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Voto de Australocineatus:
6
Cine negro. Intriga Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro. (FILMAFFINITY) [+]
20 de agosto de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Welles fue un gran cineasta es indiscutible. Refutar esta aserción es imposible después de visualizar “Ciudadano Kane”, segunda obra del director norteamericano. Sus primerizos planos largos, su guión a prueba de rasguños y la profundidad del relato son una muestra de ello. La facilidad de sumersión en un personaje que también interpreta es de envidiar. Hábil en la abstracción, consigue ejecutar una dirección de película, con una objetividad esclarecedora y abrumadora que capta la esencia del multimillonario Kane. Sorteando la trampa de crear una película críptica e incomprensible, reconocido cepo de polifacéticos dados a la dirección e interpretación, esta película basta para catapultar a la fama a Orson y crear un mito en torno a él, fama que a posteriori se vería fortalecida por su obra fílmica. No obstante, las virtudes exaltadas en demasía son un antifaz que entorpecen la existencia de defectos. Por eso he decidido venir aquí, para hablarles de “Sed de Mal”.

Una de las más reconocidas y aduladas historias de cine negro, no poco solicitada en los mostradores de las bibliotecas públicas y protagonista de largas veladas nocturnas de intelectuales ávidos de güisky, resulta ser una recreación de insatisfacción y mediocridad inesperada. Cierto es que carece de fallas en el guión (en cuanto a estructura del relato se refiere), que está bien dirigida y que la fotografía, meticulosamente cuidada, no merece ningún reproche. “Puro cine negro”, el adjetivo por excelencia de la película, es la muletilla para describir una sensación confusa al apagar el televisor: la de falta de realismo. “Sed de mal” es una mala reproducción de una sociedad estereotipada hasta la médula, con una muy plana definición de cada uno de los personajes, tanto principales como secundarios. Una película de policías sin muchas luces, comportamientos incomprensibles, típica corrupción indeseada y almas atormentadas por sus recuerdos, repleta de clichés y postizas imitaciones de la maldad, que necesitan del talento de Russell Metty en la fotografía para dilucidarse. Tanto es así que lo tenemos todo: desde el policía ingenuo hasta la gitana estándar, metida con calzador y saña, nunca falta de una genialidad estúpida con la que cerrar la película. Actitudes inhumanas (muestra de pasividad de Vargas ante el tonto del motel al enterarse que ya no reside su mujer), mindundis jugando a ser gánsters y el policía traidor que tras un repentino recobro de la moral (por supuesto, invisible en la película) inculpa al hombre al que le debe todo. No estaríamos equivocados al afirmar que el objetivo de un buen director es el de contar una historia bien; pero faltan los matices, siempre nos olvidamos. La dirección debe crear una experiencia cinematográfica que haga creíble la historia. Aunque, tratándose de un argumento vago y concurrido, es comprensible que la película se pierda en la superficialidad e ingenuidad que rezuma, a excepción de algunos excelsos momentos como las secuencias del motel con la señora Vargas, punto álgido del film, ejemplo de lo magnífica película que pudo ser y jamás será. Desgraciadamente, la cinta se concibe como un despliegue abismal de recursos entorno a simple y pura forma, una triste fachada detrás la cual no se esconde absolutamente nada, una declaración de estilo, pura pamplina sin contenido ulterior.

Muchos podrían decir que la culpa no es del director pues el género en que se había circunscrito obligaba a cumplir con los cánones del cine negro y de la época. Esto no es cierto. Desde un principio, se había apostado por una clase de película con la que Welles ya había estado familiarizado, por lo que su travesía en el mundo de asesinatos, detectives, femmes fatales y miseria humana no eran ninguna novedad. Así pues, no siendo requisito primordial cumplir con todos los requisitos del género, se podría haber permitido el lujo de prescindir de gran parte de ellos y prestar atención a la historia. De todas maneras, que el cine negro mantenga ciertos elementos disonantes con la sociedad actual y posea ese carácter simplista no es motivo de incredulidad. Orson Welles erró en su propuesta. El filme no mantiene en vilo por predecible y la dimensión real se traspapela entre el guión como por arte divina. Todo carece de la profundidad necesaria para emocionarnos, meternos de lleno en el avatar del policía mexicano que descubre la trama, angustiarnos ante la ya sabida confrontación de Vargas y Quinlan, imposibilitando un culminante y cardíaco final. Billy Wilder supo hacerlo muy bien. Nunca sabremos si el mil veces exaltado ―muchas veces con, otras tantas sin razón― director de “Ciudadano Kane” vió “Perdición” de Wilder antes de rodar su película. Lo que está claro es que podría haber aprendido mucho de lo que percibo como una de las grandes joyas del cine negro, película totalmente antagónica a "Sed de mal" y ejemplo de todo cuanto ésta carece.

Sin embargo, sin vilipendiar en exceso “Sed de mal”, es menester remarcar las virtudes del filme. Aún estando sobrevalorada, se trata de una buena película en lo que ejecución se refiere. Cuenta una historia bien relatada y se beneficia de su magnífico reparto: Charlton Helston, Janet Leigh, Orson Welles (sí, también de intérprete), Marlene Dietrich (el tinte no es lo suyo), Joseph Calleia y una larga lista. La fotografía, para ser francos, es excelente. Quizá esta característica, la más notoria durante la visualización, es el fundamento principal para ser considerada una obra maestra. A mi parecer, en exceso. Jamás conseguiremos quitarnos ese lastre semiótico que nos atormenta, esa relevancia decisiva de la fotografía sobre el contenido, del recipiente sobre el líquido que comprende. La diferencia entre una copa vacía y un vaso lleno.
Australocineatus
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