Dos mujeres, Jeanne Moreau y Lucía Bosé, o una mujer con doble personalidad, o una mujer y un fantasma, o dos fantasmas, o una mujer y su hija adulta venida del futuro, o dos versiones de la misma mujer en distintas memorias, o dos productos de las pesadillas de un viajante, o yo qué sé qué dos entes en qué plano existencial están pasando un momento complicado porque su hija (la Nathalie del título) tiene problemas en el colegio. Se ve que es más violenta de lo aconsejable y se están planteando llevarla a un centro especial.

En realidad la hija parece bastante normal comparada con las madres, pero quién sabe. Este difícil episodio en la vida de una familia aburguesada dura lo que dura la película y transcurre casi todo o todo en su casa, que por cierto tienen un jardín que no se sabe si es un jardín o el Parc de la Ciutadella. Hasta hacen un fuego pero no lo aprovechan para barbacoa o una calçotada, que sería lo suyo.

Para darle un poco de animación al asunto aparece por allí un jovencísimo Gerard Depardieu como vendedor puerta a puerta. No llega en buen momento, y no dejéis de ver lo que ocurrirá a continuación. Las miradas de Jean Moreau no tienen precio. Esta escena es prácticamente el único oasis en la aridez de la película, la típica que es un placer ver en el cine y sentir como la gente a tu alrededor va perdiendo la paciencia o las ganas de vivir. Al final una espectadora exigía compensación y otro extraía de todo este asunto la lectura "vaja dos tontes de la figa".

Es la primera a la que voy dentro del ciclo en la Filmoteca de Marguerite Duras, que por lo visto hoy promete proporcionar muchos momentos espectador confundido-estafado durante este mes.

Gustará a: Jeanne Dielman, gatos negros, profesoras de piano
No gustará a: comerciales, cochecitos, Bonnie and Clyde