Eso sucede cuando no has leído la novelas y cuando ya las otras segas de películas basadas en la famosas series novelescas que conquistan al mundo entero (Harry Potter, Crepúsculo, Narnia) te han quitado toda expectativa de algo realmente original o diferente, o con una sola pizca de saber manejar la épica. Fui sin ser demasiado exigente, ayudado por los posters que hacían parecer la película algo con más moralina que Narnia.

No me he llevado una sorpresa, pero tampoco una decepción. Aun que ya desde el principio se demuestra una falta total de control en los aspectos técnicos (la cámara temblorosa para retratar la cruda realidad de ese mundo no es cruda para nada, acá es molesta; el montaje rápido apenas da tiempo de discernir que tiene cada plano, y el ensamble entre estos es aún más confuso; los primeros planos sacan jugo a lo que serían los magníficos decorados), cosa que es lo que uno esperaría con más calidad de una producción de este estilo; los diálogos clichés cargados de miradas acongojadas atados con alambres a las situaciones; la música siempre presente y como único instrumento de atmósfera; efectos de ordenador tan exagerados que no importa cuantos píxeles tengan, siempre parecerán monstruos de juegos de consolas, y esconder la violencia de la masacre de asesinatos que ven en pantalla (uno más cruento que el otro) solo para que chicos dos años menores puedan ir a ver la peli, rebajando mucho la calidad de las escenas y los golpes de impacto disminuyan.

Si uno puede dejar pasar los infinitos pormenores que este tipo de producciones tiene y en que esta peli no se dejan esconder, uno puede pasar un rato ameno, divertido, para presenciar una épica taquillera con todos los ingredientes usuales para, como mínimo, abrir una ventana para que puedas respirar el aire de esos mundos que te proyectan, pero a los que nunca puedes entrar.

Pero si hay algo que saco de todo esto, es la sensación de que esta película fue coordinada y dirigida por alguien sin una pizca de oficio, por que todas, y todas digo, todas las decisiones sobre los aspectos técnicos y la forma de manejar los clímax son desastrosamente defectuosos, y que solo se mantienen gracias las modalidades convencionales que mantienen el mínimos estándar para que el espectador medio pueda tolerar un espectáculo por el que pagó para divertirse y no tener que pensar, ni siquiera en lo mala que es la fotografía y el montaje, y es que hasta ellos se dan cuenta y los mencionan hasta salir de la sala.

Aun que algo no niego. Es para pasar el rato, y el rato con ella pasé.