La película mantiene vivo desde el principio la ingeniosa frescura del texto original de O. Wilde porque tanto L. Biró (guionista) como A. Korda (director) aciertan en sus respectivos enfoques.
Una ambientación primorosa y un ritmo eficaz proporcionan, además, el necesario acento cinematográfico.
De este modo la obra resulta fluida, coherente, sutil y no pierde el aire de cáustica mordiente que quiso imprimirle el autor.
La interpretación también alcanza un destacado nivel por lo que el conjunto se convierte en un armónico largometraje