Al principio he pensado: vaya rollo. La verdad es que casi me ha repelido esa ambientación teatral y barroca -recreada a veces muy bien, todo hay que decirlo, en estudio- de finales del diecinueve, y le he dado al botón del forward como un cabrón. Pero luego, al acabar de ver el estupendo documental incluido en los extras del DVD en el que se visitan los idílicos lugares de "la bretaña suiza" donde tuvo lugar gran parte del rodaje, me ha entrado una especie de empatía nostálgica retroactiva, un deseo de ver bien la peli, no vaya a ser que no fuera tan rollo como pensaba. Y, efectivamente, debo decir bien alto que la peli está bien, incluso muy bien. La voz del narrador original en francés no es tan repelentemente sabionda y teatral como la del doblador español; Ophüls tiene como un obsesión por el movimiento y los escenarios con desniveles; y, bueno, he encontrado poesía, lirismo, que mi impaciencia y prejuicios me habían impedido captar en un primer momento. Pero lo que más me ha gustado -insisto- es el documental. Qué jodida la visita a la casa ahora abandonada y hecha un cisco donde había vivido Ophüls y en la que este había pasado tantos buenos ratos junto a su joven asistenta de rodaje de aquel entonces. Asistenta convertida cincuenta años más tarde en anciana y sabía guía que nos lleva de la mano a través de la personalidad de Ophüls, de esa sensibilidad hedonista y poética que tanto impregna el inolvidable episodio de la estancia campestre de las prostitutas de la "Maison Tellier".