La ambientación, los personajes, la fotografía y los fastuosos interiores, con la alta sociedad luciendo sus lujosos vestuarios y los fondos musicales de Tchaikowsky ya son por sí mismos un aliciente para ver la película. Sin embargo, no puede perderse de vista que el lenguaje literario y el cinematográfico son muy distintos. El texto de la novela debe transmitir imágenes. En el cine las imágenes ya se ven y lo que hay que intentar es que recreen los sentimientos presentes en el original. El guion tampoco se puede reproducir transcribiendo literalmente el que está escrito, porque en la pantalla resultaría redundante y tendría el efecto contrario al que se pretende. Hasta aquí, todo bien y lógico. Pero lo que no es comprensible ni disculpable es que directores y guionistas descontextualizen la obra y alteren contenidos para darle teóricamente más comercialidad a la producción. Esto no es necesario. En esta adaptación de Anna Karenina se producen ciertos anacronismos que desmerecen su credibilidad. Para empezar, el fechado de los acontecimientos que se relatan no concuerdan con los de la novela, que se publicó antes. Por otro lado, cuando se escribió no se había estrenado "El lago de los cisnes" que aparece bailándose en un teatro. Este y otros fallos de "racord" hacen que el film pierda la confianza del espectador, con conocimientos de literatura y de historia, que no pueda leer a Tolstoi en ruso. Las traducciones también son aproximadas (se entiende que lo mejor posible)..