El actor neozelandés dirige su primer película después de una sobredosis de azúcar, resultando empalagosa al igual que efímera. 111 minutos donde Crowe juega a mostrarnos una gran obra con atrezo de saldo. Un argumento fallido, situaciones que ya creemos haber visto anteriormente, repleta de absurdos clichés, determinadas localizaciones y escenas dignas de telefilm de sobremesa, personajes inverosímiles y una mezcla de géneros bélico, aventuras y romance que no cuaja de ninguna de las maneras. Sin duda un film que será olvidado rápidamente. Por destacar algo positivo podemos mencionar una impecable factura técnica y una fotografía realmente admirable.