He tardado en verla, pero la espera ha merecido (y mucho) la pena. Seguramente, la persecución más intensa y espectacular que se ha rodado. Y esto, teniendo en cuenta que la película se rodó con un presupuesto ínfimo y que comenzó su andadura comercial como un producto para la televisión. Spielberg apuntaba maneras, sí. La cámara se mueve y nos enseña la acción desde todos los ángulos imaginables para rodar unas escenas de acción sobre ruedas que, en vista de cómo ha evolucionado la manera de rodarlas en los siguientes 45 años, no cabe duda de que sentaron cátedra. 30 años antes del nacimiento de 'A todo gas', la saga de conducción más exitosa, Spielberg ya lo había probado todo.

La trama, sencilla (que no simple), no necesita de excesivos artificios en el guion y en la construcción de sus (pocos) personajes para engancharnos desde el principio. Se genera una tensión en el espectador desde el primer encuentro entre David Mann y el conductor del camión y los 90 minutos de metraje se pasan volando gracias al suspense. La música, que recuerda a la de 'Tiburón', se convierte en un elemento indispensable para construir la atmósfera llena de incertidumbre.

Lo único que patina y que consigue empañar la excelente labor de Spielberg en la dirección es el montaje, con varias escenas en las cuales los planos se suceden entre sí de manera incongruente: o no se respeta la distancia entre el camión y el coche, o el espacio cambia drásticamente de plano a plano. Aun y todo, el resultado general es visualmente sobresaliente.

Una lección magistral de un talentoso director que ya dejó ver de qué era capaz en su ópera prima.