Viendo el presente documental me he enterado de que una vez existió esta espléndida súper modelo de impronta etíope, india, egipcia… Donyale Luna daba la impresión de ser una fémina extraordinaria de cualquier lugar; lo menos que uno podía imaginarse es que era una afronorteamericana nacida en Detroit, USA.

Estamos ante un documental apologista sobre la vida de una joven de espigada y exótica hermosura. Una estrella fugaz que de no ser por este filme muchos jamás habríamos sabido que vivió, deslumbró y cautivó durante unos años en Londres, Paris, Roma. Una muchacha que venía de una familia de clase media acomodada, pero que al subir tan rápidamente hasta la alta y endeble copa de la vana fama fotográfica, se drogó en los laureles de la fama y no supo mantener el equilibrio existencial. Ella, como otras muchas, fue como un abanico, nacida para dar aire aliviando el calor; empero, al igual también que los abanicos, se replegó sobre sí misma, sobre su complejo de «negra», como hacen no pocos con su mismo o más intenso color de piel: que se victimizan creyéndose la fantasía de que los negros han sido o son la gente más sufriente en este mundo, más que los blancos, los amarillos o los cobrizos.

La mirada de Donyale tenía un algo infinito. ¿La mirada de cualquier muchacha en el esplendor de su vida, no? Bueno, lo cierto es que Donyale fue alguien muy especial; no cualquiera ha tenido la experiencia de que sobre su cuerpo palpitante y finamente vestido, haya plasmado en vivo un dibujo con su firma el gran pintor español, mundialmente conocido, Salvador Dalí.

Sea como sea, esta bella desconocida u olvidada que de repente nos es resucitada, presentada, recordada y dada a conocer en este filme de Nailah Jefferson, resulta un hallazgo áureo-ébano, una singular mariposa reencarnada desde sus cenizas, cuyo memorial deja el gusto de un hechizo agradable, la impresión de un aterciopelado enamoramiento.

En definitiva: la materia en forma de fascinante y bellísimo cuerpo de mujer, fruto de la mezcla Europa-África en América, trascendiendo hasta lo periespiritual.

Fej Delvahe