivel de la de Johnny Cash y poder así cantar todos los temas que se reproducen en la película. El parecido entre las voces es clamoroso pero se puede distinguir con facilidad una cierta diferencia de estilos entre el actor y el cantante. Mientras Cash emitía una fuerza atronadora a un nivel que se mantenía firme durante toda la canción, Phoenix suena más desgarrado y su tono delata altibajos, pero demuestra el mismo poderío, seguridad y pasión que ‘el hombre de negro’. Escuchar a ambos es una experiencia igual de motivadora, pues el truco de las canciones de Cash es precisamente el de ofrecer la cara más amarga de la vida de una forma en la que puedas reírte de ella y sentirte especial, con los ánimos suficientes para superar cualquier adversidad. Eso de “coge ritmo cuando te sientas triste” de su “Get Rhythm”.

Pero si hay que algo que junto con Phoenix brille en esta película es Reese Witherspoon (“Pleasantville“, 1998), enamorando con su interpretación de June Carter y una voz espléndida que no me he cansado de volver a escuchar una vez terminada la cinta. El papel de Reese está lleno de vitalidad, confianza, simpatía, humildad, sencillez. Si era tal cual la amada de Cash, era una de las mejores mujeres del planeta. El retrato que se hace de ella en “Walk the line” difícilmente no pueda enamorar a nadie.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
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La guapísima actriz ganó merecidamente un premio Oscar, un Globo de Oro y un premio BAFTA entre otros galardones por este fabuloso trabajo. Centrándonos en la película como tal, decir que creo que pudo haber sido más de lo que ha llegado a ser. En el aspecto musical es brillante, tanto por la puesta en escena de cada salida al escenario de Cash como por la maestría con la que se ha logrado esa reproducción a escala del espíritu que transmiten esas melodías capaces de refrescar los corazones más secos. Pero entre escenario y escenario, sólo vemos a un Cash para haber sido un genio, no aporta demasiadas reflexiones sobre la vida. Un Cash inmerso en su dependencia de las drogas y su obsesión sobre el amor, claramente aliviado por su pasión por la música, pero sin muchas más historias paralelas a lo largo de las de dos horas y media que dura la película.

A excepción del breve repaso de su infancia, no encuentro demasiadas anécdotas que puedan situar la figura de Johnny al grandioso nivel que él la dejó. La dirección de Mangold, pese a haber descuidado estos aspectos centrándose casi absolutamente en lo musical y los puntos más conocidos sobre el artista de Arkansas, logra una película que hace corta su extensa duración y que está muy beneficiada por un ritmo (no me refiero al musical) ligero y de agradable digestión. Para elaborar el guión se basa en la autobiografía escrita por Johnny Cash (“Cash: The Autobiography“) y otro libro del artista, “Man In Black“. La ambientación de la época es fabulosa y las interpretaciones de todo el reparto, más allá de los principales protagonistas, son muy aceptables. Son breves las apariciones de Robert Patrick pero su sola mirada es capaz de dejarte helado. “En la cuerda floja” es un buen acercamiento a una de las más grandes estrellas del country y el rock and roll, una de las personas más influyentes de su época que como herencia ha dejado algunas de las más brillantes canciones que podamos encontrar, por letra, por significado, por ritmo, por corazón.

Cash siempre seguirá siendo un grande y esta película dignifica su figura y reaviva su recuerdo. Una de esas personas del interminable mundo de los valientes talentosos que empezaron sin tener nada, empleando su fuerza de voluntad como el mayor de sus activos para enfrentarse al mundo haciendo lo que realmente quería hacer. Vivir por y para la música compartiendo las palabras que recitaba su corazón con todas aquellas personas que nos identificamos plenamente con ellas. Y eran -son- muchas, más que Los Beatles incluso durante su famoso “Folsom Prison Blues”. Johnny estaba con la gente y con la calle, por eso jamás se desvió de la carretera, haciendo de las giras su único medio de vida. Y del amor.
18 de diciembre de 2011
39 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retroceder en el tiempo ya es una realidad. Desde este humilde espacio de opinión puedo dar fe de que el revuelo generado en torno a la aclamada y brillante “The artist” no es para nada exagerado. Su principal virtud: saber transformar una película en experiencia, transportándote atrás en el tiempo hasta el fascinante Hollywood de las décadas 20 y 30 con una cinta muda que desprende todo ese mágico aroma del cine de aquellos años. El realizador francés Michel Hazanavicius (“La classe américaine“, 1993) traspasa la barrera del esmero cinematográfico para convertir esta película en arte, recordándonos a todos los que amamos el cine la razón de nuestra rendición ante el mismo. La cinta parece arrancada de las garras de la época en la que se inspira la trama y traída ante nuestros ojos para decirnos que el tiempo nunca ha pasado. Sólo lo han hecho las hojas de los calendarios: su esencia sigue reinando la atmósfera con la misma fuerza que en los inicios del cine. Y para conseguir todo esto, una historia, interpretaciones y técnica absoluta y llanamente prodigiosas.

Esta preciosa fábula, este viaje hacia atrás en el tiempo, nos habla de un exitoso actor de cine mudo llamado George Valentin (Jean Dujardin) que siempre va iluminando y alegrando los pasillos que atraviesa con su radiante sonrisa y encantador espíritu. La llegada del cine sonoro coincide casi paralelamente con la aparición de una guapa aspirante a actriz, Peppy Miller (Bérénice Bejo), que puede considerarse la antítesis de lo representado por Valentin. Él ve peligrar su carrera mientras ella vislumbra el horizonte del éxito, aunque en cualquier caso ambas son excelentes personas y asistir a este espectáculo de bondad humana casi te estruja el corazón hasta emocionarte; por ellos y por otros personajes y situaciones que envuelven la cinta con un cariño y una ternura que sitúa a la película ¡entre las mejores del género mudo!. Quién lo diría, en pleno año 2011 retrocedemos noventa años hacia atrás para ser testigos de una nueva obra que se sitúe a la altura de muchas de las mejores cintas filmadas en aquellos maravillosos años.

Es por esto que el mérito de Hazanavicius es digno del mayor de los elogios. Hay muchas películas que intentan recrear aquellos años y aquel espíritu, limitando su técnica a dibujar sus escenas dentro de una simple escala de grises y un vestuario adecuado, pero aquí no se han querido conformar con eso. No querían que la película pareciese de entonces sino que fuese de aquellas décadas.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
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Y lo han conseguido con una increíble maestría técnica que va desde su fotografía (limitada a propósito, rodando la película con los movimiento de cámara de antaño) y logradísimos colores (son exactamente los mismos que entonces, con esos grises, esas sombras, esos contrastes…) hasta su impresionante vestuario, guión demoledor e interpretaciones exquisitas. Evidentemente, de mucho, aunque no demasiado, servirían los detalles técnicos que aquí he mencionado si su historia no hubiera estado a la altura: pero ésta es increíble, es un viaje directo a tus emociones, a querer arrancarte una lágrima, a enamorarte de sus personajes y ese mundo tan bello que se recrea en la cinta. El papel de Jean Dujardin como George Valentin es apasionante. Emociona, te obliga a sentir un cariño muy especial por él. Es sin duda uno de los mejores papeles que he visto en el cine de estreno en años, lo que da la razón a la férrea defensa sobre el cine mudo que hace este personaje: sin pronunciar una palabra se puede conseguir mucho más que abriendo la boca, convirtiéndose Valentin en uno de los roles con más sentimiento de la gran pantalla.

A su lado, Bérénice Bejo, preciosa, espléndida, igualmente inmensa como Dujardin. Ya dije más arriba que ambos desarrollan los papeles de dos buenas personas, y ambos lo hacen tan bien que la simpatía que sientes por ellos es tan grande que sus papeles merecen perpetuarse como dos iconos representativos del cine, dos estrellas con tanto talento como los personajes que interpretan. No me olvido ni del perro, Uggie, la simpática mascota adiestrada de George Valentin que éste utiliza para alguno de sus números ante el público. También el adorable perrito es capaz de hacerse hueco entre la ternura del público, que se reía y emocionaba con sus apariciones. Un público que, al finalizar la película, rompió en un largo y contundente aplauso. Hacía años que no veía aplaudir una película en una sala de cine. Sin duda ese instante elevó mis propios sentimientos sobre esta excepcional comedia dramática.

Ludovic Bource se encarga de una gran banda sonora que pretende, consiguiéndolo, emular las partituras utilizadas entonces para acompañar las películas durante las décadas en las que se basa esta. Si tenéis la oportunidad de hacer como yo, viéndola en el cine de aspecto más anticuado y clásico posible (con todas las incomodidades que esto conlleva) tendréis la oportunidad de hacer redonda la experiencia, y al salir a la calle y contemplar todo el bullicio actual podréis sentiros algo perdidos. Recuerdo que minutos después de ver esta película, al pasar junto al cristal de un restaurante veía cómo la gente de su interior hablaba, pero claro, yo no la podía escuchar. Sólo veía el movimiento de sus labios. Pensaba que el mundo había enmudecido y que sólo quedaban nuestros gestos para expresarnos. Seguía atrapado por la magia de George Valentin y Peppy Miller.
11 de febrero de 2010
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena y más que interesante comedia bañada en drama que trata el asunto de la pobreza retratándolo desde una familia que más allá de ser simplemente numerosa podría describirse como caótica por la inmensa cantidad de miembros que la componen. Mayores, medianos y pequeños, todos ellos viven bajo el mismo techo acartonado que cubre las miserias de una chabola de un poblado situado en los suburbios de Roma, rodeado por una autopista y unas vías del tren.

Pero algo inquieta a toda esta gente: el dinero que el cabeza de familia, Giacinto (Nino Manfredi) ha recibido del seguro por la pérdida de uno de sus ojos. Lo huraño de este ser le impide compartir su fortuna, un millón de liras, que custodiará día y noche sin descuidar y mostrando la máxima desconfianza hacia toda la familia, que a pesar de lo distanciada que se encuentra de Giacinto por la indiferencia de éste sobre ella, conservará sobre su figura el respeto infundado por el miedo que impone el avaro protagonista, que por la noche duerme acompañado de su rifle.

Esta cinta puso sobre la mesa en su momento un tema que aún hoy no nos es para nada desconocido, pues los poblados chabolistas y las condiciones en las que viven aquellos que los habitan siguen siendo igual de deplorables que entonces en muchas partes del mundo. La película consigue entretener de forma agridulce e incluso hacer reír con algunas de sus escenas sin abandonar en ningún momento el triste realismo que envuelve lo que expone. Es una mezcla muy inteligente de un jugoso humor negro y una historia dramática presentada como una comedia a través del sinfín de personajes peculiares que componen esta historia.
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