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España España · Almería
Voto de Gabriel Ufa:
9
Western. Drama A Wyatt Earp (Henry Fonda), antiguo sheriff de Dodge City, le ofrecen el puesto de comisario de la ciudad de Tombstone, pero lo rechaza porque le interesa más el negocio ganadero al que se dedica con sus hermanos. Sin embargo, cuando uno de ellos muere asesinado, acepta el puesto vacante y nombra ayudantes a sus hermanos. Contará también con la amistad y la colaboración de un jugador y pistolero llamado Doc Holliday (Victor Mature). (FILMAFFINITY)  [+]
20 de febrero de 2021
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo la mano maestra de Ford. Aquí nos relata el mítico enfrentamiento de los hermanos Earp contra el clan de los Clanton en el famoso O.K. Corral con su visión personal. Hay otras películas, otras versiones no necesariamente peores (“Duelo de titanes”, 1957, “Wyatt Earp”, 1994, etc.) pero Ford es Ford.

No sé si tiene algo que ver que el propio Wyatt Earp le contara a Ford los detalles del enfrentamiento de primera mano, con lo que ello conlleva de autenticidad y verismo, pero es palpable y patente la maestría con que está filmada, con una eficacia y sobriedad inigualable. El enfrentamiento de tan rápido es creíble a la par que espectacular.

En la época en que John Ford era ayudante de dirección de su hermano, los figurantes eran auténticos cowboys y Wyatt Earp iba con frecuencia a verlos. En una de esas visitas Ford conoció a Earp y le contó la historia de O.K. Corral.

Pero la película es muchísimo más que este enfrentamiento. El argumento nos sitúa al ex-sheriff de Dodge City como un tratante de ganado junto a sus hermanos Virgil (Tim Holt), Morgan (War Bond, actor de los fijos de John Ford) y James (Don Gardner) que se dirigen a Tombstone a vender sus reses. Tras llegar allí, Wyatt rechaza el puesto de sheriff después de desarmar a un peligroso indio borracho. Pero todo cambia cuando asesinan a su hermano pequeño y roban su ganado. Entonces decide aceptar el puesto de sheriff con una sola condición: sus hermanos deberán ser sus alguaciles.

Desde este punto de partida, Ford nos ofrece otra obra maestra. Como diría Garci, hay que sacar el reclinatorio: película para ver tranquilos, sin móviles ni pausas, paladeándola.

Es una de las principales e imprescindibles películas de John Ford sobre el western. Quizá esté entre sus 5 mejores, lo cual es decir mucho. “My darling Clementine” alude de alguna manera a la fundación del Oeste, o de un país, a través de Tombstone y los personajes que lo habitan; en este sentido es clara la metáfora sobre la construcción de la Iglesia, aún sin sin edificar, con apenas un campanario y un entarimado y sin predicador.

Es la descripción de un ambiente, una atmósfera, un clima: desiertos áridos, salones por donde corre el whisky (o el champán para Doc Hollyday, enfermo), personajes pintorescos, como ese barman que nunca se ha enamorado porque no ha tenido ni tiempo para otra cosa que no sea estar al otro lado de la barra., o las dos señoritas: Chihuahua, cantante de salón, áspera (magnífica Linda Darnell) o Clementine (Cathy Dawns), mucho más dulce.
Y luego están las interpretaciones. Bien es sabido que Victor Mature nunca ha estado en un ranking de los mejores actores del cine clásico. Pues bien, bajo la batuta de Ford y con la presencia monumental de Henry Fonda, brinda una interpretación fascinante.

Interpreta a un hombre enfermo, solitario, borracho, vagabundo, violento, propenso a la ira, siempre dispuesto a desenfundar, que huye de su pasado de doctor (genial escena en que rompe su título). En contraposición está el personaje de Fonda, un tipo familiar que llega con sus hermanos, de pocas palabras, inalterable, equilibrado. Es fantástica su presentación cuando el padre de los Danton (Walter Brennan, otro de los grande de Hollywood en esa época) le hace una oferta por su ganado y le responde “No interesa”.
Hay química entre Mature y Fonda. Sus personajes llegan a sentir una cierta admiración mutua, casi amistad. Fonda que viene del salvaje Oeste quiere integrarse: va a la barbería, quiere engalanarse, sentirse bien, adaptarse

Es el toque Ford: humaniza a los personajes, transmite esa lírica incomparable. Y todo ello con gran economía de medios: pocos planos, con pocos diálogos y de manera siempre elegante y sutil, muy poco o nada forzada. Y sin renunciar a su genuino humor, con el perfume de azahar que el barbero pone a Fonda, o a uno de sus bailes: “He leído toda la Biblia de cabo a rabo y la he vuelto a leer y no he encontrado una palabra en contra del baile. De modo que… a bailar todos”, dice el violinista que ejerce de pregonero.

A nivel técnico, nos regala otra maravilla. Ya desde los primeros planos de conducción del ganado a través del Monument Valley se nota que lo que vamos a ver es otro recital.

Indudablemente, obra maestra (otra).
Gabriel Ufa
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