Estrenada a la par que Ringu y bajo la supervisión del guión de Kôji Suzuki, autor de la novela, esta secuela se aleja no demasiado de la primera pero se centra fundamentalmente en la figura de Sadako, la niña objeto de parricidio paterno que busca venganza a través del dichoso video de la primera.
Buenas interpretaciones, dos sustos decentes y más de lo mismo, sirvieron para hacer una buenísima caja en Japón pero el efecto no traspasó las fronteras como se esperaba.
Decente, escalofriante a ratos y más si no se ha abusado mucho del cine de pelucones de metro diez saliendo por donde menos te lo esperas.
Superior a la tercera, 3D mediante.
Aún así ninguno de los directores posteriores son Hideo Nakata ni llegaron a causar el terror que sus espeluznantes e incoherentes imágenes cautivaron a medio mundo.