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Voto de jeyrooby:
4
7,0
85.375
Fantástico. Aventuras. Acción
Precuela de la trilogía "El Señor de los Anillos", obra de J.R.R. Tolkien. En compañía del mago Gandalf y de trece enanos, el hobbit Bilbo Bolsón emprende un viaje a través del país de los elfos y los bosques de los trolls, desde las mazmorras de los orcos hasta la Montaña Solitaria, donde el dragón Smaug esconde el tesoro de los Enanos. Finalmente, en las profundidades de la Tierra, encuentra el Anillo Único, hipnótico objeto que será ... [+]
16 de diciembre de 2012
59 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda crítica, reseña, ensayo o texto escrito comienza, inevitablemente, con una palabra, una frase o una oración.
“En un agujero en el suelo, vivía un hobbit.” Esta sería la oración que Tolkien escogería para desatar una de sus obras más famosas.
La oración que inicia mi crítica es, oficialmente, “En una butaca en el cine, había un espectador”. La palabra espectador deriva de la palabra latina "Expectatum" y comparte raíces con expectación, expectante, expectativas... Creo que ahora ya empiezan a intuir hacia donde me dirijo.
En una butaca en el cine, había un espectador.
Este espectador esperaba expectante. Esperaba regresar, una vez más, a la Tierra Media, ese paraíso que sólo la imaginación conoce, porque es únicamente la imaginación quien lo puede crear, recrear y, posteriorme, habitar. Un paraíso cuya puerta siempre se encuentra abierta a través del libro pero de la cuál sólo Peter Jackson tiene la llave a través de la pantalla. Y hasta aquí las introducciones pseudopedantes y prosaicas.
Todos hemos advertido lo que ocurre con las cuartas películas, sucesoras de trilogías anteriores. Entre los ejemplos más destacables se encontrarían la mediocre Amenaza Fantasma, de George Lucas “el oportunista” o La blasfemante Jungla de Cristal 4 de Len Wiseman “el profanador”.
Peter Jackson ya tenía su trilogía, una trilogía que, salvo algunos detalles, resultaba impecable. Ahora sólo tenía que hacer con ella lo que Steven Spilberg “el sodomita” hizo ya en su día con Indiana Jones cuando rodó el Reino de la Calavera de Cristal.
Y aquí empieza el despropósito. De discursos y diálogos épicos (porque recuerden que Peter Jackson inventó o reinventó precisamente el género ÉPICO), personajes soberbios, batallas legendarias y momentos gloriosos hemos pasado a una cofradía de enanos (cancioncitas incluidas) con Martin Freeman en el papel de blancanieves. Esta coproducción Disney-Pixar-Nadie (encargándose los primeros de las putas canciones, los segundos de la imagen y los terceros del guión) despierta de nuevo al Dragón dormido que son las trilogías de éxito. De hecho, la propia película es una metáfora en si misma. El dragón dormido (personaje de esta película, inspirado inconfundiblemente en Emilio Botín, “el usurero”) representa a las trilogías que son despertadas por la sed de oro.
“En un agujero en el suelo, vivía un hobbit.” Esta sería la oración que Tolkien escogería para desatar una de sus obras más famosas.
La oración que inicia mi crítica es, oficialmente, “En una butaca en el cine, había un espectador”. La palabra espectador deriva de la palabra latina "Expectatum" y comparte raíces con expectación, expectante, expectativas... Creo que ahora ya empiezan a intuir hacia donde me dirijo.
En una butaca en el cine, había un espectador.
Este espectador esperaba expectante. Esperaba regresar, una vez más, a la Tierra Media, ese paraíso que sólo la imaginación conoce, porque es únicamente la imaginación quien lo puede crear, recrear y, posteriorme, habitar. Un paraíso cuya puerta siempre se encuentra abierta a través del libro pero de la cuál sólo Peter Jackson tiene la llave a través de la pantalla. Y hasta aquí las introducciones pseudopedantes y prosaicas.
Todos hemos advertido lo que ocurre con las cuartas películas, sucesoras de trilogías anteriores. Entre los ejemplos más destacables se encontrarían la mediocre Amenaza Fantasma, de George Lucas “el oportunista” o La blasfemante Jungla de Cristal 4 de Len Wiseman “el profanador”.
Peter Jackson ya tenía su trilogía, una trilogía que, salvo algunos detalles, resultaba impecable. Ahora sólo tenía que hacer con ella lo que Steven Spilberg “el sodomita” hizo ya en su día con Indiana Jones cuando rodó el Reino de la Calavera de Cristal.
Y aquí empieza el despropósito. De discursos y diálogos épicos (porque recuerden que Peter Jackson inventó o reinventó precisamente el género ÉPICO), personajes soberbios, batallas legendarias y momentos gloriosos hemos pasado a una cofradía de enanos (cancioncitas incluidas) con Martin Freeman en el papel de blancanieves. Esta coproducción Disney-Pixar-Nadie (encargándose los primeros de las putas canciones, los segundos de la imagen y los terceros del guión) despierta de nuevo al Dragón dormido que son las trilogías de éxito. De hecho, la propia película es una metáfora en si misma. El dragón dormido (personaje de esta película, inspirado inconfundiblemente en Emilio Botín, “el usurero”) representa a las trilogías que son despertadas por la sed de oro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La película es una sucesión de incoherencias que saltan de canciones entonadas por enanos al ritmo de platos y teteras a una barbacoa de trolls de la cuál los protagonistas consiguen escapar gracias a la ayuda de Gandalf “el arbitrario”, personaje que según le sale de los cojones puede ser omnipotente o irrelevante. Eso, o su barra de maná tarda en regenerarse la hostia.
Para cuando aparece el personaje de Radagast, caricaturizado como mago hippie-ecologista reavivando a un porcoespín a golpe de psicotrópicos y deslizándose por Nueva Zelanda en un trineo tirado por conejos, es mejor haberse acabado el cono de palomitas porque necesitarás algo dónde vomitar.
La persecución por la cueva de los trasgos culminada con la muerte del gran jefe trasgo y los dos gags siguientes es para lanzar el cono contra la pantalla.
La persecución de los orcos bosque a través consumada con la escena en la que los enanos trepan a los árboles seguida de árbol contra árbol contra árbol seguida de Gandalf “el arbitrario” convirtiendo una mariposa en 12 águilas seguida de los árboles desprendiéndose precipicio abajo mientras las águilas recogen a los enanos en el aire entre acrobacias aéreas y piruetas... eso es para repetir lo del estreno de la última de Batman en Denver.
Peter Jackson "el apóstata" abandona la fantasía y lo fantástico por lo fantasioso. Mientras una parte de ti se asfixia hasta la extenuación ante esta vorágine delirante de imágenes, planos y juegos ópticos, la otra se preguntará con indiferencia dónde coño está "lo que falta". Y lo que falta es mucho. Desde una trama más coherente a unos personajes mejor definidos, por no hablar de la ausencia de frases o diálogos memorables. NADA.
Si me preguntáis si veré las dos siguientes responderé que sí. Si me preguntais si albergo esperanza alguna, admitiré que sí, aunque muy, muy poca. Si me preguntais si recomiendo este montón de mierda diré que no.
Para cuando aparece el personaje de Radagast, caricaturizado como mago hippie-ecologista reavivando a un porcoespín a golpe de psicotrópicos y deslizándose por Nueva Zelanda en un trineo tirado por conejos, es mejor haberse acabado el cono de palomitas porque necesitarás algo dónde vomitar.
La persecución por la cueva de los trasgos culminada con la muerte del gran jefe trasgo y los dos gags siguientes es para lanzar el cono contra la pantalla.
La persecución de los orcos bosque a través consumada con la escena en la que los enanos trepan a los árboles seguida de árbol contra árbol contra árbol seguida de Gandalf “el arbitrario” convirtiendo una mariposa en 12 águilas seguida de los árboles desprendiéndose precipicio abajo mientras las águilas recogen a los enanos en el aire entre acrobacias aéreas y piruetas... eso es para repetir lo del estreno de la última de Batman en Denver.
Peter Jackson "el apóstata" abandona la fantasía y lo fantástico por lo fantasioso. Mientras una parte de ti se asfixia hasta la extenuación ante esta vorágine delirante de imágenes, planos y juegos ópticos, la otra se preguntará con indiferencia dónde coño está "lo que falta". Y lo que falta es mucho. Desde una trama más coherente a unos personajes mejor definidos, por no hablar de la ausencia de frases o diálogos memorables. NADA.
Si me preguntáis si veré las dos siguientes responderé que sí. Si me preguntais si albergo esperanza alguna, admitiré que sí, aunque muy, muy poca. Si me preguntais si recomiendo este montón de mierda diré que no.