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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
10
Western. Musical. Comedia Un granjero de Michigan y un buscador de oro se asocian en plena fiebre de este metal en California. Sus aventuras incluirán el comprar y compartir una esposa, apoderarse de un teatro, secuestrar a seis prostitutas y convertir su campamento minero en una auténtica ciudad. (FILMAFFINITY)
29 de diciembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La leyenda de la Ciudad sin Nombre es una de esas rarezas que satisfará a quienes no gustan de las comedias ni los musicales ni los westerns, y menos de las tres cosas juntas, siendo exactamente un tercio de cada género. La famosa excepción que confirma la regla.
El hecho de que yo la califique con un rotundo 10 es la licencia que me tomo por haber aportado, en un momento de mi vida, grandes dósis de simpatías y carcajadas a mi cuadrilla de amigos, que adoptábamos algunas de las personalidades de aquellos colonos; sobre todo las de Ben Rumson y Jack el Irlandés, por filósofos borrachos; y la del Socio, por prestar más atención a la adorable Elizabeth (Jean Seberg), rescatada de una vida terrible de sacrificio y oración.

El guión (Alan Jay Lerner, Paddy Chayefsky) está minado, nunca mejor dicho, de momentos reseñables en la historia de la comicidad hollywoodiense, como el comentario de dos mineros al respecto de qué significará el término "fornicador", tantas veces en boca del predicador, y concluyendo que desconocen su significado por no ser hombres religiosos.

La historia de los buscadores de oro y de los granjeros, pioneros en busca de fortuna y dignidad, ha sido contada de muchas maneras pero pocas veces desde un punto de vista tan desenfadado, irónico y, por qué no decirlo: emotivo. En el fondo, estos primeros hombres eran lobos solitarios que aceptaban a regañadientes la vida en comunidad y que no ponían demasiado empeño en dar nombre a las aldeas, porque eran conscientes de que no tardarían mucho en abandonarlas y, por tanto, se resistían a establecer lazos sólidos. Precisamente la nostalgia surge cuando dejamos atrás momentos, pequeñas cosas, que serán difíciles de recuperar.

La banda sonora y los números de baile nos hacen vivir una especie de estado de fiesta permanente, pero hay tiempo suficiente para el romanticismo, la amistad, el trabajo y la reflexión existencial:

Yo nací bajo una estrella errante

Las ruedas fueron hechas para rodar, las mulas para cargar
Nunca vi a nadie que estuviera mejor mirando hacia atrás

Yo nací bajo una estrella errante

El barro te puede hacer prisionero y las llanuras te pueden dejar seco
La nieve puede quemar tus ojos, pero sólo la gente te hará llorar
El hogar está hecho para salir de él en busca de sueños
que sin alguna suerte nunca se harán realidad
Sinhué
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