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España España · barcelona
Voto de avanti:
8
Terror. Comedia Cuando el propietario de una empresa de pompas fúnebres, un alcohólico sin escrúpulos, considera que el negocio va mal porque los clientes escasean, decide que hay que resolver el problema. Para ello, él y su ayudante, un inepto ladrón que tuvo que abandonar su oficio, utilizan los métodos más disparatados para aumentar el número de defunciones. (FILMAFFINITY)
31 de octubre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La comedia de los horrores (1963) es una película monstruosa, horripilante, descarnada, lúgubre, pero lo mejor es que se trata de un ejercicio de mimetismo asombroso, lúcido, brillante, hecho a plena luz. Jacques Tourneur, con la participación de los siempre celebrados astros del terror a través de sus extensas filmografías completan un metraje preñado por la consciente y cinematográfica reconversión de malos malísimos, asesinos sin piedad, resucitados entre catacumbas, doctores malignos, vampiros acorralados lúgubres aves voladoras y la suficiente veteranía como para reírse, gozar y disfrutar metidos en la piel de personajes similares a los que Corman, entre otros grandes realizadores, les hicieron interpretar en películas que hoy día son consideradas clásicas del género de terror.

Waldo Trumbull (Vincent Price) regenta una funeraria en la planta baja de su hogar, borrachín y pendenciero, convive con su esposa, la ‘eximia’ Amaryllis Trumbull (Joyce Jamenson), fracasada para el bel canto, a pesar de lo cual no desistirá bajo ninguna circunstancia en encontrar su oportunidad y poder demostrar sus dotes con el apoyo incondicional de Felix Gillie (Peter Lorre) empleado con un oscuro pasado y forzado compinche de Waldo, aunque admirador confeso e incondicional de la bella Amaryllis, tanto, que se muestra dispuesto a defenderla a cualquier precio de su opresor marido, incluso a emocionarse con los gorgoritos de la eximia.

Amos Hinchley (Boris Karloff) padre de Amaryllis, se encuentra instalado en su vejez, los largos sueños, y sus bebidas estimulantes que siempre saben mejor con el líquido que, con ‘cariño’ le añade Waldo a sus tragos, a menudo en presencia de ‘Cleopatra’ (Orangey) la gata de la familia quien asiste impertérrita a los complicados acontecimientos que se están dando en la casa o lo que es lo mismo, en la funeraria, a lo que contribuye la férrea disciplina del arrendador John F. Black (Basil Rathbone) hombre de educada palabra, señorial actitud social y amante de la prosa más refinada que, cansado de perseguir el cobro por el alquiler de su propiedad decide poner fin a la irregular situación en un breve plazo de tiempo.

Las tropelías de los enterradores para sacar el negocio a flote, roza lo esperpéntico en diferentes y oportunas situaciones en las que esperan obtener el suficiente emolumento pecuniario para salvar el negocio. No tienen escrúpulos con los vivos…ni con los difuntos si para ello han de salvar el futuro de la empresa, hecho que lo vive en sus propias carnes el asustadizo Vigilante del cementerio (Joe E. Brown) quien en uno de los gritos posiblemente más sonoros de estos lares, muestra su inverosímil sorpresa por lo acaecido.

Con un generoso final repleto de equívocas circunstancias, inesperados despertares, extrañas acciones y desesperados desalientos, asistimos a una orgía de terrorífica comicidad llena de despropósitos en cadena maravillosamente resuelto por Jaques Tourneur en lo que sería su penúltima película, la de un realizador que toco géneros cinematográficos tan dispares como la intriga, el drama, el western, el triller, el vudú, la aventura, los piratas, hasta llegar a la brillante comedia donde los actores y él mismo, vivieron la esplendida catarsis que les supuso la realización de un entrañable metraje en el que Tourneur convierte lo trágico y macabro en pura comedia, en la que por supuesto, no nos olvidamos de la pacífica gata Cleopatra testigo imparcial de los acontecimientos finales que rubrica un precioso metraje para disfrute de presentes y ausentes.
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