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Críticas de Eduardo García
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
10
5 de septiembre de 2022
6 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película española Alcarràs (Carla Simón, 2022) constituye un magnífico y conmovedor testimonio de la vida en el campo. Este largometraje, con visos de comedia y drama, se ha convertido en todo un fenómeno sociológico en la zona de España en la que se ambienta, las vegas de la provincia de Lleida. Cines que llevaban décadas cerrados volvieron a abrir para proyectar esta estupenda película en la que, he aquí la clave, cualquiera que vive o haya vivido en el medio rural puede verse reflejado. De un realismo extremo, casi documental, en Alcarràs se muestran las serias dificultades que conlleva labrar y vivir de la tierra en la era de las multinacionales, el individualismo y el capitalismo feroz.

La trama es simple, se desarrolla en la actualidad, y nos presenta a una familia de agricultores -dos abuelos, tres hijos casados, muchos nietos- que se ha reunido a comienzos de verano en la casa de campo familiar para comenzar la cosecha estival. Cosecha fundamentalmente compuesta por melocotones, pues el hogar se ubica en el centro de una enorme finca copada por árboles frutales. Hasta aquí todo bien, pero la familia se enfrenta a un problema: la finca no es suya, están de préstamo. Su dueño original les dio el derecho a cultivarla después de que ellos le proporcionaran cobijo durante la Guerra Civil para salvar su vida de terrateniente. Ahora, más de ochenta años después, uno de sus herederos reclama el terreno como suyo y advierte a la familia que una vez la cosecha toque a su fin todos sus miembros deberán abandonar las tierras, pues tiene pensado instalar placas solares.

Así pues, una catarata de sentimientos ahoga a los miembros de la familia ya que su modo básico de vida se va a extinguir en septiembre y legalmente no pueden hacer nada para impedirlo. La película es muy emocionante porque el enfoque que propone la directora tras conocer este punto de partida es original, divertido y conmovedor a partes iguales. Para empezar, Alcarràs está interpretada por actores no profesionales, que bordan su papel y aportan una veracidad imprescindible al relato. Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xenia Roset, Albert Bosch... Ni un solo nombre conocido pero sus rostros y caracterizaciones son tan buenas que durante el visionado se hace difícil pensar que realmente no conforman una familia. Se nota que la joven cineasta conoce profundamente el tema del que habla, pues también coescribe el guión de esta su segunda película.

Este largometraje me ha traído reminiscencias a otra película imprescindible, Las uvas de la ira (John Ford, 1940). Porque a pesar de estar realizada muchas décadas más adelante y con evidentes diferencias técnicas, Alcarràs narra la historia eterna del modo de vida más humilde y tradicional que es aplastado por el poder de los terratenientes y las grandes corporaciones. Una especie de canto contra el darwinismo social. Si en la obra maestra de Ford el drama llegaba de la mano de la sequía, aquí lo hace en forma de acta notarial. «No podéis cultivar el campo, ya no es vuestro, nunca lo fue». La particularidad de la película de Carla Simón es que nos hace sentir que el argumento no tiene principio ni final. Digamos que no existe una línea por la que vayan transitando los hechos de la película, sino que se suceden de forma natural según los actos de sus personajes.

Me ha encantado lo bien cuidada que está la producción de la película y lo bien retratados que se encuentran todos los protagonistas, pues con un par de pinceladas de cada uno nos da una idea que una vez colocada en la mente funciona estupendamente. Alcarràs presenta estereotipos que todos conocemos pero que luego están muy bien tirados; el abuelo nostálgico, el padre sacrificado, el nieto fiestero, la nieta en la edad del pavo, el tío guay, la abuela charlatana, la otra tía urbanita, etc. Con detalles tan nimios como camisetas de Kortatu, fundas de móviles o sombras de ojos la directora crea un universo identificable que la convierte en una película muy confortable durante su visionado. Además, la fotografía es cálida y cercana.

Mención aparte merecen escenas casi lacrimógenas como la del espectáculo que dan los niños en casa en un día lluvioso, que termina con una canción de camaradería del abuelo -ese abuelo callado que solo rompe su estado zen para acercarse al bar a echar la partida-. U otros momentos tremendamente cómicos, como cuando uno de los nietos sale de la Florida después de un largo after. Grandes escenas para una película que no se recrea en maniqueísmos y que empieza y termina en el punto justo.

CONCLUSIÓN

Alcarràs no solo es una magnífica película, es admirable. Sin duda alguna, el mejor estreno que he visto este año en el cine. Su grandeza reside en que consigue implicar al espectador en la trama de una manera fortísima y totalmente natural. Gran parte del mérito es de su directora, Carla Simón, que a sus 35 años se consagra como una de las cineastas más prometedoras de nuestro país. Dotada de un lenguaje propio e inspirada por el estilo más realista, el nombre de la catalana junto a otros como el de Pilar Palomero (Las niñas, 2020) hay que tenerlo en cuenta para el futuro del séptimo arte patrio.

En otros aspectos, Alcarràs ha logrado hasta el momento un gran respaldo del público en términos de taquilla con más de un millón de euros recaudados y casi 200.000 espectadores. En las galas de premios el éxito ha sido aún mayor pues el pasado febrero se alzó con el premio gordo en el Festival de Cine de Berlín, el Oso de Oro, otorgado por el ilustre presidente del jurado M. Night Shyamalan. Un triunfo muy importante para el cine español gracias a una gran película. Dos pulgares arriba.

https://noesmasquecine.blogspot.com/2022/05/alcarras-los-melocotones-de-la-ira.html
Eduardo García
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