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Drama
En 2001, Billy Beane (Brad Pitt), director general de los Atléticos de Oakland (béisbol), se hizo famoso al conseguir grandes éxitos por medio del método "Moneyball", programa que consiste en construir un equipo competitivo con menos recursos económicos que la mayoría de los equipos de las Grandes Ligas y empleando métodos estadísticos por ordenador para coordinar a los jugadores. (FILMAFFINITY)
3 de febrero de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 2008, el nuevo y -admitámoslo- arriesgadísimo proyecto de la junta Laporta no empezó precisamente con buen pie. A la presentación de un entrenador más bien verde en el oficio y la decapitación pública de varias vacas sagradas del vestuario le precedieron los dos primeros encuentros de la temporada 08/09, en la que se cosecharon resultados por lo menos desalentadores (una derrota y un empate con equipos a priori de la parte media/baja de la tabla no era precisamente la mejor manera de pedirle a la afición que recobrara la fe en los suyos). No habían transcurrido ni dos jornadas y ya se veían pañuelos en el Camp Nou. Unos meses después, el mismo equipo por el que nadie daba un duro a principio de temporada, había conquistado un histórico triplete compuesto por Copa, Liga y Champions. Cosas del fútbol. Cosas del deporte.
Unos años antes, concretamente en el 2002, los Oakland Athletics, un pequeño -diminuto más bien- equipo de baseball que venía de firmar una temporada excelente (sin duda muy por encima de los pronósticos más optimistas), afrontaba un nuevo curso con la desbandada generalizada de sus grandes estrellas como carta de presentación. Así, el que se había revelado como una de las revelaciones del año anterior tenía toda la pinta de mutar en una decepción de proporciones épicas, reduciéndose todo en un triste regreso a los orígenes humildes que los dioses del baseball parecían tener reservados para ellos. Lejos de cumplirse los vaticinios de los agoreros, los vecinos ''pobres'' de San Francisco consiguieron batir el récord histórico de victorias seguidas en temporada regular. Cosas del baseball. Cosas del deporte.
Este topicazo que por lo visto se puede aplicar impunemente a todo tipo de modalidad/competición deportiva es en parte el que alimenta el último largometraje de Bennet Miller, autor que no renuncia demasiado a su querido género biopic para ir a buscar otra historia enmarcada en el clásico ''basada en hechos reales''. Para la ocasión se asocia con el desbordante carisma de Brad Pitt (como casi siempre, de plena solvencia a la hora de salir al terreno de juego), que se pone en la piel de una leyenda en la sombra del baseball contemporáneo. Jugador fracasado (en su día, firme promesa) reconvertido en revolucionario manager (máximo cargo ejecutivo en una franquicia) que siguiendo las arriesgadas teorías del economista Paul DePodesta (AKA Peter Brand, en lo que es una pequeña licencia justificada que de rebote viene a confirmar los temores de Charles Ferguson en 'Inside Job', sobre los extraños destinos de las mentes más brillantes del planeta) demostró que David no tiene porqué rendirle pleitesía a Goliat... al menos no a las primeras de cambio.
El nombre del invento: Moneyball, radical seísmo en los antiquísimos -anticuadísimos dirían otros- pilares del baseball. Tan fuerte que, por ejemplo, a los Red Sox de Boston les sirvió para romper la legendaria maldición del Bambino. Poca broma.
Unos años antes, concretamente en el 2002, los Oakland Athletics, un pequeño -diminuto más bien- equipo de baseball que venía de firmar una temporada excelente (sin duda muy por encima de los pronósticos más optimistas), afrontaba un nuevo curso con la desbandada generalizada de sus grandes estrellas como carta de presentación. Así, el que se había revelado como una de las revelaciones del año anterior tenía toda la pinta de mutar en una decepción de proporciones épicas, reduciéndose todo en un triste regreso a los orígenes humildes que los dioses del baseball parecían tener reservados para ellos. Lejos de cumplirse los vaticinios de los agoreros, los vecinos ''pobres'' de San Francisco consiguieron batir el récord histórico de victorias seguidas en temporada regular. Cosas del baseball. Cosas del deporte.
Este topicazo que por lo visto se puede aplicar impunemente a todo tipo de modalidad/competición deportiva es en parte el que alimenta el último largometraje de Bennet Miller, autor que no renuncia demasiado a su querido género biopic para ir a buscar otra historia enmarcada en el clásico ''basada en hechos reales''. Para la ocasión se asocia con el desbordante carisma de Brad Pitt (como casi siempre, de plena solvencia a la hora de salir al terreno de juego), que se pone en la piel de una leyenda en la sombra del baseball contemporáneo. Jugador fracasado (en su día, firme promesa) reconvertido en revolucionario manager (máximo cargo ejecutivo en una franquicia) que siguiendo las arriesgadas teorías del economista Paul DePodesta (AKA Peter Brand, en lo que es una pequeña licencia justificada que de rebote viene a confirmar los temores de Charles Ferguson en 'Inside Job', sobre los extraños destinos de las mentes más brillantes del planeta) demostró que David no tiene porqué rendirle pleitesía a Goliat... al menos no a las primeras de cambio.
El nombre del invento: Moneyball, radical seísmo en los antiquísimos -anticuadísimos dirían otros- pilares del baseball. Tan fuerte que, por ejemplo, a los Red Sox de Boston les sirvió para romper la legendaria maldición del Bambino. Poca broma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
En un deporte en el que las estadísticas juegan un papel tan fundamental para su comprensión, era cuestión de tiempo que alguien las usara en detrimento de otros criterios tradicionales (estilo de batear, reflejos, cara bonita...) para crear un equipo ganador; para que el pez chico tuviera la oportunidad de darle un buen bocado al grande. Pero Roma no se hizo en un día... ni los Oakland Athletics. A lo largo de este arduo proceso de construcción se va construyendo precisamente 'Moneyball: Rompiendo las reglas', un biopic algo torpe y amanerado, pero un documento deportivo excepcional, imprescindible para los amantes de todo lo que suceda en cualquier terreno de juego.
Oliver Stone en la genial e infravalorada 'Un domingo cualquiera' quería abarcarlo todo (del utillero al presidente, pasando por el jugador, su novia, el periodista...), en 'The Damned United' Tom Hooper se centraba con mucho acierto en los banquillos. Ahora Bennet Miller se fija en los despachos (ignoro si Billy Beane tiene fobia a acercarse a cualquier estadio durante un partido, pero en cualquier caso es un auténtico acierto el que a lo largo de las más de dos horas de metraje que ni mucho menos parecen tantas, a penas se vea algún encuentro), navegando con elegancia entre la invención y la no-ficción al ritmo de la notable partitura de Mychael Danna, y retratando el drama casi clásico destinado a todo aquel que intente poner control sobre lo intangible.
En efecto, si por algo 'Moneyball: Rompiendo las reglas' consigue superar el handicap que más allá de tierras americanas supone el tratar el tema del baseball, es porque no se concentra exclusivamente en este deporte genuinamente yankee. Con la inteligencia que caracteriza a los grandes maestros, la dupla de guionistas de lujo Zaillian & Sorkin (se nota la mano de éste último en cada -agilísimo- diálogo, o en momentos puntuales como en la genial escena de la compra-venta de jugadores, cumbre zeitgeist y nítido reflejo del mercantilismo y realidad líquida que se ha impuesto en los grandes clubs) reflexiona sobre las fuerzas ocultas que dictan sentencia en lo que para muchos es la religión moderna.
¿Fórmulas matemáticas o pura suerte? Un poco de ambas, aunque nada se deja al azar en esta película deportiva ejemplar. Mientras, el deporte en mayúsculas sigue a lo suyo, dando y arrebatando gloria a partes iguales; rejuveneciendo y consumiendo a todo aquel que pretenda vivir de él. Porque puede que las fórmulas matemáticas acercaran a los Oakland Athletics a la categoría de mito... pero si a Scott Hatteberg no se le aparece la Virgen antes de batear, jamás hubieran existido las veinte victorias consecutivas. Dicho de otra manera, sin el ''Pinto de inflexión'' en el Ono Estadi no se sale por la puerta grande de Mestalla; sin el ''Iniestazo'' de Stamford Bridge no se conquista Roma. ¿Cómo no enamorarse de... cualquier deporte?
Oliver Stone en la genial e infravalorada 'Un domingo cualquiera' quería abarcarlo todo (del utillero al presidente, pasando por el jugador, su novia, el periodista...), en 'The Damned United' Tom Hooper se centraba con mucho acierto en los banquillos. Ahora Bennet Miller se fija en los despachos (ignoro si Billy Beane tiene fobia a acercarse a cualquier estadio durante un partido, pero en cualquier caso es un auténtico acierto el que a lo largo de las más de dos horas de metraje que ni mucho menos parecen tantas, a penas se vea algún encuentro), navegando con elegancia entre la invención y la no-ficción al ritmo de la notable partitura de Mychael Danna, y retratando el drama casi clásico destinado a todo aquel que intente poner control sobre lo intangible.
En efecto, si por algo 'Moneyball: Rompiendo las reglas' consigue superar el handicap que más allá de tierras americanas supone el tratar el tema del baseball, es porque no se concentra exclusivamente en este deporte genuinamente yankee. Con la inteligencia que caracteriza a los grandes maestros, la dupla de guionistas de lujo Zaillian & Sorkin (se nota la mano de éste último en cada -agilísimo- diálogo, o en momentos puntuales como en la genial escena de la compra-venta de jugadores, cumbre zeitgeist y nítido reflejo del mercantilismo y realidad líquida que se ha impuesto en los grandes clubs) reflexiona sobre las fuerzas ocultas que dictan sentencia en lo que para muchos es la religión moderna.
¿Fórmulas matemáticas o pura suerte? Un poco de ambas, aunque nada se deja al azar en esta película deportiva ejemplar. Mientras, el deporte en mayúsculas sigue a lo suyo, dando y arrebatando gloria a partes iguales; rejuveneciendo y consumiendo a todo aquel que pretenda vivir de él. Porque puede que las fórmulas matemáticas acercaran a los Oakland Athletics a la categoría de mito... pero si a Scott Hatteberg no se le aparece la Virgen antes de batear, jamás hubieran existido las veinte victorias consecutivas. Dicho de otra manera, sin el ''Pinto de inflexión'' en el Ono Estadi no se sale por la puerta grande de Mestalla; sin el ''Iniestazo'' de Stamford Bridge no se conquista Roma. ¿Cómo no enamorarse de... cualquier deporte?