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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
7
Drama. Comedia Tres mujeres de diferentes edades emigran a Moscú en 1958 buscando trabajo y un amor. A lo largo de la película asistiremos a sus sueños y deseos, sus amores, sus desilusiones. Las tres amigas, Antonina, Liudmila y Katerina, llegaron a la gran ciudad en busca de estabilidad laboral y afectiva y, a pesar de las circunstancias a veces adversas, 20 años después no han podido erradicar la ilusión de alcanzar la anhelada felicidad. (FILMAFFINITY) [+]
27 de febrero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Moscú no cree en las lágrimas” supone todo un hito en la historia del cine soviético, y nos ofrece la oportunidad de conocer de primera mano cómo era la vida en la URSS durante buena parte de la denominada Guerra Fría a través de un relato costumbrista, a veces amable, a veces también amargo, que abraza tanto la comedia como el drama. Su tono agridulce puede remitir al Fassbender de la época, pero preconizar por ejemplo a un Kaurismaki en la composición de algún personaje y en la recreación de determinados ambientes. La película arranca en 1958 para en un momento dado saltar en el tiempo dos décadas y situarse en los años inmediatamente anteriores a la fecha de producción del film. Sus tres protagonistas, Antonina, Liudmila y Katerina llegan a la capital cargadas de sueños e ilusiones que la vida se encargará de destrozar convenientemente (no creo que se trate de un spoiler, es lo que pasa siempre). El caso es que en los veinte años en los que se desarrolla la historia no solamente somos testigos de cómo la vida les pasa por encima a estas tres muchachas, sino también del contexto en el que transcurre el devenir cotidiano del moscovita de a pie que, a pesar de su idiosincrasia y de sus dirigentes se supone tendrá los sueños y las ilusiones de todo el mundo. Ser feliz, hacer una buena boda, llegar a fin de mes y todo eso. Siglos y siglos de oscurantismo, y nos parece que el pueblo ruso vaya a tener unas necesidades distintas a las nuestras (por no hablar de los que aún todavía se siguen creyendo lo de los cuernos y el rabo). Y no. Ya lo cantaba Sting “I hope the Russians love their children too”.

Es aconsejable pues ver “Moscú no cree en las lágrimas” y no tratar de extraer una lectura inmediata en clave política (que por supuesto la tiene como casi todo). La película se atreve a lidiar con asuntos tan espinosos como el aborto, el adulterio o el tema de las madres solteras. Supongo que es lo que convierte esta pieza en algo casi exótico, lo que terminó por seducir a los miembros de la academia norteamericana que se decantaron por premiar la película con el Oscar a Mejor Película Extranjera del año (por encima de Truffaut y de un argumento tan premiable por Hollywood como el de “El último metro"). Por cierto, en la misma edición triunfó en la categoría reina la opera prima de Robert Redford, con lo que aquel 1980 fue definitivamente en Hollywood el año de la gente corriente.
Juan Solo
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