Como tantas otras películas de género, la historia destrenza la relación de dos hermanos que se encuentran tras varios años separados. Pero no son dos hermanos al uso, uno es Charlie Babbitt (Tom Cruise), un avaricioso californiano, truhán, jugador y liante; el otro Raymond Babbitt (Dustin Hoffmann), el mayor de los dos y, sobre todo, autista con una extraña capacidad para acertar en el juego, a pesar de sus muchas limitaciones. Sus aventuras van de la picaresca a la ternura, del viaje excitante a la huida constante. De este modo, el director Barry Levinson consiguió realizar una de las películas más populares de los años 80 que, por cierto, supuso un espaldarazo a la inestable carrera de un joven Cruise.