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4,6
167
Comedia. Ciencia ficción
El doctor Goldfoot ha inventado una increíble arma: unos robots bikini programados para buscar hombres adinerados y engatusarlos hasta que entregan sus fortunas. Craig Gamble y Todd Armstrong son los encargados de detener al malvado villano. (FILMAFFINITY)
6 de septiembre de 2020
6 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una tonta e intrascendente comedia que pretende satirizar la crecientemente exitosa saga Bond y algunos de sus elementos distintivos (mujeres ligeras de ropa, villanos extravagantes, y cubiles subterráneos llenos de gadgets).
Protagoniza el cantante melódico Frankie Avalon, que por entonces estaba embarcado en una sucesión de juveniles comedias playeras donde la palabra "beach" (playa) figuraba siempre en el título. Sospechaba pues que esta peli sería tirando a mala, pero no imaginaba que tanto. Aunque el diseño de producción es notable, cuenta con un argumento tan estúpido e infantil, y con unas interpretaciones tan cutres, que da un poco de vergüenza ajena. Pero, claro, dirige Norman Taurog, perpetrador principal de las inanes películas de Elvis Presley en los sesenta, así como algunas de las menos distinguidas películas de Jerry Lewis. Lo mejor, en este caso, son los profusos planos de San Francisco tomados en el verano de 1965, en los que incluso podemos vislumbrar fugazmente la casa de Lombard Street donde vivía James Stewart en Vértigo, filmada siete años antes.
En definitiva, es una película ideal para revivir cierto ambiente kitch de los años sesenta y para entretenerse sin esperar demasiado.
Protagoniza el cantante melódico Frankie Avalon, que por entonces estaba embarcado en una sucesión de juveniles comedias playeras donde la palabra "beach" (playa) figuraba siempre en el título. Sospechaba pues que esta peli sería tirando a mala, pero no imaginaba que tanto. Aunque el diseño de producción es notable, cuenta con un argumento tan estúpido e infantil, y con unas interpretaciones tan cutres, que da un poco de vergüenza ajena. Pero, claro, dirige Norman Taurog, perpetrador principal de las inanes películas de Elvis Presley en los sesenta, así como algunas de las menos distinguidas películas de Jerry Lewis. Lo mejor, en este caso, son los profusos planos de San Francisco tomados en el verano de 1965, en los que incluso podemos vislumbrar fugazmente la casa de Lombard Street donde vivía James Stewart en Vértigo, filmada siete años antes.
En definitiva, es una película ideal para revivir cierto ambiente kitch de los años sesenta y para entretenerse sin esperar demasiado.