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España España · Salamanca
Voto de La Maga:
7
Thriller. Intriga. Drama Justin Quayle (Fiennes) es un diplomático británico destinado en Kenya cuya mujer es asesinada junto a un hombre sospechoso de ser su amante, un activista defensor de los derechos humanos de la región. Quayle decide entonces investigar los asesinatos, y comienza a descubrir mucho más de lo que esperaba... (FILMAFFINITY)
28 de diciembre de 2006
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de cualquier antología sobre cine de nuestros días que se precie, Ciudad de Dios (2002) siempre debería aparecer. Si ha habido algún proyecto latinoamericano exportable, junto a Amores perros (2000), que haya creado escuela en los últimos años, ha sido la primera película del brasileño Fernando Meirelles. Centrada en el problema de las favelas, alejada de cualquier atisbo de empatía, conciencia o esperanza, Ciudad de Dios nos reveló a un cineasta que, al igual que Alejandro González Iñárritu, rebosaba talento, y una fácil identificación con el tono y tempo del cine USA a finales del XX y principios del XXI. Sus señas de identidad: ritmo vertiginoso, montaje frenético, cámara en mano, rápidos cambios en el punto de vista… En definitiva, una estética mimada cargada de evidentes guiños a Tarantino, un film de denuncia social convertido en puro film de terror que captaba el aire de una época y nos advertía del mundo que se nos avecina.

Tratando de no ser engullido por las garras de Hollywood, como ya le pasó a su compatriota Walter Salles (Diarios de motocicleta), Fernando Meirelles se refugia en capital británico y una nueva novela de John Le Carré con el propósito de seguir experimentando sus enormes posibilidades como cineasta. El resultado, aunque fallido, nos hace mantener la curiosidad ante próximos trabajos. ¿Seguirá manteniendo la misma fuerza e integridad?

Lejos quedan los setenta, época esplendorosa para el thriller político. Ahora, el género goza de tres versiones posibles: una ruidosa y volátil (Pánico nuclear), una ruidosa pero esforzada (La intérprete), y una inteligente, en la que el rigor y la emoción van de la mano (El americano impasible). Centrado de nuevo en la explotación de los grupos étnicos y sociales poco privilegiados, Meirelles se atreve a decir lo que muchos callan: África se ha convertido en una conspiración mercantil entre gobiernos y compañías farmacéuticas internacionales. Con una dirección semidocumental y dinámica, impulsa la narración gracias a una historia de amor sólidamente interpretada por Fiennes y Weisz, y el apoyo del ambiguo secundario Danny Huston. Justin Quayle amó a Tessa, pero no la llegó a conocer realmente. Los secretos en torno a una posible infidelidad, junto al misterio, la intriga y el suspense que conllevan, encuentran en las localizaciones y músicas africanas su mejor protección, si no fuera porque la identificación con los personajes surge del sentido común, que no de su diseño.

El jardinero fiel resulta fallida por su previsibilidad, y porque al igual que Iñárritu con su montaje, Meirelles se agarra a su venerado aspecto visual para crear una apariencia audaz, pero sobrecargada y demasiado esteticista, en suma, caduca. Se agradecen sus esfuerzos a la hora de alternar diversos planos (político, social, romántico, detectivesco…), pero su barroquismo expresionista nos convierte a todos en culpables, silenciosos o ignorantes, de su venta, la del turismo de la miseria.
La Maga
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