A diferencia de una buena parte de películas sobre presidentes, candidatos, corrupciones y anecdotarios sobre la política norteamericana, ésta es una de las que destacan por su dinamismo en la trama, su ágil montaje y su eficaz guion. Los tejemanejes de las campañas electorales y su mecánica para conseguir votos salen a relucir en este film de forma bastante fidedigna. La historia real de un candidato demócrata, que tenía las elecciones prácticamente ganadas y hundió su campaña por su estupidez personal, es bastante demostrativa, sobre todo cuando entran en contradicción la ética y la política. Hay opiniones para todos los gustos, pero probablemente es cierta (y mayoritaria) la de que un personaje con un comportamiento poco ejemplar no será un buen mandatario público, desde el momento en que debe defender una jurisdicción civil que penaliza determinados comportammientos que, paricularmente, él no cumple. Según las palabras de un asesor en el film "El presidente no es una persona más. Es el presidente". En efecto, son incontables, a lo largo de la historia mundial reciente, los casos de dirigentes que han tenido que dejar sus cargos por deslices particulares que un alto cargo no se puede permitir. La producción tiene cierte carga de moraleja ejemplarizante pero no entra en la demagogia barata. Se soporta por la calidad de la realización. La puesta en escena y la ambientación son impecables.