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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
10
Drama Sévérine, una joven casada con un atractivo cirujano, descubre la existencia de la prostitución diurna. Impulsada por la curiosidad, ingresa en la casa de citas de Anaïs y termina acostumbrándose a llevar una doble vida. La aparición de Marcel, un delincuente que se enamora de ella, complicará la situación de la protagonista. En 2006 contó con una secuela, "Belle Toujours", dirigida por Manoel de Oliveira. (FILMAFFINITY)
24 de diciembre de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta flor nocturna, o vespertina, de Luís Buñuel soporta cualquier tipo de análisis y desde cualquier punto de vista porque es un diamante admirable, sea cual sea el ángulo de la mirada. Además está realizada desde la verdad y la sinceridad de un creador capaz de utilizar el surrealismo como abrelatas del subconsciente, tarea nada sencilla si no eres un obseso de la búsqueda de los insondables misterios de la naturaleza humana.

La joven Severine, de cérea belleza, bien podría ser una aburrida burguesita, con marido célebre, que se apunta al juego peligroso y mórbido de la prostitución y el sadomasoquismo para pringarse de la cochambre real; la que no alcanza, al menos de forma visible, a los hipócritas zombis que habitan su mundo. Puede que la elegante señorita, no haya tenido una infancia tan hermosa, como se presupone en las damas de su condición, y esté intentando curar con terapia de choque, aquellas antiguas y supurantes llagas. ¡Quién sabe!, la fría y frágil muñequita trasuda misterio, secretos a los que solo pillaremos la punta si nos introducimos en sus inquietos sueños, en sus lúbricas pesadillas.

El personaje al que da vida Catherine Deneuve, la arcilla preferida del libidinoso alfarero aragonés, dió alas a la convulsa imaginación de los jóvenes españoles de entonces, los de los setenta (cuando nos la dejaron ver), que comenzaban a olisquear la salida del túnel de la era franquista. Vírgenes, como ella, en la inexistente normalidad sexual, pero pervertidos y convencidos de que en el pecado estaba la liberación. El deseo reprimido pisoteaba cualquier supuesto valor moral que pudiera salir al paso, y los hombres sin cadenas, como Buñuel, eran nuestros verdaderos profetas.

Al margen de análisis concienzudos y de teorías psicológicas sobre los traumas, o no, de la extraña mujer del cirujano. Por encima de la crítica a la burguesía, imprescindible en toda la obra de Don Luis, lo que nos quedó a algunos, de los que vivimos el estreno en España, fue la sensación de que nos quedaban por devorar muchas frutas prohibidas y ese, y no el otro, era el auténtico paraíso que nos esperaba, lejos de la ira de Dios.
Severine era nuestrro grato pasaporte hacia la perdición.
Sinhué
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