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Voto de LennyNero:
7
4,4
174
Terror
"Colin" está contada desde el punto de vista de un zombi, que trata de entender qué le ha pasado. (FILMAFFINITY)
9 de octubre de 2009
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se piensa en films de serie Z, entendido como ínfimo presupuesto, inscritos en el género fantástico encontraremos siempre la misma fórmula consistente en una puesta en escena pésima, actores de instituto, un toque de explotación sexual de baja estofa y una propensión al humor más grosero. Resumiendo, gamberradas entre amigotes sin ninguna otra pretensión (al menos hay que agradecer la honestidad) que satisfacer el paladar de un público de claras tendencias freaks.
A primera vista Colin tenía todos los visos para ser una más de estas producciones, sobre todo si tenemos en cuenta que se inscribe en el subgénero zombi y su presupuesto, por llamarlo de alguna manera, roza casi la indigencia. Sin embargo Esta es una película que se desmarca de estas consideraciones en base a una receta muy simple: Una buena idea, plasmada en un buen guión, unos actores competentes, la voluntad de hacer algo diferente y sobretodo un director con talento para manejar las escasas herramientas de las que dispone.
Si bien esta es una película claramente de género, las novedades aportadas en el terreno argumental la desmarcan de lo que podía haber sido un simple shooter apocalíptico para convertirla en casi un drama intimista. Efectivamente Colin establece el novedoso punto de vista del zombi, como vive, cuales son sus impresiones sobre el mundo que acaba, en sentido figurado, de nacer para él.
Para ello asistimos a un auténtico tour de force silente, donde sólo se atisba, de forma subsidiaria, el caos existente mediante retazos en periódicos y la lejanía de los disparos. Este es un trabajo de pura modernidad cinematográfica, un exhaustivo trabajo de seguimiento del protagonista, casi como una revisión zombificada de Los 400 golpes. Es la proximidad la que nos hace empatizar con el personaje interpretado brillantemente por Alastair Kinton. Sí sentimos el dolor de sus familiares pero en cierto modo, también el suyo, por su soledad y su incomprensión ante lo que rodea. Esta película es el cristal físico y metafórico que separada ambos mundos, dos burbujas aisladas que chocan constantemente incapaces de entender al otro. Sí, es evidente que el zombi es una máquina de matar, instintiva, que sólo obedece a su hambre incontenible, sin embargo es en esta inconsciencia donde el director, Marc Price, no muestra que en el fondo no hay maldad, puesto que son actos que no se pueden racionalizar mientras que, en el otro lado del juego especular los seres humanos, aún en momentos de abismo apocalíptico se muestran incapaces de usar el don que presuntamente les diferencia de los zombis, la racionalidad, entregándose a sus más bajos instintos.(sigue en spoiler)
A primera vista Colin tenía todos los visos para ser una más de estas producciones, sobre todo si tenemos en cuenta que se inscribe en el subgénero zombi y su presupuesto, por llamarlo de alguna manera, roza casi la indigencia. Sin embargo Esta es una película que se desmarca de estas consideraciones en base a una receta muy simple: Una buena idea, plasmada en un buen guión, unos actores competentes, la voluntad de hacer algo diferente y sobretodo un director con talento para manejar las escasas herramientas de las que dispone.
Si bien esta es una película claramente de género, las novedades aportadas en el terreno argumental la desmarcan de lo que podía haber sido un simple shooter apocalíptico para convertirla en casi un drama intimista. Efectivamente Colin establece el novedoso punto de vista del zombi, como vive, cuales son sus impresiones sobre el mundo que acaba, en sentido figurado, de nacer para él.
Para ello asistimos a un auténtico tour de force silente, donde sólo se atisba, de forma subsidiaria, el caos existente mediante retazos en periódicos y la lejanía de los disparos. Este es un trabajo de pura modernidad cinematográfica, un exhaustivo trabajo de seguimiento del protagonista, casi como una revisión zombificada de Los 400 golpes. Es la proximidad la que nos hace empatizar con el personaje interpretado brillantemente por Alastair Kinton. Sí sentimos el dolor de sus familiares pero en cierto modo, también el suyo, por su soledad y su incomprensión ante lo que rodea. Esta película es el cristal físico y metafórico que separada ambos mundos, dos burbujas aisladas que chocan constantemente incapaces de entender al otro. Sí, es evidente que el zombi es una máquina de matar, instintiva, que sólo obedece a su hambre incontenible, sin embargo es en esta inconsciencia donde el director, Marc Price, no muestra que en el fondo no hay maldad, puesto que son actos que no se pueden racionalizar mientras que, en el otro lado del juego especular los seres humanos, aún en momentos de abismo apocalíptico se muestran incapaces de usar el don que presuntamente les diferencia de los zombis, la racionalidad, entregándose a sus más bajos instintos.(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Cierto es que hay detalles que revelan la auténtica naturaleza de la producción, mostrando unos efectos especiales que son casi divertidos por la precariedad con la que han sido elaborados, no obstante estos momentos son escasos debido a un uso inteligente tanto de la elipsis como del fuera de campo, que permiten escapar de dificultades técnicas por un lado, y por otro centrarse en el contenido casi existencial de la trama.
Esta es la demostración palpable que todo es posible en cine siempre que haya imaginación y una concepción clara de lo que se quiere hacer. En este sentido Colin se erige, más allá de la atracción que genera ver que se puede hacer con 50 libras, en un producto que destila buen cine en cada fotograma, cuya planificación es más que palpable y que se aproxima poderosamente al primer Romero en su búsqueda de otorgar un mensaje a un subgénero que parece no puede aportar nada más que diversión. Una muestra que, en definitiva, muestra que el dinero no puede ni debe condicionar la calidad del producto. Y si no que se lo pregunten a Michael Bay.
Esta es la demostración palpable que todo es posible en cine siempre que haya imaginación y una concepción clara de lo que se quiere hacer. En este sentido Colin se erige, más allá de la atracción que genera ver que se puede hacer con 50 libras, en un producto que destila buen cine en cada fotograma, cuya planificación es más que palpable y que se aproxima poderosamente al primer Romero en su búsqueda de otorgar un mensaje a un subgénero que parece no puede aportar nada más que diversión. Una muestra que, en definitiva, muestra que el dinero no puede ni debe condicionar la calidad del producto. Y si no que se lo pregunten a Michael Bay.