Esta película es un cuento de hadas que cae en el caldero mágico de Kutaisi (ciudad georgiana que se me asemejó a Lleida) y se va diluyendo y combinando con otros ingredientes: niños, gentes sencillas, la propia arquitectura de la ciudad, sus parques, el río, el fútbol, perros callejeros, la música, risas, alegría y esperanza.

¿Suena ñoño? A más de uno se lo parecerá. Sí es larga y derivativa. Original, al menos comparado con el 95% del cine que llega a salas, ese tipo de originalidad de la cual los críticos de cine están sedientos, similar a la del reciente documental "Quién lo impide". Curiosamente las dos tienen una pregunta como título. Ambas son amalgama de ficción y documental.

Aunque esta película no lleva la etiqueta de documental, escenas como unos niños jugando al fútbol ¿qué son si no? En otras uno duda, se ve a lo lejos una policía dirigiéndose al protagonista. ¿Actuación o realidad? Por cierto que la película está repleta de planos que son, para lo que es habitual, o muy de lejos o muy de cerca. ¿Por qué? Ni idea. Yo algo descolocado anduve, incluso transportado al precipicio de la somnolencia.

Al salir, una espectadora le iba diciendo a su acompañante, "lo que más me ha gustado, los niños jugando al fútbol". Mi mente negó, pero luego reflexionando pienso que quizás ella sí entendió bien la película.

Por último, digo lo de siempre cuando veo una peli georgiana: me encanta su alfabeto. No entiendo por qué la gente no se queda más tiempo en los créditos para disfrutar de sus formas geométricas.

Gustará a: zapateros, cámaras de seguridad, Messi
No gustará a: Gregor Samsa, emprendedores, chamanes