No se lo que los espectadores de nuestro país (porque internacionalmente tuvo mucha mejor acogida) esperaban encontrar en una cinta como Hanna. En sus notas de producción, en las entrevistas y reportajes publicados con motivo de su estreno, deja muy claro su género y sus intenciones: Hanna es una cinta de acción pura, pasada por el tamiz de un cuento de hadas con elementos de ciencia ficción. Si después de saber eso, aún hay espectadores que se quejen de que la película no es realista, creíble o posible, es que evidentemente se han confundido de sala.

Porque Hanna es eso, es una apuesta arriesgada pero llevada tan al límite que no se puede despreciar su originalidad, lo inusual de una historia que inmiscuyéndose en el género de la acción, sabe jugar con las convenciones de este para crear una experiencia (de entretenimiento, sensorial, estilística) inolvidable. En cierto sentido, Hanna es al cine de acción, lo que Expiación al melodrama romántico. En aquella, Joe Wright utilizaba todos los recursos literarios existentes para crear una historia de amor clásica pero desde perspectivas nunca antes utilizadas, para jugar con el espectador y su trágica historia desde el guión y también desde la cámara. En Hanna hace exactamente lo mismo, pero revisando el género de acción desde sus propios matices. Por eso todas sus escenas de peleas o persecuciones son tan novedosas, tan originales, y tan apasionantes, que su aporte a la trama es crucial, tanto como en Expiación era la revelación de una protagonista o su visión de una escena en la fuente. Aquí, secuencias como la huída de Marruecos, la lucha en una estación de Berlín, o el final mismo, sitúan a Hanna en el status de una de las más modernas, novedosas y complejas cintas de acción que se han estrenado.

Pero además de la adrenalina que hay en el ritmo de Hanna, lo que hace que esta sea una película excepcional, es la descripción de sus personajes, que son capaces de orquestar el viejo cuento de hadas con moraleja pero desde su fusión con el cine de entretenimiento. Está claro (aunque no para todos) que Eric Bana es un excelente actor, y que como en Troya o Munich, destaca en los pequeños matices, en las sutiles pinceladas que da a un personaje complejo. Nunca, jamás, podrá decirse que Cate Blanchet no es excepcional, y el personaje obsesivo compulsivo, tenaz, peligroso, frío, está tan bien hecho, que no hace más que confirmarlo. Y Saoirse Ronan, como ya demostró en Expiación, The Lovely Bones o Camino a la Libertad, es una intérprete excepcional, que en Hanna demuestra una fuerza similar a la de su personaje, una autoridad y una determinación que provocan todo lo que la cinta ha de provocar. Y sobre todo, nos permite fascinarnos tanto como ella lo hace, al compartir su visión de un mundo que no conoce, y en el que tiene la oportunidad de ver todo lo bueno y lo malo de nuestra sociedad, en un viaje iniciático que deja sin habla.

(Sigue sin spoiler)