En realidad, la historia de amor no es más que un complemento circunstancial de las vidas de dos personas atadas a sus destinos en situaciones difíciles, viviendo experiencias tremendamente traumatizantes y complicadas. Sean Penn demuestra ser un director de oficio que sobrepasa en mucho sus ya grandísimas dotes de actor. Además, le acompaña un excelente reparto con Jean Reno y Javier Bardem. Charlie Theron recuerda en su papel a la Juliette Binoche de la celebrada "El paciente inglés", una enfermera de vocación que se resiste a abandonar a sus pacientes hasta que ya no puede más. La voz en off narrativa de las propias experiencias cumple con los cánones de un buen relato. No cuenta lo que se ve ni cuenta lo que no se ve. El guion da especial interés a la polémica centrada en la filosofía vital, incidiendo en cuestiones sobre hasta qué punto se debe o se puede intervenir intentando cambiar la historia de los demás, la propia existencia o emprendiendo acciones que parecen inútiles y desmoralizan al más sacrificado. La puesta en escena es cruenta y realista pero no gratuita. Los heridos mutilados y eviscerados parecen de verdad. Por una vez, los yankis no son los salvapatrias de turno ni ángeles heroicos. Todavía quedan testimonios directos de doctores españoles voluntarios de la ONG Médicos del mundo que salvaron la vida de milagro, cuando estalló en Burundi la masacre tribal entre Hutus y Tutsis, que asesinó a sanitarios, maestros y religiosos, destruyendo en pocas semanas hospitales y escuelas que habían tardado años en construirse. Obviamente, el film no es para personas sensibles o ajenas al sufrimiento humano. Es una tragedia. Quien no quiera pasar un mal rato que no la vea.